CALLE CORRIENTES BUENOS AIRES

CALLE CORRIENTES BUENOS AIRES

Terminada la última reunión llego al hotel. Aún es de día. Un día fresco, agradable, de primavera en Buenos Aires. Me ha costado llegar al hotel debido a los disturbios que se organizan habitualmente los miércoles en las calles de esta ciudad, siempre impactante.

Me cuentan que son los que durante el gobierno de Cristina Kirchner vivían de subvenciones y ayudas diversas a las que ya no tienen acceso. Precisamente leí en el periódico “Clarín” que el gobierno actual de Mauricio Macri prefiere pagar el paro antes que mantener plantillas de funcionarios hiperinfladas clientelarmente durante los años del gobierno populista.

Descanso un rato y salgo a cenar por la zona que delimita los barrios de El Retiro y La Recoleta. Entro en un restaurante tipo “El Caballito Blanco” de Barcelona o el antiguo “Madrid-Barcelona”. El aspecto de la gente es de personas acomodadas. Ambiente familiar. Parejas de personas mayores (un señor de aspecto distinguido, alto con ojos azules, ¿”porteño” de origen italiano, tal vez?), un padre con 3 hijos adolescentes que podrían ser perfectamente de la Bonanova por el aspecto y las formas, señoras rellenas de botox que son más mayores de lo que parecen… En la mesa de la esquina hay un hombre con aspecto de patricio, corpulento, que habla alto pero sin ofender el oído. Responde a una llamada de alguien que -imposible no escuchar lo que dice- debería estar en Buenos Aires pero está en Córdoba, lo que enoja visiblemente a mi vecino de mesa que le dice: “¡Qué se yo, pibe! ¿Si vos andás por Córdoba cómo vamos a ir al escribano?”. ¡¡¡No me puedo sacar de la cabeza el contraste desmesurado entre riqueza y pobreza que se observa en esta ciudad!!!

Mañana ya vuelvo, una semana después de haber salido de Barcelona. Hace exactamente una semana me disponía a viajar de nuevo hacia Buenos Aires, solo tres meses después de haber ido por trabajo, como ahora.

De todas formas el destino final de la semana pasada no era Buenos Aires. Era Santiago de Chile. Pasé el fin de semana en la capital andina después de muchos años de haber estado la última vez, poco antes del año 2000.

En el trayecto Buenos Aires-Santiago de la semana pasada, tenía la intención de escribir, movido por una mezcla de emociones. Recuerdos diversos y variados del pasado mezclados con el hecho de que desde hace poco mi hijo vive en Santiago de Chile. Además de las ganas de verlo, volverlo a ver en este su nuevo hábitat suficientemente conocido para mí, era especial…

Tenía, pues, la intención de escribir y pensaba en la cantidad de veces que he aprovechado largos trayectos en avión para escribir. Pero en ese trayecto Buenos Aires-Santiago de Chile, después de tantos años de no hacerlo, estaba pendiente del momento de cruzar los Andes. Recordaba la de veces que había tenido la suerte de contemplar aquel espectáculo, no indescriptible, pero sí intransferible. Mientras pensaba esto, ya volando, mirando abajo solo veía nubes. Pero estaba convencido de que vería los picos andinos en el espacio situado entre las nubes y el avión.

Pensaba en aquellos viajes y otros similares, cruzando Argentina para ir y volver de Buenos Aires a Córdoba o a Mendoza, cuando la azafata interrumpió estos recuerdos para preguntarme si quería beber algo. Le dije: “Agua, por favor”. Y me contestó: “¡Bárbaro!”.

También recordé los viajes a Chile, para ir a trabajar a San Pedro de Atacama, en el desierto, cuando colaboré con el hospital de la Compañía del Cobre.

De todo esto hace muchos años, pero el recuerdo que tengo es la vista del ancho de la Cordillera, con picos nevados, que tardaba en cruzarse entre 10 y 15 minutos. Dado que se pasa cerca del Aconcagua -que se acostumbra a ver más bien en el trayecto inverso, el de Santiago a Buenos Aires- el avión se elevaba más y la vista era aún más espectacular. A derecha e izquierda del avión, es decir, el norte y el sur, ves cómo la inmensa montaña se aleja majestuosamente hacia Perú y hacia la Tierra del Fuego. El espectáculo es titánico y de una belleza extrema. El Aconcagua impresiona y siempre me hace pensar en los entonces jóvenes jugadores de rugby uruguayos que sufrieron el famoso accidente de avión con el conocido episodio de antropofagia que permitió a algunos de ellos salvar su vida.

Una vez tuve la suerte de hacer este viaje en un pequeño reactor de 6 plazas, y el piloto, aprovechando que las condiciones para el vuelo eran

ELS ANDES

ELS ANDES

óptimas, rodeó dos veces el pico del Aconcagua y nos mostró el lugar donde se había estrellado dicho avión del drama de “Viven”. Por más que resulte imposible imaginarlo, el hecho de estar sobre el lugar de la catóstrofe provoca una sensación estremecedora.

Poco escribí en este viaje de la semana pasada. Lo reproduzco:

“¡Ya veo los picos de los Andes nevados sobresaliendo por encima de las nubes! A medida que nos acercamos se van haciendo mayores. Hay mucha nieve en estos primeros días de primavera austral. De hecho el accidente famoso del vuelo que transportaba a los jugadores de rugby uruguayos se produjo el 13 de octubre de 1972 y además de nieve abundante, las temperaturas, según dicen las crónicas, llegaban a ser de -30 grados centígrados. No sé cómo puede haber influido el cambio climático, pero a fe de Dios que a medida que nos aproximamos a las cimas andinas veo que la nieve es abundante. Ahora ya estamos encima y se ven -pese a no estar allí- cerca. Verlo y pensar en aquel accidente y el periplo de aquellos chicos durante más de dos meses en la nieve, estremece especialmente. ¡Es como si estuvieras a menos distancia de aproximarte a vivir la tragedia!

Y como siempre que viajo a Chile, una vez más, un pensamiento recurrente y habitual: la sensación de estar donde el mundo termina, en un territorio aislado. Al norte, el desierto de Atacama, el más árido del mundo, con una superficie como tres veces Cataluña. Al sur, el hielo, la Antártida. Al este, la muralla andina y al oeste, el Pacífico. ¡Cuando pienso que Pedro de Valdivia, el conquistador extremeño, llegó a caballo después de cruzar el desierto de Atacama el siglo XVI…!”

El Chile moderno es un gran país, desde muchos puntos de vista avanzado en el conjunto latinoamericano, por lo que es evidente que su situación geográfica, en términos generales, no ha sido una limitación. Esto no me quita esa sensación subjetiva de sentirme, no solo muy lejos de casa, sino que además y sobre todo, aislado del mundo. Cuando has atravesado el desierto de Atacama (¡y no a caballo como Pedro de Valdivia, por supuesto!) y cuando sentado en el avión ves las cumbres nevadas de los Andes y pasan los minutos y no acabas de atravesarlos, finalmente cuando aterrizas en Santiago de Chile, sientes que si bien has superado cómodamente las contundentes barreras geográficas que la arrinconan contra el mar, el desierto y el hielo, estás encerrado en un espacio aislado del mundo.

Bueno, volviendo al objeto de este viaje, no hace falta decir que reencontrarme con mi hijo en Santiago de Chile y compartir los ratos que el trabajo le permitió durante el fin de semana, fue entrañable.

Más allá de charlas, convivencia y sentimientos compartidos, los acontecimientos políticos sucedidos en Madrid el fin de semana, así como los días sucesivos, en Madrid y Barcelona, ​​protagonizaron parte de las conversaciones con mi hijo y compañeros suyos, en la línea de añadir razones al hecho de estar bien lejos de un país que ofrece espectáculos tan lamentables. Que si el PSOE, que si elecciones para terminar de humillar al fracturado socialismo español, que si inhabilitación de Mas, Ortega, Rigau y supongo que Homs… Politización de la justicia y/o judicialización de la política. No se salvan ni los toros: ¡¡¡Parece ser que lo que para mí es una salvajada y para España es patrimonio cultural -disfrutar martirizando estos animales- también es materia que compete al Tribunal Constitucional!!!

Si todo ello agota e insulta al sentido común, esto mismo visto desde la distancia a la que se encuentra el Cono Sur latinoamericano, intensifica la sensación de vergüenza ajena y provoca el deseo de no volver a casa. En Chile no es que no pasen cosas y no digamos en Argentina pero -y que se entienda como es, no como desafección de todo lo que no pase en nuestro país- te son más ajenas, no te afectan de la misma manera. Definitivamente, la situación en España y en Cataluña cansa. El espectáculo, los espectáculos, son lamentables. Execrables. ¡Aburren!

ELS ANDES

ELS ANDES

Los jóvenes catalanes expatriados que he visto estos días, coinciden a la hora de destacar que mirar la realidad de casa desde tan lejos permite tomar distancia y no vivirlo tan intensamente. Me decían que en la tierra de acogida no experimentan el cansancio, el mal ambiente, la queja generalizada, la envidia, el mal humor por la situación política, social, económica, laboral, que vivían en Cataluña. En todas partes hay problemas. Pero en el Chile de los expatriados, los elementos más agotadores que contaminan la vida cotidiana de Barcelona, ​​o no están tan presentes o, en cualquier caso, ellos no lo viven igual y lo agradecen mucho. Para ellos es un descanso.

Emigrar no es un camino de rosas. Casi ninguno de estos chicos y chicas ha elegido Chile específicamente para ir. Ya hay quien lo ha hecho, pero no es su caso. Este país y/o las empresas catalanas o multinacionales para las que trabajan les han ofrecido un atractivo plan de carrera que en Barcelona o en Cataluña les hubiera costado mucho más encontrar.

Son conscientes de que están lejos de casa y de la familia, de que están apartados de las cosas -de las que no les gustan, sí, pero también de muchas- que les gustan. Por eso la solidaridad que existe entre ellos da gusto. Tienen claro que forman una familia, que se tienen los unos a los otros y que se tienen que querer y ayudar. No han tenido que irse a la fuerza. Tenían trabajo y no vivían mal. Evidentemente, su situación no es del todo comparable a los que se tienen que marchar sí o sí de su país para poder vivir. Pero digo que no es del todo comparable y no digo -con plena conciencia- que no es en absoluto comparable. Es comparable en muchos aspectos porque si bien no es cierto que hayan tenido que irse para vivir, tampoco lo es que la opción no ha sido en cierto sentido, en parte, solo en parte, forzada.

Vuelvo al viernes pasado por la tarde. Esperaba que mi hijo volviera de trabajar -aún no lo había visto- sentado en el balcón de donde vive transitoriamente. Miraba los edificios con los Andes nevados al fondo, dándome cuenta de que la ciudad había crecido mucho. Estaba llena de rascacielos que yo no había visto en mis últimos viajes.

Por fin llegó. ¡Ilusión de verlo y poderlo abrazar! Pronto empezamos a compartir su experiencia en ese país. Estaba contento. Le gustaba el trabajo. Sentía que tenía por delante un mundo de posibilidades inexistente en su trabajo precedente en Barcelona. Aún no había tenido tiempo de conocer la ciudad. Por ahora su mundo era el formado por los colegas del trabajo y la red de catalanes expatriados. Me contó detalles de una salida de fin de semana a los Andes en tienda de campaña. Actividad que no acostumbraba a hacer en Cataluña y que quizás ahora incorporará a su nueva vida.

Caminamos desde el exclusivo barrio de Vitacura, al no menos exclusivo de Las Condes. Nos detuvimos en la zona llamada Golf para ir a visitar la que será su casa en Santiago (entretanto vive provisionalmente en un apartahotel). En la entrada estaba el típico conserje, detrás del cual se podía observar un panel lleno de imágenes captadas por un montón de cámaras de seguridad situadas en diferentes puntos del edificio. Santiago no es Buenos Aires, Sao Paulo, Río o México DF… Es más seguro. Pero en nuestro mundo -por ahora- ni suele haber porteros las 24 horas del día por los que tienes que pasar forzosamente si quieres acceder a quien visitas, ni hay tantas cámaras de vigilancia…

Nos reunimos con un amigo -y futuro vecino suyo- que con 30 años es Director General de la filial chilena de una empresa catalana y que entre Bélgica, México y Chile ya acumula 5 años de experiencia como expatriado. Visitamos el piso y subimos a la azotea en la que -normal en este tipo de edificios- había una piscina para los vecinos y una zona con barbacoas. Vimos cómo se ponía el sol en un cielo rojizo, detrás del que para mí son nuevos rascacielos de Santiago. Hablamos de la vida de los expatriados, del vivir permanentemente con el corazón dividido, de que pasado un determinado momento, ir de país en país se convierte en una forma de vivir y se pierde el tren de la posibilidad de volver a casa que, a pesar de atraer y no renunciar a ella, se va volviendo más y más lejana. Al cabo de un rato el portero subió, alertado de nuestra presencia por una de las cámaras, para recordarnos que a esa hora (caía la noche) estaba ya prohibido permanecer en la zona de la piscina. Hubiera podido poner una multa al amigo de mi hijo, por incumplir las normas de la comunidad. No lo hizo, aunque, según dijo el joven inquilino, raramente hacían excepciones.

Abandonamos el edificio y seguimos caminando hasta coger un transporte para llegar al restaurante que, cuidadosamente y con ganas y asesoramiento local, había reservado mi hijo para que cenáramos ambos en un ambiente agradable y acogedor. No era una cena cualquiera. El restaurante era peruano. Cocina buena y de moda. Pisco Sour de aperitivo, rocoto relleno, ceviche… Y una buena conversación en la que me gustó la actitud de mi hijo de vivir el presente: “De momento estoy aquí y no me planteo nada más. A saber…“.

Al día siguiente, sábado por la mañana, mi hijo tenía que trabajar y decidí recorrer el eje de la ciudad en coche. Salí de la parte más nueva, de Vitacura y Las Condes para coger Providencia, O’Higgins… adentrándome hacia los barrios más antiguos de la ciudad.

Hacía años que no veía el Palacio de la Moneda. Inevitable pensar en Allende y Pinochet. ¡¡¡Qué terrible todo!!! Aquel 11 de septiembre de 1973, el golpe de Estado, la dictadura … Y como siempre que pienso en esto, me viene a la cabeza Henry Kissinger, nombrado Secretario de Estado de Estados Unidos pocos años después y valedor del dictador. Cuando viajo a Washington suelo alojarme en un hotel situado enfrente del Departamento de Estado, y siempre me hace pensar en Chile y el golpe de Estado de Pinochet. (Ver post del 30 de noviembre de 2015 Diríase que el mundo que conocimos ya no existe).

Siempre he pensado que Allende era un iluminado peligroso que habría llevado a Chile a ser una segunda Cuba. Está claro que el “remedio” -Pinochet- era sanguinario y trágicamente peor que la enfermedad. ¿Por qué siempre decisiones extremas en este continente? Batista-Castro en Cuba, Somoza-Sandino u Ortega en Nicaragua, peronismo o militares en Argentina… La inexistencia de clases medias y la corrupción extrema llevaron -y llevan todavía en algún país latinoamericano- el péndulo a oscilar de un extremo al otro, sin descansar nunca a medio camino…

En mi paseo incluí la visita al Estadio Nacional en el que hoy en día juega la selección chilena y varios equipos de fútbol de primera división.

SANTIAGO DE XILE EDIFICI LA COSTANERA

SANTIAGO DE XILE EDIFICI LA COSTANERA

Había partido de liga… Qué diferente del 1973 cuando este Estadio fue la prisión más grande de la dictadura donde miles de detenidos eran torturados y/o asesinados…

Desde mi llegada a Chile tenía presente a la arquitecta chilena Montserrat Palmer, prima-abuela de mi hijo. La familia hacía 6 años que no sabía nada de ella. ¿Quizás había muerto? Al pasar por delante de la antigua Estación Central -ella concibió la renovación de este espacio- en la avenida Bernardo O’Higgins, recordé cuando en 1995, 1996, ella misma me la enseñó y me contó las características de la obra.

Decidí tratar de encontrar la casa de la arquitecta. Quizás vivía. No dejaba de ser fruto de una historia de inmigración… Recordaba que estaba o en la calle Pedro de Valdivia Norte, cerca de Avenida Santa María, o en la misma Santa María frente al río Mapocho. La casa, diseñada por ella misma, era original y novedosa para la época, al estar hecha toda ella de hormigón. Con un pequeño jardín, austera y elegante, estaba en el barrio de Providencia, el más glamuroso de Santiago antes de los nuevos desarrollos como los mencionados Las Condes y Vitacura. No la encontré.

Volví al aparthotel, llegó mi hijo, y fuimos a comer a un restaurante muy elegante en el mismo Vitacura y decidimos, después de comer, aproximarnos al centro y tratar de encontrar a Montserrat Palmer. La posibilidad de encontrarla era como cerrar bien algún capítulo pasado…

Mi hijo tenía la dirección. Ya no vivía donde yo la había buscado durante la mañana. Vivía cerca, en el mismo barrio de Providencia, en la calle Ricardo Lyon. ¿Estaba viva? No lo sabíamos…

Se accedía al edificio por una puerta de reja sólida y grande. Llamamos al conserje y la puerta se fue abriendo gracias a un brazo hidráulico. Mi hijo le explicó que buscaba a una prima de su abuela, que normalmente viajaba cada año a Barcelona pero que hacía años que no sabíamos nada de ella… Nos confirmó que estaba viva y que vivía allí. Cumplió con el ritual de llamar desde su posición en el mostrador de la conserjería para anunciar que había unos visitantes que describió de acuerdo con la información facilitada por mi hijo, que la querían ver. Colgó y nos dijo: “Aguarden un momento”. Al cabo de muy poco recibió una llamada dando el visto bueno. Podíamos subir.

Nos esperaba de pie, con la puerta del apartamento abierta, acompañada de una cuidadora. Su aspecto era igual al de la última vez que yo la había visto unos 10 años antes. Incluso la ropa que llevaba me resultaba familiar. No nos reconoció. Nos invitó a entrar y sentarnos en una sala de estar que -aparentemente como el resto de la casa- estaba a oscuras. Las cortinas cerradas impedían que entrara la luz del día.

Enseguida vimos que no se podía mantener una conversación con ella. Olvidaba lo que le decíamos y volvía a preguntar. Fugazmente parecía conectar con algún recuerdo. Estaba viva, sin embargo…

La situación me llevó a veinte años atrás cuando su madre aún vivia -era muy mayor, murió al poco tiempo con 99 años- y tampoco recordaba nada. En una visita a Chile, me dirigí a ella en catalán y se alteró muchísimo. Repetía una y otra vez: “Quiero que me entierren en Barcelona, ​​quiero que me entierren en Barcelona”. Está enterrada en Santiago de Chile, donde fue a parar siendo muy joven, siguiendo a su marido, chileno de origen mallorquín y donde vivió sin tener ganas hasta que murió. Ahora su hija, con 80 y pico años, no parece estar mucho más conectada al mundo de lo que lo estaba su madre hace veinte años. No pudo comprender y retener que mi hijo, familiar de ella, ahora también vive en Chile. Lo que en condiciones normales le hubiera hecho mucha ilusión, saber que un descendiente de la familia de su madre se había instalado en el país, no pudo disfrutarlo… ¿Hace falta repetir que las vueltas que da la vida son imprevisibles?

BUENOS AIRES OBELISCO

BUENOS AIRES OBELISCO

El domingo mi hijo me acompañó al aeropuerto, nos despedimos con un abrazo -de esos que te das cuando quien quieres vive a 11.000 km- y yo viajé hacia Buenos Aires donde he pasado la semana trabajando, disfrutando con el trabajo, con la sensación de obtener buenos resultados y, sin embargo, viviendo como explicaba hace unos meses (ver post del 30 de junio de 2016 Otoño-invierno austral“) esa sensación de “malogrado país” que con más redistribución de la riqueza y menos corrupción hubiera podido ser uno de los grandes…

Ayer, al salir de Buenos Aires a Barcelona la sensación de alejarme del Cono sudamericano fue extraña. Me dejaba por aquel rincón extremo del planeta mucho de mí mismo: recuerdos y sobre todo presente…

Llegando a Barcelona la sensación agradable de volver a casa lo era menos por el hecho de llegar a un país dominado por un clima social y político que se me hace cada día que pasa más irrespirable.

En 2013, tuve la oportunidad de ir a trabajar y vivir lejos de nuestro país y de nuestro continente. No lo hice por razones personales y familiares… No es que me arrepienta. Pero comprendo muy bien a estos jóvenes que se marchan. Este capital humano de primera que tenemos y que no aprovechamos porque no solo no lo sabemos retener sino que hay proactividad en crear un tipo de sociedad, un clima, que no les resulta atractivo.

Nos estamos perdiendo una buena parte de lo mejor que tenemos…

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2 thoughts on “VIAJE AL CONO SUR

  1. Gràcies Josep Maria,
    les teves “cròniques de viatge” no són únicament interessants, sinó que comuniquen una agradable sensació d’humanitat …

    1. josepmariavia dice:

      Moltes gràcies Guillermo. Demano disculpes pel temps que he trigat a penjar el comentari i aprofito l’avinentesa per dir-te a tu i a tothom que, almenys durant dos mesos publicaré menys. No manquen ni idees, ni ganes. Manca temps… I hi ha més viatges amb poc espai pel lleure a l’horitzó. Espero tard o d’hora oferir-vos algun relat dels mateixos.

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