FUENTE: Francescoh Via Getty Images

Me preguntas dónde vivo. No lo sé. Puedo decirte que me ha costado, pero, al final, estoy profundamente convencido de que la frase que escribió Theodor Kallifatides la he hecho mía: “¿Qué importancia tenía a qué rincón del mundo iba a parar?” (ver “Historias reales y a la vez ficticias” del 19 de agosto de 2021).

-Pero durante un tiempo diste muchas vueltas a la importancia de elegir bien el sitio donde querías vivir. Durante estos años he recibido mails tuyos explicándome que querías evitar el frío de Canadá, las aglomeraciones. Que alternabas veranos australes o estancias en zonas tropicales con períodos no invernales en Canadá, ¿no? La verdad es que siempre que me enviabas algún mail me decías dónde estabas, pero… Diría que desde que acabaste de trabajar no has vuelto a estar en Canadá, ¿no?

-Sí que he estado, sí. Estaba decidido a permanecer los 180 días al año necesarios para conservar el derecho a la atención sanitaria. Pero lo cierto es que ya no me preocupa… Me parece que la última vez que te escribí era desde Papatowai, al sur de New Zealand. Pero he pasado bastantes meses de invierno en Canadá, finalmente.

-¿Y eso? ¿Qué ha cambiado, entonces?

-No sé. Poco a poco vas viendo que tienes que vivir tu vida, y que es verdad que lo de menos es dónde. Si estás decidido a vivirla, cualquier sitio es bueno.

-Pero esto es fácil de decir cuando te has hartado de viajar, de vivir experiencias intensas y excitantes, de conocer a gente importante, de tener una agenda llena de contactos con personas de todo el mundo. Y… ¡me imagino que más aventuras amorosas de las que puedes llegar a recordar! Me gustaría creer que estás convencido de lo que me dices o sientes. ¿Estás bien? ¿Estás, quizás, recuperándote de una depresión o simplemente deprimido?

-Pienso que no estoy deprimido. Entiendo tu desconfianza. Imagino que lo que digo puede parecer el resultado de quien, estando en lo alto de la pirámide de Maslow y teniendo las necesidades básicas y no tan básicas resueltas, puede parecer que se dedique a hacer el esnob. Sé que puedo parecer un malcriado en fase de envejecimiento. Me da igual. Mira, tengo la historia que tengo y me habrá influenciado de la forma que sea. No puedo negarlo ni me provoca ningún remordimiento. Por tanto, lo que pienso y siento debe ir de la mano de lo que he vivido. Pero esto no cambia el resultado: lo pienso y lo siento.

-Y sabes que mucha gente puede sentirse incómoda. Muchos querrían esa libertad de elección y, más que valorarte por tu valentía, la envidia se les comerá y te maldecirán.

-Posiblemente. Pero no puedo hacer nada. “La tierra para quien (se) la trabaja”, decían los “progres” en mi juventud, parafraseando al revolucionario Zapata. Tenemos lo que nos merecemos y raramente podemos imputar nada a nadie, en caso de no ser así. Cada uno es responsable de su propia vida y sus decisiones. Ahora mismo, no tengo ningún motivo para no ser sincero. Ni siquiera que alguien pueda molestarse. Y la verdad es que, finalmente, no me importa mucho el sitio en el que acabaré viviendo. Esté donde esté, lo más importante será no alejarme del no-sitio donde pueda ser yo mismo. Y este está dentro de mí, es interior.

-Pero siempre te has quejado del exterior, del entorno. Del ruido, en sentido metafórico y real, y del humo de las ciudades. De la locura de la gente, la muchedumbre estresada que te sacaba de quicio y de la que huías… Siempre decías que no estabas tan evolucionado como para vivir como un monje budista capaz de hacer meditación zen en el Holland Tunnel de New York en la rush hour

-Tienes toda la razón, pero créeme que algo ha cambiado y no ha sido de repente. Se trata de un proceso evolutivo del que hablo poco, y siempre con la boca pequeña, con mucha humildad y conciencia de la dificultad del camino emprendido. Fíjate, sin embargo, que no será por casualidad que un ermitaño o un monje budista o uno benedictino o alguien que quiere practicar el yoga o la meditación, no elijan el Holland Tunnel en la rush hour, para conseguir el recogimiento que buscan. Personalmente, me siento mejor en contacto con la naturaleza que con el asfalto. ¡El Delta, una maravilla, no hace falta decirlo! Pero también estoy mejor en Montreal que en Barcelona. Aparte de que hay mucho menos ruido, literalmente hablando (el ruido de los decibelios, quiero decir), es una ciudad amplia y extensa, llena de parques y de ardillas, y a la que sales del área metropolitana -que, insisto, es un jardín si la comparas con el cemento de la de Barcelona- ni te cuento. Ahora me viene a la cabeza esa cena con Xavier Melloni, hace ya unos años. Tú estabas allí. ¿Te acuerdas de que

FUENTE: Pep-Aymerich

nos dijo: “El silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego”? Eso nos dijo. ¡Y cuánta razón tenía! ¡Acabar con el ego es una tarea titánica! Pero si de verdad quieres vivir la vida, ¡no hay alternativa!

-Quieres decir que si se trata de acabar con el ego, el ruido no importa. Cualquier sitio, incluso los más gentrificados, es bueno…

-Sí. Quiero decir que no podemos achacar nuestros pequeños fracasos en el intento de ser nosotros mismos a las condiciones del entorno. Pero es evidente que la quietud exterior ayuda. Antes hablabas de viajar, de vivir experiencias intensas y excitantes, de conocer a gente importante, de tener una agenda llena de contactos con personas de todo el mundo, de ser importante y famoso, añado yo. Tantas experiencias, tantos contactos, tantos viajes, tanta fama, según cómo, pueden acabar siendo perjudiciales. Este es el caldo de cultivo idóneo para el maldito ego. El verdadero yo, que tanto nos cuesta encontrar, está en los no-sitios, en la quietud. El alma humana solo está cómoda en los ritmos pausados, en la calma. Tú conociste a mi amigo Tiki, el pescador polinesio. Él nunca ha salido de Bora Bora. Una isla en la que la distancia más larga no llega a los 5 kilómetros. Que yo sepa, no profesa ninguna religión ni creencia reglada, ni nadie le ha enseñado a meditar, ni le ha hablado de mindfulness ni de los miles de contenidos que existen en textos sagrados, en libros de autoayuda o en manuales de “meditación exprés” para ejecutivos acelerados. Ni ha viajado ni vive “experiencias intensas y excitantes” -o sí, pero muy distintas de las que la gente tiene en la cabeza cuando las menciona- ni tiene agenda ni es famoso. El día que me dijo que “yo soy lo que queda cuando los pensamientos solo los observo pero no los pienso”, me estaba diciendo que para él, la belleza de la vida era superior a cualquier cosa que pensemos de ella, a cualquier cosa que nos ocurra o que sintamos, por maravillosa u horrible que pueda ser, o ser considerada. Su ego nunca lo he visto por ninguna parte. Él es él y, a pesar de que su isla es minúscula, su no-sitio interior es infinito.

-Ahora que lo dices, Tiki vive solo. Y tú también…

-Tiki vive solo, rodeado de amigos, la mayoría tan auténticos como él mismo. Yo aquí todavía no he sido capaz de tener la compañía que me gustaría tener. La soledad es jodida mientras sigues siendo víctima de tu ego. El ego no puede vivir solo y acaba amargándote. Necesita a un público para exhibirse e intentar ser admirado. Y esto provoca mucho sufrimiento. Y, sobre todo, el ego no puede estar solo contigo, porque eres el enemigo a batir que intenta negar su existencia. Del mismo modo que la vida de verdad se esconde detrás de lo que llamamos vida, a pesar de no serlo -estos viajes, experiencias intensas y fuegos artificiales de cara a la galería- la esencia de las personas se esconde detrás de los juegos de rol protagonizados por los respectivos egos. Mi sitio está en mi no-sitio, que solo es mío. Solo desde aquí puedo tener relaciones sanas con otras personas. Pero con las personas, no con los egos que las dominan. De momento, en los sitios donde vivo, no he encontrado a tantas. Por eso vivo prácticamente solo. Mientras estuve en Bora Bora, convivía con mucha más gente que aquí, con Tiki y sus amigos. Y tengo que decirte que durante estos últimos años pasados ​​en Canadá, me reencontré con compañeros y amigos de juventud, luchando por ser sabios, es decir, por ser ellos mismos. Y fue una experiencia enriquecedora. Está bien estar acompañado si no esperas nada especial del otro.

-Ahora entiendo mejor muchas cosas. Ya antes de que te fueras a Canadá, hace ocho o diez años, me di cuenta de que te alejabas de todo y de todos. Me sorprendió. Siempre te había visto rodeado de gente, en pareja, con tu familia. Y de repente empezaste a alejarte de todos. Me sorprendió ese cambio.

-Entonces, en la época que dices, al principio, simplemente huía de un mundo que no entendía. La gente me molestaba. Había mucha intolerancia en mi actitud y estaba emprendiendo un camino hacia la misantropía. Pero no es que elija voluntariamente pasar mi tiempo con compañías tóxicas. Lo que intento es que si, por lo que sea, me toca estar con alguien tóxico, en lugar de huir trato de aprender a estar allí. También tengo que decirte que determinadas personas ya no se acercan a mí. Actualmente hay un par de amigos de juventud -por lo menos así los consideraba yo- gravemente enfermos de egolatría. El ego ya no les cabe dentro del cuerpo y si se vieran con mis ojos, no soportarían la visión de sí mismos. Bueno, me han dejado de lado. Ya no se acercan, no les intereso. Ya no soy nadie. Soy simplemente un chiflado que se ha aislado del mundo…

-Verdaderamente, cuando no quieres verte a ti mismo y alguien te hace de espejo y te muestra quién eres en realidad, te puedes asustar. ¡Ya lo entiendo! Entonces reaccionan ridiculizándote con tópicos, ¿no?

-En algunos casos es así, pero por más tópicos que sean, que lo son, y emplearlos puede acabar resultando un recurso demasiado fácil, son reales y tienen que ver con lo que es realmente importante en la vida. Cuando sentimos cosas que ya sabemos, pero no estamos por la labor… Todos sabemos que si no estás bien contigo mismo, ya puedes ir donde quieras y con quien quieras que vas a seguir estando jodido… Ni la nieve ni el clima tropical ni todo el lujo del mundo te harán feliz. En fin, ya me entiendes. Todo aquello de que huyes de ti mismo, que le cargas el muerto a los demás… Mi amigo Bendeski, hombre pragmático y poco dado a las utopías, teniendo en cuenta el mundo que le rodea y fruto de la sabiduría que dan los años, me hablaba de ensanchar el espacio interior como alternativa a la dependencia de lo que te rodea. Y no lo decía así, pero era como si dijera: “Deja a los demás, olvida el ruido y lo que no sirve, y encuéntrate y permanece cómodo en el único sitio posible en el que te puedes encontrar así, dentro de ti”. Entonces ya podrás aplicar ese

FUENTE: El DoQmentalista

otro tópico de que “solo así podrás amar y ser útil a los demás”. Al final, el sitio en el que debes estar, definitivamente, es un no-sitio. Está en tu interior, pero físicamente no existe. ¿O es qué ya no te acuerdas de las prácticas de disección de cadáveres? Nunca encontramos este no-sitio, ¿verdad? Pero existe. Y es lo único que te permitirá vivir de verdad… Lo sabes, ¿no?

-Seguiré buscando mi no-sitio. Cuando me parece que lo tengo cerca…

-Regálate tiempo, no te obsesiones con si estás solo o acompañado, y deja a un lado el ego. Tampoco hace falta que pierdas demasiado rato con las noticias y la actualidad, que solo te mostrarán el mundo que quieres abandonar. ¡Piensa que ahora, ni siquiera el hombre del tiempo suele contar nada bueno! Pasea y pásatelo bien disfrutando de la naturaleza y observando tu interior…

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One thought on “HISTORIAS REALES Y A LA VEZ FICTICIAS. VIVIR LA VIDA EN LOS NO-SITIOS (7)

  1. MERCE dice:

    Solo mirando a tu interior te encuentras a ti mismo

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