PEP ANTONI ROIG

En el primer post de esta serie, empecé por el final de la semana a la que se refiere el título (ver “Semana del 6/2/2023 al 13/2/2023. Hechos públicos, sensaciones íntimas (1)” del 13 de febrero de 2023). Esta semana, en cuanto a Barcelona, acabó el jueves día 9 y tiene unos nombres propios: Pep Antoni Roig, Miquel Puig, Jordi Pujol, Montserrat Dameson y Núria Orriols. Políticos que hacen de escritores, escritores que hacen de periodistas, periodistas que hacen de escritores… Personas muy diferentes. Muy, muy diferentes. Vinculados o vinculables, algunos de ellos en Convergència, ERC, la CUP. De edades muy distintas, desde los casi 93 de Jordi Pujol, a los 25 de Montserrat Dameson, pasando por los 68 o 69 de Miquel Puig, los 34 de Pep Antoni Roig y los prácticamente 31 de Núria Orriols. Pese a ello, todos ellos me vinculan, por razones también muy diferentes, al pasado, menos Pep Antoni Roig que, por ser amigo de mi hijo Pau desde que siendo pequeños iban juntos a la escuela, forma parte del pasado, sí, pero, a través de mi hijo, también del presente.

Este conjunto de personas, por unos días, me ha hecho ver una película del pasado con la mirada del presente. En este post y en los siguientes, me referiré a todos ellos.

En el post precedente a este (ver “Semana del 6/2/2023 al 13/2/2023. Hechos públicos, sensaciones íntimas (1)” del 13 de febrero de 2023) me refería a los actos a los que asistí, durante la semana de marras, diciendo:

“Actos en los que me he encontrado a muchos políticos y muchos periodistas conocidos. Personas de mi pasado, para nada de mi presente, a los que les cuesta tratarme desde la perspectiva de mi situación actual, o simplemente no pueden hacerlo, porque la desconocen”.

La película del pasado me hace pensar —no es necesario buscar traslación mimética, las sensaciones son libres— en La Grande Bellezza. Pese a tener la misma edad que el protagonista y, aunque de forma diferente, dedicarme a escribir, pocas cosas tengo en común —alguna sí— con Jep Gambardella. El personaje, aprovechando la fama que le dio una novela escrita cuando era joven, se dedica a vivir bien, escribiendo artículos para la prensa —actividad que le parece “una gilipollez”— y frecuentando fiestas frívolas con personajes frikis. Estos días me he encontrado con algunos periodistas del pasado —que, según dicen, no viven tan cómodamente como Gambardella— y ciertos políticos del pasado, algunos muy concretos de los cuales, una minoría, me recordaron el frikismo de estas fiestas frívolas a las que asistía Gambardella, en La Grande Bellezza, observando cómo se movían en estos actos, qué comentaban y qué me preguntaban…

Ninguno de ellos se creerá que mi presente, la mirada con la que los miro, la encontrarán más en Cinema Paradiso (la cosa hoy va de italianos). Una película que me afianza —que no hace falta, pero bueno— la decisión tomada sobre en qué tipo de entorno y cómo quiero vivir mi vida, y por tanto dónde, con qué tipo de gente y cómo no quiero vivirla.

Amistad, aprecio por las personas y la naturaleza y, más que recuperación de la inocencia —desgraciadamente imposible—, tanta aproximación como sea posible a la misma. A la de los niños. La que vivo con mis nietos, la que vive Totó con Alfredo y Alfredo con Totó. La que revive el cineasta adulto Salvatore, cuando regresa al pueblo para el entierro de Alfredo y se reencuentra con Totó, el niño que él mismo fue. La que nos ha emocionado y nos emociona a todos cuando vemos Cine Paradiso. Aparentemente un homenaje al cine. Realmente un canto a la vida.

Lunes 6 de febrero de 2023

Espinàs, el abuelo con millones de nietos. Obituario íntimo. Pep Antoni Roig. El Nacional.

“(…) Esto no quita, claro, que para los de mi generación, los nacidos a finales de los ochenta, Espinàs fuera un señor que nunca ocupó ninguna conversación con mis amigos mientras bebíamos Xibeca. Tampoco fue un autor que recomendamos nunca a la primera novia, ya que era mucho menos moderno y cool que Monzó, Casasses o Marçal. Evidentemente, nunca fue un articulista del que recortáramos ninguna columna para colgarla en el corcho de casa. Pero curiosamente, un día muchos descubrimos que éramos nietos postizos de aquel señor con pipa por una sencilla razón: el mundo que conocíamos, el mundo que queríamos y el mundo que pisábamos habían sido escritos antes por él. (…)

Los hijos de la Barcelona olímpica creíamos que escuchar a grupos de música en catalán como Els Pets, Lax’n’Busto o Sopa de Cabra en el casete del coche era normal, pero no sabíamos que aquello no habría sido posible sin gente como Josep Maria Espinàs y los Setze Jutges. Los hijos del Club Super3 pensábamos que tener una televisión en nuestra lengua era logiquísimo, pero desconocíamos que hacía escasos treinta años que existía la prensa en catalán y que Espinàs también estaba allí, escrito desde el primer número del Avui. Los hijos de Jordi Culé asumíamos que siempre se habían celebrado los goles del Barça en catalán, pero desconocíamos que aquel Cant del Barça que nos sabíamos de memoria, como un Padre Nuestro, lo había escrito en 1974 un tal Espinàs junto a Jaume Picas.

En definitiva, nosotros, los hijos de los hijos de aquellos niños nacidos antes de la Guerra Civil, no podíamos ni imaginar que, si éramos catalanes, hablábamos catalán y vivíamos en un país llamado Cataluña era, sobre todo, porque éramos los nietos de quienes no habían podido matar”.

Con este fragmento del artículo de Pep Antoni Roig, tengo suficiente para explicaros la emoción que me provocó que un representante de la generación de mis hijos pusiera en valor la herencia recibida de la generación de mis padres. Y ese vínculo que nos deja a los boomers en medio, me reconforta. No pretendo ahora —sería ridículo y estaría fuera de lugar— romper esa magia que fabrica Pep Antoni, para buscar nuestros méritos generacionales. Diré dos cosas, no demasiado meritorias. De momento, habremos sido la única generación que, en términos generales, habrá vivido mejor que nuestros padres y —siempre hablando en general— mejor que nuestros hijos. Y, mejor o peor, hemos sido capaces de transmitir ciertos valores. Los que hemos tenido clara nuestra identidad catalana, la lengua, la cultura, los valores, una determinada manera de ser, hemos conseguido, al menos, dejarles en el menú de opciones, la posibilidad de hacer suya esta identidad, con todo lo que conlleva, que no es poco.

Este artículo, en lo más íntimo, me emocionó y me reafirmó en mi creencia de que podemos estar tranquilos.

Tranquilos, porque la generación de nuestros hijos seguirá defendiendo la nación y la identidad catalanas. Tranquilos, porque no es cierto que los jóvenes sean un desastre, que no se puede confiar en ellos. Egoístamente, quiero pensar —quizás solo es una reacción freudiana de falso intento de tranquilizar la conciencia— que no lo hemos hecho tan mal, colectiva e individualmente. Y, personalmente, que hace tiempo que estoy haciendo un esfuerzo para poner en orden las cosas, de modo que el tramo final de mi vida lo pueda vivir feliz y con la sensación de haber hecho los deberes —lo que de momento es así y espero que se mantenga y mejore—, me quita un peso de encima, mucha presión, ver que tenemos un buen relevo generacional. Tan bueno, que creo que lo harán mejor que nosotros. Esto da mucha paz y felicidad.

La emoción que me provocó el homenaje de Pep Antoni a Espinàs, hizo que reenviara su artículo a un montón de personas y que lo colgara en Linkedin bajo el lema “Confianza absoluta en nuestros hijos, y en nuestros nietos”.

Me hizo especial ilusión compartir el artículo de Pep con Fina Pi-Sunyer, madre de Carlota Clavell, compañera de escuela de Pep Antoni Roig y de mi hijo, Pau Via. Pero, aparte de este hecho, si se trata de valorar legados y transmitirlos, es hija de Pere Pi-Sunyer y Bayo, hijo de August Pi-Sunyer y sobrino de Carles Pi-Sunyer. La madre de Fina, Maria Teresa Peyrí Macià, era nieta del presidente Francesc Macià.

No sorprende que Fina, hija y nieta del catalanismo de toda la vida y del exilio republicano, fuera de las personas que más valorara el artículo de Pep Antoni.

– Ufff, me he emocionado… Gracias por enviármelo —me dijo.

– Qué ilusión, Fina, que podamos pensar que, en la generación de nuestros hijos, habrá de todo, como en la nuestra y como en todas. Pero, al menos, la llama sigue encendida. La verdad es que me enorgullece mucho —contesté.

– Pues sí, Josep Ma. La verdad es que me ha emocionado por lo bien escrito que está. Está escrito con mucho sentimiento y con mucho conocimiento de causa. Mira, mi padre siempre explicaba lo de Venezuela, la época del exilio en Venezuela, cuando le preguntaban —los mismos republicanos españoles—: “Pero ¿por qué hablas en catalán, aquí en Venezuela? Pero si ya no estás en Cataluña, hombre. ¡Relájate!”. Bueno, estos hechos, estas experiencias, con su significado, han ido pasando de padres a hijos, y oye… Es verdad que nuestros hijos lo tienen absolutamente presente. Todo ello. O sea, entre todos, lo estamos haciendo bastante bien… —acabó Fina.

¡¡¡Este fue un intercambio de boomers emocionados, con los ojos humedecidos, fruto del reconocimiento de los jóvenes “Peps Antonis” a los añorados “Espinassos”!!!

Con Pep Antoni, sabía que compartíamos pasión por Josep Pla. Somos “planians” (ver, entre otros, este artículo). Pero ya solo me faltó que en el artículo que hoy me ocupa, refiriéndose a los libros y artículos de viajes del Espinàs, eligiera el ejemplo de la Terra Alta:

“Sin haberlo conocido nunca, muchos entendimos gracias a él que se podía ir de excursión a la Terra Alta y hacer un libro con cabida dentro de un sistema cultural propio”.

He descubierto tarde la Terra Alta, pero me ha entusiasmado. Vivo en el Baix Ebre, lo tengo cerca y he aprovechado la proximidad para conocer la belleza de esta comarca. Pobre como el resto de comarcas del Ebre (Montsià, Ribera d’Ebre y Baix Ebre), la buena gente y el paisaje, la hacen una de las más ricas. Quima Suñé me descubrió los rincones de La Pobla de Massaluca, su pueblo. Yo solo he disfrutado mucho visitando Horta de Sant Joan, Pinell de Brai, Bot, Gandesa, Batea, Prat de Compte… Y las montañas, el Ebro entre ellas, y los paisajes. Una tierra demasiado olvidada por todos. Por supuesto por Madrid. Pero también por Barcelona y por Tarragona… Pep Antoni Roig, a través de Espinàs, la ha puesto en su sitio por un momento.

En fin… Un lunes intenso, enriquecedor, emotivo, gracias a la conexión de un joven escritor con “su abuelo Espinàs”. El gran hombre y gran catalán que fue Josep Ma. Espinàs. No hace falta que me alargue más. Era un hombre prudente, austero y discreto que ya dejó escrito que no quería recibir una sobredosis de elogios una vez muerto. Tampoco era lo que más le gustaba en vida.

Martes 7 de febrero de 2023

Querido Miquel, tendrás que disculparme.

Como decía al principio, la estancia en Barcelona, esta semana ha sido más larga por la presentación de tres libros, dejadme decir de amigos. Para ser preciso, Miquel Puig fue compañero durante años en el Govern de la Generalitat, participó en un trabajo que codirigimos Jordi Sánchez y yo, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, en los primeros años del siglo actual (con Rosa Culell, Margarita Robles, Josep Ramoneda, Joan Cornudella, Xaier Marcet, Xavier Escribano, Alfred Bosch…) y hace ya muchos años que somos compañeros en la Fundación Barcelona. Hasta hace poco, fue concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona. Desconozco si tiene intención de volver a presentarse en primavera.

Seguramente, Miquel no es consciente de que estuve en la presentación de su último libro La ciudad insatisfecha. Todo lo que Barcelona puede llegar a ser.

Tengo dos nieto preciosos, simpáticos y agradables, Claudi y Enric, que aquella tarde me esperaban y, con ellos, procuro no fallar nunca. Ya que con mis hijos no pude o no supe priorizarlos, en un momento en el que vivir parecía sinónimo de trabajar, ahora quiero hacerlo. Tengo más tiempo y como dicen que envejeciendo te vas volviendo como un niño, esto debe de facilitar las cosas. De nuevo, viva el enaltecimiento de la inocencia magistralmente plasmado en Cinema Paradiso.

Como dirían los franceses bref, llegué tarde a la presentación de Miquel, él estaba ocupado con la presentación y lo que toca en estos actos, y me limité a comprar el libro e irme.

Con Miquel, compartimos unos años de trabajo en la Generalitat, en los que no existía ni el reloj, ni el calendario, ni mucha diferencia entre “laborables y festivos”, ni entre noche y día. La familia sufrió las consecuencias. Muchas veces por tener que atender obligaciones protocolarias con políticos, periodistas y otros “especímenes”, tan frikis como los colegas de Jep Gambardella. ¡No me extraña que, entre los “entre estos”, que no han podido seguir mi trayectoria, cuando me ven ahora, reaccionen tratándome como si fuera una especie de

PAU VIA ESPINAL E HIJOS

Gambardella!

Afortunadamente, mis dos hijos, aparte de repetírmelo cada vez que —siempre de forma torpe— he intentado pedir disculpas, perdón… me han demostrado que, en términos de resultados —prácticos, pero sobre todo humanos— les ha ido bien. Pep Antoni Roig, por mimetismo, me ha reconfortado. Desde el Cine Paradiso, la Vida è bella. Incluso puede mirarse con ternura el pasado, entero, incluidos algunos de sus protagonistas más frikis. Con más razón, los mayores protagonistas del mismo, como Josep Maria Espinàs y Jordi Pujol, por no moverme, en cuanto a las referencias, más allá de las que, para mí, han marcado la semana en cuestión.

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