España, como cualquier realidad humana, tiene cosas buenas y otras que no lo son tanto. Pero cuando se trata de hablar de las élites españolas resulta difícil encontrar algo muy ejemplar. Sin ir más lejos, la llamada “Marca España” y la parafernalia que la rodea, es un símbolo de esta tara: querer mostrar al mundo una buena imagen desde un paradigma conceptual y de unas formas de sus responsables que tienen sus raíces en lo peor de España.
Las élites españolas y el entramado institucional que se articula alrededor de ellas, lejos de ser ejemplares, constituyen un verdadero cáncer social que desde hace siglos se ha apropiado del poder político y el económico, en el sentido más amplio (Ejército, Iglesia, patronales, sindicatos…).
Conforman lo que se ha llamado una “casta extractiva” que reside en Madrid, pero que instalada en toda España, está acostumbrada a vivir de la periferia, tiene su origen en el antiguo Reino de Castilla y que, como he comentado en muchas ocasiones, queda simbólica y estadísticamente representada a la perfección en el palco del Real Madrid. Por esta razón la democracia española es de tan baja calidad, y de hecho, es más formal que real. Es una farsa cosmética.
Se ha querido dar la imagen de que, al menos hasta la crisis, la clase media había ido ganando espacio en la sociedad española. Esto es falso, excepto en el caso de Cataluña, Valencia, Baleares y alguna zona más del Mediterráneo.
Esta supuesta clase media que para disimular sustituyó la bandera con el aguilucho por la Constitución con el fin de lograr una estética democrática, no es más que una aristocracia clasista y sectaria. Controla desde el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo, hasta los Media de derechas y de izquierdas, pasando por el sector financiero, el núcleo duro de la Iglesia católica y los antiguos monopolios industriales estatales de los que directamente se han apropiado. Han refinado el lenguaje y las formas, utilizando términos como “solidaridad interterritorial” o “reequilibrio fiscal”, pero siguen practicando el expolio manteniendo la tradición de sus antepasados. Los cuerpos funcionariales de élite y el Ejército son los complementos imprescindibles para consumar y mantener la apropiación del país. Tienen también una función de ascensor social para premiar a los “plebeyos” fieles que constituirán el vivero de la política y de la administración. Y también, en parte, de la de Justicia y del Ejército.
Daron Acemoglu y James A. Robinson, explican en “Por qué fracasan los países” un cúmulo de causas de la endémica desgracia española, como por ejemplo que, mientras Inglaterra permitía la ampliación a todos los ciudadanos en el comercio atlántico y nacían los EEUU, España optaba por el nepotismo y la arbitrariedad jurídica. Apenas un gremio de comerciantes de Sevilla controlaba todo el comercio con América, a cambio de entregar una parte de los beneficios a la monarquía, monopolio que duró hasta 1717. Mientras el libre comercio se expandía por toda Europa, en España se reservaba para los miembros de las clases extractivas, entonces la aristocracia cortesana y afines, lo que condenó al país al retraso histórico que le ha caracterizado.
El ansia por el control despótico de todos los flujos comerciales de las colonias provocó la muerte de la “gallina de los huevos de oro”. Terminada la época colonial, el objeto del expolio dejó de ser las colonias para pasar a ser las clases medias periféricas y, en mayor o menor grado, en función de las épocas, todos los españoles, castellanos y madrileños incluidos, que no forman parte de esta horrible oligarquía educada en cuanto a las formas, pero aún por civilizar respecto al fondo más íntimo.
Lo que describo es mi visión de España y de sus élites, y no quisiera que se interpretara que puede ser compartida si cito a personas que, como Juan José López Burniol, quieren a España, la quieren unida y luchan por su regeneración y modernización.
López Burniol, que se refiere a España- cito de memoria- como “una nación de tomo y lomo con una mala salud de hierro”-, hace referencia entre otros a Manuel Azaña y a Jaume Vicens Vives para describir el establishment extractivo madrileño. Azaña se refería a ellos diciendo que “llevan siglos acampados sobre el Estado“. López Burniol, refiriéndose al control del poder en España, explica: “El poder ha sido detentado desde siempre, en España, por un núcleo (hoy político-financiero-funcionarial-mediático), que tiene por objetivo prioritario el control del Estado, al que instrumentaliza al servicio de sus negocios privados, envolviéndose en la bandera del nacionalismo español más hirsuto. A este núcleo, tradicionalmente conocido como ‘Madrid’, se le llama ahora minoría extractiva. Es un auténtico tumor cancerígeno”.
Hay que decir que López Burniol, advierte de un riesgo (¿realidad ya?) que comparto: que el modelo se reproduzca, en forma de caciquismo local, en las diferentes capitales autonómicas y añado yo, en algún lugar significativo de las mismas, como el palco del Barça. El desarrollo de las administraciones autonómicas y la descentralización de parte del poder, en mi opinión, en el caso catalán, ha modificado el rol social y de mecenazgo de la burguesía catalana, ha generado nuevas élites como la funcionarial autóctona, una pésima copia de la española, ha deteriorado otras preexistentes y ha coincidido con una mayor mimetización de las mismas con las élites clásicas españolas. Hoy en día, nos parecemos más en lo peor que antaño.
En España, hay poco espacio para la regeneración y la reforma, y ninguno si el intento de regeneración viene de Cataluña. Desde Francesc Cambó a Miquel Roca y hoy Duran i Lleida, en el terreno político, a Joan Maragall en el de la poesía, y tantos otros en ámbitos diversos; ningún intento de regeneracionismo bienintencionado de España proveniente de Cataluña ha prosperado.
Estos intentos hechos con convicción y entusiasmo (yo mismo durante años aposté claramente por esta fórmula) obligan a buscar socios en la “Villa y Corte”. Entre los partners de Roca en su “Operación Reformista”- con la que modestamente colaboré, como decía esforzándome por creerla- estaba, por ejemplo, Florentino Pérez.
Lo mismo les sucede a las élites catalanas “del puente aéreo” -que ahora empujan a Duran i Lleida y claman desesperadamente por una “tercera vía” cuando hace poco no hablaban ni de concierto económico-, necesitan todavía para la prosperidad de sus negocios al propio Florentino y a otros miembros de la oligarquía “mesetaria”. A diferencia de muchos jóvenes -y no tan jóvenes- emprendedores, lo que describía “La escopeta nacional”, ha pasado a formar parte de la historia, ya que han orientado el negocio hacia la exportación. En el caso de las élites, el mercado español y/o la dependencia política de Madrid, pesa todavía demasiado para el crecimiento de sus negocios y deben “rezar de rodillas” a los cortesanos madrileños para que consideren terceras vías, de las que éstos no quieren ni oír hablar. De hecho es una versión actualizada de la citada “La escopeta nacional”. Ninguno de esos caraduras interesados en “cacerías y monterías”, compraba interfonos. Ninguno de estos compra “terceras vías”.
Estos partners de Madrid, son “descendientes directos” de los cortesanos que explotaban las colonias a cambio de entregar los correspondientes “sobres tipo Bárcenas” de la época, al rey castellano de turno. Los mismos que expulsaron a los jesuitas y a los judíos -generadores de riqueza por definición- de España, unos personajes que no entenderán nunca que tengan que aceptar tercera vía alguna ni nada que se le parezca. Para ellos el mito de la regeneración de España, es eso… un mito o si quieren, en términos reales, “una quimera”.
Sería bonito acabar proponiendo una solución. Palabra fuerte y pretenciosa, ésta. Pero hay que seguir “picando piedra”, por duro que sea. Reproduzco un párrafo de mi último post: “La democracia, para ser de calidad aceptable, implica trabajar para que los líderes de estas élites y los que forman parte de las mismas, sean íntegros, actúen en base a un sistema de valores sólido y se caractericen por la virtud, el sentido comunitario y la conciencia de que lo que tienen se lo deben a la sociedad y que se lo tienen que devolver con recursos y/o con aportaciones creativas, pero siempre con integridad y honestidad”.
QUanta raó que tens Josep Maria!!!! Buf!!!
MªÀngels
Impecable, se puede decir mas alto pero no mas claro.
El camino creo que es el que se ha empezado aunque sea muy incierto todavía, democracia i votando “el pueblo”.
Si mal no recuerdo en una reunión del president Mas amb élites financieras, alguién le advirtió imagino que de una manera sutil y elegante del poder que ellos representaban, a lo que contestó que el tenia detrás un millón de votos.
Creo que este es el camino, Democaracia y del pueblo para el pueblo y por el pueblo, pero en serio.
M’agradaria dir-te que no tens raó….,
Però desgraciadament, no puc.
En què en concret voldries dir-me que no tinc raó, encara que no puguis?
Gràcies pel comentari!
T’entenc…
Gràcies pel comentari!