Y p Por eso modifico el principio y el final de este post. No hay ninguna duda de que el Dr. Josep Ma. Domènech i Mateu, por su brillantísima carrera como investigador y como docente y, sobre todo, por ser una buena persona, auténtico y con gran credibilidad, merecería un post monográficamente dedicado a él. Pero a mí no me corresponde hacerlo. Sería una especie de “apropiación indebida”. Mi nexo de unión con él fue a través de dos compañeros de carrera y amigos: el Dr. Josep Capdevila y el Dr. Ramon Gefaell (d.e.p.).
Yo debería haber comenzado la carrera el curso 1975-76. Las “tormentas” de la adolescencia hicieron que la empezara el curso siguiente. Pero a principios del 1976, cuando ya tenía claro que en septiembre empezaría Medicina, empecé a asistir, como oyente, a las clases de Anatomía Humana I del profesor Domènech. Una experiencia inolvidable, poder vivir cómo nos explicaba la anatomía a partir del desarrollo embrionario.
En septiembre -tras asistir durante 6 meses como oyente a las clases del gran maestro Domènech- empecé primero de Medicina, y los de aquella promoción no tuvimos la fortuna de tener como profesor de Anatomía Humana I al profesor Domènech… Lo que me tocó vivir me pareció francamente pobre. Por suerte las clases de primero eran por la tarde y por las mañanas podía asistir a las clases de Anatomía Humana II, de segundo curso, con el Dr. Domènech. Nunca olvidaré la sensación especial que me provocó el día que explicó la anatomía del corazón humano a partir de sus estudios sobre el desarrollo embrionario de esta víscera muscular, que supusieron un descubrimiento que contradecía a las teorías existentes en ese momento. El entusiasmo y la pasión que nos transmitía ponían la piel de gallina. Si algún compañero de aquellos años lee esto, le vendrá a la cabeza “el aula L”, en la que en la época de masificación ingente de estudiantes de Medicina que nos tocó vivir, nos amontonábamos cientos de jóvenes. Y a pesar de eso el silencio era sepulcral cuando el maestro impartía sus clases magistrales.
¡Pero por encima de todo esto, de su capacidad docente, su preocupación por que todo el mundo entendiera todo lo que explicaba y, sobre todo, su capacidad, desde la modestia y la humildad, de animarnos, diciendo constantemente “seréis unos grandes médicos”, “sois maravillosos” o “estáis aquí para ser felices”, hacen que estos días una compañera de una promoción posterior a la mía lo definiera diciendo que “era nuestro Merlín”!
Recomiendo la lectura del blog “The Ladies of Vallbona” del Dr. Josep Capdevila (al que podéis acceder desde los enlaces de este blog, abajo a la derecha), del viernes 24 de enero de 2014, dedicada al Dr. Domènech y titulada “Cuando el embrión humano tiene treinta y siete días de vida, mide diez milímetros de longitud coronilla-coxis”. El Dr. Capdevila, aparte de alumno “oficial” del Dr. Domènech (yo simplemente fui “oyente informal” y, eso sí, apasionado de sus clases), acabó siendo amigo del maestro y, por tanto, su legitimidad para hablar de él supera con creces la mía. Por cierto, que en este post del Dr. Capdevila se puede leer buena parte del discurso de ingreso del Dr. Domènech en la Real Academia de Medicina en el 1996, discurso que recomiendo leer entero, como recomiendo leer la respuesta del Dr. Josep Laporte i Salas, rector de la UAB mientras estudiábamos y con el que -de la mano de Xavier Trias- tuve la suerte de colaborar en mis primerísimos años en el Departamento de Sanidad de la Generalitat.
Cuando me llegó la noticia de la muerte del admirado Dr. Domènech, acababa de escribir en ese mismo momento lo siguiente:
“Buscad ahora mismo cualquier titular. Leed el periódico, mirad la TV, escuchad noticias en la radio, simplemente echad un vistazo a las redes sociales o a la infinidad de noticias que, sabiéndolo o no, es decir, consciente y voluntariamente o no, recibís en el móvil que lleváis en el bolsillo. ¿Qué me decís? ¿Os gusta este mundo que describe las noticias? Un mundo que si fuera fiel reflejo y exhaustivo del mundo real -¿¿¿lo es???-, sería un lugar horrible para vivir. El exceso tóxico de lo que se conoce como ‘información’ es enemigo de la comunicación y del fomento de las relaciones humanas positivas. Creo en un mundo real, que no es el de ‘la actualidad (¿des?) informativa’ lleno de buenas razones para vivir en él y ser feliz.
La ‘realidad’ perversamente prefabricada por el exceso de información va en favor de la paranoia colectiva: ¿cómo podemos tener confianza en la sociedad, en las personas en definitiva, si el mundo es una aberración tan grande?
La respuesta es la reclusión en núcleos pequeños de confianza o directamente el aislamiento.
En el último post de este blog (ver “Postales de Año Nuevo” del 2 de enero del 2019) hacía referencia a una entrevista a Jaume Plensa que a quien me la envió le hizo pensar en mí por la soledad que aparentemente caracteriza a Plensa y que él matiza diciendo que más que solitario es individual y que solo ve el camino individual como camino de mejora de lo que es colectivo. Bueno, es verdad que desde hace unos años mi grado de socialización ha disminuido y continúa disminuyendo. En diferentes ocasiones me he referido a huir del “ruido” de la ciudad, como eufemismo del “ruido” en general, como eufemismo de una sociedad enferma. El ruido es enemigo del diálogo pausado y coherente. La información es letal para la comunicación y, en cambio, contribuye enormemente a que el ruido sea ensordecedor y al agravamiento de la enfermedad social colectiva.
¿Quién confía en qué? ¿En los partidos políticos, en los sindicatos, en las patronales, en la Iglesia? ¿Dónde está el asociacionismo de barrio? ¿Qué pasa con el asociacionismo en general? ¿Quién confía en los bancos, en las multinacionales, en las pymes o en los gobiernos, la Justicia o las monarquías? ¿Cómo han evolucionado, no ya los movimientos vecinales, sino simplemente las tradicionales relaciones con los vecinos?
¿Quién confía en quién? ¿Quién confía en Putin o en Trump o en el presidente de la escalera de vecinos? ¿Quién confía en una arquitectura institucional que permite la existencia de presos políticos por discrepar y a la vez que los de ‘La manada’ campen a sus anchas?
Sí… cada día soy más solitario, en parte por elección forzada y en parte por ‘expulsión’, en proporciones que yo mismo desconozco. Cuando lo que era un grupo de amigos se ha transformado en un grupo de WhatsApp y casi todos los componentes ven normal que no sepamos qué hacen y cómo están los respectivos hijos y familiares, algo no debe acabar de ir bien… Cuando simplemente ya no sabemos qué mueve y preocupa de verdad a las personas que hay detrás de los roles respectivos de los componentes de este grupo, antes de amigos, ahora de WhatsApp, parece que como mínimo hay motivos para la reflexión…
La pregunta es: ¿En quién o en qué podemos confiar? Confiar de verdad, para lo que haga falta…
Se habla de crisis de liderazgo y a menudo se limita a los liderazgos más visibles, más mediáticos, más colectivos. Pero si damos a la palabra liderazgo la dimensión real que tiene, si pensamos en personas creíbles, con credibilidad para ser referentes, personas que en la vida cotidiana -con todas sus limitaciones y contradicciones- muestran una cierta coherencia entre lo que sienten, lo que piensan, lo que dicen que piensan y lo que hacen… Cuesta un poco de encontrar. Las hay. A lo largo de mi vida he tenido en la familia, entre los maestros, los amigos y algunas otras personas, verdaderos referentes de vida. Sí, todavía tengo la suerte de conocer a algunos y desde mi aislamiento relativo sigo buscando. Y creo, como ya he dicho en otras ocasiones, que en la pequeña trastienda de este mundo de locos capaces de cargarse el planeta, de suicidarse a base de emisiones de CO2 o simplemente muriendo ahogados en “la mierda”, exterminando ecológica y éticamente hablando a las generaciones futuras, es decir, a los propios hijos y nietos; ¡¡¡a pesar de esto, en la pequeña trastienda de este mundo hay personas maravillosas por su testimonio de vida!!!”.
Y cuando había escrito este párrafo, me llegó la triste noticia de la muerte demasiado prematura del profesor Domènech. ¡¡¡Ni hecho expresamente!!!
Cuando iba a continuar este post, hablando de que no hay que pretender la perfección, que hay que confiar en la suma de individuos más o menos anónimos con conciencia y capacidad de ser referentes de vida, cuando iba a hablar de la modesta pero valiosa acción individual de estas personas y del hilo invisible que los une y hace que la Tierra sea aún un planeta para vivir felizmente, en aquel preciso momento me enteré de la muerte del maestro y este hecho cambia -aparte, como ya he dicho, el inicio también- el final de este post.
Volviendo a la pregunta “¿en quién o en qué podemos confiar?”… pues, en seres humanos como el Dr. Domènech -que los hay- podemos confiar y encontrar razones para el optimismo.
El Dr. Domènech era un ejemplo de hombre solo que desde su individualidad contribuyó enormemente a mejorar el mundo desde su ámbito y el radio de acción que este le proporcionaba. Lo más importante para él era la dedicación a la investigación y sus queridos estudiantes, a los que siempre expresaba su agradecimiento. Su riqueza interior era patente y muchos se sorprendían cuando de repente recitaba un poema de Espriu, de Josep Ma de Sagarra o de Salvat-Papasseit.
Los veranos de 1976 y 1977 el malogrado Ramon Gefaell (ver el post “Las vidas y las muertes del amigo Ramon Gefaell, con todo el cariño” del 5 de marzo del 2016) y yo, después de cenar, íbamos al campus de Bellaterra a hacer disección de cadáveres hasta altas horas de la noche. Siempre nos encontrábamos al Dr. Domènech en su despacho trabajando. Tenía un colchón en el laboratorio y muchas noches lo usaba para descansar un rato, unas pocas horas y seguir trabajando con sus embriones. Un hombre solo, un científico solo, un humanista solo, un sabio solo…
Como dice el Dr. Capdevila: “El Dr. Domènech estaba en Bellaterra hasta altas horas de la madrugada, hecho conocido por estudiantes, profesores y por los usuarios de la autopista; su ventana siempre estaba iluminada y el resto del edificio de la Facultad estaba a oscuras. Siempre tenías un café pagado”.
Soltero, sin hijos y solo y solitario, quería a sus estudiantes y esta forma de amor al prójimo era -a mi modo de ver- la mejor contribución a este mundo salvaje del que hablaba antes en el post, desde la trastienda de seres humanos maravillosos que hay en el planeta. No me alargo más. Termino reproduciendo unas palabras del maestro, que hablan por sí solas, procedentes de un vídeo titulado: “En estos tiempos difíciles el profesor más sabio aconseja a los alumnos más jóvenes”. Dice lo siguiente:
“Hola, estudiantes de Medicina, soy el Dr. Domènech y hace 40 años que soy médico.
Soy un afortunado, afortunado por haber elegido esta profesión, como tú. Por ayudar a la gente, por ser testigo de la fortaleza de los humanos en los momentos más difíciles. Por haber enseñado y aprendido de mis alumnos. Por seguir siendo médico.
Te preguntarás cuál es la razón de estudiar Medicina hoy en día porque muchos te dirán ‘a quién se le ocurre hacer esta carrera en los tiempos que corren’, que comienza el proceso de Bolonia, que la sanidad está colapsada. ¡¡¡Ya!!!…
No hagas caso. Momentos difíciles siempre vivirás y te sentirás muchas veces impotente. Pero al final de lo único que te acordarás es de todas las sonrisas de gratitud que los pacientes te habrán regalado.
Ahora no dejes que los exámenes y la presión del hospital te hagan vivir con menos intensidad, porque sabes que elijas lo que elijas serás feliz.
Hace 41 años que soy médico y te puedo asegurar que lo único que no te gustará de la carrera será que se te hará demasiado corta.
¡¡¡Estás aquí para ser feliz!!!”.
Termino con frases suyas, reproducidas en la esquela y en el recordatorio de su deceso:
“El profesor Domènech tuvo una gran devoción por sus alumnos y educó con gran dedicación y excelencia a varias generaciones de médicos extraordinarios.
‘Estoy formando a médicos y médicas. ¡¡¡Quiero que salgáis de clase con todo aprendido, con matrícula de honor!!! Pensad que después vendrán y os preguntarán ‘¿quién ha hecho este diagnóstico tan brillante?’ y os llamarán para felicitaros”.
¿Y cómo no? Siempre, siempre, siempre:
“¿Alguna duda? ¿Ninguna duda? ¿Más dudas? ¿No? Bueno, hasta mañana y recordad… ¡¡¡sois maravillosos!!!”.
Os invito a releer el post “Una misa laica”, del 25 de noviembre de 2018, y entenderéis que me considere muy afortunado de haber tenido profesores que, además de saber mucho y habérnoslo enseñado, fueron maestros de vida. Referentes. Personas creíbles en las que se podía confiar ciegamente. ¡¡¡Las hay!!! ¡¡¡Creedme, las hay!!! ¡Haced añicos periódicos, quemad televisiones y dejad de escuchar noticias y perder horas en las redes sociales y sumemos esfuerzos individuales desde el silencio y el anonimato para hacer un mundo mejor! Seguro que si pensamos, todos tenemos referentes ejemplares para intentar imitar
Benvolgut JosepM
Llegeixo sovint els seus posts,fins ara mai havia fet cap comentari ,segurament per falta de temps escollit i sobretot de temps silenciós per poder-ho fer…tal com una lectora teva comentava recentment en un post.
Certament la mort del Dr Domenech m’ha fet reflexionar molt… en la passió,en la capacitat,en el carisma exquisit que algunes persones poden transmetre en seu entorn laboral i personal al llarg de la seva vida.
No vaig tenir la sort de tenir-lo com a professor ,ja que em vaig incorporar a la UAB quan feia tercer de medicina i per tant ja vaig començar a la Unitat Docent de la Vall d’Hebron.
Vaig assabentar-me del seu traspàs i de totes les seves qualitats com a mestre i sobretot com a excel.lent persona , en el whats dels companys de medicina.Era impressionant com tots el recordaven de la mateixa manera.
un APASSIONAT de la recerca científica,de la docència,apassionat d’una professió que amb vocació havia escollit,i sobretot apassionat per ensenyar als seus alumnes.
Sabia conèixer l’essencia dels seus estudiants,aconseguint d’aquesta manera una autèntica conexió amb els alumnes novells de medicina.Coneixia l’eina perfecte per conectar……
He intentat mirar enrere i recordar quants dels professors que vaig tenir al llarg de la carrera em van transmetre passió,entusiasme,motivació,desig de que la classe no s’acabes mai…quants d’ells van ser autèntics liders en la docència universitària….només en recordo 4!!!
Em passaria el mateix si miro en la meva vida laboral i personal…..acabarien sent 7 persones!!!
Si mirem el nostre entorn habitual trobarem poques persones amb capacitat de capturar i estimar l’essència de la gent,per acompanyar en els pitjors moments i sobretot poques persones amb capacitat d’expressar
i exaltar les virtuds de les persones que ens envolten.Tinc la sensació que el ritme al qual ens hem enganxat ens aparta de totes aquestes sensacions,dificilment podrem deixar petjades en la nostra vida sino reaprenem a ser més generosos
amb el coneixement que hem adquirit i més generosos amb el cor,difícilment deixarem petjada sino aprenem a ser més confiats amb el nostre entorn i sobretot sino aprenem a conectar amb el nostre entorn social…
Seria bo que alguna vegada a mida que va passant el temps ens proposessim deixar emprenta i record de tot allò que anem fent pels altres….tal com el Dr Domenech i molts altres ho han fet….
Ens ajudaria una mica molt si de tant en tant pensessim de quina manera serem recordats….
Novament felicitats pel blog!!! i sobretot moltes gràcies per compartir…
Gràcies pel teu comentari Cristina. Sovint m’he referit en aquest bloc a “La vida líquida” com a recurs per definir la percepció que tinc del món que m’envolta. Si has anat llegint el bloc i separant el gra de la palla, hauràs vist que he parlat amb gratitud de professors, caps i companys de feina i persones diverses que m’han marcat positivament i m’han ajudat a ser millor: els mestres de vida Amb independència de la meva capacitat d’aprofitar, més o menys, la sort d’haver-los conegut, d’haver tingut l’oportunitat de compartir trams de la vida amb ells i en molts cassos apreciat i estimat; és el regal més gran que m’ha fet la vida.
Crec que quan et queden menys anys per davant que per darrera, vas veient la vida com un embut. Al començament hi cabia tot. Era ample. “Tot estava per fer i tot era possible”. Ara queda molt per fer. Es pot dir que tot continua estant per fer i que encara tot és possible, des de la part estreta de l’embut. El cercle s’ha anat estrenyent i procures rodejar-te del tipus de gent que tu descrius per fer realitat el sentiment de que tot és possible.
En quan a com t’hagin de recordar… No hi he pensat mai gaire. Sí que puc dir que amb resultats extraordinàriament més pobres del que voldria, intento dur a la pràctica el que aquestes persones extraordinàries -com el Dr. Domènech- m’han ensenyat amb el seu testimoni i la seva vida. Una altra cosa és el que hagi aconseguit i pugui aconsrguir… Ja ho jutjaran els altres