Y, a día de hoy, no tengo previsto volver.
Refresca en este primer día de agosto. Ayer la tormenta fue considerable y el viento huracanado ha soplado fuerte toda la noche. El ambiente, la claridad, la temperatura, las ganas de -en lugar de buscar la sombra como haría en esta época del año- intentar atrapar los primeros rayos de sol, me transportan a un día de viento, de finales de septiembre, en Calella de Palafrugell, el día siguiente de una tormenta de verano. Miro el azul intenso del mar y del cielo en el horizonte, mientras los pensamientos van y vienen. Ahora esto, ahora lo otro, como la conversación mantenida con aquella chica… Me detengo. Una mujer joven, directiva en el área de los servicios sociales. Brillante, entusiasta, llena de fuerza, con gran capacidad de gestionar las dificultades personales. Acostumbrada a batallas duras…
Su mensaje era duro y, a pesar de llegarme después de “mucha mili” con 38 años de actividad en el mundo sanitario a mis espaldas, no me dejó indiferente. Cuando predomina la sensación de que -no en todo pero sí en aspectos importantes- las cosas en tu sector profesional estaban mejor cuando empezaste que cuando estás acabando… Y entonces aparece alguien que se encuentra a mitad de trayectoria, con proyecto, ilusión y ganas…
De entrada, me llevó a ver mi carrera profesional como una suma de paréntesis. Me explico. Pienso en una suma de “misiones imposibles”, de proyectos envenenados, de iniciativas ambiciosas emprendidas con la fuerza que tiene ahora esta chica que, generalmente, fueron exitosos en términos de resultados visibles y evaluables, pero, aparte de durar lo que duraron (el tiempo que los lideramos), fue a cambio de pagar un precio personal y familiar, claramente excesivo. Con más razón cuando veo que las cosas han evolucionado, en gran medida, en la dirección contraria de lo que pretendíamos…
Siento que cuando empecé a trabajar, a pesar de que nunca casi nada es fácil en el mundo de la sanidad, podía contar con personas formadas, muy ilusionadas y con valores sólidos, lo que me hacía confiar en ellas. Los últimos años de implicación con el día a día de la gestión del sistema -antes de dedicarme exclusivamente a la consultoría- sentía que para sacar adelante el proyecto tenía que vivir en estado de guerra permanente. Me tenía que enfrentar -y protegerme también de ellos- a los que me habían nombrado, sus opositores, los sindicatos y partidos populistas, los auto denominados “periodistas de investigación” que, por ineptitud, mala fe o manipulación ideológica asimilaban decisiones de gestión que serían aplaudidas en cualquier ámbito inteligente, a mala praxis, cuando no a corrupción… Por supuesto, de los altos funcionarios que no entendían nada que no fuera la ortodoxia cuadriculada, ni sabían ni querían saber nada de la imaginación que se necesita para hacer una gestión profesional cuando no hay recursos. El clima de tensión provocado por el afloramiento de la corrupción llevaba a todos a la necesidad de exhibir su “santidad” con modalidades que acababan provocando la parálisis del funcionamiento del sistema público. Porque para sectores que precisan decisiones rápidas, el ritmo del modelo funcionarial, no sirve. Y ya nadie estaba para echar imaginación, por miedo a acabar ante un juez, pasando o sin pasar por la Sindicatura de Cuentas y el Tribunal de Cuentas, ahora conocido por todos, pero desde ya hace varios años solo por algunos que lo sufríamos. En un momento u otro, sobre este caldo de cultivo, siempre aparecía algún periodista y/o político populista con la intención de sacar provecho, convenientemente disfrazado de acto de servicio, de denuncia honesta de lo que presentaban como un crimen… ¿Hace falta que siga?
Si a pesar de todo este campo minado, tiras hacia adelante y al finalizar el mandato, de repente las cosas vuelven, no al punto regresivo en el que estaban cuando cogiste el mando, sino más atrás… Tienes la sensación de que quizás te has pasado la vida profesional haciendo el tonto, queriendo cambiar lo imposible, como el curso de un río. Y verdaderamente, hay que ser corto de miras para dedicarse a hacer de dique de contención, ya que cuando te vas, desaparece el dique, y el río vuelve a su curso con más fuerza. A estas sucesivas etapas profesionales dedicadas a hacer de dique de contención, las llamé paréntesis. Ese es el motivo por el que digo que mi vida profesional se puede definir como una suma de paréntesis, más estériles con el paso de los años.
Comprenderéis que, llegados a este punto, encontrar a alguien joven que quiere cambiar el mundo me emociona pero, al mismo tiempo, también me inquieta. Me sitúa entre la espada de animarle y la pared de no ocultarle la realidad sin desmotivarlo. Cuando no me veo obligado -o me obligo yo solito, como en este caso- a sacar el escudo para defenderme de mi “deserción”…
-Querida amiga, no he desertado de nada. Simplemente he optado por una larga prejubilación progresiva, iniciada hace una década que pronto terminará en jubilación real. ¡Jubilación del trabajo, no de la vida!
-Lo siento, amigo, pero las personas como tú no podéis desaparecer. En fin, sí, de acuerdo, ya habéis hecho mucho y tenéis derecho a descansar, pero tenemos que encontrar la manera de aprovecharos.
-Durante los primeros años de esta prejubilación progresiva, estuve abierto a lo que dices que habría que hacer. No solo nadie supo hacerme una propuesta útil, sino que los ineptos que ocupaban y ocupan las poltronas, estaban muy tranquilos con mi opción de consultor no ejecutivo a tiempo cada vez más parcial… Por fin, dejé de estorbar a los que, explicando cínicamente lo contrario de lo que hacían, estaban ocupando cargos para hacer que todo siguiera igual.
Es difícil ignorar a alguien que, después de escuchar tus argumentos, te dice: “Celebremos, entonces, los paréntesis, amigo, y que haya gente que crea en ellos y que esté dispuesta a jugarse cosas por ellos (…) Idiotas, ilusos, perdedores, visionarios, quizás. Seguro. ¿Y qué? La libertad consiste en elegir de forma consciente. ¡Pues optemos por elegir paréntesis!”.
Y que añade: “Pues sabiendo lo que sabes y habiendo comprobado lo que has comprobado, imagínate como es para alguien que ya de entrada se tuvo que pagar las carreras trabajando. En casa me podían haber ayudado perfectamente. Pero no lo hicieron por considerar equivocada mi elección. Mi padre era ingeniero y no tenía ningún interés en hacer de padre, y aún menos en el trabajo social. A continuación imagínate lo que es ser mujer, directiva de ‘lo social’, en un mundo de hombres directivos de cualquier mierda ‘importante’ y muy orgullosos de ellos mismos. Indiferentes ante el bien común y el sufrimiento de las personas. Todo esto intentando ser fiel a mis valores y, por tanto, buscando el equilibrio entre los mismos, la recompensa personal y económica y las tiras de piel dejada en el intento. Lo que te quiero decir es que con menos lustros que tú, tengo tan claro cuál es el camino como claras tengo nuestras posibilidades. Solo una línea roja: mi familia y mis fuerzas. Quizás no podré hacer mucho, pero prefiero ‘diez paréntesis con goles metidos por la escuadra’ que contemplar el panorama indiferente”.
Le dije que le ayudaría en lo que pudiera y que intentara hacer una búsqueda activa de los -sin duda escasos- profesionales con la misma visión y valores, hacer piña y trabajar en equipo. Le dije muy poco. Nada que no supiera. Pero creo que me entendió perfectamente y creo también que entiende mi posición determinada por los veinte años en primera línea de batalla que nos separan.
Cuando tuve esta conversación, estaba acabando de leer el libro de Albert Om El día que me fui. Un libro fresco, fácil de leer, donde el autor parece mostrarse bastante transparente y explica una experiencia, de hecho, “un paréntesis”, pero de otra índole. Para mí, lo mejor del libro ha sido la capacidad de Om de dejar fluir suavemente sentimientos y reconocer con naturalidad y calidez hechos de su vida de forma valiente. La última frase de la contraportada es bastante reveladora del tipo de paréntesis (tres meses vividos en Aix-en-Provence, llenos de experiencias distintas a las de la vida cotidiana) cuando para suscitar el interés del lector dice “(una obra) que nos tienta a hacer apresuradamente las maletas y borrarnos una temporada de la vida de cada día”. Entiendo perfectamente qué quiere transmitir y, de forma retórica, me pregunto: “¿Qué debe tener la vida de cada día que tanto estimula las ganas de retirarse una temporada de la misma?”.
Es un libro que me ha traído muchos recuerdos. Reivindica -en su justa medida, sin estridencias ni exageraciones- la valentía que supone decidir hacer un paréntesis de este tipo. He hecho algunos y, en determinados momentos, impone respeto. El más importante, cuando era muy joven, los años pasados en Canadá y otros menores comparados con este, concretamente pequeñas temporadas pasadas en diferentes países por trabajo y alguna de duración variable por ocio y ganas de conocer y vivir experiencias diferentes.
Cuando me fui a Canadá no lo hice para desaparecer de la vida de cada día. Creía en la formación, ambicionaba un futuro mejor y… Mira por dónde, la experiencia fue decisiva para consolidar dicha vida profesional hecha de paréntesis, no siempre tan placenteros como el largo paréntesis americano. Es necesario parafrasear y decir “de paréntesis en paréntesis, hasta el paréntesis final”. El paréntesis final se caracteriza porque lo abres, pero si de verdad es el final, no lo cierras. Se cierra solo, te lo cierran.
El día que me fui de la primera línea de batalla profesional, de la suma de paréntesis, empecé a abrir, lentamente y sin prisas, el paréntesis final. Empecé a retirarme, conscientemente y convencido, de la vida de cada día, tal y como la había vivido hasta entonces. Mis amigos saben que a menudo explico para que se me entienda, que durante demasiados años, no viví. Solo trabajé. Y al empezar a abrir el paréntesis actual -final o no, porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe- pretendía simplemente (?) vivir. En esta etapa, más allá de que me ocupa menos tiempo que por aquel entonces, el trabajo no me quita la sensación de perderme lo que de verdad es importante en la vida (tema para otro post). Lejos de la vorágine del día a día, observo el mundo desde una distancia prudencial, para que los árboles me permitan ver el bosque y así aprender y explicarme escribiendo. De hecho, por ahora, siento que la mejor aportación que puedo hacer -de forma modestísima, porque mi radio de acción es muy limitado y mi capacidad más- es escribir. Albert Om en El día que me fui, con respecto a la condición de escribir, cita una frase de Vila-Matas que dice que hay que “habitar el mundo de una forma un poco esquinada”. Efectivamente, llega un momento en el que hay que apartarse un poco. Crear las condiciones para poder mirar el mundo desde un rincón tranquilo, exterior e interior, desde la introspección facilitada por la lejanía del insoportable “ruido ambiental” de las ciudades modernas y encontrar la manera de hacer piña con los que practican el “radicalismo selectivo”, los que se concentran en aprovechar pequeños espacios, modestos y a menudo anónimos y poco espectaculares, para intentar mejorar algo. Y también significa dejar paso a los más jóvenes, lo que en el sector salud en Cataluña no hemos hecho lo suficiente. La amiga directiva de lo social y sus colegas lo tendrán que hacer en primera línea, en el campo de batalla, entre los silbidos de las balas y esquivando minas y obuses, y los veteranos desde la retaguardia. No tenemos ya la agilidad que requiere la trinchera y tenemos mucha experiencia para aportar, aunque sea desde el aislamiento aparente y a la vez patente.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No lo creo. Al menos, no creo que haya una respuesta universal y atemporal a este tópico. Pero mentiría si no dijera que el tiempo de mis inicios en el mundo laboral, lo percibo como mejor, aceptando que se puede tratar solo de un indicador de que la juventud de verdad, hace tiempo que me ha abandonado. Puede que solo sea eso, pero… Los políticos distaban de ser seres maravillosos y altruistas, pero los percibo como de convicciones más sólidas que las que tienen -con todas las excepciones- los actuales. En muchos casos convicciones forjadas en el exilio, en prisión -increíblemente reinstaurados en nuestro país-, asumidas a porrazos, represión y prohibiciones. Verdaderamente, el desenmascaramiento del régimen del 78 plantea muchas dudas sobre la evolución de aquellos hombres y mujeres y de sus valores. Pero un grupo de gente joven, formados, con ilusión y convencidos de que nos podíamos comer el mundo (no sabíamos que esta era una comida que provoca muchas indigestiones), pudimos ser creativos -ciertamente, la conciencia del “todo está por hacer” era más clara- gracias a la inteligencia de nuestros “jefes” políticos y su confianza en nuestro atrevimiento. La Generalitat aún no había optado por el inmundo modelo de administración pública español, y los funcionarios de toda la vida transferidos, se dividían entre los que se contagiaban de nuestro entusiasmo y se sumaban al proyecto, y los que, amparados en la rigidez administrativa y la cuadrícula mental, sabían que no les dejaríamos vivir hasta que nos facilitaran hacer posible lo que, según ellos y su maldito procedimiento administrativo inflexible, no lo era. Hoy, años después de que la Generalitat abrazara el maldito modelo español, los descendientes de aquellos maestros del “vuelva usted mañana”, del “esto no se puede hacer”, son legión.
Todo esto ocurre, además, en un mundo en el que solo hay que ver un telediario y reflexionar, para darse cuenta de que las cosas no van bien. Tenemos leyes, normas y procedimientos para todo, pero el cambio climático y la destrucción del planeta avanzan como si nada. Parecemos muy preocupados por todas las violencias y no paramos de hablar de trabajar para un futuro mejor, pero no tenemos ninguna consideración por nuestros descendientes, teniendo en cuenta la herencia envenenada que les dejaremos, ni por nuestros ancestros vivos, que viven y mueren en soledad. ¡Solo circulando un rato por Barcelona, se palpa la tensión y el estrés que domina las vidas de los conductores, de los ciudadanos, y ello pese a que estamos convencidos de haber avanzado mucho y de estar apostando claramente por el progreso! ¿Progreso? ¿Qué progreso? ¿Para beneficiar a quién? Sí, sí. Ya sé que los antibióticos de tercera generación y los robots que operan mejoran la calidad de vida. Y que con calefacción se vive mejor que con braseros debajo de la mesa. Pero no es a esto a lo que me refiero, y ya nos entendemos.
¿Cómo es posible que nos extrañe que -quien puede, claro, pero también quien es suficientemente valiente para hacerlo- decida “borrarse una temporada de la vida de cada día?”. ¿O que se dé cuenta de que para no acabar loco, hay que “habitar el mundo de una forma un poco esquinada”?
Los flamencos y las aves del Delta son menos hostiles que los telediarios, los conductores de Barcelona o los trabajadores de banca o del servicio de atención al cliente del Movistar de turno que, dominados por los procedimientos y las máquinas, ya no sabemos si son personas o han conseguido “evolucionar” y ser robots. Nada impide que, desde la soledad buscada, el silencio, los paseos a pie o en bici por lugares sin tráfico, acompañado por la presencia del azul del mar y su música, se pueda hacer piña con quien comparta estos valores para intentar seguir, si no dando pequeños pasos en primera persona, ayudando a que los den los jóvenes que se rebelan contra el modelo de sociedad manicomial que va ganando terreno. Velar por la propia salud mental no es desertar. Es hacer un paréntesis -espero que si no definitivo, al menos largo- en un mundo de locos.
Molt identificat en tú, Josep Ma….. El llibre de l’Om m’ha agradat, però és queda a mig camí…. Tú vares anar i has anat més lluny. El meu objectiu per marxar es Montevideo a Uruguay però les meves motxilles estan tant plenes que no m’hi cap res més i no hi puc anar. Forta abraçada i felicitats per l’escrit.
Gràcies pel teu comentari Jordi. Una part del camí la vàrem fer junts en aquelles golfes infectes del Departament de (aleshores) Sanitat i Seguretat Social, fa més de 30 anys¡ Avui ningú entendria que un departament de salut permetés treballar en aquelles condicions¡. Han passat més de 30 anys d’allò.
Uruguai és un gran país que conec bé. Vaig arribar a estar-hi dos mesos seguits, a banda d’una vintena de vegades per feina. També va ser un dels llocs que vaig considerar per “esborrar-me del nostre món”. Ho vaig descartar pel fet de tenir quatre estacions i vaig pensar en un altre país que també conec bé, de clima més homogeni: Costa Rica. El 2016 hi vaig anar bastant decidit a comprar una casa. Pensava en Guanacaste, al nord, a la frontera amb Nicaragua. Hi vaig anar i se’m va caure l’ànima als peus. Aquell Guanacaste salvatge que jo vaig conèixer el 1991, havia desaparegut i tot eren hotels i apartaments i americans amants de l’ecoturisme o aspirants a ser-ho… Per altra banda, San José (ciutat horrible, però a la que sempre hi hauries d’anar per mil coses) ja no era aquella ciutat que vaig conèixer amb nivells de seguretat impropis d’Amèrica llatina.
En paral·lel cercava casa a Lanzarote, a la zona de San Bartolomé, una mica deixant que la ruleta decidís per a mi: el que sortís primer. Hi vaig passar vacances i temporades el 2015 i 2016. Em passava el dia a la Fundació Saramago i a la casa del Premi Nobel portuguès que, ell sí, vivia des de feia anys a l’illa volcànica amb la seva musa. El 2013 vaig tenir l’oportunitat de tornar al Canadà a treballar. Un contracte de 4 anys més 4, que acabaria ara. Però hagués estat tornar al món infernal de la gestió salvatge i ja no estava per això.
En efecte Jordi, tots tenim motxilles. Algunes tan agradables com una mare, un fill i un altre fill i el seu fill que, per ara viuen a Xile, però en pocs mesos tornaran a Barcelona. Així que “l’exili”, al menys per ara, s’ha produït molt més a prop, al Delta. Però mai se sap. De moment tinc un projecte semblant al de l’Om, a Escòcia, per fer quan la pandèmia i alguna de les responsabilitats que tinc, ho permetin.
Per cert, al bloc hi ha un cercador. si poses Uruguai, Costa Rica o Lanzarote, trobaràs escrits amb les meves vivències…
No renunciïs als teus somnis!
Gràcies Josep Ma per la resposta…. Vivències compartides i sensacions i inquietuds també compartides…..
Personalment tinc ganes de marxar de Catalunya però no puc….
Ets una de les persones, poques, que en el camí de la vida admiro.
Una abraçada!
Moltes gràcies Jordi! I sort.
Catalunya fa pena. Pitjor que tenir un “fill tonto”, és que s’hi torni, quan no ho era!!!
Dels espanyols no en podem esperar res de bo. Cap novetat fins aquí. Semblem mesells als qui agrada ser sodomitzats!!! No tinc inconvenient en reconèixer que entenc qui vol marxar! Que ningú vingui amb lliçons de patriotisme barat. Molts d’aquests porten els pantalons als turmells. Entre ells molts “honorables” membres i ex-membres de la “Gestoria Generalitat”. Estic tant fart dels llepaculs!!!
A la festa del futur, caminant conscients, sense extridències, demagògies i poques filosofies proselitistes barates, caldria que hi fossim convidats tots. O bé autoconvidats.
Agents del canvi ho som tots. Els directius sanitaris, els socials, elsl comunitaris, fins i tot, els que ostenten el complex i perillós camí de fer polítiques de la cosa pública. Tots els poders traçats en vertical, horitzontal ( per allò de la governança democràtica) i diagonal caldria que hi fossim convidats. Diuen que tot suma, de vegades resta. No sempre multiplica i en tendència general tendeix a dividir. Però ens hi caldríem trobar tots en això que li diem futur.
Personalment, a mig camí fet del trajecte professional, miro enrera i començo a pensar en les forces invertides en i per el canvi, en els troços de pell perduts i regalats ja en lo personal i professional . I sí, ja m’ha tocat sentir, com expliques Josep Maria, les ganes boges de fotre-el-camp, sense llibre de venda a la tornada. Per seguir, més anònima que el periodista glorificant el retir, obrint més parèntesis, altres parèntesis pel canvi.
Com a docent a la facultat, setmanalment convisc de forma privilegiada entre noves i renovades promeses del talent pel canvi. I és en aquest espai, on sento cada vegada més la necessitat d’explicar-los la importància dels parèntesis, dels motius i les ganes que tindran tantes vegades de fotre el camp, i de la visió necessària ” prou esquinada” que cal tenir per tirant endavant de les causes pel bé comú.
Possiblement el compromís amb el futur, i la festa a la que ens convida, sigui també poder explicar als que ens venen amb ganes al darrera, sense gaires floritures, què vol dir tenir vocació pels altres: vocació sanitària, vocació social… Sense generar espectives de futurs redemptors o salvadors; sinó generant ganes i valor pel caure i aixecar-se tantes vegades com sigui possible, en xarxa, en companyia, sumant coneixement, perquè potser, només potser així, moltes persones en xarxa, en molts petits espais de parèntesis, puguin mirar de no enviar tot això a fer punyetes.
Gràcies Josep Maria, pel camí narrat, i pel que et queda per narrar i compartir.
Gràcies pel comentari Marta Eugènia. Tots els qui arribem a aquest món, hi estem convidats i tenim la possibilitat de fer les coses bé. La llavor està en cadascun de nosaltres. A partir d’aquí…
Parles de valors, de capacitats potencials que hi ha qui desenvolupa més i qui no tant. O de forma desigual al llarg de la vida professional i de la vida en general.
Del que comentes m’enganxo a la teva vocació docent. Els joves -o no tant joves- que formes, com deia, porten tots la llavor “de fàbrica” per poder ser persones com cal. No tots tindran però les aptituds per a assumir determinades responsabilitats professionals. Penso -i el programa de formació que vaig seguir al Canadà es basava en aquest principi- que sense aptituds personals la formació, la lectura, l’estudi, la discussió, els programes docents, les tesis, tesines i treballs de màster…, donen títols, però no necessàriament persones capacitades per afrontar determinades situacions complexes i reptes. Es poden sumar crèdits i els bons professors poden transmetre molt, més enllà de la matèria docent. Però no fer miracles. En lideratge -entès en un sentit omnicomprensiu, no necessàriament re ferit a allò que és “rutilant”-, el líder no es fabrica. Si hi ha les condicions es pot millorar moltíssim la capacitat innata. Per tant formació, sí, a a condició que hi hagi aptituds prèvies contrastades i basada en valors en el carrusel del relativisme creixent i del “tot s’hi val” que caracteritza la nostra societat.
Pel demés, ja ho hem dit i estem d’acord, perquè així ho menciones: compromís, fer xarxa, el que jo anomeno practicar el “radicalisme selectiu”, fortalesa, vocació i sentit del bé comú i que la vida -i les organitzacions i els caps, i els que tenen poder en elles i en la societat i…-, et tractin una mica bé.
Reitero el meu oferiment modest des de la rereguarda i des d’una distància prudencial. De la trinxera “vaig fotre el camp”.
Segueix sent com ets Marta, i sàpigues tenir cura de tu. Gràcies per la feina que fas en benefici dels qui més la necessiten.
m’ha agradat molt això de “habitar el mundo de una forma esquinada”. De fet, penso que m’he fet aquest propòsit des que m’he jubilat. Comparteixo tots els teus sentiments respecte al nostre intent de reformar la administració i la teva metàfora de canviar el curs d’un riu. És demolidor si ho penses molt. Prefereixo creure que molts no varen prendre les decisions que calien quan calia. Clar que llavors em poso a pensar que si aquells polítics no ho varen fer, imaginat els d’ara… En fi, com es pot veure és millor deixar d’opinar en públic ( si fa no fa sempre diem el mateix) donar pas als joves (per què no se’n han de sortir?) i “esquinarse” en un lloc agradable, llegir molt i veure els amics el més sovint possible.
Gràcies pel teu comentari Helena. Va ser un plaer llavors compartir aquell projecte amb tu i ho és ara, després de tants anys, compartir la mateixa compliciat i estima.