LA CHASCONA

Aún en Santiago de Chile. Llego con metro a la Plaza Italia. 25 de enero. Salgo fuera y hace mucho calor. Me pongo una gorra, protección solar y compro agua a una vendedora mapuche que encuentro en la calle. Recorro Pío Nono hasta la entrada del parque del Cerro San Cristóbal. Subo a la cima con el funicular. A medida que vamos arriba se va viendo la inmensa extensión de terreno que ocupa Santiago. Lo que permite ver el smog que hoy está presente, pero de forma moderada. Los rascacielos modernos y lujosos contrastan con miles de casitas normales, algunas también lujosas y demasiadas barracas. Es la representación plástica de Latinoamérica. Un continente con dos clases sociales: una burguesía llamada aquí aristocracia que, pese a ser minoritaria todo lo domina, y una mayoría ubicada abajo en la escala social. Chile, a pesar de estar más desarrollado, no deja de responder a este patrón.

Llego arriba del Cerro y tres cosas me llaman la atención: un pesebre tamaño natural que imagino que no lo desmontarán hasta la Candelaria (como Dios manda) que me evoca la Navidad en pleno verano, la conocida estatua de 12 metros de la Inmaculada Concepción de María que, al estilo del Cristo del Corcovado corona la montaña y unas estructuras de hierro forjado destinadas a alojar las velas que los fieles encienden. Me llama la atención porque las velas están fundidas por el calor y todo es cera deshecha adherida al hierro, al suelo y todas partes. No sé por qué me resulta grotesco y la imagen me incomoda…

Bajo hacia la salida del parque por Pedro de Valdivia con el teleférico. Una telecabina idéntica a las que se utilizan para acceder a pistas de esquí. El rascacielos la Costanera, el más alto de Latinoamérica, acapara la atención, ya que a medida que vas bajando va creciendo hasta resultar inmenso. El smog hoy permite ver la Cordillera.

Una vez abajo, a pesar de los 32 grados de calor seco, bordeo la base del Cerro hasta llegar de nuevo al punto de salida del funicular, en el barrio de Bellavista. Camino por lo menos una hora. Las casas lujosas de la Avenida el Cerro, me llevan a la Costanera Norte, la autopista urbana, y allí me tengo que “jugar la vida” entre coches para recuperar el camino -que en este tramo se llama Carlos Reed- en fase de adaptación para ciclistas, runners y caminantes. En el nudo del lío veo al -no sé si aún lo es- Sheraton en el que estuve en 1997 o 98 con el malogrado Josep Fité. Sigo caminando por el arcén de la montaña. Veo la moderna clínica Santa María, en la que estuve por trabajo hace casi un año y finalmente llego al zoológico y allí bajo por una escalera que me conduce de nuevo a Pío Nono, donde como y me refresco.

Después de comer camino entre 5 y 10 minutos y llego a “La Chascona”, la casa que Pablo Neruda construyó en 1953 para su -entonces- amante (pienso que “una” de sus amantes, pero especial) y luego esposa hasta el final de su vida, Matilde Urrutia. Chascona significa “despeinada” en referencia a la melena pelirroja de Matilde. La casa está bajo el Cerro San Cristóbal mirando hacia la Cordillera aunque el arquitecto que la diseñó, por cierto catalán, Germà Rodríguez Arias, la pensó para estar orientada hacia la ciudad. La intromisión de un Neruda que imagino caprichoso -aparte de megalómano y egocéntrico como me hizo darme cuenta un amigo catalán dedicado a la poesía- fue constante. La visité por primera vez en enero de 1995, en un día aún más caluroso, con un viejo militante socialista, Pancho, que al principio de la dictadura pinochetista estuvo encerrado en un barco prisión en el puerto de Valparaíso. Se salvó por los pelos…

En la casa Matilde recibía las visitas furtivas del Premio Nobel hasta que en 1955, este se separó y se instaló a vivir con ella en “La Chascona”.

La visita a “La Chascona”, la quise vivir de forma deliberadamente romántica. Esto no ahorrará, sin embargo, un comentario sobre lo que me suscita Neruda como representante paradigmático de lo que más recientemente en nuestro país hemos llamado “pijoprogres”. El propio Allende era de esta especie. A diferencia de Neruda, Allende era de la alta burguesía chilena que allí llaman -como en otros lugares- aristocracia. Mi respeto hacia Salvador Allende ni me impide ver que hubiera podido conducir a Chile a una revolución tipo Cuba en el Cono Sur -movimiento del que me siento muy alejado- ni me evita una percepción que me hace sonreír socarronamente. La misma que me provocan los “niños de papá” que en mayo del 68 se creyeron que habían hecho una revolución que ni todos hicieron materialmente, ni -sin menospreciarla- fue de la magnitud que se ha pretendido. ¡La obra de Juan Marsé “Últimas tardes con Teresa“, con su “pijoaparte” describe de forma deliciosa estos niños de papá jugando a revolucionarios!

El acomodado Allende también ejerció de revolucionario hasta el extremo de dejarse la piel. Todos sabemos que los americanos con un Castro ya tenían suficiente y de sobra, y “demócratas” como son -salvando las distancias al estilo Rajoy/PP actual- no dudaron a la hora de apoyar, casi coprotagonizar, el golpe de Estado fascista de 1973. Detrás de Pinochet estaba Henry Kissinguer -entonces Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos- y todo el Gobierno Nixon. Ironías de la vida, ¡Kissinguer fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1973!

Pablo Neruda -el pseudónimo que adoptó Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, del poeta checo Jan Neruda- era hijo de un ferroviario de un pueblecito del sur de Chile. Aparte de posibles factores que desconozco, su capacidad creativa y la involucración política le permitieron coger el ascensor social y acabar viviendo de forma opulenta. Por lo tanto, terminó siendo también un revolucionario rico afiliado al Partido Comunista porque, como dice otro amigo poeta catalán, “decir que era comunista era el antídoto que necesitaba para justificar su ritmo de vida“. El mismo amigo lo define -refiriéndose al Chile de los años 50 y 60- como un “alienígena sibarita“, “un representante típico de la ‘Gauche Divine’, como tantos aquí -pensemos en Bocaccio por ejemplo-, que europeo de vocación, el destino lo hizo chileno de nacimiento“.

Refiriéndose a su obra el amigo sentenció: “La poesía de Neruda me parece brillante pero retórica, como casi todo lo que es sudamericano“.

El otro amigo poeta coincide bastante, definiéndolo como “un personaje inquietante, un poeta que iba demasiado de poeta, pero muy brillante y seductor“.

Bueno, me diréis que por querer hacer de mi visita a “La Chascona” una experiencia deliberadamente romántica ando por mal camino. Cojo otro comentario de una amiga que de forma irónica se dirige a mí diciéndome que “una ‘pijoprogre’ del 68 siempre ama la poesía de Neruda“, para añadir que “hay un verso suyo que siempre tengo en la cabeza: ‘Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos’. No es del todo cierto pero te lleva directamente a la nostalgia…“. A partir de aquí ya estoy más cerca de donde quería…

Me gusta la poesía de Neruda y la decoración de sus casas (he podido visitar también en dos ocasiones “La Sebastiana” en Valparaíso, no así la de Isla Negra) hace que me la imagine un tipo interesante y con muy buen gusto y sensibilidad. Hay algunos aspectos de su vida que siempre me han impresionado y que se hacen presentes con objetos, obras de arte o escritos cuando visitas sus casas. Tengo en la cabeza el Winnipeg. Su amistad con poetas españoles de la generación del 27, Alberti y García Lorca, entre otros, y la conmoción que le provocó la Guerra Civil española y el asesinato precisamente de García Lorca, lo llevaron desde su posición de cónsul de Chile para la inmigración española -exiliados- a París, a organizar el barco Winnipeg. Un barco que llevaría más de 2.000 exiliados españoles de Francia a Chile, donde la mayoría se quedarían para siempre.

Por circunstancias de la vida, he conocido a unos cuantos catalanes que embarcaron en el Winnipeg para

MATILDE URRUTIA POR DIEGO RIVERA

no volver nunca más. La pintora Roser Bru Llop, tenía 16 años entonces. Todavía vive y todavía pinta. Recuerdo conversaciones con ella sobre la experiencia del Winnipeg, lo que significó para ella y su familia. Lo que me contaba que le habían contado sus padres…

También Carlos Fonseca -originario de Manresa- a quien con su hermano gemelo, la familia consiguió enviar a Chile con el Winnipeg. Dos niños de 10 años viajando solos que al llegar a Santiago fueron separados. Carlos fue a parar a Buenos Aires, donde fue acogido por una familia, y su hermano -a quien no conozco- recayó en Valdivia, en Chile. Recuerdo que a Carlos, cada vez que me contaba lo que sintió al encontrar un día por la calle, en Buenos Aires, a su hermano, se le humedecían los ojos. ¡Hacía más de 40 años que no se veían, pero al ser gemelos univitelinos se reconocieron!

En “La Chascona”, una fotografía del Winnipeg y la Legión de Honor francesa que le fue concedida al poeta y que está expuesta en la casa con otras medallas y distinciones, me hicieron pensar en ese barco de regusto agridulce.

Otro hecho que siempre me viene a la mente cuando pienso en Neruda es una particularidad de su exilio en 1949: cruzó los Andes a caballo para acabar en Europa. Dando por supuesto que no lo hizo por las cumbres, esta travesía a caballo me inspira mucho. Los Andes, la Cordillera, siempre me han impresionado muchísimo. Yo no he visto el Himalaya, pero sí he cruzado muchas veces los Andes en avión. No hace ni 5 horas que lo acabo de hacer. Escribo mientras vuelvo en avión hacia Barcelona. El Aconcagua, siempre impresionante, hoy se veía muy bien. Los he cruzado también en coche yendo de Santiago a Mendoza por El Portillo… ¡¡¡Me impresiona mucho imaginar al poeta haciendo la travesía a caballo!!!

Cuando veo “La Chascona” y pienso en este hijo de ferroviario del Chile rural del sur, me alegro de que la pudiera disfrutar. Dentro hay toda una pinacoteca de pintores chilenos y extranjeros. A mí me gusta especialmente un retrato de Matilde Urrutia, pintado por el mexicano Diego Rivera en 1953, cuando todavía Matilde y Pablo eran amantes clandestinos. Bajo los rizos de la melena pelirroja de Matilde, aparece ella con dos caras, una visión frontal y una de perfil, y entre la melena se adivina la cara de Pablo. Obras de arte chinas y orientales, tallas africanas y muebles de todo el mundo, vajillas maravillosas, una barra de bar con un frontis de cobre que imita las olas del mar, objetos de barcos (el mar está súper presente en las casas y la vida del poeta), taburetes del bar de verano y una mesa al lado del escritorio de la biblioteca del diseñador italiano Piero Fornasetti, toque art déco… Por no hablar del mural exterior de María Martner… Lo que queráis.

Ambientes diferentes, niveles diferentes en torno a un jardín vertical que hace de eje, puertas secretas y, como todas las casas de Neruda, un lugar especial para la siesta. Práctica habitual del poeta, bebedor de buenos vinos y otras bebidas alcohólicas.

Las fotos con Allende me hacen pensar que Neruda hubiera podido ser él mismo el presidente de Chile cuando finalmente lo fue Allende. En 1969 fue elegido precandidato por el Partido Comunista, pero renunció en favor de Allende como candidato único de la coalición Unidad Popular que ganó las elecciones de 1970. ¿Cómo hubieran cambiado -o no- los eventos de 1973 con Neruda presidente? Pregunta estéril… Prefirió volver a París, ciudad que le encantaba, como embajador de Chile.

El último aspecto curioso para mí es que este hombre de origen humilde nacido a principios del siglo XX, tuviera la oportunidad, a través de su actividad diplomática, de vivir en Birmania, Ceilán, Java, Singapore, Buenos Aires, París, Madrid, Barcelona… “La Chascona” está llena de objetos y obras de arte de estos sitios y de tantos otros a los que Neruda pudo viajar. “¡Quién se lo iba a decir!“, pienso mientras paseo por las estancias de la casa, impresionante y esplendorosa con este sol de enero de primera hora de la tarde.

La sala de estar, situada en el segundo nivel del jardín y a la que se accede solo por una escalera exterior fue el lugar donde se expuso y fue velado por Matilde y los amigos, el cadáver de Pablo Neruda en un momento muy difícil. El 11 de septiembre de 1973 moría Salvador Allende en el Palacio de La Moneda. Doce días después moría Neruda en la Clínica Santa María, centro en el que he trabajado como consultor. La actual Clínica Santa María, cercana a “La Chascona”, poco tiene que ver con la que murió Neruda. Hay quien pretende que alrededor de su muerte hay algún misterio. Un médico de la Clínica Santa María que le vio morir siendo residente de urología y con quien pude hablar en una de mis sesiones de colaboración profesional el año pasado (del que guardaré el nombre en secreto), me aseguró que murió de una complicación de su cáncer de próstata.

Ayer en “La Chascona” me explicaron que entre el golpe de Estado del día 11 de septiembre de 1973 y la muerte de Neruda 12 días después, el 23 de septiembre, la casa fue objeto de actos vandálicos por parte de los golpistas. Entre otros destrozos obstruyeron una acequia muy querida por Neruda, lo que provocó la inundación de la casa. Para trasladar el cadáver de Neruda desde la Clínica Santa María a la sala de estar de “La Chascona”, tuvieron que poner tablones sobre el barro. También se sustituyeron los cristales rotos y se repararon otros daños. ¡Días difíciles aquellos en Chile!

En la llamada “Sala Francia” de la casa, entre muchos objetos y recuerdos, hay unas fotografías del entierro de Neruda que, si se tiene en cuenta el momento político, ponen la piel de gallina. A la comitiva fúnebre se añadieron miles de ciudadanos transformándose en la primera manifestación -tolerada casi a la fuerza, aunque dado el carácter sanguinario del régimen Pinochet, todo hubiera podido pasar- contra la dictadura al cabo de pocos días de haberse instaurado.

Hice la visita con mucha calma. Saboreándola. Me senté un buen rato bajo la parra que cubre el primer nivel del jardín, eficacísima a la hora de hacer sombra ya que ni noté el sol de las 3 de la tarde en pleno verano. El “Bar del Capitán”, el comedor con una mesa preciosa y un armario que incluía una puerta secreta de acceso a la primera planta, el bar de verano muy art déco, la biblioteca con manuscritos del poeta…

Iba mirando, pensando, sintiendo… El poeta del continente sudamericano, el Premio Nobel, el militante comunista acomodado, modelo ‘pijoprogre’/Bocaccio, la política, Allende, La Moneda, la salvajada perpetrada por Pinochet. Vi dos veces el audiovisual preparado para los visitantes, para volver a contemplar unas imágenes que, por más que las he visto en documentales muchas veces a lo largo de mi vida, me impresionan mucho: el bombardeo de la aviación chilena sobre La Moneda con Allende dentro… Aquel hombre que supongo que de naïf no debía tener nada, pero al que yo siempre me la he imaginado con un punto de naivité. La respuesta de mi amiga a mi comentario sobre cómo me impresiona cada vez que veo La Moneda pensar en Allende y también en otros revolucionarios de aquellas latitudes (no los actuales Maduro, Morales o Chávez), me hace reflexionar (ver post “Verano andino” de 28 de enero de 2018): “Lo que me dices no me sorprende porque, aunque la lucha sea diferente, todos los idealistas teneís un punto de conexión“… Tal vez sea eso. En cualquier caso algo se remueve dentro de mí.

Al finalizar la visita fui a la librería de la Fundación Neruda, allí mismo, y compré la reedición de “Confieso que he vivido” (tengo un ejemplar de la primera edición de 1974, esta es la cuarta, a la que se

MANUSCRIT DE NERUDA

ha añadido alguna novedad…), las memorias del poeta. Egocéntrico, sí, megalómano, también, retórico, mucho, paradigma de la “Gauche Divine” acomodada, está claro. Pero un gran poeta y un personaje interesante e intenso.

Me pareció oportuno escribir al principio del libro la fecha, el lugar donde había sido comprado y el hecho de que era el día del 136 aniversario del nacimiento de Virginia Wolff. No soy mitómano. Pero sí sensible y con este país me unen muchas cosas. Más de las que quisiera. Con alguna menos pasaría…

Si tu pie se desvía de nuevo, será cortado.

Si tu mano te lleva a otro camino

se caerá podrida.

Si me apartas de tu vida morirás

aunque vivas.

Seguirás muerta o sombra, andando sin mí por la tierra”. (Pablo Neruda)

 

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3 thoughts on “LA CHASCONA

  1. Gràcies, Josep Maria, per compartir les teves experiències i fer-nos sentir una part deles teves emocions.
    Continuarà …. (Espero).

    1. josepmariavia dice:

      Gràcies a vosaltres¡ Si, aquesta “tirada” consta de 4 posts. En manquen des encara…

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