IMG_3542Para completar el viaje desglosado en los tres posts anteriores, falta un tramo. Fue breve. Llegué a Washington DC cuando el día 15 de junio estaba a punto de acabarse y me fui el día 17 a las 15:45h. Lo que iba a hacer era muy concreto, y además de la comida que compartí con un amigo argentino que vive en la capital de los Estados Unidos el día 16 y el tiempo de ocio que tuve el atardecer del mismo día, el resto del tiempo lo ocupé encadenando reuniones de trabajo.

Salí de San José de Costa Rica con una hora de retraso. Mi experiencia con American Airlines es negativa. Como lo es y mucho, muchísimo, más que muchísimo, con Vueling. Y no lo digo por los problemas que estos días son noticia que, de momento, todavía no he sufrido. Lo digo por muchas malas experiencias anteriores. La última, la venta -por parte de Vueling- de un servicio inexistente. De nada sirvieron mis protestas. ¡¡¡La compañía afirma por escrito que es responsabilidad del pasajero averiguar si el servicio que compra existe!!! Es decir, vas a la página oficial de Vueling, te permite comprar -y pagar- un servicio inexistente -tú, yo en este caso, al ver que lo ofrecen piensas que existe- para acabar diciendo cuando reclamas que la responsabilidad es tuya y, evidentemente, negarte el reembolso de un servicio que nunca podrás utilizar porque no existe…

Decía que el servicio de American Airlines no es satisfactorio en absoluto. El trayecto San José de Costa Rica-Washington con escala en Miami, fue más cargante y cansado que los vuelos transatlánticos o que el Washington-Buenos Aires que son 11 horas de vuelo, escalas aparte.

En la zona de recogida de maletas del aeropuerto Ronald Reagan Washington National, solo estaba el pasaje de nuestro vuelo. Una vez recuperada la maleta utilicé un servicio Uber para ir al hotel. Funcionó muy bien, y muy bien de precio. El servicio fue casi tan bueno como el de San José de Costa Rica. Más caro, pero mucho más barato que el servicio de taxi. Llegué al hotel pasada la 1 de la madrugada, después de 16 horas de dar vueltas por aeropuertos y estar sentado en aviones casi tan incómodos y estrechos como los de Vueling.

Merecen mención especial las dos horas largas de cola para pasar la inmigración estadounidense en Miami. Prácticamente 3 horas contando el tiempo para retirar el equipaje del vuelo procedente de San José y colocarlo en el que iba con destino a Washington DC. Práctica esta última característica de los Estados Unidos: por más que las maletas vayan facturadas al destino final, si hay escala, hay que recogerlas y volverlas a colocar.

Ahora que el debate sobre la UE y su utilidad, con el Brexit, es de actualidad, una ventaja de formar parte es que los ciudadanos con pasaporte comunitario, entre otros pocos, no precisamos de visado para entrar a Estados Unidos. Basta con lo que se denomina programa ESTA para presentarse en los servicios de inmigración. Esto hasta hace poco no añadía gran valor en términos de tiempo de espera para pasar inmigración. Pero ahora, no sé si todos, pero sí al menos en los aeropuertos de Miami y de Washington DC, han colocado unos aparatos para los ciudadanos que se pueden acoger al programa ESTA, que permiten ahorrarse las largas colas que pueden producirse para pasar el control de inmigración.

Hay que saber, sin embargo, que a finales de 2015, en Estados Unidos se aprobó una ley, conocida como Visa Waiver Program Improvement and Terrorist Travel Prevention Act of 2015, que excluía, a partir de enero de 2016, la posibilidad de viajar con ESTA cualquier ciudadano con derecho a tenerlo, que hubiera viajado a Irán, Irak, Sudán, o Siria con posterioridad al día 1 de marzo de 2011, con excepción de ciudadanos participantes en misiones militares o diplomáticas. Yo estuve en la República Islámica de Irán después del 1 de marzo de 2011 y no fui ni en misión diplomática ni militar, lo que me obligó a ir -con Vueling, acumulando 5 horas de retraso entre la ida y la vuelta- a la Embajada de Estados Unidos en Madrid a solicitar el preceptivo visado y quedar excluido, por ahora, de la ventajosa opción ESTA. Por cierto, el 18 de enero de 2016, a la mencionada lista de países se añadieron Libia, Somalia y Yemen.

Todo esto para decir que la única opción que podía haber acortado el tiempo total entre origen y destino, la perdí por la razón expuesta…

El hotel donde me alojo cuando viajo a Washington DC no tenía habitaciones disponibles y me instalé en otro establecimiento hotelero en Dupont Circle. Llegando vi que delante del hotel se encuentra la sede del Center for Strategig and International Studies, CSIS, potente Think Tank con el que contacté hace años por encargo de un cliente. Entonces estaba en otro emplazamiento. Dos edificios más allá del CSIS hay un organismo oficial -no recuerdo cuál- donde en una de las fachadas había fotografías de todos los asesinados en el atentado de Orlando de la madrugada del domingo 12 de junio.

No muy lejos de estos edificios, un grupo de jóvenes se manifestaba contra Donald Trump por sus comentarios racistas. Poco más a comentar de estas escasas horas pasadas en Washington DC.

Viajé por primera vez a la capital de Estados Unidos en otoño del 1993 para asistir a una reuniónIMG_3545 de la Organización Panamericana de Salud (OPS), la rama americana de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La ciudad me resultó agradable, limpia y ordenada. Sin saberlo, en aquel viaje comenzaría una historia que cambiaría mi vida profesional.

Recuerdo que una tarde soleada de un día de octubre, habiendo terminado las sesiones a la OPS, decidí pasear sin rumbo y disfrutar del agradable paisaje urbano alrededor de la sede de la OPS, pasando por delante del Departamento de Estado de Estados Unidos, muy cerca de la Universidad George Washington, en el barrio de Foggy Bottom. El día era agradable y la temperatura suave para la época.

De repente vi un edificio en el que se podía leer en el muro: “The World Bank”. En ese momento, sabía que esta institución se dedicaba a financiar proyectos de desarrollo, pero no sabía mucho más. Entré y pregunté a un conserje por alguien que se ocupara de proyectos del sector salud. Me atendió un holandés. Cuando le dije que era de Barcelona al inicio de la conversación me dijo:

– ¡Un momento!

Llamó a un colega suyo catalán, explicándole que había recibido una visita inesperada de un (otro) catalán y que quizás le interesaría atenderme. Colgó y me dijo:

– Te acompaño al despacho de (…). Pero antes deja que te cuente algunas cosas…

El hombre -quizás porque no sea dicho que no me había atendido- me habló de los acuerdos de Bretton Woods. Terminada la II Guerra Mundial, la preocupación por crear una organización monetaria mundial e impulsar la reconstrucción y la recuperación económica de los países afectados por la guerra, dio lugar a estos acuerdos, adoptados en la localidad de Bretton Woods, y así nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Cuando me enseñó la foto del edificio del hotel Mount Washington de Bretton Woods, lugar donde se celebró la Conferencia, me di cuenta de que conocía el edificio. Cuando era estudiante en Canadá, había ido de excursión en tres o cuatro ocasiones, con un buen amigo canadiense aficionado a la montaña, al Mount Washington, en el Estado de New Hampshire, montaña que imagino debía dar nombre al hotel. No era una excursión difícil la de subir a la cima de esta montaña de la cadena de las White Mountains, a pesar de tener una altura de unos 2.000 metros. Pero podía resultar peligroso por el fuerte y repentino viento que a más de uno le había costado la vida.

Fui al despacho del catalán que llevaba proyectos de salud en el Banco Mundial. Estuvimos dos o tres horas charlando. Se interesó mucho por la reforma sanitaria que habíamos llevado a cabo en Cataluña: la Ley de Ordenación Sanitaria, el Plan de Salud, la separación de funciones de planificación, compra y financiación de las de gestión de los servicios de salud, el modelo de contratación, el sistema de evaluación de cumplimiento de objetivos y resultados…

Me explicó que estaba desarrollando programas de préstamo del Banco Mundial en Uruguay, Argentina y algún país más, y me preguntó si le podía acompañar en una misión en Montevideo para valorar si el modelo sanitario catalán podía aportar valor añadido a la reforma sanitaria que querían tirar adelante en el pequeño país encajado entre Brasil y Argentina. Al cabo de un tiempo le acompañé, primero a Montevideo y después a Buenos Aires, y la experiencia resultó muy positiva.

Tanto que en un momento en el que prácticamente nadie en Cataluña se había planteado aportar la experiencia sanitaria catalana al mundo, empecé a darle vueltas al proyecto que cuajó el verano del 1994. Durante los años 80 tuve la suerte de trabajar con las agencias de cooperación internacional de Canadá (CIDA) y de los Estados Unidos (USAID) en Nicaragua por un lado, y en Túnez y Egipto por otro lado. Seguro que esta experiencia facilitó que considerara el nuevo proyecto.

Entre 1994 y 1997, me dediqué exclusivamente a montar una empresa de consultoría sanitaria internacional para prestar asistencia técnica a diferentes gobiernos. Trabajamos en los países mencionados, Uruguay y Argentina, además de en Macedonia, Albania, Marruecos, Argelia, Ecuador, México y Costa Rica, país este último donde más vi progresar la reforma en ese trienio. Entre 1994 y 1997, cambié de ocupación, para volver a la consultoría internacional entre 2000 y 2003-2004 de forma exclusiva y posteriormente, hasta hoy, de forma más o menos parcial -desde muy poco a bastante- según las épocas.

¿Qué hubiera pasado si aquella tarde de octubre de 1993, en lugar de ir a pasear un rato, hubiera ido al hotel a descansar o visitar un museo? Pregunta retórica que me podría ahorrar, pero que inevitablemente me viene a la mente cuando pienso en los orígenes de aquella iniciativa que permitió y permite aún a muchos profesionales del sistema sanitario catalán, aportar su experiencia a un montón de países.

Además de la consultoría, otro fruto valioso de aquellos años de trabajo fue la concepción y puesta en marcha de la Conferencia EUROLAC destinada a fomentar la interacción entre profesionales de la salud europeos y de Latinoamérica y el Caribe y responsables sectoriales del Banco mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la OPS. Celebramos la primera Conferencia EUROLAC en Barcelona, donde fuimos la contraparte europea de la organización. A partir de aquí se celebrarían periódicamente y de forma alternativa en los continentes europeo y americano. Además de la de Barcelona, ​​pude asistir a las de San José de Costa Rica y de París.

IMG_3543 (1)Durante estos 23 años, siempre he mantenido relación técnica con dichos organismos y he tenido la oportunidad de vivir sus transformaciones organizativas y en la manera de operar, así como la evolución de los diferentes países latinoamericanos a la hora de plantearse sus relaciones con estas instituciones multilaterales. Muy interesante, controvertido y opinable…

Estos son los recuerdos que me vinieron a la cabeza en esta visita relámpago a Washington DC. De hecho no fue hasta el rato destinado a desplazarme al aeropuerto internacional Dulles -que a pesar de encontrarse en el Estado de Virginia da servicio al área metropolitana de Washington- para volar a Buenos Aires vía Bogotá, que empecé a recordar estos hechos. En realidad fue durante la segunda parte del viaje, ya que durante la primera el servicio Uber era compartido con una coreana que iba al mall Tysons Corner. Sonreía y no hablaba mucho -al estilo asiático- pero hacía preguntas y me tuvo distraído hasta que bajó a la superficie comercial. Entonces fue cuando conecté con estos recuerdos del pasado.

Érase una vez…

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One thought on “WASHINGTON DC 1993-2016

  1. Gràcies Josep Maria per aquest quatre posts de lectura agradable, ens han permès participar una mica en l’experiència dels teus viatges.

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