No soy de los mejores clientes de Espai Bici (www.espaibici.com), pero allí he comprado dos bicicletas en los últimos años. La tienda está cerrada los lunes y yo tenía que dejar una bicicleta para que la pusieran a la venta, precisamente un lunes. Àngel me dijo: “Déjala en el Eroica (www.eroica.cc)”. Yo no sabía qué era ni dónde estaba el Eroica y cuando Àngel me lo dijo, pensé que estaba muy cerca de casa. Efectivamente está a unos 50 metros. Había pasado por allí un montón de veces, lo había mirado desde fuera y no sé por qué me quedé con la idea de que era un obrador de pan…
Tendría que haber pensado que era raro que estuviera, puerta por puerta, con una de las mejores panaderías de Barcelona: Le Pain d’Éric&Benjamin.
Antes de seguir hago una aclaración. Si os hablo y os recomiendo la panadería de la calle Consell de Cent número 348 y el, digamos, de momento restaurante Eroica Caffè, en la misma calle Consell de Cent número 350, simplemente es para que tengáis la oportunidad de comer pan sano, bueno y del de verdad y, en el caso del Eroica, vivir una experiencia, estética, sensorial, social, vital y evidentemente gastronómica, extraordinaria y única. Seguro que hay muchos locales originales e interesantes, para comer, beber y vivir sensaciones diversas, pero Eroica, solo hay uno. No veáis por favor ningún otro interés por mi parte, ni de nadie, que el compartir en este blog con vosotros una experiencia interesante.
Entré con mi bici al Eroica Caffè, para dejarla allí y la primera sensación fue muy especial. Difícil de describir. Era un local diferente, con alma. Las buenas vibraciones eran palpables. De entrada tuve la sensación de “volver a entrar” en algún local de Montréal, frecuentado por mí cuando vivía allí ya hace muchos años. Seguro que no hay ningún local como este, pero los humanos hacemos asociaciones de ideas, imágenes, sensaciones… Pregunté por Miguel. Estaban sirviendo comidas. No era un buen momento para molestarlos. Pregunté por él a la que hoy en día sé que es Graciela, su pareja. Finalmente me pude acercar a Miguel, en ese restaurante lleno de bicicletas colgadas en las paredes y colocadas encima de vigas, iba vestido con un maillot de ciclista de época que llevaba escrito en el pecho “Eroica” y una gorra con la bandera italiana, como las que utilizaba Felice Gimondi en los años 60 y 70. Me llamó la atención que en una pared se proyectaba una carrera ciclista de aquella época, que me evocó recuerdos infantiles y me hizo pensar en mi padre, que siempre me hablaba de Miquel Poblet, del ciclismo de pista y del “tras-moto”. No me pasó desapercibido que en el local, había enmarcado un maillot dedicado al gran Miquel Poblet. Dedicado por Óscar Freire, un ciclista poco conocido, a pesar de ser uno de los tres ciclistas de la historia que han ganado tres veces el mundial de ciclismo de fondo. ¡Los otros dos, Peter Sagan y, como no, el gran Eddy Merckx!
-Miguel, ¿pero estás en Espai Bici o aquí?
-Mi corazón está en Espai Bici pero ahora tengo que sacar adelante este proyecto.
-Un día vendré a comer o cenar.
-Cuando quieras.
Intuí que aquello era un proyecto vital. ¡Después sabría que era un proyecto vital coral para él y Graciela, almas de un coro con más cantantes!
Me fui pensativo y no tardé nada en empezar a descubrir la excelente cocina italiana de
Graciela y muchas otras cosas. Especialmente después de que Miguel nos explicara a mí y a mi acompañante -una ciclista empedernida, una enamorada de la bicicleta- la fusión entre el mundo de la bicicleta clásica, la historia del Ciclo Club Eroica de la Toscana, y la mejor cocina italiana. Ya podéis intuir que el obrador no era exactamente -o exclusivamente, principalmente- para hacer pan. Era para hacer pasta fresca italiana auténtica, para pizzas y otros platos, sin adulterantes de ninguna clase. Y… ya veis cómo es la vida: lo tenía al lado de casa, había pasado por delante decenas de veces desde que lo inauguraron e ignoraba qué había detrás de aquel “obrador”.
Enseguida tuve ganas de escribir sobre aquel local mágico, conocer mejor el tipo de energía que había detrás de la iniciativa y hacerlo desde las sensaciones que me provocaba. No me puedo comprometer a ser preciso, ni riguroso al hablar de ciclismo, del Ciclo Club Eroica o de la comida italiana. No es mi propósito, por otro lado. El propósito es transmitir las sensaciones que me provoca. Por eso quise indagar sobre “qué” había en los corazones de Graciela y Miguel al concebir aquel proyecto y hacerlo realidad y envié a Miguel el siguiente WhatsApp:
“Hola Miguel, soy Josep Ma. Via, ¿te acuerdas? Hoy he venido a cenar con mi hijo y te he dicho que me gustaría mucho escribir en mi blog sobre Eroica, vosotros, la idea y, sobre todo, los sentimientos y lo que queréis transmitir y ofrecer con tu evidente y apreciada calidez y humanidad (…). Eroica, su estética, todo, me conmovió desde el momento en que entré. Tu pasión y la de tu pareja, complementarias, la fusión de este entusiasmo por el ciclismo clásico y por la buena cocina italiana hecha con amor, lo que se respira en el local, lo que transmitís vosotros (…). Por eso me gustaría charlar contigo, con vosotros y hacer algunas fotos (…)”.
Dicho y hecho, casi dos horas de conversación con Miguel y Graciela en ese entorno, me permitieron conocer mejor la riqueza del proyecto.
Para intentar transmitirlo debo hacerlo a base de “pinceladas” que pueden generar una imagen caótica si se mira desde la racionalidad, pero que conforman una realidad, un todo, que llega más fácilmente al corazón que al cerebro.
El proyecto tuvo, en palabras de Miguel, “un crecimiento orgánico”, natural, a medida que se hacía, la idea evolucionaba de forma natural. “Inicialmente era un proyecto culinario al que teníamos que darle forma”.
El arquitecto fue Antonio Castro, un hombre que -como Miguel- cree en una movilidad sostenible y que diseñó una bicicleta:
“Yo necesitaba una bicicleta y quería algo más de ciudad, más óptimo para pasear por las calles estrechas, girar más rápido, y bueno, digo ‘ostras’ yo tengo algún conocimiento, espero que se refleje”.
Diría que los proyectos de Miguel parten, si no de una utopía, de sueños bonitos y ambiciosos. Cuando puso en marcha Espai Bici, su sueño era conseguir una “ciudad diferente”. Una movilidad diferente y sostenible.
Desde el principio, Graciela y Miguel tenían claro que el local tenía que ser grande. Y lo es. Unos bajos del Eixample con altillo -que ha sido eliminado para disponer de amplitud y exponer bicicletas clásicas- y sótano. Todo ha sido pensado, hasta el último detalle. Cuando vayáis, fijaos, por ejemplo en el suelo: ¡il faut le faire!
En palabras de Graciela, un modelo que tenían en la cabeza es el de los llamados “casinos” de pueblo. Pienso que en cierto sentido lo han conseguido. También en cuanto a la ambición social del proyecto. Poco a poco se consolida como un lugar de reuniones de asociaciones y grupos del barrio, de exposiciones de artistas, de presentaciones… No hace mucho una revista especializada en el mundo del ciclismo, reunió a un centenar de personas vinculadas al mismo. Reunión en el sótano y comida arriba.
El Eroica Caffè es, entre otras cosas, un posicionamiento en forma de resultado concreto, una de las posibles respuestas al dilema complejo entre “tradición y modernidad”. Creo que eso me sedujo desde que entré en el local.
No se puede ser radical -blanco o negro- con respecto a este delicado equilibrio que expresado en términos de “tradición y modernidad” aunque se ponga entre comillas puede ser muy fácilmente manipulado. Hablamos de socialización versus individualismo, hablamos de cooperación y competencia sana y saludable versus competitividad extrema agresiva y destructiva, hablamos de respeto a la figura del maestro versus desconsideración preocupante cuando no desprecio por aquellos que te pueden educar, hablamos de periodismo informativo del de antes de Internet versus manipulación de la actualidad, promoción del “acoso y derribo” y blanqueo de la mentira bajo la denominación de fake news… Hablamos de si estamos dispuestos a hacer algún sacrificio para salvar el planeta de la destrucción a la que lo estamos sometiendo, de si realmente algún gobierno “occidental” se tomará en serio la crisis de los refugiados o de qué hacer en una sociedad en la que la primera prioridad de los jóvenes en el uso de su tiempo es “chatear”, la segunda los videojuegos y compartir físicamente tiempo con los amigos es la tercera… No me atrevo a ser categórico en cuanto a los efectos de Internet, las redes sociales, los smart phones… en nuestras vidas y en la salud social colectiva, pero -dejando de lado la evidencia que depende del uso o abuso que se haga- personalmente opino que, lejos de hacernos mejores como personas, como sociedades, como humanidad, más bien, en resumidas cuentas, admitiendo por supuesto los efectos beneficiosos, pienso que globalmente contribuyen más a la decadencia de la especie y del planeta, que a hacerlo mejor. Ante esto, defensivamente, algunos buscamos refugio. El Eroica Caffè, para mí es un buen refugio.
Cuando entras, a la derecha, hay una vieja cafetera Faema. Desde 1884, cuando Angelo Moriondo patentó en Torino la primera máquina para hacer expresso, su evolución continuó hasta el 1961. En ese año Faema presentó la cafetera de pistón (1945), transformando la que funcionaba a mano, con una manivela, en la cafetera que vemos hoy en día -llamada de “bomba” y producida por diferentes marcas- en todos los bares y restaurantes. Desde aquel lejano 1961 no ha habido mejoras sustanciales. Ojalá haya evolución si significa de verdad mejora. No estoy seguro de que siempre que hablamos de modernidad, de innovación, de mejoras tecnológicas, estemos hablando de verdadera evolución, en el sentido más humano de la palabra.
Miguel me decía: “Para evolucionar, para progresar, hay que mirar al pasado”. No anclarse en el pasado, pero conocerlo. Si no conocemos el pasado, nunca sabremos si el progreso de hoy lo es realmente, porque no tendremos referencias. ¿No es mejor haber visto la trayectoria de Eddy Merckx y la de Lance Armstrong, que haberse quedado solo con la de uno de los dos? De hecho, a pesar de su aún corta trayectoria de un año, el Eroica Caffè está en constante evolución. Miguel y Graciela lo tienen claro: “Se aprende haciendo”.
Por cierto y mira por dónde, Faema patrocinó durante unos años el equipo del mencionado Eddy Merckx, el mejor ciclista de todos los tiempos y uno de los mejores deportistas de la historia de la humanidad.
En el otro extremo del local hay una máquina de amasar para hacer la auténtica pasta fresca italiana, que es una joya. Graciela me explica que el proceso industrial, la industrialización, aún no ha alcanzado esta meta. Si a esto le añadís que la moda de los productos frescos, de temporada, de proximidad, que se ha convertido en un eslogan más o menos creíble, en este caso es real, el resultado es excelente. Como dice Graciela, “una cocina honesta, abierta, transparente en la que todo el proceso está a la vista de los clientes”. Una cocina de mercado, una cocina casera, la cocina “de la mamma, de la nonna”.
Una de las muchas cosas que le gustan a Miguel del ciclismo clásico promovido por el Ciclo Club Eroica, es la diversidad, “la transversalidad”, como él lo llama. Hay que personarse en la carrera Eroica, con una bici con el cuadro de acero, pedales con correas, cambio de marchas en el cuadro, 36 radios en las ruedas, cables de freno por el exterior del cuadro y construcción anterior a 1987. En realidad puede parecer la antimodernidad y quizás para algunos lo es. También lo puede parecer la cafetera Faema o la máquina de amasar del Eroica Caffè. Pero haced la comparación con las actuales cafeteras de “cápsula” y con la pasta producida industrialmente. No hace falta que sigamos, ¿no? Cuando se está encima de esta bici clásica y ataviado con jersey de lana y gorra de época, todo el mundo es igual. Tú no sabes si quien tienes al lado es un gran empresario, un tendero, el cirujano que te operó aquella hernia, un fontanero de Alabama, un pastelero de una confitería de Buenos Aires o un parado que se está gastando los últimos ahorros que tiene (y los que no tiene) en su gran pasión. Todos son personas que pasan horas, entre carrera y carrera, cuidando y manteniendo sus bicis. Pues esta transversalidad es la que persigue el Eroica Caffè. Los “pijoprogres” amantes del “vintage chic” comparten espacio, delicias culinarias, quizás afición al ciclismo y sensaciones varias, con empresarios, comerciantes, anarquistas antisistema, padres jóvenes risueños y niños que engullen los postres rápidamente para ir a jugar al futbolín -evidentemente con azulgranas contra blancos- que hay en el sótano.
No sé si he logrado mucho el propósito que tenía de transmitir sensaciones. De momento dejémoslo en que estar sentado en el Eroica Caffè me transporta a un refugio de paz, en medio de la selva urbana. Me hace sentir el sabor de lo que es auténtico en este mundo convulso y extraño. Los valores que hay detrás de esta maravilla, fiel reflejo de los que lo han hecho posible, esencialmente Graciela y Miguel, aportan paz.
Sergi López-Egea, el 17 de agosto pasado, al día siguiente de la muerte del gran ciclista italiano Felice Gimondi, bajo el título “El día en que Gimondi regreso a Barcelona”, escribía en “El Periódico”:
“Fue un encuentro casual, producto, más que nada, de la cercanía del hotel en el que se hospedaba. Felice Gimondi paseaba en el otoño del 2018 por las calles del Eixample de
Barcelona cuando descubrió el local. Nunca se sabrá lo que le llevó a entrar en el Eroica Caffè, un templo gastronómico del ciclismo ubicado en la calle del Consell de Cent, cerca del Paseo de Gràcia, pero Miguel, uno de los propietarios, lo atribuyó al proyector, el que reflejaba sobre una pared del local las imágenes del Giro de 1976, el tercero y el último ganado por el astro de Bérgamo, fallecido en el mar, un infarto, el viernes, mientras se encontraba de vacaciones en Sicilia (…)”.
¡Cuántas casualidades! El gran Felice Gimondi, también se sintió atraído por el Eroica Caffè, entró y, según tengo entendido, disfrutó de la cocina de Graciela. Y volvió en otra ocasión. Por lo menos ha estado dos veces… (continuará).
Especial, entranyable, persones i llocs. Estic amb tu, val molt i molt la pena. Pels amants de la bici, un local per sentir-te com a casa