Hoy, día 10 de julio, hace tres meses que nació mi nieto Claudi. Nació en Santiago de Chile, hijo de padres catalanes, de nacionalidad chilena y socio del Barça. El pasado martes, llegó -por primera vez- a Cataluña y toda la familia pudimos disfrutar del nieto, bisnieto, sobrino, sobrino nieto, primo segundo…

Este niño nació en plena pandemia de coronavirus, a 11.000 km de distancia, mientras aquí estábamos todos confinados. Él, de hecho, no tardaría mucho en quedar también confinado, por lo que, hasta ahora, solo “había visto”, prácticamente, a sus padres, había conocido el otoño y el invierno, y le había dado poco el aire y el sol.

En mi último post hablaba de recuerdos infantiles, de los recuerdos reales y de los falsos recuerdos elaborados a partir de las explicaciones de mis padres y de las personas de mi entorno. Es evidente que Claudi no se acordará del día en el que, con tres meses, conoció a sus abuelos y abuelas, bisabuelas y otros familiares. Nosotros, en cambio, no lo olvidaremos nunca o, al menos, mientras no perdamos la capacidad de recordar.

Este blog está lleno de entradas en las que se expresan multitud de sentimientos. No siempre es fácil hacerlo, especialmente cuando son íntimos. He dedicado posts a mis hijos, Pau (ver “17 de septiembre 1988-2018”, del 17 de septiembre de 2018) y Oriol (“Cerrar etapas, abrir nuevas y a seguir” del 30 de septiembre de 2018) y uno muy diferente con motivo de la muerte de mi padre. Este fue un post corto. Por un lado no quería que no quedara constancia en el blog de la muerte de mi padre. Pero, lo cierto es que, me costó mucho escribirlo. Mi padre murió el 28 de agosto de 2014 y no fue hasta el 15 de septiembre de ese año (ver “Un verano lleno de emociones”) que escribí sobre lo que me provocó su muerte. Reproduzco dos párrafos que me permiten enlazar con lo que supone escribir sobre mi nieto Claudi y haber tardado tres meses en poder abrazarlo. Son los siguientes:

“Confieso que tuve la tentación de escribir acerca de lo que, en nombre de la familia, leí al final del funeral de mi padre. Pero valoré que no era adecuado. Pudiera parecer que la gestión de un blog personal es un asunto que solo depende del propio autor. Pero no es exactamente así. Hay que pensar en los lectores y procurar saber encontrar la frontera entre la esfera personal y la colectiva (…).

En primer lugar, una vez más, se pone de manifiesto algo que es obvio: por mucho que imagines cómo puede ser un suceso, un hecho de la vida cotidiana, hasta que no lo experimentas personalmente, hasta que no lo vives, no tienes la medida del impacto que puede llegar a tener. La muerte de mi padre produce un efecto difícil de transmitir pero que en el momento de comentarlo y de compartirlo, he acabado sintetizándolo, diciendo, que provoca una sensación de vacío inmenso. La realidad, sin embargo, es que no se puede expresar con palabras”.

En efecto, saber encontrar la frontera entre lo personal y lo que difundes públicamente, no siempre es fácil. Cuando murió mi padre sentía la necesidad de escribir al respecto, en el blog, pero a la vez ni era capaz de, ni me parecía oportuno, hacer un escrito íntimo. Con la primera experiencia personal con Claudi, me pasa algo, hasta cierto punto, parecido. Añadiría una cierta vergüenza además. Cuántas veces hemos visto abuelos “babeando” de satisfacción con sus nietos y hemos reído complacidos, felices, pero también un poco irónicos… Cuando tomas conciencia de que, de repente, quien necesita urgentemente un babero eres tú, te ruborizas un poco…

Asimismo, del mismo modo que no es fácil encontrar las palabras para expresar lo que sientes cuando muere tu padre, porque no puedes saber cómo lo vivirás hasta que te sucede, con el nacimiento de mi nieto, me ha pasado lo mismo. La palabra que mejor sintetizaba el cúmulo de sentimientos provocados por la muerte de mi padre era “vacío”, “un vacío infinito”. En el caso del nacimiento y encuentro con Claudi, el sentimiento es exactamente lo contrario, de plenitud, de “plenitud infinita”.

Cuando nació escribí (ver “Bienvenido al mundo, Claudi” del 13 de abril de 2020):

“Esta pandemia, en la parte positiva me ha traído dos regalos. Este apoyo inestimable, que es el que necesitaba en este momento, y el nacimiento de mi nieto Claudi. Afortunadamente, a él no me hará falta pedirle ‘Alguien como tú’ porque estará presente en mi vida para siempre.

No me esforzaré ahora en intentar transmitir lo que me ha provocado, emocionalmente, anímicamente, el nacimiento de Claudi y ver a mi querido hijo Pau, tener un hijo. No hay suficientes adjetivos en el diccionario para explicarlo.

La pandemia ha impedido que pudiera viajar a Santiago de Chile a conocer a mi primer nieto recién nacido. Si Dios quiere, todo llegará. La emoción que me provocó el video que me envió mi hijo, de su hijo recién nacido, todavía encima de una talla de quirófano, fue impactante. Ninguna palabra, solo aquella imagen del neonato. Como decía, la tecnología me ha permitido vivir en directo, a pesar de ser a través de una pantalla, la llegada a este mundo complicado y extraño de una criatura que vivirá en una época que todavía se me hace difícil de imaginar (…).

En estos días de sufrimiento y muerte, el nacimiento de una criatura, de mi nieto, me ha dado mucha fuerza. Lo he vivido como una señal inequívoca de la fuerza de la vida, en medio de tanta muerte. A pesar de todo, la vida irrumpe con fuerza y gana la batalla. Y tengo mucha confianza en esta generación y en su capacidad de frenar el proceso de destrucción del planeta, de revertir la desastrosa herencia que les habremos dejado, fruto de nuestro egoísmo. Hemos vivido y vivimos sin pensar en ellos. Personalmente no me permitiré que Claudi me haga demasiados reproches sobre el mundo que le habremos dejado, más allá de los inevitables y de los obligatorios que se tienen que asumir en cualquier ejercicio de autocrítica generacional sincera.

La vida y el amor. La vida y el amor de mi nieto y la vida y el amor de los ángeles aparecidos inesperadamente en medio de la dificultad que han hecho realidad, como me recordaba un amigo, que dicen las escrituras que ‘el amor es más fuerte que la muerte’”.

Poder abrazar por primera vez a mi nieto, ha supuesto una felicidad indescriptible, una intensidad emocional enorme, un contacto, piel con piel, con la vida y con la continuidad de la familia en esta nueva generación. Y me ha venido a la cabeza el comentario que me hizo mi prima, Núria Via, cuando murió mi padre:

“… Nosotros somos testigos y herederos de esta bondad, generosidad y ‘entrega’ de los Via de la generación anterior a la nuestra. A menudo siento que esto nos sitúa en la responsabilidad de llevar al Mundo (en el quehacer cotidiano) estas cualidades que hemos recibido regaladas”.

Cuántas veces habremos expresado muchos de nosotros -yo bastantes- la inquietud por el mundo que dejaremos a nuestros hijos y nietos. Puedo asegurar que sin idealizar nada, ni caer en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, mi prima Núria, tiene razón. Nuestros padres fueron buenos, generosos, contribuyeron positivamente a la sociedad de su tiempo y nos quisieron mucho. ¡Todo un reto para nosotros! Espero ser mejor abuelo que padre, desde el punto de vista de dedicación de tiempo. Quise y quiero inmensamente a mis hijos, pero cuando ellos nacieron yo estaba en la plenitud de mi carrera profesional y fui de aquellos que “nunca tenían suficiente”. Me sale decir: “Si fuera ahora…”. Frase absurda desde todos los puntos de vista. El pasado ha pasado y no se puede cambiar. ¡Pero “si fuera ahora”, la proporción de tiempo dedicado a mi familia y a trabajar, creo que no sería la misma que fue!

Los nietos vienen hacia el final de la vida laboral. En general, ya que, ciertamente, hoy en día, con la esperanza de vida tan alargada, mucha gente continúa trabajando mucho durante años, años y más años. No será mi caso o, al menos, eso espero.

En la vida, casi todo tiene una cara y una cruz. Formé parte de una generación que tuvimos el privilegio de participar en un proyecto de construcción de un país, de nuestro país. Nos entregamos a “construir” -adaptar y modernizar, si se quiere- el sistema sanitario catalán. Cada uno lo suyo y la sanidad era lo mío. Fue una oportunidad que se nos presentó de jóvenes y nos lanzamos de cabeza. Fue precioso. Ayer precisamente hizo 30 años que el Parlament de Catalunya aprobó por unanimidad (o casi, no recuerdo si el PP se abstuvo) la Ley de Ordenación Sanitaria de Cataluña. Dediqué un año de mi vida, durante jornadas de 12 horas y más, siete días a la semana, a negociar el proyecto de Ley -con las correspondientes horas de preparación de enmiendas, textos alternativos, fórmulas de consenso…- con partidos políticos, sindicatos, patronales, colegios profesionales, asociaciones de pacientes… Fue bonito, enriquecedor y el resultado magnífico. Pero todo ese tiempo se lo robé a mi familia y especialmente a mis hijos.

A nosotros nos tocó, por generación y coyuntura, asumir altas responsabilidades siendo muy jóvenes. Fui director general con 32 años, estuve a punto de ser conseller con 37 y fui secretario del Govern de la Generalitat con 39 años. A los 41 años dejé la política -o ella me dejó a mí, esto nunca estuvo claro- y continué en primerísima línea de fuego hasta los 50 años. A partir de allí mi cabeza y mi cuerpo dijeron basta. Pero mis hijos ya tenían 20 y 15 años, respectivamente. Se habían hecho mayores y me lo había perdido, bastante…

De momento tengo un nieto y vive en Chile. Pero creo que sus padres decidirán, en un tiempo aún indeterminado, volver a Cataluña. Ya hace tiempo que sé que no se pueden hacer planes. Y menos en este mundo tan cambiante y extraño. Pero no está prohibido tener ilusiones y, hoy por hoy, pocas más grandes y motivadoras que hacer de abuelo, e intentar hacerlo bien. Quiero decir, estar a la altura de lo que decía mi prima Núria de nuestros padres: traspasar las cosas buenas que nos regalaron generosamente los Via de la generación anterior a la nuestra. Está claro que los responsables de verdad son los padres, pero trataremos de ayudar si tenemos oportunidad.

Me gustaba pasear por Barcelona cuando la ciudad estaba menos contaminada y, preferentemente, durante el otoño. El verano caluroso y húmedo, el ambiente ennegrecido por el humo, no invitan a pasear. Pero hace un par de días, me entregaron a Claudi ya instalado en el cochecito y, a pesar de la contaminación -no sé si ya hemos perdido todo lo que recuperamos durante el confinamiento- decidí que aquel bicho pequeño que solo había conocido el otoño y el invierno del hemisferio sur del planeta, se beneficiaría de un sol acariciador de su piel extremadamente blanca. No estoy seguro de haber paseado nunca, solo y tanto tiempo, con ninguno de mis dos hijos en cochecito de bebé. En este caso lo disfruté. Y también lo sufrí. Tengo que reconocer que no debo ser de los padres que han preparado más biberones y han cambiado más pañales a sus hijos. Y, en cualquier caso, todo esto me queda muy lejos. ¡¡¡Cuando el pequeño Claudi se fue poniendo nervioso y yo no sabía si tenía calor, hambre, sueño o qué, caí de lleno en el estatus de abuelo ridículamente novel, que no sabe qué demonios tiene que hacer!!! ¡Pero al final me apañé bastante bien!

En fin, me siento muy feliz, pero mucho, de haber podido conocer a mi nieto chileno, y espero y deseo que la vida me dé la oportunidad de disfrutarlo y de aportarle algo positivo. De verdad que mi confianza en esta generación para mejorar el mundo que les dejaremos, es grande. ¡Me gustaría ayudarle en todo lo que pueda, y me ha encantado compartir con todos vosotros estos sentimientos tan bonitos y exclusivos!

 

 

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8 thoughts on “TRES MESES DESPUÉS

  1. Montse Grau dice:

    Moltes felicitats Josep Maria! El Claudi és el millor regal. La meva enhorabona.

    1. josepmariavia dice:

      Moltíssimes gràcies Montse!!!
      La veritat és que es tracta d’una de les experiències més maques, mai viscudes!

  2. Xavier Ranera dice:

    M’ha agradat molt!!!
    Una vida plena, ara encara més enriquidora amb el Claudi. Ell t’ha donat la perspectiva impressionant, que has escrit, tan emotiva i sincera. Enhorabona!!!
    Una abraçada molt gran

    1. josepmariavia dice:

      Moltíssimes gràcies Xavier!!!
      Bonic de compartir amb tothom, però amb els amics, especialment!

  3. Montserrat Gilabert dice:

    Enhorabona pel teu nou estatus d’avi 🙂
    Sempre aprenem de la vida i aquesta dóna regals, gaudim-los, perquè tan els reglals com els àngels son sempre bons . Abraçades

    1. josepmariavia dice:

      Moltes gràcies Montse. Tens tota ça raó! Aquests últims mesos hem viscut la importància de rebre regals dels que dius, per totes les dificultats viscudes!

  4. Guillermo Ruiz Gomar dice:

    Els nets formen part de la nostra immortalitat. Acompanya tot el que puguis en Claudi, avi!

    1. josepmariavia dice:

      Moltes gràcies Guillermo!!! Faré vas de la veu de l’experiència, amic!

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