Katherine Mansfield nació en Nueva Zelanda en 1888 y dedicó su corta vida ―murió de tuberculosis a los 34 años― a escribir. Mi amigo Marcel Riera, poeta y traductor literario, revisó toda su obra poética, hizo una selección, la tradujo y ayer presentó el resultado de su trabajo. Sin embargo, esta mujer fue mejor escritora de papeles privados, de cartas y artículos, intensos, escritos sin filtro, que poetisa. En algún momento escribió:
“Mira ―para mí―, la vida y el trabajo son indivisibles. Sólo si soy auténtica en la vida, puedo ser auténtica en el arte. Y ser auténtica en la vida es ser buena, sincera, sencilla, honesta”.
En el post anterior (ver “Febrero 2024 (I)” del 24 de febrero de 2024), anunciaba que continuaría con el tema de la trayectoria profesional y decía que “(…) la dimensión profesional es una. Pero una persona es mucho más que un profesional, por bueno que este pueda ser”. La vida es mucho más que el trabajo. En el caso de Mansfield, su vida, teniendo en cuenta que su creatividad artística iba a contrarreloj ―un arte que se tenía que desarrollar a toda prisa porque ella tenía siempre una fecha de caducidad en el horizonte―, su vida y trabajo, fueron lo mismo. Vivir y escribir fueron indivisibles. En este caso lo interpreto como algo positivo, ya que cualquier actividad artístico-creativa, conecta o ayuda a estar conectado con uno mismo, con la esencia más humana.
Pero no siempre es así. En mi caso, podría decir que mi vida y mi trabajo, por desgracia, durante demasiados años, fueron lo mismo. También podría expresarlo diciendo que durante demasiados años trabajé en lugar de vivir y que, a los 50 años, aparqué progresivamente el trabajo y volví a vivir. Y esto a pesar de que durante muchos años ―no todos, pero sí muchos― tuve la fortuna de trabajar en un campo de grades posibilidades cretaivas.
Como es lógico, mi trayectoria profesional se ha visto marcada por mi realidad. Si como persona, soy el fruto de mí mismo y de mis circunstancias, como profesional soy el resultado de mi formación, mi experiencia y también mis circunstancias.
La vida me llevó a formarme en salud pública, gestión sanitaria, gestión pública y planificación de sistemas y modelos sanitarios. El final de mis estudios coincidió con el momento álgido de la concepción y desarrollo del modelo sanitario catalán, y este hecho ―y ningún otro― me llevó a la “empresa” encargada de realizar este trabajo en mi país: la Generalitat de Catalunya. Tener esta gran oportunidad implicaba formar parte del equipo directivo, del ámbito político. Pero nunca dejé de ejercer como profesional de la Health Policy. Y destaco la palabra Policy para diferenciarla de Politics. Para muchos, un matiz sin importancia. ¡Mentira! Es muy diferente. Por eso nunca me he considerado un político, siempre he partido de una base técnica, e incluso durante la legislatura en la que ocupé el cargo más político de los que he ejercido, el de secretario del Govern de la Generalitat, mi formación fue determinante para comprender cómo llevé a cabo mi trabajo. Una experiencia extraordinaria, un gran aprendizaje del ejercicio de la función de “primus interpares”.
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No hace mucho (ver “Enero 2024” del 3 de febrero de 2024) hablaba de mi amigo Àlex Susanna, definiéndolo como hombre culto y sensible, prosista, poeta, gestor cultural y escritor de dietarios. El último, “Ladansa dels dies”.
En una entrevista en La Vanguardia de anteayer, a la pregunta del periodista Francesc Bombí-Vilaseca, sobre el dietario, “¿puede saltar de un tema a otro sin tener que justificarse como pasaría en un ensayo?”, Àlex respondía “(sí) porque aquí la voz narrativa tiene plena libertad”. Y antes había declarado: “Practico el dietarismo casi como un transgénero que permite pasar de un tono y de un registro a otro”.
Sin ninguna pretensión de compararme con el gran profesional que es Àlex, estas afirmaciones me ayudan a escribir y dar respuesta a quien pueda extrañarse de la mezcla ―para mí aparente― de temas que hay en el anterior post y en esta segunda parte. Para mí tienen una coherencia que, al final de esta segunda entrega, espero que llegue a más lectores.
Cuando me he referido a Katherine Mansfield en su vertiente de ―creo que se puede denominar así― “dietarista”, decía que sus escritos “son intensos y sin filtro”. Volviendo a la entrevista de Àlex, cuando Bombí-Vilaseca hace hincapié en que no escatima críticas, su respuesta es contundente. Va de frente y responde: “Sí, digo lo que pienso por ejemplo de Porcel o Margarit, y si estuvieran vivos se lo habría dicho a ellos, también”.
Habla de personas que conocía bien, que respetaba y reconocía en muchos aspectos. Àlex demuestra saber separar la parte del todo. Aunque no siempre es fácil de encajar, la amistad, el aprecio y la estima no son incompatibles con manifestar las discrepancias.
Otro problema endogámico en muchas esferas de nuestra sociedad, es el de, desde el fariseísmo, el cinismo y/o el maldito “políticamente correcto”, reirle las gracias a quien en realidad consideras, en un momento, un contexto, una situación, un peligro, un desastre, que va más allá de lo que, con su actuación, perjudica al prójimo, a la comunidad. Esto sucede desde distintos pequeños círculos anónimos cuando lo que se expresa en público es diferente de lo que se expresa en privado ―o justo lo contrario― hasta en los entornos políticos en relación a los poderes económicos o desde sectores económicos y empresariales en los que la obsesión por la apariencia de neutralidad llega a la adopción de medidas represivas y a la depuración de quienes rompen la norma sagrada de no llevar la contraria a ningún poderoso, por miserable que pueda llegar a ser una actitud suya y el poderoso en cuestión.
Agradezco la crítica y la autocrítica, la prefiero a los silencios cobardes o maléficos y opino que ni la libertad de expresión debe ponerse a la venta, ni que los silencios valientes, sacrificados, guardados por coherencia, como la libertad de hablar cuando se decide, tampoco tienen que cotizar en el mercado.
Agradezco los escritos intensos y sin filtro de Mansfield, y las críticas con nombres y apellidos de Àlex Susanna. A diferencia de lo que ocurre con los silencios “neutrales”, vergonzantes o cobardes, favorecen el interés colectivo. Valoro mucho los silencios valientes, porque valoro tanto la libertad de callar como la de hablar. Valoro la libertad y detesto a los represores que no la respetan.
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El próximo domingo celebraremos un encuentro de primos Via. Seremos unos cuarenta familiares directos y sobrevenidos de cuatro generaciones. El grupo de WhatsApp que hemos creado para organizar fiesta, ha servido también para recordar y clarificar hechos de nuestra historia familiar. A pesar de que ninguno de nosotros conoció a nuestro abuelo, Cristòfol Via Canals ―mi padre tenía 9 años cuando murió― la puesta en común de los hechos nos ha permitido reconstruir mejor la historia de su muerte, que ya conocíamos. Fueron a buscarlo a su casa en La Granada del Penedès, lo trasladaron a Barcelona, donde lo encarcelaron, parece ser que en el Castillo de Montjuïc. De allí lo trasladaron a un campo de trabajo en Ogern (Alt Urgell), donde murió el 12 de julio de 1938. Lo mataron. Una forma de matar, y ese fue el caso, es dejar morir de hambre y de sed a una persona humana. Parece que está enterrado en una fosa común, según datos del Banco de la Memoria Democrática de la Generalitat.
Soy catalán, como mi abuelo, mi padre y toda mi familia. Oficialmente la historia ha querido que tenga que ser español, pero esta no es, nunca ha sido ni lo será, una elección libre. Es una imposición. Mi abuelo tampoco escogió morir de hambre y de sed.
Desde que tengo uso de razón y desde hace siglos, mi país, la lengua y la cultura catalana han sufrido y sufren persecución y represión. Como ocurre con el machismo, las formas de agresión y acoso pueden llegar a ser muy sutiles, casi imperceptibles, o brutales. En el caso catalán, las formas han variado según las épocas, pero la agresión y la intolerancia ―una característica predominante en España es la intolerancia a lo diferente en general y a las especificidades de las naciones históricas en particular― por parte de España han sido una constante.
El valor que otorgo a la democracia y a la libertad, así como el sentido de pertenencia a mi comunidad nacional, me llevaron a implicarme en política desde que era jovencísimo, en la clandestinidad forzada por la oscuridad, la barbarie y el odio del franquismo hacia todo y todos los que no comulgaran con aquel régimen criminal. Régimen que, aún hoy, no ha sido condenado por muchos instrumentos del entramado político-institucional y de la sociedad española. Por eso decidí militar políticamente. Por conciencia, por convicción personal y por compromiso con mi país. Por ninguna otra razón.
Quienes defienden que las condiciones políticas propuestas en el período 1976-1978, Constitución incluida, confieren a España la condición de democracia con todas las letras de la palabra, ignoran que un régimen de libertades no se puede construir sobre la base del olvido de las víctimas de la Guerra Civil y el blanqueo de sus verdugos. Muchos de los herederos de estos ocupan puestos clave del aparato del Estado. Desde la monarquía, hasta partidos de extrema derecha y no tan extrema, pasando por elementos de la cúpula del poder judicial, amplios sectores policiales ―alineados con la “policía patriótica”― y de la Guardia Civil que aún se emocionan viendo el bigote de Tejero bajo el tricornio pegando tiros en el Congreso de los Diputados y multitud de funcionarios de los llamados “cuerpos de élite del Estado”. Son los que se encargan de reprimir demasiadas libertades. Tantas aún, que se hace difícil poder hablar de una democracia plena.
¿Una cuestión personal? ¿Familiar? ¡Ojalá! Pero, desgraciadamente, no. No siento odio hacia los que mataron cruelmente y enterraron en una fosa común a mi abuelo, ni a sus herederos que todavía hoy persiguen judicial y policialmente y encarcelan a compañeros y amigos, tan inocentes como mi abuelo. Puedo perdonarlos y los perdono. Pero ni olvido ni quiero olvidar. Sobre el olvido forzado, no se puede construir un sistema democrático, y en España la democracia no podrá ser completa hasta que se recupere la memoria y se dignifique a los muertos y desaparecidos de la Guerra Civil. Esta semana se han cumplido 50 años de la ejecución a garrote vil de Salvador Puig Antich y todavía no se ha aceptado la revisión de su causa.
El fascismo social está bien presente en una España en la que gritar “a por ellos” no es delito de odio, pero organizar un referéndum es un acto terrorista. Todavía hoy se castiga la discrepancia y se reprime la libertad de expresión. En demasiados lugares todavía, está prohibido pensar diferente a quien, bien o mal, dirige. Callar es otorgar. Balnquear la suciedad.
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Inicié el post anterior repasando sucintamente mi trayectoria profesional y hoy, de forma deliberadamente separada, me he referido a ideas, sentimientos y pensamiento político. Dos parcelas que no tienen nada que ver. El valor profesional que haya podido aportar a mis clientes se fundamenta en mi formación académica y universitaria y en mi experiencia. Mis ingresos no han dependido de ninguna militancia política, ni de ninguna fidelidad partisana. Trabajé en gobiernos de Pujol y recibí propuestas de ministros del PP, como Ana Pastor, y del PSOE, como Julián García Vargas, personas, las dos, a las que respeto, valoro y aprecio sinceramente. Una y otro sabían cómo pensaba. Pero por encima de todo valoraron mi currículum. Lo mismo ha ocurrido con los responsables de las empresas con las que he trabajado. Ha habido de todos los colores y ni mis ideas, ni la libertad de expresarlas han sido un obstáculo en 40 años de vida profesional, hasta febrero de 2024.
Por mis servicios profesionales, recibo la contraprestación económica acordada en cada caso. Sin embargo, mi libertad de expresión no forma parte del contrato. No está a la venta, porque no tiene precio. La cultura democrática, más allá de los actores políticos, incumbe al conjunto de la sociedad. Cuando esta no es suficientemente fuerte, ocurren este tipo de situaciones lamentables.
Quatre temes diferents lligats amb fil de seda per la llibertat d’expresió.per la llibertat. Per la dignitat.
Magnific article. Se m’ha fet molt curt!
Xavi
Moltes gràcies Xavi! Quatre temes, continuació, per altra banda, del post anterior.
Pel que fa al fil conductor, és la vida, el dia a dia. T’aixeques tens una idea i escrius. Més tard, l’endemà potser, tens ganes d’escriure, et ve al cap allò que ha passat al matí i ho afegeixes Potser el lector no li troba lligam. En la vida del qui escriu, el té.
A dies m’esforço més en pensar en els possibles lectors i mirar de fer surar un fil conductor. Altres vegades no ho no sento aquesta necessitat. Mira, que vols que et digui. És així¡
I gràcies també per trobar-lo curt. Diu molt de tu.
Molta gent em diu que els meus post són llarguíssims. Abans em feien pensar. Ara, no. No penso fer-los més curts per complaure ningú! Qui els trobi llargs, doncs que no els llegeixi!
Tothom té tan poc temps! Tothom corre. Sovint sense saber perquè ni cap on. Tothom té moltes reunions i els escrits han de ser curts, per poder passar hores reunits. La finalitat de les reunions no sempre és clara però serveixen sempre per gastar temps i també, directament, per perdre’l. Els curts de gambals, ja troben llargs els twits!!!
Un dia vaig engegar a fer punyetes un periodista que pretenia que li resumis una llei en 2 minuts pel TN. No cal dir que ni havia entès res de la llei, ni li importava, ni em va semblar que pensés en els televidents. Només sabia que calia anar de pressa, per principi universal¡
Segueix anant lent Xavi, no tinguis pressa, llegeix molt i gaudeix hores mirant quadres. El problema el tenen els que ja ni saben perquè no tenen temps de tenir temps pel que és important. El món, s’ha de mirar de lluny i poc a poc i, si un dia creus que l’entens massa, començat a preocupar¡
Moltes gràcies amic.
M’ha semblat interessant i autentic. El teu estil literari facilita una lectura rapida i animada i , per tant, per mi pots escriure el que et sembli i el llarg que necessitis perque el que dius transmet una llibertat de pensament que, segurament tots els que be et coneixen i t’aprecien, agraïm sincerament i en lo possible ens volem o voldriem reconeixens
Moltes gràcies, Xavier