Cinco y media de la tarde. Día invernal. Volviendo a casa, he tenido la sensación de estar en Escocia. El camino se pierde en el horizonte entre neblinas. Nadie. Afortunadamente llueve, el cielo está de color gris oscuro y hace frío a pesar de estar cerca del mar. Silencio. Ni un alma… Ambiente bucólico que invita a disfrutar de las agradables sensaciones que provoca lo intangible. Contento por ir cada vez más ligero de equipaje. El mundo sigue chirriando mientras gira, pero, afortunadamente, el ruido queda muy amortiguado por la distancia, la física y la mental. La tranquilidad y la soledad que hasta ahora había descrito como deseada, lo favorecen. Cuando oí a una persona decir que la soledad deseada no existe, pensé que tenía razón. Hay momentos, épocas de la vida ― ¿vidas enteras, quizás? ― en las que no crees que haya ni una sola alternativa mejor a la soledad. Quizás no es deseada en un sentido de primera elección o elección directa, pero sí lo es por descarte. Es la mejor elección posible, por descarte. La necesidad de huir del “ruido” me instaló en la soledad como mejor opción posible. Ahora, desde hace poco, ha cambiado y es una soledad deseada y agradablemente compartida.
Llego a casa y, al bajar del coche, siento el frío y la humedad. A pesar de la incipiente oscuridad, todavía puedo detectar el faro desde la lejanía. El haz de luz aparece repentinamente y me confirma que está ahí mismo. Cojo las cosas que he comprado y, mientras camino por el jardín, escucho crujir bajo la suela de los zapatos las piñas que, por el efecto combinado de la fuerza impresionante del mistral, y el mordisquear y los movimientos de las ardillas por las ramas de los pinos, caen al suelo y yacen haciendo evidente que el jardín, pese a estar cuidado, forma parte de la naturaleza que me rodea y me maravilla por la fuerza que emplea para defenderse de la humanidad que la agrede. La mayoría de bípedos se han transformado en depredadores de la naturaleza y de los propios humanos.
Hay muchas cosas del mundo actual que no entiendo y muchas que no quiero entender y que prefiero mirarlas de lejos o hacer como que no las veo. Apetece apartarse, elegir bien con quién te relacionas y, de vez en cuando, hacer incursiones selectivas, encuentros agradables con amigos y personas queridas y que te quieren, que aportan valor añadido al alma y/o conocimiento.
Dentro de casa, la estufa de pellets y las luces de Navidad favorecen la evasión que procuro practicar deliberada y descaradamente. Con la intención de poner música sacra, me equivoco e, inesperada e involuntariamente escucho por la radio que, en Madrid, los políticos discuten y vomitan exabruptos y amenazas en el Congreso de los Diputados… Enseguida corrijo el error y acabo poniendo una emisora de radio por internet que emite exclusivamente música de Bach, que combina bien con el ambiente agradable que siento en casa, mientras la noche empieza a caer.
Después de pensar un rato, concluyo que hoy debe de ser 10 de enero del 2024. ¡Aún no me he acostumbrado a poner el 4 cuando escribo el año! Las fiestas de Navidad quedan atrás. Pero en casa, no del todo. Por el momento he mantenido toda la decoración navideña, pesebre incluido. La Virgen María, el niño Jesús, San José, el Arcángel San Gabriel, el buey, la mula y los reyes, ahora ya encarados hacia oriente, hacia el punto por el que cada mañana asoma el sol desde debajo del mar.
Me había propuesto enaltecer la tradición y mantener el pesebre hasta la Candelaria, hasta el 2 de febrero. Quizás lo acortaré. Pero el poner el pesebre y no tener prisa por quitarlo, me proporciona una satisfacción íntima personal e intransferible. No se trata, esencialmente, de un hecho religioso, pero sí tiene que ver con la paz de espíritu. Y también con mi forma de interaccionar con el mundo desde el anonimato, incluidos una serie de decrépitos y tarados que lo habitan…
Las luces navideñas también siguen encendidas en casa. Cuando consigues no saber en qué día vives y eso te hace feliz, si quieres, siempre es Navidad. Cualquier día puede serlo. ¡No es necesario que sea el 25 de diciembre! Este año me he dado cuenta de que es Navidad solamente por dos elementos: la decoración navideña y la tregua que estos días decretan los que el resto del año trabajan incansablemente para hacer del mundo un lugar indeseable. Los farsantes ya han vuelto a su estado natural de malhechores, pero con las luces y el pesebre tengo suficiente para seguir instalado en la Navidad.
Sentado con las luces navideñas interiores detrás de mí, las del árbol, y las exteriores del porche y de los olivos, entre mi posición y el mar al fondo, la mayor parte del tiempo he disfrutado intensamente, yo solo, de la soledad compartida. Otras imágenes, recuerdos y pensamientos agradables, todavía visibles en el horizonte azul cielo, siguen entrando dentro de mí…
Por la mañana he hablado por teléfono con mi amigo Xavier Roig. Tal vez esto me hace pensar en su referencia a la “acción constante y sostenida del progresismo post franquista”, a la que atribuye el grueso de la responsabilidad de la decadencia de Catalunya. ¡Cuánta razón tiene! ¡Qué lacra social, qué insulto a la inteligencia, eso de los autoproclamados “progresistas”! Siempre he pensado que las personas que se identifican con esta “etiqueta”, son tan nocivas para la sociedad, como lo son los poderosos que controlan el mundo, contra los que los primeros dicen luchar, sin que en realidad pasen de palabrerías. No olvido el informe PISA, resultado de un sistema educativo patético, concebido por estos “progres”, que no permite ser optimista sobre la formación de las generaciones jóvenes y sus capacidades para amortiguar y equilibrar las diferencias entre los ricos más ricos y los pobres más pobres, ni para redistribuir con sensatez la riqueza.
Como “la superioridad moral progresista” hace que la mayor parte de estos seres superiores menosprecien el pesebre tradicional, me parece un motivo suficiente para seguir poniéndolo en casa cada Navidad. ¡Estoy harto de estos inútiles! ¡Esta Navidad vi felicitar el “solsticio de invierno” en un papel con el escudo de la Generalitat a alguno de los fantoches de la patulea que nos gobierna!
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Los párrafos precedentes fueron escritos ―como se apunta en alguno de ellos― el día 10 de enero, hace dieciséis días. Durante estos días he intentado en varias ocasiones retomar el escrito. Entonces tenía un hilo conductor que, en parte he perdido y en parte ahora, ya no me parece tan interesante. Leyendo algunos de los párrafos escritos estos días, he decidido borrarlos y cambiar de rumbo. Ahora bien… Hay alguno que conservaré y reproduciré a continuación, de forma descontextualizada, antes de continuar con lo que tengo en mente ahora mismo. Por ejemplo, este:
“Los ‘progres’ han apostado por igualar a todos los niños a ras de la imbecilidad. Antes, en clase, siempre había los típicos dos o tres ‘tontos de la clase’, que suspendían todo, repetían curso o eran expulsados de la escuela. Siempre ha habido y siempre habrá lo que ahora llaman ‘personas con capacidades diferentes en proceso de logro’ que la vida las suspenderá con toda crudeza y sin paliativos, y el ‘proceso de logro’ los acompañará hasta el ataúd o el horno crematorio. Entre estos, algunos damnificados injustamente de la vida, pero también un montón de inútiles. Los compañeros de los incapaces no tendrán un buen recuerdo de maestros, ‘pedagogos’ y consejeros de Educación, más cortos que los niños engañados con eufemismos ridículos como el de estar en ‘proceso de logro’. ¡Somos inclusivos, sí! ¡No discriminamos a nadie, no! ¡Y permitimos que una sola manzana podrida destroce toda la cosecha, sí! ¡Conseguimos la igualdad a base de igualar a todos los más tontos en capacidad intelectual y de aprender, sí! Hacemos una sociedad de desgraciados. ¡También! Y, sobre todo, no hagamos nada que pueda frustrar a estos niños, verdaderos prodigios de la naturaleza. Muchos de ellos hijos únicos destinados a satisfacer el egoísmo de unos padres que más que progenitores se consideran artistas capaces de engendrar seres virtuosos que hay que satisfacer y adular como verdaderos fenómenos de la naturaleza. Niños consentidos, malcriados y que viven entre algodones, ya que cualquiera puede tener derecho a recibir el Premio Nobel, ¡aunque esté ‘en proceso de logro’! ¡De hecho, los premios Nobel tendrían que sortearlos para no discriminar a nadie!
En el pesebre, la mula ―igual que el buey― sirve para calentar y transportar a los que tienen más capacidad intelectual que ellos, y a nadie se le ocurriría disminuir la relevancia del niño Jesús para mantener a la mula en un “proceso de logro” eterno. Por eso, Ada Colau hacía los pesebres que hacía y por eso la progresía hace las escuelas que hace. ¡Escuelas pensadas por mediocres y para garantizar una sociedad futura a su imagen y semejanza!”
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Hace pocos días llovió mucho. Me hizo mucha ilusión, y eso que a mí los días de lluvia no me gustan. Me gusta el sol y la claridad. Me di cuenta de que estoy más sensibilizado de lo que creía ―pese a ser muy consciente del problema de la sequía― porque, increíblemente, la lluvia tuvo para mí un efecto euforizante. Era viernes y lo pasé en casa, haciendo ejercicio físico y leyendo. Hacía frío. El día fue de invierno, invierno.
Pero después han venido días primaverales. Idóneos para dar un paseo desde “Los Vascos” al faro del Fangar. Las dunas móviles, esta vez habían llegado a la orilla y dificultaban caminar, ya que las montañas de arena fina, casi tocaban el agua de un mar bastante bravo con olas remarcables. Por esta y por otras razones que ahora mismo no vienen al caso, el paseo fue inolvidable.
Idas y venidas a Barcelona estos días. Demasiadas. Pero una en concreto, muy especial y agradable. Para celebrar la Nochevieja comiendo el 16 de enero en casa de Àlex Susanna y Núria Viladot, en Gelida. Una casa que impone, con un jardín grande que me recuerda a algunas de las últimas verbenas de San Juan, especialmente la del año 2020, primera gran celebración después del cautiverio impuesto por la COVID19. Una casa llena de obras de arte, cuadros, esculturas y montones de libros y obras musicales. Un reflejo de la inquietud intelectual del escritor de dietarios, prosista, poeta, experto en arte, gestor cultural, comisario de exposiciones y hombre culto y sensible que es Àlex. Joan y Anna, Albert ―sin Anna, que un imprevisto de trabajo le imposibilitó venir― y yo, en esta ocasión acompañado. Contentos de ver a Àlex en buena forma física y mental, a pesar del partenariado que ha tenido que establecer con la quimioterapia para conseguir cronificar una enfermedad genuinamente impertinente, si es que hay alguna pertinente, que no me lo parece. ¿Hace falta algo más para darse cuenta de que cualquier día a cualquier hora se puede celebrar el Año Nuevo?
Alegría, conversación interesante alternando pequeños chismes con anécdotas en torno a autores, editoriales, artistas, obras, estilos. Poco podía aportar yo a lo que era una oportunidad más ―es una suerte poder disfrutar de amigos que conocen bien el mundo de las artes y las letras― de aprender. ¡Qué importante es saber cuándo tienes que escuchar y callar y cuándo tienes que hablar! La inevitable dosis de política ―en una reunión de catalanes que lo queremos ser, lo cual nos ha llevado a tener que ser independentistas― no me animó a hablar demasiado. En este tema podía no limitarme a escuchar y aportar algo. Pero… no me apetecía. No tengo ganas de hablar de política. ¡Vivo muy bien alejado del repugnante mundo de la política! Participé en el capítulo destinado a la vanidad humana, a la enfermedad de los egos y lo difícil que resulta a ciertas edades ―cuando ya has conseguido aprender algo― aguantar a los que “no saben que no saben” y se creen especialmente dotados. Demasiados de ellos en puestos de poder. En esta Nochevieja del 16 de enero, hablamos del Barça, sin ir, sin embargo, mucho más allá de los tópicos.
Además de celebrar la Navidad ―incluso con pesebre― y la Nochevieja, este mes de enero también nos ha obsequiado con la aparición de “La dansa dels dies” (la danza de los días), nuevo dietario de Àlex en el que, con su estilo genuino, repasa lo que es su vida cotidiana entre el 17 de febrero de 2021 y el 24 de febrero de 2022, la vida de alguien que vive inmerso en el mundo de la literatura, de la cultura, de las artes.
Àlex estuvo especialmente brillante en las respuestas pausadas y reflexivas que dio a Xavier Grasset en la entrañable entrevista que éste le hizo el pasado 18 de enero en el 3/24 (https://www.ccma.cat/3cat/alex-susanna-ens-presenta-el-dietari-la-dansa-dels-dies/video/6261583/). Deliciosa, pedagógica y llena de mensajes importantes.
Grasset mencionó que Àlex, con su obra, “nos contagia su pasión por las artes plásticas, la literatura, la música, la naturaleza…”, y Àlex añadió, con fuerza, reivindicando, “¡y por la vida!”. Explicó que desde pequeño ha vivido “metido de lleno en el mundo de la cultura”, pero lo que quiere reivindicar es la vida más allá de este mundo. La que vivimos todos y algunos, como él, con esa capacidad de hacer coincidir el “qué”, el hecho, con el “cómo” lo narra con su prosa. En definitiva, la magia de saber explicar los hechos con valor añadido literario, poniendo los ingredientes que con su creatividad sabe que debe añadir, para que el resultado sea un guiso de primera calidad y, sin dejar de ser un guiso, enaltezca de forma especial los sentidos. Curiosidad, pasión, generosidad y compromiso. Sí. Son atributos, valores sólidos en él.
Termino simplemente transcribiendo el final de la entrevista, limitándome a reproducir el “qué” y no añado ningún “cómo” … Dijo:
“… Me gustaría ser uno de esos ‘happy few’. Logran marcharse serenos y agradecidos, más o menos resignados, lúcidos y acompañados de los suyos… Esto es lo que me gustaría como final de mi vida… El tiempo ha pasado volando y ha sido implacable. Pero mientras el cuerpo aguante, no dejemos de celebrarlo”.
¡Te aseguro, querido Álex, que, mientras los cuerpos de todos aguanten, no dejaremos de celebrarlo!
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Hoy es domingo, 28 de enero, y quiero terminar este escrito “interruptus”. La temperatura es alta para la época en la que estamos y la niebla no me deja ver ni la punta del Fangar, ni el faro. Cualquiera diría que Lleida ha invadido mi vida. ¡¡¡Válgame Dios!!!
Releyendo veo que escribí que el “modelo educativo catalán” se ha convertido en un elemento inútil concebido por borregos para garantizar que se igualará a los chicos y a las chicas listos y con coeficientes y habilidades situados en el medio de la campana de Gauss, arrastrándolos al extremo de quienes no siguen. Me duele tanto como me duele que lo mismo esté ocurriendo en la Sanidad.
La ministra de Sanidad, Mónica García Gómez, está desbancando al conseller de Salud de la Generalitat en la carrera por ver quién hace más evidente que “no sabe que no sabe” y quién muestra más ineptitud por el cargo.
¡¡¡La ministra ha recurrido a The Lancet y a otra publicación científica para hacerle decir lo que no dice y concluir tonterías del tipo si el sistema sanitario adopta la gestión directa (todos funcionarios viviendo de la “sopa boba”) la mortalidad es más baja!!! Nos toma por “personas con capacidades diferentes”. Afortunadamente, las capacidades de la casi totalidad de los profesionales de la salud que conozco son “diferentes” si las comparamos con las de la ministra, pero bastante altas y homogéneas entre todos ellos.
Estaría bien promover la idea de que, aparte de aceptar toda la diversidad de capacidades que existen en el mundo, no es imprescindible elegir a los últimos de la clase para ser ministros de Sanidad o consejeros de Salud.
A pesar de ello y pese al 3 a 5 del Barça-Villarreal (lo que ocurre en el Barça, que lo conozco bastante, también es fruto de un exceso de “capacidades diferentes”), si tratas de mantenerte al margen de la tontería y tienes la suerte de tener buenos amigos como los mencionados Àlex Susanna, Xavier Roig o los que celebramos la Nochevieja en casa de los Susanna-Viladot el 16 de enero, puedes apreciar la vida y disfrutar de ella. Y, sea como sea, que el niño Jesús haga un milagro y no permita que el buey y la mula marquen el nivel cultural y el coeficiente intelectual de nuestra sociedad.