El fin de semana pasado, además de leer el libro de Valentí Fuster y Josep Corbella, “La ciencia de la larga vida”, y de disfrutar de un buen paseo en bicicleta en época de siega y recogida del arroz, he recordado la petición que me hizo mi amigo Pep Capdevila.
El libro de Fuster y Corbella me ha parecido una obra rigurosa que consigue ser de divulgación, partiendo de la ciencia y la investigación. Transcribo una propuesta del libro que me ha hecho pensar en algunos amigos que tienen casi 60 años o alguno más:
“No os aisléis. Cuidad las relaciones afectivas. Mantenerse en contacto con otras personas, ya sean familiares, amigos o colegas, ayuda a mantener una buena salud emocional, y esto favorece tanto la longevidad como la calidad de vida”.
Maria, reiteradamente separada, cumplió 56 años hace poco y, en su apuesta por la salud y el bienestar, ha decidido, en sus propias palabras, “invertir en sus amigos”.
La pintora hacía años que había pensado en separarse. Finalmente lo hizo. Debe tener entre 55 y 60 y forma parte del grupo -diría que cada vez más numeroso- de mujeres que han dimitido de plantearse relaciones de pareja y tiene la agenda ocupadísima con amigos y grupos, algunos de estos dedicados a actividades varias que le interesan.
Ricard no se ha casado nunca ni, diría, ha convivido en pareja, al menos durante mucho tiempo. Tiene 62 años, y combina la soledad con viajes de aventura o casi, y relaciones con amigos y grupos varios. Serio e incluso de apariencia a menudo malhumorada, nunca ha dejado de cultivar los sueños e intentar concretar amores platónicos o casi, con personas “difíciles” con las que no suele llegar a nada. Pero siempre ha mantenido una vida social activa.
Miquel, de 62 años, separado, me recuerda que hoy, día de su Santo, hace 83 años que las tropas franquistas fusilaron a su abuelo Miguel en Ceuta. También me dice que a su padre, Miquel, “lo tiene en el cielo” y que su hijo Miquel está en el sudeste asiático. Es una forma de decir que está solo y tal vez un poco triste… Hombre brillante y de altas capacidades, no se escapa, como tantos, de un aislamiento social creciente, en un mundo lleno de egoísmo, de individualismo y cada vez más hostil. Cada día se siente menos motivado para fomentar las relaciones sociales…
Una compañera mía de carrera, de 60 años, separada hace unos cuantos, optó por trabajar mucho, disfrutar del deporte y del entorno de relaciones propio de la actividad que practica y de los amigos en general, siendo proactiva en promoverlo, mantenerlo y cuidarlo. Cuando había pasado a engrosar este grupo de mujeres -también muchos hombres, por cierto- que no quieren oír hablar de volver a tener pareja, se enamoró de forma inesperada. Cuando has conseguido tener una red de relaciones saludable, que te hace feliz, compaginar este valioso patrimonio con una pareja ajena al mismo y a tu entorno… Todo un reto que no se resuelve con un simple “el amor lo puede todo”…
Pep, hombre feliz y felizmente casado, tiene más menos 70 años y debe hacer 50 aproximadamente que está con la misma mujer. Durante unos 40 años ha ejercido su “santidad” haciendo de médico de pueblo. En realidad ha hecho de todo. Se ha ocupado de la salud y de lo que -al menos aparentemente- no es la salud de sus pacientes y vecinos. Una vez jubilado preside Cáritas en las comarcas donde vive y busca desesperadamente recursos para ayudar a los más necesitados. Ahora lo hace en Cáritas, pero lo ha hecho toda la vida desde todos los lugares donde ha estado y desde todas las tareas y ocupaciones a las que se ha dedicado. Ya lo he dicho, pero lo repito: es un hombre feliz haciendo el bien al prójimo y no piensa dejar de serlo.
Como Fàtima, que un poco lejos todavía, pero camino de los 60, tampoco piensa dejar de ser feliz. Siempre ha sido positiva y feliz. Incluso cuando perdió a una hija muy pequeña. El hecho de tener una pareja estable no le impide encontrar tiempo para mantener una red de ricas relaciones sociales y de amistad. Es una persona comprometida.
Más allá de que muchas personas -y algunos de los amigos y amigas recordados- hayan hecho realidad con hechos, toda la vida, que los humanos para vivir necesitamos relacionarnos, aunque sea -como apuntan Fuster y Corbella en la obra citada- con Dios o con la naturaleza, confirmo en mi entorno que los que no lo habían practicado tanto -especialmente los que no tienen pareja ni conviven en familia- cuando se han acercado o han pasado los 60, han ido priorizando un tipo de socialización “más humana”. Los que no lo hacen, suelen vivirlo como un problema, especialmente si a pesar de ser conscientes de ello, les cuesta y cada día se aíslan más, incrementando el sentimiento de soledad no deseada.
Cada época de la vida y cada situación personal, tiene sus cosas. Por eso he elegido esta para escribir el post. Por eso y porque me ha hecho reconsiderar la petición que me había hecho mi amigo Pep Capdevila, que va un paso más allá de las bondades de la socialización, y que yo ya daba por cerrada.
Fuster y Corbella, en “La ciencia de la larga vida”, hacen referencia a un estudio realizado en la Universidad de Washington de Missouri, sobre los efectos de una vida social activa sobre el bienestar emocional en personas con más de 60 años y observan que “(…) las personas que contribuyen a la comunidad con algún tipo de trabajo voluntario, por ejemplo en una parroquia o en una ONG, se sienten mejor que las que no lo hacen. Y han observado tanto en hombres como en mujeres, que una media de dos horas semanales de trabajo voluntario se acompaña de un bienestar emocional significativamente más elevado”.
Mi amigo Pep, como ya he dicho, al jubilarse ha decidido dedicar buena parte de su tiempo a combatir la pobreza responsabilizándose de Cáritas en el lugar donde vive.
Hace pocos días me envió el siguiente mensaje:
“Josep Maria, me encantaría que hicieras un post sobre el tema ‘Hacer visibles a los invisibles‘ (lema de una campaña de Cáritas en Barcelona). Es un tema desgraciadamente demasiado actual. Paseando por el Passeig de Gràcia i por la Ronda de Sant Pere, he visto a unos cuantos indigentes tirados en el suelo, durmiendo, mendigando. Me ha impactado ver a una mujer de 80 años bebiendo cerveza, sucia y despeinada, por el suelo, imagino que para olvidar este mundo que la ignora. La pobreza es bien palpable y cada día hay más gente que cae en el agujero de la exclusión social.
Cáritas llega donde nadie puede llegar. Los acogemos, los escuchamos, les buscamos cobijo, intentamos enseñar a quien podemos, los vestimos. Les damos comida, los abrazamos y los queremos…”.
Lo llamé y le expliqué por qué yo, hoy por hoy, no podía hacer el post que me pedía. No porque no valorara su deseo sincero de ayudar al prójimo y en especial a los más desfavorecidos y olvidados. Es normal que quien está dedicado a una tarea, la que sea, hable y escriba sobre ella. Si no es así… especialmente en temas tan delicados y sensibles, lo que creas que tienes que hacer, es mejor hacerlo discretamente y no airearlo en público o desde un blog.
Dicho esto, y para ayudar a mi amigo, he pensado que la transcripción de su petición en este post, ya es una manera muy modesta, sí, de atenderla en parte.
“Querido Pep, como ves y sabes por tu condición de médico, las personas que contribuyen a la comunidad con algún tipo de trabajo voluntario, por ejemplo en una parroquia o en una ONG, se sienten mejor que las que no lo hacen, tienen una mejor salud emocional y una probabilidad más elevada de ser más longevos. Ya sé que tu dedicación a los demás, forma parte de ti y aunque quizás te ayude a vivir más, este no es el motivo que te mueve.
Sé que ayer fuiste a Misa y que escuchaste el Evangelio de San Lucas 16, 19-31, la parábola del rico y el pobre Lázaro. También sé que cuando ‘bajas’ a Barcelona, si puedes pasas por la librería Claret, responsable de editar ‘la Misa de cada día’. El inicio de la correspondiente a la de ayer dice:
‘Señor, líbranos del engaño de las riquezas. Nos fascinan, nos deslumbran, nos dejan boquiabiertos, pero nos impiden ver la realidad: que hay dolor en el mundo y que nosotros podemos remediarlo.
Nuestro bienestar nos oculta la indigencia que sufren tantos hijos vuestros. Las canciones bonitas silencian su clamor. Nos olvidamos de invitarles a nuestros banquetes, de compartir lo que hemos recibido’.
Vosotros desde Cáritas hacéis ‘visibles a los invisibles’. Sois vosotros los que, en palabras tuyas, ‘los vestís, les dais comida, los abrazáis y los amáis’. Vosotros habláis con hechos. No tendría sentido que os suplantásemos con palabras, por bien escritas que puedan estar.
El atardecer en el Delta es agradable. Terreno plano, de buen pedalear que permite disfrutar del paisaje, los olores y los colores. Campos de arroz segados, otros aún no. Pienso en lo que acabo de escribir, cuando aún no lo había escrito. Hace años que me dedico al envejecimiento, la cronicidad, al sociosanitario, al final de vida. Hace años que estamos preocupados por la soledad creciente en las personas mayores -aunque no les afecta solo a ellos- y constatando en la práctica los efectos nocivos sobre la salud emocional, la salud en general y la longevidad, como nos cuentan Fuster y Corbella”.
Estoy concienciado de las bondades de la socialización y creo ser consciente de mis limitaciones. ¡¡¡Algunos hace años que habéis dado unos cuantos pasos más!!!
Querido Josep, he leído tus reflexiones sobre la edad y la salud emocional. Concuerdo. Vale la pena, sin duda, no aislarse.
Así que para ser coherentes te digo que a mediados de diciembre estaré en BCN por unas cuatro semanas y espero con gusto que nos encontremos para conversar y disfrutar de la amistad.
Te abrazo desde una lluviosa ciudad de México.
León
Gracias por tu comentario Leon!
Vamos a ser coherentes y compartir buenos espacios de tiempo en diciembre. Un abrazo!