Hoy comienza el otoño. Pero el verano se resiste a desaparecer. El fin de semana pasado diluvió y no esperaba este regreso repentino del verano.
Recuerdo muchos septiembres con días de mar y de playa maravillosos. Colores espectaculares de septiembre. Azules de mar y de cielo diferentes, tonalidades especiales de las rocas y de la arena, y de las piedrecitas de la playa.
Al sol le cuesta más salir. A la hora del desayuno la sombra que me permitía contemplar el mar desde el porche sin pasar calor, ha desaparecido. La hora aún no ha cambiado, es la misma, y el sol en su trayecto desde el este hacia el oeste ha recorrido menos distancia… ¡Si me limitara a usar relojes de sol, eso no me pasaría!
En la playa había cinco personas con aspecto muy relajado. La temperatura era de pleno verano pero más soportable. Y no por el viento, que estaba del todo ausente. Me he aproximado al mar y cuando iba a poner el pie intuía que me encontraría un agua enfriada por las tormentas de los últimos días y la bajada relativa de temperaturas, y que me costaría un poco zambullirme. Pero no, parecía que alguien la hubiera climatizado ad-hoc. En pleno verano, con un par escaso de horas de playa tengo de sobra. Hoy me habría quedado horas y horas…
Dicen que Manuel Valls se presentará a la alcaldía de Barcelona. Y que algunos jueces -no sé si muchos o pocos- parecen estar dispuestos a hacer lo que sea necesario, todo lo que sea necesario, para impedir, no ya la secesión de Cataluña, sino la posibilidad de plantearla. Parece que la unidad de España está por encima de la democracia y de las libertades más elementales, y que hay estamentos del Estado que, considerando débil la posición de los políticos -quizás porque, al menos formalmente, se tienen que someter a las reglas de juego de la democracia- han decidido actuar dado que en pleno siglo XXI y en Europa, no se ve factible la represión militar que parece que la mayoría de españoles abonarían. Lo del “a por ellos”… Esto me cuentan.
La mitad de los escasísimos bañistas de la playa hacen buceo, aparentemente bastante bien equipados. No entiendo mucho del tema, pero es lo que me parece. Se hace tarde y acabo yendo a comer por una cuestión de disciplina, inoportuna, de la que aún no me sé desprender. El caso es que hoy no me iría de este paraje bellísimo. Poca gente y de aspecto acomodado comiendo en los chiringuitos de la playa.
“Lunes 17 de agosto de 2009. Llegamos al JFK a primera hora de la tarde. Los trámites de inmigración fueron bastante rápidos. Hacía calor y teníamos que ir a Brooklyn. De Queens a Brooklyn. No sé por qué, consideré la posibilidad de alquilar un coche. No sabía si el apartamento apalabrado tenía aparcamiento. ¡De todas formas pretender moverse en coche por NY, en especial por Manhattan, era absurdo! Al cabo de una semana queríamos ir a Washington DC y la intención era hacerlo parando unos días en la playa, en Higbee, Delaware. Pensé que podía encontrar una buena oferta de ‘rental car’ para todos los días… ¿Pero qué haríamos con el coche toda una semana en NY? …
De todos modos fuimos con un trenecito interno del aeropuerto hasta la zona de alquiler de coches y… No. No era buena idea. Cogimos un taxi para ir hacia Brooklyn. Casi una hora si todo iba bien y no enganchábamos la ‘rush hour’, por la 678. Estábamos cansados y Agnès se durmió en el taxi. Hacía el calor húmedo típico de agosto en NY.
Acostumbrado a ir al Rockledge, en Montréal, me hice la idea de que sería algo parecido. Viejos apartamentos americanos no renovados, pero con encanto… Cuando supe, sin embargo, que solo me pedían US$ 600 por una semana y que no tenía lavadora ni en el sótano…
Cuando el taxi dejó la parte más ‘fashion’ de Brooklyn y se fue adentrando por el barrio, la cosa se iba volviendo tenebrosa. Cuando se detuvo delante y vi la fachada y los edificios de alrededor…
Entramos y nos recibió la cuñada de la propietaria. Decidimos dejar las maletas abajo y subir a pie (no había ascensor) hasta el piso superior de aquel ‘brownstone’ muy viejo y estropeado. El alma me empezó a caer a los pies. Me esforcé para encontrar el encanto de estos viejos edificios de película de gánsteres, a pesar de que la zona de Brooklyn en la que estaba no tenía ningún encanto. ¡Eso sí, parecía tranquila!
En la planta baja -que estaba hecha un desastre- vivían los propietarios. Pensé que una cosa era ‘austeridad’ y la otra un ‘hippismo exagerado’: ¡todo sucio y descuidado!
En el piso intermedio vivían el hermano del marido de la propietaria, la mujer y un hijo de unos 4 años. En el piso de arriba estaba el apartamento en cuestión.
Ciertamente la parte de arriba estaba mucho mejor que la de abajo. Ahora bien, se seguía resintiendo de la vocación ‘cutre’ de los caseros: la casa era vieja y las reformas habían sido muy poco ambiciosas. Lo mejor era la alcoba, que tenía una vista agradable al patio. El baño era justito tirando a… ¡no sabría cómo decirlo! Aunque tenía bañera, el tirador del inodoro no funcionaba… La cocina era bastante horrible. Pero para animarme me dije a mí mismo que ‘para unos días sería suficiente’. Agnès no decía nada. No era necesario. ¡Simplemente estaba horrorizada! Persona de temperamento tranquilo, de movimientos lentos y parsimoniosos, su tendencia al cansancio y el ‘jet lag’ añadido, podían perfectamente conducirla a una conclusión esperable en ella: ‘Quedémonos y durmamos, y mañana ya veremos’. Pero ni siquiera dijo.
Después de la alcoba el mejor espacio era una especie de saloncito-mirador que daba a la calle, muy carismático, también. Pensé que el sofá podía ser más elegante (seguro que por 100 dólares en el IKEA habrían encontrado cosas mejores), pero vaya, para los estándares de ‘ese’ Nueva York no estaba mal. Me planteé decirle a Agnès que imaginara que éramos Bonnie and Clyde. ¡¡¡Quizás la clave radicaría en pasar más tiempo dentro de la alcoba que fuera!!! Aún así me pareció que la experiencia sería poco inolvidable. ¡¡¡Ufff!!!
Le dije a la cuñada de la propietaria que íbamos a dar una vuelta. ¡Agnès estaba tan cansada que cuando le dije -después del vuelo trasatlántico, la absurda excursión al ‘rental car’ del JFK y el desplazamiento en taxi, todo ello en un ambiente húmedo y calurosísimos- que fuéramos a coger el metro para buscar hotel en Manhattan, comenzó a encontrarle las gracias que no tenía al apartamento, tal y como me temía!
Tuvimos suerte. La estación de metro estaba cerca y viajamos -sentados- durante 25 minutos hasta Times Square. Ella apoyó la cabeza sobre mi hombro y siguió durmiendo. Yo decidí bajar en Times Square como podía haberlo hecho en Columbus Cercle o en cualquier lugar. ¡¡¡Caminamos por la 7ª Avenida en dirección a Central Park y un poco antes de llegar al Carnegie Hall, al otro lado de la calle, encontramos un hotel muy correcto que tenía disponible una habitación para una semana en pleno mes de agosto!!! ‘Sin duda una cancelación’, pensé. ¡Increíble!
Volvimos a viajar 25 minutos más hacia Brooklyn, le dije a la cuñada de la propietaria que teníamos que irnos, que se quedara obviamente con la paga y señal, y refunfuñando bastante se resignó a perder a los clientes. A Agnès en ese momento, ya todo le daba igual. Hacía esfuerzos por no dormirse de pie.
Pasamos unas buenas vacaciones en NY, en la costa de Delaware y en Washington DC”.
En el Delta, las vacaciones son… diferentes. Más tranquilas. No hay metro, ni atascos de tráfico, ni rascacielos, y en verano hace menos calor que en NY -y en invierno mucho menos frio y no nieva-. Las tiendas no son exactamente como las de la 5ª Avenida, pero tienen su atractivo…
Me gusta ir a comprar pescado fresco recién llevado de la lonja a una pescadería que, como esta, exactamente como esta, en NY seguro que no hay ninguna. Hay un cartel colgado en la pared que pide a la clientela que estén callados. Un día de bastante ruido, el dueño nos echó a todos a la calle, cerró la tienda 5 minutos y volvió a abrir. La venta continuó en medio de un silencio sepulcral. Después supe que, pobre hombre, está algo sordo, y si la gente habla no escucha bien lo que el cliente que está atendiendo le pide y no puede hacer bien su trabajo. Porque el hombre es un profesional. ¡Es un consultor que indaga sobre tus gustos y capacidades culinarias y te recomienda el producto adecuado según tu gusto y capacidad de cocinar!
En la zona conozco también una bodega que tiene una variedad extraordinaria de buenos vinos de todas partes. Predominan los del Priorat, el Montsant, la Terra Alta y la Conca de Barberà, pero hay de todo el mundo y de todas las calidades y precios. El dueño, otro profesional, siempre te da el consejo que precisas.
Por no hablar del Muria de El Perelló, productores de miel desde principios del siglo XIX, de las anguilas y las angulas de can Rosset en Deltebre, del aceite y los productos de la cooperativa agrícola también en El Perelló o el Kensho, un sake hecho en L’Ampolla que descubrí en un artículo en “The Guardian”. Allí explicaba que dos jóvenes, Meritxell Jardí, de una familia de arroceros del Delta, y su marido, Humbert Conti, un ingeniero que dejó Barcelona para poner en marcha esta producción de sake, han conseguido convertirse en los segundos productores de Europa y los primeros en hacerlo utilizando el arroz local. Un día de estos los iré a ver y si me lo permiten, ya os contaré qué dicen…
Decía al principio que el verano se resiste a abandonarnos. Pero el otoño se intuye y se deja sentir en pequeños detalles.
“Las flores de la buganvilia se han ido secando, pero el conjunto aún conserva el color precioso característico de esta planta. La temperatura es veraniega de día. Al atardecer ya no tanto y la luz es otoñal. El día es precioso, el cielo de un azul intenso se diferencia perfectamente, en el horizonte, del mar, de un azul igual de intenso y nítido que el del cielo, pero más fuerte, a pesar de ser claro. Entre el mar y la buganvilia, veo infinidad de tonos de verde: el verde plateado de los olivos, el verde amarillento de las palmeras, el verde más oscuro de un albaricoquero, aún más oscuro el de la higuera, y los pinos tienen dos tonalidades de verde, claro en la parte que da el sol y oscuro a la sombra. Esto en cuanto a los árboles que tengo más al alcance de la vista. A medida que la mirada se aproxima al mar, la mezcla de verdes hace que se confundan en una especie de alfombra soleada espectacular.
Sí, definitivamente el día se acorta a marchas forzadas. Pronto revolotearán las hojas secas e imagino que el clima seguirá su ritmo caótico a juego con la ‘vida moderna’. Me viene a la cabeza alguien
que hace pocos días me decía que ‘mi vida es un desastre’. Pese a pensar que tenía razón, me supo muy mal. Y pensé que era fruto del mismo relativismo y del ‘todo vale’ que de forma creciente caracteriza al clima. Y la vida de demasiadas personas, en una época en la que a menudo echo de menos valores sólidos…
Lo peor es no ser consciente de que no llevas la caja de herramientas adecuada para vivir de forma equilibrada, estando en paz contigo mismo y con los demás. Es como no saber que no sabes. Es vivir permanentemente en situación de riesgo de hacer daño y de hacértelo… En fin, en eso me ha hecho pensar el comentario de esta persona…
Entretanto, la luna crece. Esto, hoy por hoy, todavía no ha cambiado…”.