El día se alarga poco a poco. El cielo nítidamente azul, se va enrojeciendo de forma también nítida. El mar se está oscureciendo. Hay inversión térmica y el frío se deja sentir, sobre todo a primera hora y a partir del atardecer. La humedad también se hace notar. En momentos tengo la sensación de que el deshumidificador que hay en casa es tan necesario como las estufas de pellets y de queroseno… Pero con la caída progresiva de la noche, hay que activar todos los mecanismos que ayudan a impedir que el invierno entre en casa…

Ver salir el sol siempre es placentero. Y siempre es diferente. Cada día es diferente, cada instante es diferente. Incluso cuando parecen tediosamente iguales son diferentes o al menos nuestra percepción los hace diferentes.

“Qué curioso que cuanto más mayor te haces más rápidamente sientes que la vida va acelerándose hacia el destino final. Y sin embargo, hay días en los que no hay manera de que pasen las horas. Los minutos se hacen largos. Tienes ganas de que corran para terminar el día y acostarse. ¡Y a la vez pasa cada día más y más deprisa, qué paradójico!”.

Después de mirar el mar, el cielo azul, sentir el sol en la cara y respirar hondo agradeciendo poder disfrutar de este regalo, pongo la radio. Tertulianos, los de siempre, que van pasando de radio en radio y de tele en tele… Que si Sánchez, que si Vox, que si “viva el Rey”, que si Marchena, que si el TJUE, que si la JEC, que si Torra ya no es presidente, que si sí lo es, que si Roger Torrent desobedece, que si no, que si… ¡¡¡Uff!!! ¡¡¡Qué calvario!!! A todo esto dicen que Irán reconoce haber abatido el avión ucraniano, a la vez que sus mandatarios manifiestan que si Trump no hubiera mandado matar al general Soleiman esto no hubiera pasado. ¡¡¡Todo sea dicho de paso, qué gran recuerdo tengo de la belleza de Persia!!! ¡Y qué desagradable tener que pasar la inmigración de USA con el visado de Irán, a pesar de llevar un visado especial al que obliga el gobierno estadounidense a los que hemos visitado este país!

Eva Santana, a quien no conozco -no la he visto nunca, ni he hablado con ella-, o la conozco en la medida en que se pueda conocer a una persona a través de lo que escribe en su blog (no os lo perdáis: www.aveceshablosola.com), me pregunta -a través de Linkedin- si conozco a Francesc Torralba. Antes de deciros qué le respondí, permitidme que explique por qué me interesó el blog -de hecho la web- de Eva Santana. Porque dice:

No sé cuál es el momento de afirmar con rotundidad que uno es escritor. Lo único que sé es que escribo sin parar”.

¡¡¡Me llama la atención que ella considere que para ser escritor sea necesario que te publiquen, que te premien, que te llamen los Media para hablar de lo que escribes, o que vivas de lo que escribes!!!

Entiendo lo que significa, pero para mí ser escritor, es sencillamente escribir con capacidad de emocionar y/o interesar a los que te leen… Por eso aprecio de ella la frase: “Lo único que sé es que escribo sin parar”.

Vuelvo a la pregunta de Eva sobre si conocía a Francesc Torralba. Le contesto que sí, sin mucha más precisión. De hecho lo conozco, lo aprecio, lo admiro y lo respeto. Y el “link mental” con Francesc me hace pensar en uno de sus libros -¡tiene decenas! – titulado “La vida secreta de la oración”. La segunda parte se titula “El padrenuestro explicado al incrédulo que hay dentro de mí” y en ella analiza frase por frase esta oración. Y cuando se refiere al “venga a nosotros Tu Reino”, dice:

 “(…) El Reino habrá venido del todo cuando ya no se espere nada, cuando ya no haya espinas, ni aristas, ni agujas clavándose.

En este Reino que imagino reinan los humildes, los bondadosos, los mansos, los que se olvidan de ellos mismos y viven en la lógica del amor más grande, los que trabajan, sudan y velan por hacer felices al prójimo. El incrédulo que hay dentro de mí vuelve a fastidiarme y me dice que este Reino no llegará nunca, que el mundo se rige por el dinero, por el sexo, por la gloria y la vanidad, que los señores de este mundo son poderosos y astutos y que el Reino del amor es un bonito sueño de hadas, un cuento para niños (…).

La historia es una macabra sucesión de luchas sangrientas entre hombres sin escrúpulos y cínicos sin entrañas, que solo quieren tener más. El ego reina en el mundo”.

Rápidamente cambio las noticias por música clásica y, a pesar de ser 11 de enero, desayuno en el porche y siento bien presente la lucha que describe Francesc dentro de mí. Apagar la radio, refugiarse en parajes solitarios y tranquilos, no deja de ser esconder la cabeza debajo del ala. Pero… lo que podríamos llamar “la vida moderna”, el comportamiento social de los humanos en el siglo XXI, no me gusta. Y eso a pesar de ser consciente de que estoy suficientemente atrapado como para contribuir más de lo que quisiera a todo esto que no me gusta…

Cuando termino de desayunar hojeo la novela de Milan Kundera “La inmortalidad” que compré la semana pasada, de segunda mano, por 2 euros, en el mercado de la Concepció. Iba a comprar mandarinas y pescado. Y aparte de comprar mandarinas y pescado, pasé media hora larga en una parada -diría que nueva- de libros, discos y vídeos usados ​​y me quedé este libro. Y también “El mayorazgo de Labraz” de Pío Baroja. Quizás a alguien que me conozca le parecerá paradójico que estos vascos de nacimiento (Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, el “Grupo de los tres”), de la “Generación del 98” que, enamorados de “la Meseta”, tanto contribuyeron a enaltecer Castilla como embrión de una concepción España -tan presente, patente y dominante en nuestros días- de matriz castellana unitaria y alérgica a la diversidad y a la diferencia; me puedan interesar. ¡Pues sí! Leed, por ejemplo y por no alargarme más, “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja: ¡¡¡qué maravilla!!!

Pero estaba con Kundera y “La inmortalidad”. El primer capítulo ya engancha. Explica como Agnes, una señora que “podía tener sesenta, sesenta y cinco años” seguía las indicaciones de un instructor, desde la piscina, en un club de gimnasia situado en lo alto de un edificio desde el que se veía “todo París”. Acaba una deliciosa descripción detallada, explicando cómo esta señora “granada”, se despide de su joven instructor:

(…) ¡Aquella sonrisa y aquel gesto pertenecían a una mujer de veinte años! Su brazo se elevó en el aire con encantadora ligereza. Era como si lanzara al aire un balón de colores para jugar con su amante. Aquella sonrisa y aquel gesto tenían encanto y elegancia, mientras que el rostro y el cuerpo ya no tenían encanto alguno. Era el encanto del gesto, ahogado en la falta de encanto del cuerpo. Pero aquella mujer, aunque naturalmente tenía que saber que ya no era hermosa, lo había olvidado en aquel momento”.

Después de Navidad, me parece que mi barriga es más voluminosa que nunca y me hace pensar en la de un amigo mío que siempre me ha llamado la atención por su barriga enorme y redondeada. Miro una foto mía que tengo en el despacho de casa de cuando tenía 17 años, sentado sobre una moto, joven y atlético, y comprendo la apreciación de Kundera sobre Agnes… ¡Al menos, afortunadamente, yo no deseo para nada la inmortalidad!

Sin que tenga nada que ver con lo que acabo de comentar, decido ir a hacer kilómetros en bici. Toda la vida he hecho -en mayor o menor medida- algún tipo de deporte. Me gusta, me hace sentir bien. Y estoy feliz de haber recuperado el hábito de ir en bici, abandonado desde que dejé de pasar muchas temporadas en el Empordà. Como ya sabéis los lectores del blog, ahora pedaleo por el Delta de l’Ebre. Una tierra bellísima y llana en la que puedes disfrutar paseando en bici, sin cansarte excesivamente. Ayer hice una cincuentena de kilómetros y el tiempo me pasó volando y disfruté mucho del paisaje lejos de las terribles noticias de la mañana, luchando contra mis propios diablos para que “el Reino” venga de una vez a nosotros, respirando aire puro y sintiendo el aire fresco en la cara y en las manos (¡se me olvidaron los guantes!).

Me dediqué a buscar nuevos caminos. Durante un buen rato bordeé el mar y aparte de las gaviotas, a medida que me adentraba por zonas poco concurridas (al menos en esta época del año) vi, aparte de muchos pájaros y aves que estoy acostumbrado a ver, pero desconozco la denominación, garzas, patos y una gran colonia de flamencos a los que dediqué bastante tiempo a contemplarlos. ¡Qué sensación de paz y de libertad!

El tiempo –business as usual– transcurrió rapidísimo y no sabía si quedarme a comer por la zona y arriesgarme a hacer la pedaleada final hasta casa con el estómago lleno y quizás el inicio de la bajada de temperatura de la tarde, o continuar hasta casa. Fui a un restaurante destartalado, que conozco bien y en el que la calidad de lo que cocinan es inversamente proporcional al mal efecto que transmite el aspecto del lugar. Un restaurante de aquellos que, si estuviera en una carretera, se pararían los camioneros, los antiguos “viajantes de comercio”, gente humilde y, a buen seguro, gente acomodada con clase y ganas de comer bien. No se pararían los “nuevos ricos”, ni muchos “pijos de la Bonanova”.

Estaba solo en un comedor inmenso. Me senté junto a un ventanal adyacente a un inacabable campo de arroz que, por la época, estaba inundado y, aparte del precioso efecto espejo, parecía que estuviera navegando en un barco por aguas tranquilas.

Cuando acabé la ensalada y estaba ya disfrutando de una cazuela de anguila, aparecieron una pareja de alemanes, seguramente jubilados, con muy buen aspecto y buen humor. Me saludaron amablemente e iniciaron la comida con “cáscara del terreno” y pintas grandes de cerveza, para continuar con una paella de bogavante y una botella de vino blanco que, no lo puedo precisar, pero diría que era de la Terra Alta. Daba gusto verlos disfrutar mientras trataba de imaginar qué les había llevado hasta allí. La familiaridad con los propietarios y camareros del restaurante me hizo pensar que vivían allí, o al menos pasaban largas temporadas. Yo los miraba e imaginaba… ¡El pensamiento es libre, aunque quizás coincida poco con la realidad! Los imaginaba encantados con el sol y el clima, con las playas, con la excelente gastronomía del Delta, con el placer de pasear tranquilamente en bicicleta -los vi llegar- a los más o menos 75, con el coste de la vida en el Delta cuando tienes una pensión alemana -o tal vez una fortuna que no te condiciona a ningún tipo de vida concreto, más allá de lo que te apetezca-, quizás eran aficionados a las aves… ¡Quién sabe! ¡Pero se les veía felices, desde que llegaron, antes de tomarse las cervezas y la botella de vino!

Volví tranquilamente a casa, pedaleando poco a poco y, como temía, con la progresiva bajada de temperatura que se dejaba sentir. ¡Pero aún había un buen sol! Fui buscando atajos hasta llegar a la Bassa de les Olles, y me paré en La Barraca a tomar un café y disfrutar de la contemplación del mar en una terraza soleada compartida con un par de parejas.

Finalmente recorrí los seis kilómetros que hay desde este lugar hasta casa. Estiramientos, ducha reparadora y abstracción mental y casi corporal contemplando el preludio de la noche desde el porche, convenientemente abrigado.

Cuando oscureció continué con la novela de Kundera, la reseña de la contraportada de la cual dice:

En esta novela, en que los distintos aspectos del mundo moderno se transforman en cuestiones metafísicas, las reflexiones del narrador sobre el deseo de inmortalidad de los mortales en general -y de algunos famosos en particular- se entrecruzan con la narración de la contradictoria y esquiva historia de Agnes, su hermana Laura y el marido de ésta, Paul. Inmersos en este mundo contemporáneo en el que se rinde culto a la tecnología y a la imagen, estos personajes ya no consiguen ser dueños de sus propias iniciativas y caen en las grotescas trampas de ese gran juego que es aquí la vida para Kundera”.

Yo no sé a quién le encargaron esta reseña, pero era la persona adecuada para seducir a un individuo como yo. Que la vida sea entendida como un juego, según cómo, puede estar bien. La inmortalidad no se la deseo a nadie y hace tiempo que intento poner límites a la capacidad de la tecnología para invadir mi vida -con más o menos éxito, las cosas como sean-. La imagen cada día me importa menos, la metafísica siempre me ha interesado y me esfuerzo para no perder todo el control sobre mis iniciativas. Y… ¡no sé cuántas cosas más, pero quizás por hoy ya está bien!

 

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4 thoughts on “ENERO 2020

  1. Gràcies Josep Maria, per les teves paraules, per la teva recomanació sobre el que escric i per la teva amabilitat. Continuo en castellà, la llengua del teu blog:
    Opinas que el escritor es aquel que sabe “escribir con capacidad de emocionar y/o interesar a los que te leen”. No puedo estar más de acuerdo. Años atrás, por respeto al oficio, si empezaba un libro lo acababa. Ahora, le doy cien páginas, que no es poco. Si no interesa o no emociona, por muy bien escrito que esté, lo abandono. Hay autores densos, descriptivos, eruditos… que me aburren. Y al revés, he leído libros cuya calidad literaria era mínima, pero cuyo contenido, la esencia de las ideas o la trama, no estaban mal. No citaré ni a unos ni a otros. Sin embargo, cuando la calidad del estilo se combina con la del contenido… para mí ese es el Escritor, así con mayúsculas. Me gustan, entre otros, Isabel- Clara Simó o Genís Sinca en catalán. O David Trueba o Alejandro Palomas, en castellano. Pierre Lemaitre, en francés… Todos ellos han publicado, han sido premiados y salen en los Media. De ahí la ironía de mi descripción del escritor. En mi caso, con cinco novelas escritas, (además del blog, de artículos académicos y de manuales de publicidad) solo puedo decir que aspiro a ser ese tipo de Escritor. Poco a poco, con el tiempo. Con la práctica. Por eso escribo sin parar.

    1. josepmariavia dice:

      Gràcies pel comentari Eva. T’entenc i trobo que està molt bé aspirar a ser un escriptor tal com el descrius i et desitjo que te’n surtis, perquè la teva aposta ha estat molt sòlida. A mi m’ha agradat el que he llegit de tu.
      Pel que a mi respecta, m’agrada molt escriure, de fet és una necessitat vital i confio que alguna de les coses que escric -no pas totes!- interessin, emocionin, ajudin… I ja està 😊

  2. No podies haver resumit millor què és ser un escriptor. I treballar, treballar i treballar la millor manera d’arribar-hi. Gràcies per les teves amables paraules.
    Pd: molt interessant el teu blog. Et seguiré!

    1. josepmariavia dice:

      Moltes gràcies Eva i endavant! Penso que el millor que podem fer els que, a banda de necessitar escriure, creiem en els beneficis comunitaris de fer-ho i difondre-ho, hem d’escriure sense parar!

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