Finalizo la serie dedicada a mi último viaje a París. Lo hago cuando han pasado casi dos meses y medio desde que fui. No importa. La visita al cementerio de Montparnasse ya forma parte de las actividades que hago cuando voy a ver a Oriol y Adriana a París. Viven a menos de 10 minutos de este espacio en el que descansan los restos de escritores, poetas y filósofos reconocidos, junto a otros artistas y personajes famosos.

Era jueves 11 de abril, el día siguiente de la última vez que el Barça ha dado algún motivo de esperanza. Teníamos que coger el avión en Orly a las 16:00h y después de levantarnos y desayunar, tranquilamente, y acordar un late checkout, caminamos hasta el cementerio, después de dejar unas flores en casa de Oriol y Adriana. Accedimos al mismo por la calle Edgard Quinet, entrando por la Avenue Principale del cementerio. Nada más entrar, giramos a la derecha, por la Avenue du Boulevard, y a pocos metros nos plantamos frente a la tumba de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que había visitado ya en varias ocasiones.

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El existencialismo y el feminismo enterrados, el reposo eterno de la promiscuidad, la victoria de la muerte sobre quien se rebeló contra ella…

Cuando Sartre murió, Simone escribió: “Su muerte nos separa. Mi muerte no nos reunirá. Por tanto, es bonito que nuestras vidas hayan estado mucho tiempo de acuerdo”. A pesar de que su fallecimiento, seis años después (1986) supongo que no los reunió, en esa tumba, frente a mí, estaban enterrados juntos. Intentar comprender a Sartre y a de Beauvoir, me parece un ejercicio inútil. Me resulta apasionante conocer sus vidas, su pensamiento, su obra, y observar todo lo que hicieron. Frente a su tumba, me vinieron a la mente recuerdos, imágenes, pensamientos y sentimientos experimentados durante mi vida, vividos, que se iban sucediendo a una velocidad supersónica dentro de mi cerebro y de otra parte más intangible de mi ser.

“¿Cuál sería la conexión íntima entre Maria Guitart y aquellos dos monstruos de los que solo quedaban los huesos? Mi vida no hubiera sido como ha sido ―y, por ahora, es― sin mi querida Maria Guitart, mi profesora de literatura francesa de cuando tenía 15 años (ver “Una misa laica” del 25 de noviembre de 2018, y “El reto de llenar un papel en blanco, el placer de leer papeles escritos” del 5 de febrero de 2017). Ella me presentó a Sartre, a Simone de Beauvoir, a Albert Camus, a André Malraux, al antagonista François Mauriac y a todos y cada uno de los grandes de la literatura francesa, más allá de los existencialistas. ¡Mi buena relación con Guitart me abrió muchas puertas! Más allá de los autores franceses, Sigmund Freud, Karl Jung, Herman Hesse, Schopenhauer… El interés por la esencia del hombre y el sentido de la vida, la soledad, la angustia… Guitart me explicó que el pionero del existencialismo fue el creyente Kierkegaard (imposible no pensar en mi buen amigo Francesc Torralba), para quien la angustia, en la medida en que precedía al pecado, garantizaba la salvación de la humanidad. Yo no podía entender que un existencialista pudiera ser creyente. Para Sartre el ateísmo era una condición para ser un existencialista riguroso, y la angustia era una especie de virtud resultante de asumir dignamente el terrible peso de la responsabilidad. Sin angustia ―no miedo― solo podía presumirse mala fe… Me costaba mucho entender todo aquello, pero seguí el consejo de Guitart de leer, aunque me pareciera que no entendía nada. Que tomara distancia e interiorizara lo que me provocaban las lecturas. Que la vida era contradicción. Que muchas contradicciones eran aparentes y que, en definitiva, Kierkegaard, Sartre, de Beauvoir, Nietzsche, Dostoiveski, Hannah Arendt y el fervoroso católico Mounier, eran

MARÍA GUITART

existencialistas. La esencia del hombre como ser individual… Leí La Nausée, La condition humanine, La peste, el Étranger, La interpretación de los sueños, Demian, El lobo estepario, La metamorfosis, Así habló Zaratrustra… La experiencia Tagore ya me había vacunado contra el comunismo, el marxismo y las discusiones que me parecían ridículas entre maoístas (Sartre, que militó unas pocas semanas en el Partido Comunista Francés, se declaraba maoísta), trotskistas, estalinistas, marxistas-leninistas… Gracias a Guitart, cuando llegué a la Universidad, ya tenía claro que no hacía falta ser lo que “los progres” llamaban de izquierdas, para pensar y tener criterio propio. Y sobre todo para comprender en profundidad el significado de la democracia. Yo ya sentía que mis ideas eran ―no únicamente, pero lo eran― el resultado de lo que había vivido y experimentaba en mi vida cotidiana. Cuando leí a Sartre expresando algo parecido, me alegré de que el individuo aburguesado que era yo ―que no podía estar de acuerdo con los estudiantes de izquierdas de la transición que no diferenciaban entre “un señorito de cortijo” y una burguesía catalana que, de matriz inequívocamente democrática, aparte de haber financiado maravillas como el modernismo, se la jugó contra Franco― se apasionara por la inteligencia y la intensidad con la que vivió el maoísta de la alta burguesía y ateo Jean Paul Sartre”.

Este cóctel de recuerdos pasaba a velocidad supersónica por mi cabeza, al día siguiente de ver al Barça ganar al Paris Saint-Germain en el Parque de los Príncipes, impresionado como cada vez que visito esa tumba y con el sentimiento de respeto intelectual descomunal que me generan ella y él. Antes de terminar debo mencionar otro pensamiento recurrente cuando pienso en de Beauvoir. Me maravillan los cerebros capaces de conectar la física ―en su caso más las matemáticas puras― con la filosofía. A Eisntein lo conocemos más por las ciencias. A Simone de Beauvoir, por las letras. Sin embargo…

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Visitamos las tumbas de Julio Cortázar, Samuel Beckett, Ionesco, Guy de Maupassant, Baudelaire… También la de Jacques Chirac. Esta vez no fuimos a ver a los catalanes Apel·les Fenosa, Antoni Clavé y Just Cabot.

Cortázar… Qué fácil ser castrista y sandinista y declararte latinoamericano, cuando a efectos prácticos eres un burgués europeo. Ateísmo, realismo mágico, surrealismo… Me encanta Cristina Peri Rossi (El amor es una droga dura), uruguaya afincada en Barcelona, ​​pasando por París, que mantuvo una relación intensa con Cortázar. Mientras estoy frente a la tumba de Cortázar, pienso en ella y, qué cosas, con la inmensa estatua de Sandino, que veía desde el hotel donde estaba hospedado en Managua en 1990, cuando Violeta Chamorro acababa de expulsar a Ortega del poder.

¡Ah! Todos los progres fascinados por el comunista Sandino enfrentado al odioso Anatasio Somoza. Al final, da igual, Sandino/Ortega que Somoza, como Castro que Batista. ¡Pero una cosa es lo que pienso de su, según mi parecer, esnobismo izquierdista, y otra es la fascinación que, confieso, siempre he sentido por personajes como Cortázar, Borges y, por supuesto, Neruda! Siempre me han parecido niños malcriados, de buena familia o nuevos ricos, inteligentes, imaginativos, creativos, y me han provocado una sonrisa auténtica y sincera. Nunca me los he podido acabar de tomar del todo en serio. Pero sus vidas y, sobre todo, su obra, ha marcado mi vida. Por no decir García Márquez que, fallecido en México DF, no tengo claro si sus cenizas fueron esparcidas por ese país o dónde han ido a parar.

GÉNIE DU SOMMEIL ÉTERNEL

Puede resultar incluso grotesco, hablar aquí de Jacques Chirac. Bien, comunista de joven, “gaullista” y de derechas, alcalde de París, primer ministro con Giscard d’Estaing, con quien acabaría rivalizando, por volver a serlo, con Mitterand (la famosa “cohabitación”), hasta acabar siendo él mismo presidente de la República. Formado en Harvard y “Enarca”, es uno de esos políticos de sólida formación que tanto echamos de menos hoy en día. Base sólida de la de verdad, valía y personalidad, con independencia del acuerdo o desacuerdo con sus ideas. Chapeau. Unos segundos de reconocimiento ante su tumba. Claro que sí. ¡Faltaría más!

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Yo soy de leer y escribir. Romina es visual y de dibujar. Hicimos buena parte del trayecto juntos por el cementerio. Pero tenía otros intereses. Detalles estéticos y un imaginario más onírico. Rico. Muy rico.

Quedó impresionada por la estatua que dice que se llama “souvenir”. Pienso que su autor, el escultor parisino Horace Daillion, la llamó “Génie du sommeil éternel”. Para Romina fue le souvenir, el recuerdo. El recuerdo de los anónimos, de los que no son famosos. Que también los hay que descansan en paz en Montparnasse. Además, la figura no sé si es de un ángel, o masculina, pero ella la vio femenina. Y con alas. Las alas que el mundo de los machos ha cortado a las mujeres. Las mujeres que visitan los cementerios y limpian las tumbas y traen flores. Los olvidados, las mujeres a las que han cortado sus alas. Como centro de su interés y, como decía, mil detalles estéticos que, si ella no me hubiera hecho fijarme en ellos, me habrían pasado por alto.

Interesante. Un punto de vista distinto. Siempre había visitado el cementerio de Montparnasse solo, en un aparente culto a los famosos. En realidad, no era exactamente así. Eran famosos, pero a mí me interesan, por su capacidad literaria y de pensamiento. Y esto me conecta con ellos y ellas, más allá de sus ideas. Pero el punto de vista estético, de puesta en valor del anonimato, de la creatividad de lo cotidiano y anónimo, fue un enriquecimiento valiosísimo que me aportó Romina. Ella sabe lo que es luchar por preservar las alas de la libertad. Evitar que te las corten, sobrevivir con gratitud y capacidad de amar, a pesar de todas las dificultades.

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María Guitart. Sí. E Isabel Larruy, también. ¡La suerte de haber tenido buenos maestros!

Termino este escrito poco después de la muerte de la señorita Larruy, nuestra profesora de Historia del Arte, el pasado 12 de junio. Los compañeros de Santa Isabel envían una foto de cuando era joven. Una mujer guapa. Y una reciente en la que seguía representando un canon de belleza y elegancia. Larruy, que, de joven, en “aquellos tiempos”, fue sola con una Vespa a Grecia para ver y vivir el arte clásico. Permitidme que reproduzca el texto de la esquela que apareció en los Media y no hará falta decir mucho más. Tuvimos la inmensa suerte de tener muy buenos profesores y una educación que se libró de la estupidez integral en la que se basa el “modelo” educativo actual.

Ponía en la esquela:

ISABEL LARUY

“Maestra, licenciada en Filosofía y Letras, profesora en Historia del Arte. A todos mis alumnos de ahora, a todos mis exalumnos, les doy gracias por dejarme realizar en esta vida mi sueño preferido. Ser profesora. Gracias. Adiós. Hasta la vista”.

Gracias señoritas y señores Larruy, Guitart, Barrado, Quintana, Fusté, María, Jordi… Sin vosotros, mi curiosidad por el hombre, su esencia, la vida, la sensibilidad, la literatura, las cuestiones intangibles, no me habrían llevado nunca a disfrutar de visitas como la que acabo de narrar en el cementerio de Montparnasse, con una mirada que vosotros desvelasteis en mí. ¡¡¡Mil gracias!!!

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2 thoughts on “PARÍS PRIMAVERAL (V)

  1. Xavier dice:

    M’ha agradat moltissim!!
    Aquest article m’ha semblat una gran lliçó. De tants grans autors i tan diferents en podem aprendre moltissim i conformar el nostre criteri, sempre obert i a l’expectativa, i mai hem de seguir amb els ulls tancats a uns i despreciar als altres. El pensament es lliure i un regal personal. No a les sectes vestides d’una il.lustració hermetica i impermeable. Gran homenatge als grans mestres, als professors i professores que t’han fet estimar la literatura i les ideas humanistes i… una carta d’amor a la teva Romina.

    1. josepmariavia dice:

      Moltes gràcies, Xavier! El sectarisme i el fanatisme acrítics, estan contribuint amb vigorositat renovada a la decadència i a la malaltia mental col.lectiva que domina la societat occidental i occdidentalitzada. Sé que predico en el desert. Però és la única contribució, certament microscòpica, que avui en dia puc fer!

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