La gente huye de quienes no paran de quejarse de todo, de los que nada les parece bien, de los que ven mal todo. Si repaso los últimos posts del blog, teniendo en cuenta los cuatro últimos, menos el más reciente (ver “Reflexiones a propósito de la muerte de Jordi Bonet i Armengol” del 3 de julio de 2022), los otros tres pueden —no necesariamente, pero pueden— parecer formar parte de la categoría del “quejarse de todo”. Ya adelanto que no lo veo así. Para nada. Que algunas personas, después de leerlos, me preguntaran si estaba bien, me sorprendió y me resultó paradójico. Paradójico en la medida en que, si se lee, sobre todo, el post “La necesidad de reiterar lo obvio (2): la normalización de la locura”, no es difícil concluir que dicha reacción no haga más que provocarme la sensación de que hemos perdido todas las varas de medir. Después de releerlos, sigo opinando que son descriptivos de una serie de cosas que marcan mucho la dinámica de nuestras sociedades de hoy en día. En cualquier caso, preguntarme por qué he querido escribir sobre estas cuestiones y no sobre otras menos amables, creo que abre caminos de respuesta que quiero compartir.
Confieso que me he visto sometido de forma intensa al dilema del querer y no querer al mismo tiempo. Después de meses dedicándome a la narrativa, al reanudar el blog, por un lado quería evitar escribir sobre estas cuestiones que presentan un mundo y una humanidad bastante decadentes, pero… era lo que me salía. La muerte del arquitecto Jordi Bonet dio lugar a un post del que se desprendían valores muy positivos —muchos de ellos encarnados por el propio Bonet—, pero en realidad, expresaba mi preocupación por el perfil predominante entre los políticos de hoy en día y también por su forma de hacer las cosas. O de no hacerlas… Al final mi dilema era seguir escondiendo la cruda realidad por no ser tachado de pesimista o compartir lo que pienso y siento, que es lo que he hecho.
Hace pocos días, una amiga que sabía cuánto me gustaba el restaurante del Motel Empordà me envió la noticia de que este sitio, lleno de buenos recuerdos y sensaciones, estaba en concurso de acreedores. Era una de esas personas que últimamente se había preguntado si no escribía porque me pasaba “algo” y cuando volví a publicar —ciertamente, a ritmo tranquilo— remarcó mi negatividad. Por todo esto, y por mi parte con intención totalmente irónica, cuando recibí la noticia mencionada, le contesté con una frase de persona mayor, muy mayor: “Ya no queda nada de lo que conformó mi mundo”. Ella se lo tomó en serio y replicó diciendo: “No seas derrotista. Unas cosas se pierden y otras se ganan…”.
No sin recordarle antes, que una vez habíamos comido con ella y otra amiga común en ese lugar y que el Motel aparecía en un cuento publicado en este blog (ver “Cuento de verano (1)” del 23 de julio de 2019) que, aunque quede mal decirlo, me gusta mucho, le pedí que, aparte de disfrutar de los nietos, me dijera tres cosas ganadas respecto a nuestros años de juventud. Me respondió: “Tranquilidad, tolerancia y tal vez perspectiva”. Estoy de acuerdo y podría añadir más, como cierta sabiduría, una valoración más madura de la amistad, más libertad a la hora de decidir qué quieres hacer y qué no, o con quién quieres estar y con quién no, más capacidad de disfrutar de pequeñas cosas. Nada de todo esto es patrimonio de ninguna edad, pero sí suele estar más presente cuando ya has vivido unas cuantas décadas.
Y más allá de esto y por encima de todo, confianza y esperanza, que nada tiene que ver con el optimismo o el pesimismo. El optimismo ayuda mental y físicamente, y el pesimismo, todo lo contrario. Ahora bien, cuando todo se descontrola y es necesaria una dosis enorme de motivación, nada puede sustituir a la esperanza. La esperanza es una virtud que, por suerte, nunca he perdido, salvo estados de ánimo pasajeros, vinculados a hechos coyunturales.
También he reconocido varias veces en este blog que no me puedo comparar con aquellos virtuosos, tan conectados con su esencia que pueden vivir en paz, sin prisas y amando a los humanos, la naturaleza y el planeta, tanto en la cima del Everest, como en el corazón de Manhattan en hora punta, como en un monasterio en el Tíbet o en un consejo de administración que debe decidir ir a concurso de acreedores. Mi paz es más dependiente de unas condiciones de entorno determinadas. Tranquilas, agradables, poco ruidosas, lejos de ciudadanos fagocitados por la maquinaria implacable del sistema.
Anteayer, un buen amigo algo mayor que yo, me decía que somos unos afortunados. En primer lugar, por haber formado parte de una generación, de la generación, según su parecer, que ha tenido la mejor calidad de vida de la historia. La segunda generación de la posguerra, dice. En su caso —judío— de la II Guerra Mundial, en el mío, también, pero sobre todo de la Guerra Civil española. Nadie como nosotros ha gozado de las ventajas del Estado del Bienestar. Las cosas tendrán que cambiar mucho para que nuestros hijos y nietos, lo vivan como lo hemos vivido nosotros. Incluso a pesar de tener pasaporte español y habernos, por tanto, incorporado con retraso. Formamos parte de la primera generación que lo tuvo más fácil para formarse. Basta con comparar el número de titulaciones universitarias por mil habitantes de nuestra generación con las anteriores. Y sin duda, este indicador debe ser superior en la de nuestros hijos que en la nuestra. Pero, en cambio, el acceso al mercado laboral y las condiciones con las que accedimos nosotros, eran mejores. Lo mismo sucede con el acceso a la vivienda y la posibilidad de —más o menos— ahorrar. No conocimos casi la precariedad laboral y nada la guerra y la posguerra. Entiéndase que hablamos de comparación entre generaciones, no entre personas individuales. Hemos tenido paro, desigualdad, violencia machista, precariedad, incapacidad de ahorrar, hemos sufrido desahucios… Pero ninguna generación como la de los boomers ha disfrutado más de estas y otras ventajas. Mi amigo remachó su canto agradecido y positivo diciendo que “además, tú y yo tenemos un refugio maravilloso que no debemos perder: la lectura”.
Por lo tanto, según se mire, pocos o ningún motivo de queja, lo que no impide hacer “instantáneas” de lo que nos rodea, en este caso en forma de post. No quiere decir que seamos negativos. Simplemente significa que tenemos ojos, sentidos y cerebro para interpretar cómo es el mundo y las curiosas formas de “vida moderna”. Y del mismo modo que cuando hablas de generaciones no hablas de personas concretas, cuando lo haces del “mundo” y de las formas de “vida moderna”, tampoco es extensible a todas las personas y grupos sociales.
Por otro lado, si tu conexión con el universo no llega a la de un monje tibetano o de Montserrat, ni eres capaz de meditar y hacer yoga un viernes a las doce del mediodía en Times Square, tienes todo el derecho a alejarte del “mundanal ruido” para no sucumbir a la locura que conlleva. Aunque, para los demás, parezcas tú el loco. No diré que mi reacción sea la del “ande yo caliente…”, pero sí que no reprimo una cierta sonrisa interior cuando según quién se extraña de cómo vivo o de que hable sin tapujos a la hora de describir cómo veo nuestra sociedad.
Volviendo a la pregunta que me hacía al final del primer párrafo: “Por qué he querido escribir sobre estas cuestiones y no sobre otras menos cruentas”, tengo la impresión de que el contacto más frecuente con la vida de ciudad (después de vivir prácticamente de forma permanente en las Terres de l’Ebre, vuelvo a pasar un par de días a la semana en Barcelona), me ha permitido socializar más (y es de agradecer viniendo de los dos primeros años de COVID), pero sin darme cuenta he bajado la guardia en cuanto a la permeabilidad de la información (la gente te habla de la terrible “actualidad”) y he vuelto a consumir más información. Vivir lejos del “ruido” puede ser una forma de esconder la cabeza debajo del ala, de ignorar, aparentemente, la realidad. Ahora bien, en este preciso momento, en cuanto a la información al menos, he
decidido recuperar las restricciones autoimpuestas hace mucho tiempo. Hace años que no leo ningún periódico ni veo casi la TV. Y me he mantenido firme en todo momento al respecto. No tengo, ni pienso tener, Twitter, Facebook ni Instagram. Pero veo lo que me llega al smartphone y escucho un par de horas de radio al día, en directo o en podcast. Bueno, el caso es que siento que me sobra y lo restringiré.
¿Sorprendidos? ¿Hacemos un ejercicio práctico?
Buscad una edición de…, por ejemplo, El Món a RAC1 con Jordi Basté. Si lo preferís, haced el ejercicio con la emisora y/o conductor que queráis. Obtendréis el mismo resultado.
Cojo al azar el programa del lunes 11 de julio, que empezó a las 6 de la mañana, y fue así:
—Las temperaturas máximas del día oscilarán entre los 33 y los 38 grados en el interior. A medida que avance la semana subirán más. (¿Hemos entendido lo del cambio climático? ¿Qué más tiene que pasar?)
—Noticia falsa dada por Antonio García Ferreras sobre Pablo Iglesias. El propio Ferreras explica a Villarejo que la noticia era inventada… (¿Ha dimitido Ferreras? Obviamente no. Un montón de periodistas se rasgan las vestiduras farisaicamente, “deprimidos” por el mal lugar en el que deja Ferreras la profesión. ¿¿¿Solo Ferreras??? ¡¡¡Por el amor de Dios!!!)
—Ante la acción de Ferreras, Pablo Iglesias afirma que “estamos ante un ataque a la democracia perpetrado por la pata mediática de las cloacas del Estado”. (El propio Pablo Iglesias que hacía y animaba a que se hicieran “escraches”, pero que se quejó cuando se los hicieron a él y a su familia, ahora se queja de lo que él mismo había promovido. Iglesias aún no se había peleado con Albano-Dante Fachín cuando este, de la mano de un periodista de El País, facilitaron a Daniel de Alfonso la información que le permitió decir a Jorge Fernández Díaz: “Les hemos destrozado el sistema sanitario” —a los catalanes, por supuesto—). .
—La policía patriótica intenta, a través de un chantaje a Susanna Monge, que la extesorera del Barça confirme que la familia Pujol tiene escondidos en un zulo 50 millones de euros. Amenazada por el comisario Pino, dimite de la Junta del Barça, convencida de que de no haber accedido al cargo, no se vería en esa tesitura. ¡¡¡Tiene que contratar a un detective privado para protegerse ella y proteger a su familia de la policía española!!! (La “Inteligencia” española pone al Barça en el saco del independentismo. Susanna Monge, que de independentista no tiene nada, vive un calvario. Sandro Rosell, no independentista precisamente, pasa dos años en prisión preventiva. La jueza Lamela, que le envía a la cárcel desde la Audiencia Nacional, sin pruebas, es ascendida a magistrada del Tribunal Supremo. ¿Al comisario Pino le ha pasado algo? Más allá de alguna condecoración, parece que no. ¿Y a María Dolores de Cospedal y Jorge Fernández Díaz? Tampoco. Pero un alcalde independentista fue condenado por ponerse una nariz de payaso, y un mecánico de Tarragona, también independentista, por negarse a reparar un coche de un guardia civil).
—Una investigación periodística internacional destapa las prácticas ilegales que la compañía de VTC, UBER, utilizó en todo el mundo, para desembarcar en varios países.
Lo descrito hasta ahora dura dos minutos cuarenta segundos y es la estricta relación de noticias que se dieron. Sigo.
—Han dejado en libertad con cargos a tres de los seis detenidos por una agresión sexual, a una joven, durante la madrugada del viernes. Se les ha retirado el pasaporte, tienen prohibido salir de España, deben presentarse periódicamente ante la autoridad judicial y la chica dice que la drogaron para violarla.
—Caos en los aeropuertos. (Ya hace días que, escuchando el programa, llegas a la conclusión de que las aerolíneas pueden hacer lo que quieran: cancelar vuelos, cambiar horarios…, si avisan con catorce días de antelación. De todos modos, hablan de pasajeros que, con asiento reservado y en la puerta de embarque, les han comunicado que había overbooking y han tenido que quedarse en tierra. Parece que una compañía aérea, legalmente, puede vender tantos billetes de avión como quiera para un vuelo, con independencia del número de plazas del avión).
—Los precios aumentan a causa de la inflación.
—La Generalitat reclama al Gobierno español que la mesa de diálogo empiece a dar resultados concretos (no dicen que la noticia hace que los miembros del Gobierno español se partan de risa).
—Un joven de 21 años, de Lleida, ha muerto ahogado en el pantano de Santa Anna, en el municipio de Castellonroy.
—Los Mossos detienen a catorce personas que cultivaban marihuana entre el Camp de Tarragona, las Terres de l’Ebre y la Catalunya central.
—Se han producido dos tiroteos en dos bares distintos en Sudáfrica, donde han muerto al menos diecinueve personas. Hay una treintena de heridos. El presidente del país ya ha enviado las condolencias a las familias de las víctimas.
—Protección Civil tiene ya activada la alerta por ola de calor, con temperaturas que en algunos lugares del país pueden ser extremas durante toda la semana.
—El PP, en el homenaje al vigésimo quinto aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA, acusa al PSOE de seguir blanqueando los atentados de ETA y de equiparar a los asesinos con los asesinados. El PSOE acusa al PP de no haber condenado el franquismo y de blanquear las muertes de republicanos en manos de los fascistas. Mientras, VOX avala la ejecución de Salvador Puig Antich, ya que no le aplicaron la pena de muerte por anarquista, sino por haber matado a un policía español.
—La Ley de Memoria Democrática abre la puerta a investigar el terrorismo de Estado de los GAL, una línea roja para el PP pero que también han criticado figuras como el expresidente español Felipe González (Normal. Parece que González era el Sr. X de los GAL ¿Le ha pasado algo? Evidentemente no.).
Estas fueron las noticias explicadas entre las 6h de la mañana y las 7h y 11 minutos. Obvio alguna noticia neutra de tipo cultural y deportivo, así como intervenciones irónicas, distendidas, de algunos colaboradores, destinadas, supongo, a amortiguar el paquete de dramas, miserias y/o ridiculeces patéticas. No hace falta decir que la información meteorológica no era mejor que el resto de noticias. Podéis hacer la prueba, cualquier día, con cualquier Media, y el resultado será similar. ¿Creéis de verdad que el impacto de este “bombardeo” sobre el cerebro, es inocuo? ¿Merece la pena estar conectados a estas “estimulantes” fuentes de información? Yo diría que lo menos posible. Al menos este es mi posicionamiento personal, como medida preventiva para la salud mental.
Estar demasiado conectado con la “actualidad”, vivir demasiado sometido a las reglas de un juego que con poco que paremos y pensemos, veremos que no tiene sentido, nos esclaviza. Nos conduce a no encontrar respuestas satisfactorias, porque la “desprogramación” a la que estamos sometidos está pensada para desaprender el arte de hacerse las preguntas pertinentes. Y cuando las preguntas no son las adecuadas, las respuestas son absurdas, intrascendentes o nocivas. Nos están intentando cargar la mochila de piedras y así es muy difícil andar. Para liberarse de esta dictadura, realmente es necesario tener coraje y aceptar la incomprensión y la crítica de muchos. Los compañeros que encontramos en este camino, los de verdad, son excepcionales. Pocos y buenos, para actuar con la máxima libertad en pequeños radios de
acción. Los propios de nuestra vida cotidiana. No perdamos mucho tiempo con las noticias, ni con ningún tipo de vendehúmos. Disfrutemos los momentos de felicidad y no perdamos la esperanza. Ahora bien, no ignoremos la realidad que nos rodea y cuando por exponerla nos tachen de pesimistas, ¡ni caso y vista al frente!
Josep Maria no soc entesa amb literatura, tant sols llegeixo; m’agraden les autores/ors que amb poques paraules i utilitzant frases senzilles sense massa complements de tota mena, son capaços de transmetre sentiments, situacions, olors, colors…En definitiva que et permeten viure allò que expliquen. Em sembla que darrerament vas pel camí. Com amb la majoria de coses a la vida ‘’menos és más’’.
Fa anys que ens coneixem, però a vegades no acabo d’agafar-te ‘’el tranquillo’’. Per això entenc a la teva amiga. La realitat,en alguns aspectes es la que es, i es necessari no oblidar-la, però també deus tenir un altre de més satisfactòria… perquè no forma part dels teus blocs? Ah¡¡¡ estar pessimista no es un defecte, però es viu millor amb la mitja ampolla plena. Un petò
Gràcies Teresa. El meu bloc, contra les recomanacions dels entesos, no només no és temàtic sinó que en deu anys hi he escrit tota mena de coses. Algunes bastant personals i entre aquestes moltes de positives i fins i tot molt positives.
La realitat satisfactòria que dius hi està molt representada. No es pot considerar només aquest post per qualificar la totalitat de la meva visió de la realitat.
Dit això, si he arribat a reproduir literalment un noticiari, t’asseguro que la realitat que descriu, pessimista, optimista, o com la vulguis considerar, és tant meva, com teva, com del meu veí.I aquesta realitat la pots escoltar, llegir, veure, cada dia a qualsevol noticiari. Fins i tot cada 30 minuts pots sotmetre el teu cervell a un bombardeig inhumà, si poses coses tipus, Catinformació o el 3/24.
T’asseguro que jo no tinc res a veure amb les redaccions d’aquests programes, ni res del que hi diuen te que veure amb el meu optimisme, pessimisme o alegries de la meva vida privada.
Teresa, el món i la humanitat, estem moooolt malaltons. Ara, certament, de terraplanistes i negacionistes n’és ple.