NÚRIA ORRIOLS. Fuente: AQUÍ BERGADÀ

Más tarde de lo que me habría gustado, dedico este penúltimo post de la serie “Semana del 6/2/2023 al 13/2/2023”, a la tercera y última presentación de libros a la que asistí, con este libro de la periodista Núria Orriols.

A Núria, la conocí, precisamente, porque me entrevistó durante el largo proceso de elaboración de su libro. He sido uno de los que ella llama, en la introducción, “unos sesenta dirigentes de este espacio político”.

Antes la había visto alguna vez en las tertulias de Grasset, en el 3/24. Me parecía una persona rigurosa y ponderada en sus juicios y opiniones. Esta sensación de televidente muy esporádico, la reafirmé en las dos entrevistas que mantuvimos con motivo de este libro. Cuando me dijo la edad que tenía, valoré aún más su madurez.

Aprovechando que todo lo que no tengo de televidente lo tengo de radioyente, Núria me recomendó el programa “El suplement”, de Catalunya Ràdio, de los sábados y domingos por la mañana. Un programa muy interesante, que a menudo escucho a partir de las siete de la mañana, conducido por otro periodista muy joven, Roger Escapa. Con 34 años, para mí, tiene el nivel de un Jordi Basté o de una Mònica Terribas. Aire fresco que se agradece.

Núria suele participar en la tertulia los domingos por la mañana. A medida en que la he ido escuchado, la he ido valorando cada vez más, como he hecho con sus compañeros de tertulia, Marc Molins, Ana Pardo de Vera y Oriol March. Aunque me interesa más la intervención que hace a primera hora Joan Anton Català, astrofísico, químico cuántico y excelente divulgador científico, o los relatos de Xavier Moret sobre viajes a todos los rincones de la Tierra, no lo digo en detrimento de la valía de los tertulianos. En cualquier caso, es en “detrimento” del tema del que hablan habitualmente, la política. ¡Como muchos ciudadanos, estoy un poco harto!

Con el libro de Núria Orriols me ha pasado lo mismo. Lo que los anglosajones llaman politics, que vendría a ser la política del día a día, nunca me ha interesado demasiado. Menos aún cuando día tras día se convierte, cada vez más, en “politiquilla o politiqueo” empalagoso.

Durante años me interesó la politics, en la medida en que se podía vincular a una Policy, en mayúsculas, es decir, a los grandes principios, a los valores, a las causas. Yo sentí la necesidad —la palabra es precisa, lo viví como un compromiso moral— de militar políticamente, por el valor de la democracia y de la libertad y, muy especialmente, por el derecho a la autodeterminación de Cataluña. No entré por ninguna de las razones que se suelen debatir hoy en día en las tertulias, y que se corresponden con la politiquería barata que todo lo domina y que tanto cansa a cualquier ciudadano con un mínimo de autoestima. La ausencia de Policy, y la bazofia del ridículo politiqueo que todo lo contamina, hacen que no quiera saber mucho del tema.

El libro de Núria es una buena crónica política de un tiempo, de un partido, que me ha hecho pensar en una parte del trabajo que tuve que realizar antes de escribir mi tesis doctoral. Que un trabajo periodístico me evoque el método científico —entrevistas, en mi caso estructuradas, no abiertas, propias de metodologías cualitativas—, significa que lo asocio a rigor. Lo que ocurre es que la época que analiza de Convergència, corresponde a un período en el que la “politiquilla” ya se había extendido de forma preocupante en todo el mundo. El problema es que va a más.

Para mí, el fin de la Policy en Convergència, coincide prácticamente con la época en la que comienza el libro. Jordi Pujol, Miquel Roca, Ramon Trias Fargas, Macià Alavedra, Josep Ma. Cullell, Josep Laporte, hacían politics con un Policy framework claro, y yo tuve la suerte de crecer con ellos.

La dedicatoria que Núria tuvo la amabilidad de escribir en mi ejemplar de su libro dice: “Para Josep M. Via, uno de los protagonistas anteriores de esta historia”. Supongo que si quiso entrevistarme, será porque pensaba que mi punto de vista de los hechos posteriores a “mi época”, podía serle de alguna utilidad.

Convergencia. Metamorfosis o extinción, es una buena crónica política, más que un reportaje periodístico, que afortunadamente no pretende ser periodismo de investigación. (La legión de papanatas que dicen hacer “periodismo de investigación”, muchos de ellos sin ni siquiera haber obtenido el título de periodista, que no hacen otra cosa que transformar en excremento todo lo que tocan y amenazar el trabajo de los pocos y buenos practicantes de este género, me provoca repulsión). Incluso, dicho con prudencia, puede hablarse de novela o relato novelado histórico.

Y a partir de este último significado surge mi segundo problema con el tema — insisto, con el tema, no con la autora— del libro. Volviendo a la dedicatoria, es cierto que soy uno de los protagonistas anteriores. Un protagonista muy secundario, a ratos figurante, y claramente espectador de los que describe en la segunda y la tercera parte del libro. Como persona involucrada en algunos de los hechos que estructura en base a lo que le hemos explicado, me evoca recuerdos que cuando intento situarlos en el relato, me siento en una especie de “Matrix”. Disculpad si esto, en mi intento de cuadrarlo, me hace ir de aquí para allá de forma quizás desordenada, un poco “a ciegas”.

Como fundador de la Joventut Nacionalista de Catalunya (JNC), junto a Joan Oliveras, Joan Puigdollers, Lluís Recoder, Jaume Padrós, el difunto Xavier Bosch, Josep Soler, Jordi y Marta Bonet, y tantos otros… (Ramon Camp en otro plano), vi emerger detrás de nosotros a Quim Forn, Carles Campuzano, Meritxell Borràs, Josep Rull, Jordi Turull, Quico Homs, Germà Gordó, Neus Munté, Jordi Baiget, Jordi Jané, Jordi Martí… ¡Y Carles Puigdemont, claro!

Como secretario del Govern, dependía de mí la Dirección General de Asuntos Interdepartamentales, y el director era Oriol Pujol. En la misma época, años en los que se inicia la consolidación de Artur Mas —entonces consejero de Economía y Finanzas— como “sucesor”, aparecen por el Departamento de Economía David Madí y Antoni Vives.

Si juntamos algunos de los nombres que he dicho, tenemos el llamado “pinyol” (núcleo duro del partido) al completo: Oriol Pujol, Quim Forn, Quico Homs, Germá Gordó, Antoni Vives y David Madí, alma libre, dentro o en coordinación con el “pinyol”. ¡Todo esto ocurría mientras yo trabajaba en el Palau de la Generalitat, y pasaba con personas, la mayoría de las cuales conocía bien desde que eran casi adolescentes!

¿Qué quiero decir con esto? Pues que el libro de Núria Orriols me provoca la sensación de que alguien “de fuera”, bien documentada, trabajando con rigor, escuchando a muchos protagonistas, queriendo ser objetiva, pero “desde fuera”, me cuenta una parte de mi vida, lo que no deja de producirme una sensación extraña…

Sin intención de cuestionar demasiado nada de lo que dice, lo cierto es que yo lo viví de forma diferente… Con menos complejidad. Con la sensación de que cosas que quizás han pasado por casualidad, espontáneamente o fruto de emociones primarias y efímeras, los que las han contado o las hemos contado, hemos tenido tiempo de estructurarlas, cada uno con la racionalidad o los intereses propios. Todos los que nos hemos dedicado en algún momento a la planificación, sabemos que los planes también están para que no se cumplan o para que se cumplan como consecuencia de hechos distintos a los previstos.

Y aquí es donde me viene bien recurrir a una frase que he citado a menudo, del gran Gabo, Gabriel García Márquez, que dice: “La vida no es

Fuente: ARA

la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”

Núria Orriols ha escrito un libro —aparte de la documentación a la que haya tenido acceso— a partir del recuerdo de unos cuarenta convergentes y de cómo le hemos explicado lo que recordábamos. Así, cualquier protagonista de aquella historia que lea el libro, tiene que contrastar lo que uno recuerda y está convencido que ha vivido, con el resultado de la síntesis hecha por la autora, de los recuerdos y la manera de recordarlos y de explicárselo a ella, de los entrevistados. Este elemento facilita la parte “novelada” del relato que, ciertamente, puede ayudar a hacerlo atractivo al lector externo, pero puede desorientar a quienes, en mayor o menor grado, hemos sido protagonistas.

Vayamos al grano. Empiezo por la familia Pujol Ferrusola.

Seguro que estoy muy lejos de quienes más los conocen. Ahora bien, honestamente, creo que estoy mucho más cerca —por haber trabajado con dos de sus miembros, y por la estrecha amistad, que todavía mantengo, con otra miembro de la família—, que muchos de los que hablan de oídas y repiten lo que han oído o leído, sin conocer nada de primera mano.

Desde esta perspectiva, usando el dilema “mito o realidad”, siento que, sobre una base real, el mito se ha alimentado artificialmente hasta hacerlo crecer de forma desproporcionada, por encima de la realidad. No olvidemos que el “acoso y derribo” vende y hace ganar dinero. Que “el cine fantástico y de terror”, incluso el que ha sido concebido, inicialmente, en base a hechos reales, no deja de ser fantástico y de terror… Aclaro que no es el caso del libro de Núria, ni su intención. Pero el caldo de cultivo social al que va a parar toda esta información, es este. Está hecho de mezcla de hechos reales con acoso, derribo, fantasía, terror y, desgraciadamente… ¡odio!

Uno de los miembros de la familia al que he tratado, con el que he trabajado, es el presidente Pujol. No me pareció un hombre fácil de conocer. Estamos ante un personaje histórico, un monstruo de la política extraordinariamente inteligente, con una formación enciclopédica y una gran habilidad. Un hombre capaz de ir a ver a Helmut Kohln a Alemania y explicarle, de tú a tú, en un alemán perfecto, el origen del imperio carolingio, al mismo tiempo que llegar a lo más hondo del corazón de una familia de payeses, visitándolos de forma inesperada, en una masía de la cuenca del Llobregat, y compartiendo, en mangas de camisa, comida y porrón de vino con ellos, sobre un mantel de hule de cuadros de color verde loro. (Este último episodio, lo viví personalmente). Menospreciar la capacidad de este hombre de hacer creer a todo el mundo, familia incluida —y más si se considera su mala conciencia por no haberse dedicado lo suficiente a ella—, que tienen más capacidad de influencia de la que en realidad tienen, para apaciguar determinadas tensiones… Solo puede ser fruto de la ingenuidad, de la ignorancia o de la mala fe.

Cuando se afirman cosas del tipo Miquel Roca no fue el “sucesor” porque la familia le vetó —no pongo comillas, ya que no recuerdo si la frase aparece escrita exactamente así—, se tiene que matizar. No creo que la familia Pujol, cuando pensaba en los invitados a una calçotada en Queralbs, el primero que se les pasara por la cabeza fuera Miquel Roca…

En la página 19 del libro, el título “Pujol, Roca y Júnior” a partir del cual se quiere explicar por qué Roca no “sucedió” a Pujol, es relativamente engañoso. Efectivamente, el primogénito del presidente (a partir de aquí, también JPF) no sentía una gran estima por Miquel Roca. El entonces secretario general de Convergència controlaba totalmente la maquinaria del partido, y con la ayuda del secretario de Organización, Josep Caminal, no puso fácil el acceso de JPF a los ayuntamientos convergentes.

Ahora bien, cuando Núria acude a la fuente, al presidente Pujol, ella misma transcribe la razón fundamental por la que Roca no fue el sucesor. En las páginas 20 y 21, podemos leer:

“En un diálogo entre Pujol y Roca en el 2012 moderado por la periodista Mònica Terribas, en el marco de (…), el propio Pujol reconoce que Roca era su sucesor ‘natural’ y que, si no lo fue, fue más por una cuestión de calendario —solo se llevan diez años— que nada más: ‘Tenía mucha confianza en Roca, pero también en mí’”.

Estando Pujol en plenas facultades, lleno de fuerza, energía, convicción y determinado a seguir siendo el presidente durante años, ¿qué necesidad tenía de hablar —y de aguantar que hablaran— de su sucesión?

El “sucesor”, con o sin familia, con “pinyol” o sin “pinyol”, aparece cuando Pujol decide que ya tiene suficiente. ¡Ni antes, ni después! Mucha gente diferente intenta influir, desde siempre, en esa decisión. Pero quien decide “quién” y “cuándo”, es Pujol. Y cuando llega el momento, las circunstancias han hecho que haya un candidato y solo uno en condiciones: Artur Mas. Entre otras ventajas, tiene la que llevar poco tiempo esperando. Ya sabemos que quien espera desespera y que los períodos largos de exposición pública de cualquier aspirante, proporcionan el tiempo necesario a los enemigos para fabricar todo tipo de armas de destrucción. Duran i Lleida, a pesar de administrar muy bien el largo tiempo de espera y acabar consiguiendo un peso para Unió Democràtica en la coalición que sin él no habría tenido, por eso y otras muchas cosas, acabó convirtiéndose más en un “mal necesario” que había que aguantar, que no una opción real. Xavier Trias, dejando a un lado las especulaciones surgidas cuando fue nombrado consejero de la Presidencia, no tengo la sensación de que hubiera sido —más allá de pensamientos aislados— un candidato real.

Esto, a pesar que la relación entre Jordi Pujol y Xavier Trias, creo que ha sido y es única. Mi sensación es que el grado de conexión personal entre ambos, es superior al que el presidente tiene con Artur Mas. Pondría la mano en el fuego de que hubo un montón de cuestiones delicadas que Pujol solo —o principalmente— compartió con Xavier Trias. Y Trias entendió mejor que nadie que el “elegido” fuera Mas. Trias, aparte de inteligente y pícaro, tiene grandes virtudes, como la humildad y la generosidad extrema y sincera. Pero, por encima de todo, tiene una muy escasa, que hace de él un rara avis en el mundo de la política: no conoce la vanidad.

Me viene a la cabeza una conversación entre Xavier Trias y Joan Clos, en la que yo estaba presente, a principios de 1988, a última hora de la tarde, frente a la puerta de su despacho de director general del ICS. Tenía claro —dando por hecho que se ganarían las elecciones de mayo y que el consejero Laporte no seguiría en Sanidad— que si le ponían de consejero a un Macià Alavedra o un Josep Ma. Cullell, le tocaría, en palabras suyas, “tocar les castanyoles”. ¡¿Cuántas veces le he oído decir: “Hay situaciones en las que te tienes que poner cómodo”?! Él sabía que, con Mas, le tocaba “tocar las castañuelas y ponerse cómodo”. Y, por supuesto, no cometió el error en el que incurrió alguno de los que sonaron como “delfines” entre la época Roca y la aparición de Mas, que, no solo no se puso cómodo, sino que se enfrentó al presidente. En este sentido, no me parece que el presidente Pujol fuera ni más ni menos tolerante a la discrepancia, de lo que lo son la mayoría de personas con personalidad fuerte, ideas claras y poder. Cuando optas por el enfrentamiento con estos personajes, desde una posición de dependencia de ellos, sueles tener las que perder. Entonces, lo que no tiene sentido, es “rebotarte”. Ni tampoco, sistemáticamente, echar la culpa a la familia… Y de esto puedo hablar en primera persona.

El hecho de que mi nombramiento como consejero de Sanidad no acabara produciéndose en enero de 1996, no es ajeno a este hecho. Para no alargarme, me limitaré a transcribir la frase final del argumentario que expresó el presidente, para descartar nombrarme consejero: “(…) además, con Via me pasará como con Vilalta (consejero Albert Vilalta): no me hará caso”. La frase me la trasladó una persona que la escuchó, que la escribió literalmente y que tenía toda mi confianza. Reconozco que Pujol tenía toda la razón. Difícilmente habría hecho algo que me confrontara conmigo mismo, por mucho que me lo mandara el presidente. Y si me pongo en su sitio, con dieciséis años de experiencia en el ejercicio de una responsabilidad que dominaba como nadie, comprendo que acabara no nombrándome. Aún no hacía dos años desde que había dimitido del Servicio Catalán de la Salud por desacuerdo con el director que me pusieron, y Pujol sabía el coste político que hubiera podido tener alguna decisión que, de ser nombrado, habría tomado sin lugar a dudas.

A mí también me dijeron que “la familia me había vetado”. En mi caso, era muy fácil construir y argumentar un inexistente “boicot familiar”. Conozco a alguna de las personas que dieron detalles a Pujol sobre “mi forma de ser”, y no eran de su familia. Eran del mundo político y profesional, por ese orden. Al año y medio, fui nombrado secretario del Govern.

(Continúa el análisis en el siguiente post)

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2 thoughts on “SEMANA DEL 6/2/2023 AL 13/2/2023. CONVERGÈNCIA. METAMORFOSIS O EXTINCIÓN (4)

  1. Xavier Ranera Cahís dice:

    Molt interessant! Has estat un testimoni privilegiat en la vida politica del President Pujol i del seu entorn mes proper. M’agrada molt que describin aquells anys et refereixis al mateix President Jordi Pujol com tots els politics que van colaborar o tractar amb ell amb un gran respecte i compresió. Eran anys de la “enumenada transició” molt complicats a Espanya i encara mes complicats i complexos a Catalunya.

    1. josepmariavia dice:

      Gràcies pels teus comentaris Xavier. Vivim en un temps en el que la notícia d’ara mateix, fa oblidar la de fa tres segons. La memòria és curta i tendeix a escurçar-se. La veritable història del paper de Convergència Democràtica de Catalunya durant els anys 80 i 90, encara està per escriure. La obra de govern liderada pel President Pujol i les persones que esmento al post, el paper de Miquel Roca a Madrid, no han estat reconegudes. Mai abans, ni després, el catalanisme polític va ser tant sòlid i potent.
      No tot ha estat perfecte. Això està clar. Però una operació d’Estat, diuen liderada per Fernández Diaz, però coneguda i encoratjada per un tal M. Rajoy, amb unes clavegueres plenes de rates en format policies patriòtiques, fiscalies que “te lo afinan” i una cúpula judicial que deixa de simular que és democràtica, quan apareix “el separatismo”, tot plegat amb l’ajut d’una inestimable premsa del règim; això ha servit per fer una causa i una condemna generals.
      Aquella etapa, aquell partit -que mai havia d’haver desaparegut- i els seus líders, algun dia seran plenament reconeguts.

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