Han pasado tres años y cierras etapa. No estoy dentro de ti y no sé, en realidad, cómo te sientes. Supongo que contento y razonablemente orgulloso. Seguro, sería lo normal. Lo has conseguido: ¡¡¡felicidades!!! Imagino -solo me lo imagino, quizá porque es el recuerdo que tengo yo de cuando terminé la carrera y simplemente me proyecto- que la sensación de entrar en el mundo de los adultos, de cerrar la etapa que iniciaste de estudiante cuando eras pequeño, te remueve cosas de todo tipo…

Acabas la estancia en Alemania y con ella la carrera. En cierto modo, te tenemos -al menos yo- que pedir disculpas. Si cuando “te arrastrabas” para aprobar justito en la escuela, me hubieran dicho que completarías un grado de Ingeniería Industrial en Barcelona y un máster -de los de verdad, de los que “no regalan”- en la Escuela Europea de Ingeniería de Materiales… no me lo habría creído. Qué poca confianza, ¿no? ¡Encima, a la vez, vas haciendo otro máster -también “de los de verdad”- en algo que hace patente -si es que era necesario- que nos llevamos 35 años! Todo esto que haces del big data, de la inteligencia artificial, forma parte, conforma y define tu mundo y seguramente -no sé lo suficiente, de hecho, no sé casi nada- ya formará parte para siempre y determinará el mundo en el que vivirás, y quizás -y lo digo con mucha inquietud-, el del último tramo de mi vida. Te confieso que me asusta un poco y lo digo, con el pesar de que tal vez solo sea un indicador de haber llegado a ese punto en el que ya no puedes -en mi caso, tampoco quiero- subir a este carro. Otra cosa es que ya me hayan subido como elemento pasivo sin que me haya dado mucha cuenta y por más que me fastidie…

Naciste entre Navidad y Año Nuevo y por este motivo siempre fuiste el más pequeño de tu curso. Durante varios años te costó coger el ritmo de muchos compañeros que casi tenían un año más que tú. Poco a poco la cosa se fue nivelando. Pero mi recuerdo es, como he dicho, que ibas tirando como podías y al final, no se sabía nunca muy bien cómo, siempre salías adelante. Tu carácter tranquilo, tu bondad y empatía, te ayudaron y te ayudan mucho. Cuando eras pequeño yo creo que el hecho de que cayeras simpatiquísimo a todos -“profes” incluidos- te fue de maravilla. ¡Eh! ¡Sin quitarte mérito, señor ingeniero! Pero es que disfrutabas tanto del juego y de la diversión que nunca encontrabas el momento para estudiar.

Siempre me ha parecido que te lo pasaste muy bien y eso no ha impedido que salieras adelante a tu manera. ¡¡¡Pero bueno!!! Repito, felicidades. ¡¡¡Muchas felicidades!!!

Dentro de dos días se acaba tu estancia en Alemania, como antes se acabaron en Suecia y en Francia. Has podido estudiar en países de aquellos que se consideran serios -no como otros- y en buenas universidades, te has formado, has aprendido idiomas y has tenido oportunidades extraordinarias como la de trabajar en el centro de entrenamiento de astronautas de la Agencia Espacial Europea -¡ahora no hagas como Pedro Duque, que ya ves la que le está cayendo, y al final conseguirán que solo queden en la política los inútiles para cualquier otra cosa!-. Aparte, debes ser el miembro de la familia que más conoce el centro y el norte de Europa. Recuerdo cuando, de media, prácticamente dos veces por semana, llegabas de la escuela con los pantalones agujereados (siempre por las rodillas) y poco arreglado, por decirlo suave… Bueno, algo te ha quedado de todo aquello. ¡La dentadura no te la has cuidado mucho! (¡ahora correspondería un emoticono con sonrisa cariñosa!).

Supongo que estos días todo son despedidas. De personas, de compañeros, de amigos, de lugares y paisajes. Muchos recuerdos, muchas vivencias y un futuro por delante que debéis encarar todos con mucha ilusión y que, seguro, en algún momento lo veis como un abismo…

“Era el año 2015. El último domingo de agosto. Lo fui a recoger temprano por la mañana, tal vez eran las 6 y media o las 7. Bajamos los asientos traseros del coche y lo cargamos hasta el techo. Maletas, libros, apuntes, equipo de música, una lámpara de mesa, una silla…

Recorrimos de un tirón los 1.050 Km que hay entre Barcelona y Nancy. Paramos tres veces por las necesidades habituales de los coches y las nuestras. Hacía buen día y hacíamos, sobre todo tú, un viaje hacia lo desconocido. ¿Cómo sería Nancy? ¿La vida allí? ¿La universidad, los compañeros, los profesores, estudiar en francés -tú sabías inglés y apenas acababas de hacer un intensivo de francés de pocos meses-, la residencia…?

No sé tú, pero yo recuerdo cuatro momentos de cierta intensidad. El paseo que hicimos, nada más llegar y después de dejar las cosas en el hotel, hasta la Escuela de Ingeniería de Materiales. Sentimiento de lo que da respeto…

A continuación vimos que estábamos cerca del lugar donde vivirías y nos acercamos. Faltaban dos o tres días para que te pudieras instalar. Llegamos y había compañeros tuyos de Barcelona que ya hacía unos días que habían llegado y se les veía familiarizados. Los microapartamentos tenían buena pinta. El ambiente típico de estudiantes era estimulante. La sala de TV y juegos, creo recordar que un pequeño gimnasio o sala con algunos aparatos para hacer deporte… Buen rollo.

El día había sido largo. Más de 10 horas de coche sin parar, con aquella increíble pero consistente y pesada travesía que hace la autopista por medio de Lyon. Quieras o no una cierta tensión larvada por la incertidumbre del futuro inmediato. ¿Ves? ¡Como ahora! Diferente, pero en parte semejante…

Cuando fuimos a la Place Stanislas con la intención de cenar en una terraza el cansancio nos dominaba y los ánimos no estaban en el momento más álgido… Primero dimos la vuelta a la plaza que, a decir verdad, es preciosa. Lo mejor, sin duda, de aquella pequeña ciudad de la Lorraine, antigua capital del ducado de Lorena anexionado a Francia en el siglo XVIII por acuerdos firmados tras una guerra de sucesión. De Polonia en este caso. Nos recuerda a algo, ¿no? Los franceses, sin embargo, hacen funcionar bien la apisonadora y con su centralismo y su ‘grandeur’ lo asimilan todo -que se lo pregunten si no a catalanes, vascos y corsos, entre otros-. De modo que Nancy hoy es una típica ciudad francesa. Pequeña -no tiene muchos habitantes más que Sant Cugat- y situada cerca de Luxemburgo y de Alemania, forma parte de la Francia cercana al corazón de Europa.

Pero lo que tengo más presente de aquella noche del domingo, fue la cena. ¡Te soltaste -seguramente el cansancio y los nervios contribuyeron- y expresaste en voz alta todas aquellas inquietudes lógicas cuando vas a iniciar una experiencia como aquella con 21 años! Yo tenía 28 cuando fui a hacer algo parecido a Canadá y recuerdo los nervios que me dominaban en momentos análogos…

Finalmente, llegó el momento de irse, de despedirme y de dejarte allí… ¡Reconozco que siento una cierta vergüenza y sensación de cursilería de confesar que tuve un sentimiento parecida al de los padres noveles el primer día que dejan a su pequeño en la guardería o en el parvulario! Sí, qué queréis que os diga.

Rehíce de vuelta el camino que habíamos hecho juntos dos días antes. Los 1.050 Km, solo, de un tirón y con lluvia intensa durante cinco o seis horas de las 10 y pico que volvió a consumir el viaje…”.

Luego vino Lulea, en Suecia, cerca del Círculo Polar Ártico. Te fui a visitar con la cabeza hirviendo por algunos problemas y los casi cuatro días que pasamos juntos me permitieron, además de visitar tu universidad -impresionante de lo moderna y bien cuidada- disiparlos todos, hablando mientras paseábamos bien abrigados encima del mar Báltico congelado, a pie y en coche. Estábamos en primavera y la noche ya empezaba a ser sorprendentemente corta para quien -como yo- no está habituado al sol de medianoche…

Lástima que cuando te fui a visitar a Colonia, no pudiera visitar la Agencia Espacial Europea. Ese día teníais la cena de Navidad y los preparativos impedían el acceso a foráneos. Solo la vi desde fuera cuando te dejé con el coche para ir a trabajar…

El espacio, la luna, Marte, los materiales de los trajes de los astronautas, el big data, los robots, la inteligencia artificial… Cuando me hablas de todo esto no entiendo gran cosa. Pero te veo tan feliz…

La luna, Marte y los trajes de los astronautas, aún me son familiares. Me hacen pensar en una colección de cromos que hacía cuando era pequeño que se llamaba “Vida y Color”. Y, claro, inolvidable -a pesar de tener 11 años solo- la llegada del hombre a la luna. Esto de Marte ya me pilla más lejos, aparte de que realmente está más lejos que la luna -hasta ahí llego-. Y eso que este verano lo he visto todas las noches estrelladas bien presente y rojizo en el cielo que hay sobre el porche de casa. Ahora, esto del big data y la inteligencia artificial…

Ya sé que soy una de tantas víctimas del big data. Cada día acepto no sé cuántas cookies cada vez que quiero acceder a la mayor parte de webs. Y cuando pulso el botón “aceptar”, cada vez lo hago a regañadientes. Pero lo hago. Y no me hace sentir bien. Nada bien. Y resulta que tú irás a trabajar en desarrollos sofisticados de esta “trampa mortal”. Está bien, está bien… ¡Ufff!

Y en mi ignorancia extrema -que seguro llevará a algún lector bien informado a pensar que pertenezco al paleolítico superior-, esto de la inteligencia artificial -que me suena a robot- me acojona directamente. ¡Y cuando lo quieren arreglar diciendo que ya hay robots y ordenadores con capacidad de sentir, de “tener” sentimientos, entonces ya dimito de todo!

Alguien me dirá que no tiene nada que ver. Pero en este mundo que percibo falto de valores sólidos, el de “la vida líquida”, más que nunca, el de “si no le gusta este set de valores tengo otro”, con lo que me está costando crear espacios para vivir más los sentimientos y alejarme de determinadas racionalidades, todo ello, me da tanto respeto -por usar una palabra más suave- que o me pongo a soñar, o me voy a vivir “Allí donde vive Steve” (post del 17 de marzo de 2017), o trabajar para construir espacios y comunidades humanas -no de robots, ni de los artificiales ni los de carne y hueso- o … no lo sé.

¡Dicho esto, mucha suerte en tu nueva etapa vital, la laboral, de nuevo, felicidades y desearte y pedirte que, si es posible -que debería serlo y si no haz que lo sea- contribuyas a aplicar tus conocimientos hacia el objetivo de un mundo más humano y mejor, que la cosa ya está bastante jodidilla!

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