Os recomiendo esta entrevista al periodista Gaspar Hernàndez, en la que explica su evolución desde lo que podríamos llamar periodismo convencional a un tipo de periodismo que informa partiendo de contenidos que son de permanente actualidad y que interesan o tendrían que interesar a todo el mundo.
Retrata con respeto y muy pedagógicamente el papel de los Media, los informativos y las noticias en nuestra sociedad. El entrevistador constata que, con su evolución, ha huido del día a día. Pensemos por un momento en lo que comporta esa afirmación. ¿Cómo se entiende que un periodista abandone el “día a día” en la sociedad de la aceleración infinita de la prisa en la que, en un santiamén, una noticia, casi siempre negativa, desplaza lo que hace unos minutos parecía que era la noticia ―siempre negativa― del día?
Reproduzco un fragmento:
“Poder hacer radio sin prisa es un descanso, viniendo de la época frenética (de la que venía). Nadie me marca la actualidad. Se trata de una actualidad constituida de temas atemporales, temas de toda la vida. Después de venir de los informativos y de la actualidad, descubrí que lo que consideramos que parece cada día tan importante, con el paso del tiempo no es tan importante. Sólo son importantes noticias contadas, pero no todo lo que nosotros decimos que es tan importante. Y yo me harté de decirlo en Catalunya Informació: eso que estamos diciendo ahora es muy importante y parece que el mundo se detiene. Nosotros, como medios, ponemos mucho el énfasis en una declaración de un político X, que ves que ese día tiene mucho gancho, pero que, con el paso del tiempo, no acaba teniendo tanta importancia como la que le dimos”.
A partir de ahí, las preguntas del entrevistador ―quizás algo sorprendido― y sobre todo las respuestas de Hernàndez, me parecen reveladoras:
―¿Este hecho (relativización de la relevancia de la mayor parte de noticias) te permitió alejarte de la política?
―Sí, totalmente.
―¿No tocas temas políticos?
―Nada de nada. No los toco. Ya hay compañeros que…
―Pero, ¿por qué? ¿Por qué los aborreciste o porque no te interesa?
―Sí que me interesa personalmente, pero en el momento en el que me pregunto: “¿Cómo puedo yo aportar mi grano de arena, como periodista y a través de la radio que yo quiero, que es Catalunya Ràdio, para hacer un mundo mejor, para hacer una sociedad un poco mejor?”. Bien, hay compañeros, grandes compañeros, que hacen grandes programas en esta casa, informativos en esta casa, y yo puedo hacer otro tipo de contenidos, que antes habríamos llamado “buenas noticias”, pero no son noticias, y que tienen que ver más con aquellos temas que nos afectan a todos. A todos sin excepción. Tienen que ver con la familia, con que todos queremos estar bien, tienen que ver con la psicología, con el comportamiento, con nuestra personalidad, con los estados de ánimo, con las emociones. En aquella época, no se hablaba de emociones, y a mí me decían: “¿Qué hace un hombre como tú hablando de emociones?” (hace veinte años de esto)… Entonces yo, en ese momento, me pregunto: “Hablando de política, ¿estoy hablando de lo más importante de la experiencia humana, nosotros, como personas?”. Hombre, yo creo que tiene mucha importancia, porque gracias a la acción política se ayuda a mucha gente, se gestiona el día a día…
―Además muchos se han dejado la piel para que pueda haber esta práctica política…
―Efectivamente. Pero como esto ya lo están haciendo otros compañeros que lo hacen muy bien, yo puedo tirar hacia otro lado…
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Los lectores del blog sabéis ―lo he escrito en muchos de los post― que la percepción que tengo del mundo occidental y occidentalizado, me recuerda a un manicomio. El concepto de “normalidad”, de lo que se considera “normal”, no es otro que lo que la mayor parte de la gente decide que es normal. Pocas personas se paran a pensar, a reflexionar con detenimiento, sobre las consecuencias de asociar felicidad con riqueza. La riqueza, la acumulación de dinero, en el sistema capitalista se alcanza ―al margen de la economía financiera especulativa y otras prácticas…― trabajando mucho para incrementar sin cesar la producción de bienes y servicios. Para incrementar la producción, es necesario estimular el consumo. Para consumir, es necesario ganar dinero y/o endeudarse. Para consumir mucho, se debe trabajar mucho, y este modelo se traduce en un incremento alarmante de los problemas de salud mental, en el relativismo y la falta de valores profundos, en lo que, en palabras de Bauman, podríamos llamar “la vida liquida”.
Por otro lado, para estimular el consumo (manipulando tanto como sea necesario a la gente), hay que acelerar e incrementar la producción y contaminar mucho.
Resultado, el capitalismo, el consumismo, la asociación de felicidad con riqueza y capacidad de consumo, destruyen al hombre y al medio ambiente. Y esta es la “normalidad”. Sin olvidar que, cada vez más, el 80-90% de la riqueza mundial está en manos de un porcentaje ínfimo de la población, lo que provoca la disminución de las clases medias, el empobrecimiento de las mismas –con el estrés que comporta ver que, aunque trabajes mucho, nunca conseguirás el nivel de riqueza (de “felicidad”) deseado― y el aumento de la pobreza y la miseria en el planeta. Esta es la “normalidad” y, de momento, nadie es capaz de aportar ni reformas, ni alternativas al sistema que permitan humanizar a la humanidad y dejar de maltratar el medio ambiente y el planeta. Sinceramente, esta “normalidad”, me hace pensar en un manicomio. Los que deciden salir del “recinto manicomial” ―como Gaspar Hernàndez― o los que lo intentamos ―con mayor o menor éxito― son/somos considerados por los “internos” como personas disidentes, extrañas ―en las versiones más suaves―, de las que hay que desconfiar o, directamente, “anormales”.
Gaspar Hernàndez, hombre correcto y respetuoso en general y con sus compañeros de profesión en particular, dice que, para informar de política, no hace falta que lo haga él porque “ya lo están haciendo otros compañeros que lo hacen muy bien”. Lo hagan mejor o peor, el binomio políticos-periodistas (particularmente, los que hacen política), constituyen una pieza fundamental del sistema de manipulación al servicio de la minoría que gestiona el capital mundial y que mueve los hilos como si las personas fueran marionetas que puede manejar a su antojo. En este punto, se crea un teatro de marionetas, una especie de Matrix, generador de una realidad destructiva para el hombre.
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“(…) Elogio de la inactividad (…). La inactividad no es lo contrario a la actividad, sino una actitud creativa vinculada a la ética del respeto. Respeto al hombre, a los demás y a uno mismo, y a la naturaleza (…). La humanidad es capaz de permanecer contemplativa en intervalos de tiempo recurrentes periódicamente y, en este estado, acceder directamente a las realidades superiores en las que se basa su existencia” (Ver “¿Vivir o simplemente sobrevivir?” del 18 de agosto de 2023).
Diviso el manicomio a lo lejos, desde fuera. Desde la distancia, hechos como lo ocurrido con las lluvias de Valencia o la campaña electoral americana y la victoria de Trump, permiten tener en cuenta muchas dimensiones que, desde dentro del manicomio, el lavado de cerebro hace difícil tener en consideración. Me ha llamado más la atención cómo han tratado los Media estos hechos, que los hechos en sí. Dedico poco tiempo a los compañeros periodistas de Gaspar Hernàndez que “lo hacen muy bien” ―tanto, que él puede permitirse “tirar hacia otro lado”―, porque, sabiéndolo o no, son lo que en español llaman “correveidile” de los titiriteros que mantienen manipulados y engañados a los que, sabiéndolo o no, aceleran desde dentro del manicomio, la degradación del hombre y del medio.
La curiosidad me ha llevado a dedicar un extra de mi tiempo a escuchar por la radio y leer en medios electrónicos, cómo han explicado las elecciones americanas. Por lo general, periodistas, tertulianos, opinadores…, han analizado estas elecciones con mirada europea y, en muchos casos, desde el punto de vista de una Europa que existió, pero que está en proceso de extinción.
Después de la II Guerra Mundial y hasta la crisis del petróleo de 1973, la socialdemocracia y la democracia cristiana (con el contrapeso de lo que había al otro lado del telón de acero), compaginaron regulación y mercado en el marco de un sistema de valores suficientemente sólido que permitía mantener un Estado del Bienestar sostenible. La clase media tenía una dimensión que ha perdido y amortiguaba la iniquidad entre los más desfavorecidos y unos ricos menos ricos ―y menos “destroyers”― que los actuales. La economía era más productiva que financiera y no había llegado la globalización. Y lo que queráis añadir, como, por ejemplo, un sistema democrático menos degradado y cuestionado.
En definitiva, en general han cuestionado la política americana y especialmente la elección de Trump, desde la clásica “superioridad moral del progresismo”, desde esos valores que soportaron una Europa que ya no existe, haciendo ver que son actuales.
Han evitado analizar por qué la extrema derecha ya gobierna en Países Bajos, Italia y Hungría. Han ignorado que en Finlandia el actual gobierno está considerado como el más derechista de la historia reciente del país, y que entre los cuatro partidos que forman la coalición que gobierna está el ultraderechista “Partido de los Finlandeses”. Que en Austria ganó las elecciones la ultraderecha, y sólo el pacto entre conservadores, socialdemócratas y una tercera fuerza ha evitado que gobiernen. Que en Francia tienen una situación política difícil de manejar, fruto de los resultados de la ultraderecha de Le Pen en la primera vuelta de las legislativas de octubre pasado y que, en Alemania, por primera vez desde la II Guerra Mundial, un partido de extrema derecha ha ganado unas elecciones regionales, en detrimento de los tres partidos que se aliaron para gobernar a nivel federal.
Este business as usual consistente en desvirtuar la realidad y manipular, se ha reforzado con los iluminados de la supuesta “extrema izquierda” ―los homólogos europeos de los Podemos y sus fragmentos satelizados resultantes de las guerras internas de egos en este espacio, los Comunes, la CUP…― que, a efectos prácticos, no son más que meros catalizadores del “trumpismo” en Europa.
Todo ello, visto desde la distancia, me ha parecido antiguo, desfasado, irreal ―si queréis demencial, como corresponde a un manicomio― demagógico… Un ejercicio de manipulación en toda regla. Cuando a partir de centrar la atención en que Trump es un loco peligroso, inducir, con mayor o menor habilidad, la idea de que 72,4 millones de ciudadanos americanos que le han votado no saben lo que hacen…
Trump ha obtenido el mejor resultado de un candidato republicano en la historia de Estados Unidos, ha ganado en los siete estados clave, ha sido el primer candidato republicano en ganar el voto popular desde 2004, ha conseguido que uno de los grupos menos propensos a votar, los jóvenes, se hayan movido casi 30 puntos a la derecha en cuatro años, ha ganado apoyo entre mujeres, hombres, incluso hombres latinoamericanos, y no sólo ha ganado en estados rurales como, por ejemplo, Wyoming o Idaho, sino que también lo ha hecho en estados con importante cuota de población urbana como Pennsylvania o North Carolina, mejorando resultados en estados como New York o California. Y los republicanos han logrado la mayoría en ambas cámaras: Congreso y Senado.
Más allá de unos pocos periodistas, tertulianos y sobre todo expertos conocedores de la realidad americana, no he escuchado análisis rigurosos del porqué de los resultados de las elecciones americanas. Que Trump sea un narcisista patológico y peligroso, me parece un análisis demasiado simplista.
La ultraderecha, en América y también en Europa, es antiestablishment. Y estos “informadores”, correas de transmisión del establishment, se han quedado descolocados con la victoria de Trump. Pero, claro, cuando como “buen demócrata” lo que no puedes es cuestionar el resultado de las urnas ―sobre todo si es tan contundente― el espacio que te queda para seguir manipulando se estrecha. En cuanto a la facción “podemita”, el establishment hace tiempo que la ha descontado de la partida. Y los “podemitas” del viejo continente, que la única revolución que son capaces de hacer es la del “bla,bla,bla”, cuando sienten la presión de una revolución de hecho ―no de palabra― como la de la ultraderecha, desbarran en público y se inquietan en privado, pero no son capaces de armar alternativas inteligentes. Y eso que los más avispados, de dan perfecta cuenta de que el votante harto del sistema, también está harto de ellos, porque ya son parte del sistema. Y o se va a la abstención o vota opciones antisistema real, como las ultraderechistas. Concluir que todos los votantes de Trump, o la mayor parte de ellos, son unos fascistas, solo puede ser fruto del miedo, de la negación de la realidad, del engaño y la manipulación o de la estupidez.
Reproduzco un análisis de Blai Avià en Vilaweb, que debería hacer reflexionar a todo este grupo:
“En Missouri, Nebraska y Arizona (estados donde ganó Trump), los electores votaron a favor de aumentar el salario mínimo, una medida que había formado parte del programa electoral de Biden en el 2020, pero que Harris ha evitado mencionar en esta campaña. Arizona, Missouri, Montana, Nebraska y Nevada (donde también ganó Trump) votaron en referéndum a favor de iniciativas para proteger el derecho de aborto, precisamente uno de los grandes ejes de la campaña de Harris y uno de los grandes problemas para Trump. Incluso en Florida votó a favor la mayoría, aunque no llegaron al 60% de los votos necesarios para aprobar la iniciativa.
La disonancia entre los resultados de estos referendos estatales y los de las elecciones presidenciales indica ―explica Blai Avià― que los electores estadounidenses no necesariamente son contrarios a las demandas de un programa político progresista, sino que simplemente no confían en que los demócratas puedan aplicarlas.
La frase es demoledora, pero es cierta. Y precisa. Y la referencia al Partido Demócrata podría aplicarse a otros muchos partidos progresistas y de izquierdas de todo el mundo, especialmente de Europa. Simplemente, ya no son de fiar”.
Yo no hablaría de partidos progresistas y de izquierdas. Hablaría, simplemente, de partidos del sistema, todos, que a efectos prácticos ―no de discurso, prácticos― no se diferencian: ¡no son de fiar!
No han entendido que, en términos de políticas, interesan, ―como decía Gaspar Hernàndez refiriéndose a las noticias― las que tienen más que ver con aquellos temas que nos afectan a todos. A todos sin excepción.
Tienen que ver con la familia, con que todos queremos estar bien, poder trabajar y ganarse decentemente la vida, tener acceso a viviendas dignas… Tienen que ver con la psicología, con el comportamiento, con nuestra personalidad, con los estados de ánimo, con las emociones…
¡Que les pregunten si no a los valencianos que todavía están sacando barro de calles y casas!