Cuando una familia no puede hacer frente a los gastos comprometidos, aparte de intentar encontrar trabajos mejor remunerados, cambia el orden de prioridades reduciendo o suprimiendo el consumo de bienes y servicios para poder continuar viviendo.
Esto que es de sentido común y lo entiende y practica todo el mundo, cuando se traslada del ámbito particular al colectivo y de la economía privada a la pública, se transforma en tema tabú y acaba siendo complicado hablar con serenidad y casi imposible examinar las opciones razonables para mejorar la situación.
Se activa un sistema de propaganda demagógica que alcanza desde la negación del problema, hasta el intento (exitoso en los últimos años) de amenazar y reprimir a quien osa poner la cuestión encima de la mesa con toda crudeza.
Se olvida que para resolver un problema, en primer lugar hay que reconocerlo como existente, en segundo lugar caracterizarlo adecuadamente y analizar sin -prácticamente ninguna- restricción todas las propuestas posibles de mejora. El clima político-mediático creado en nuestro país en los últimos años, ha abortado esta posibilidad.
La sostenibilidad del sistema sanitario estaba amenazada ya antes de que la crisis se hiciera notar. La crisis lo que ha hecho es agravar lo que ya existía. Hacía años que en Cataluña, como en todo el mundo occidental, el gasto en salud crecía – y cada vez más – por encima de la riqueza, del PIB.
De acuerdo con la OCDE hemos podido ver cómo entre los años 2000 y 2011 en Cataluña y en España, además de disminuir el volumen de recursos destinados a la sanidad pública en términos absolutos, el descenso se ha producido también en términos relativos. De los 33 países estudiados, sólo Grecia, Irlanda, Islandia, Estonia, Portugal y Dinamarca, han disminuido más el crecimiento anual medio del gasto sanitario que España. Los 26 restantes lo han disminuido menos.
Si se visita la web del Ministerio de Economía español, se puede comprobar cómo el compromiso adquirido ante la “troica” europea, prevé disminuir todavía más los recursos públicos destinados a la sanidad: entre 2011 y 2016, el compromiso es disminuir el peso del gasto en salud sobre el PIB del 6,3% al 5,4%, es decir, una reducción del 15,6%.
En cuanto a Cataluña, fuentes de las patronales Consorci Sanitari i Social de Catalunya y Unió Catalana d’Hospitals señalan que el gasto sanitario público por cápita se sitúa por debajo del que había en el año 2006: 1.095,34€ por catalán en 2014 frente 1.118,69€ en 2006. Sólo seis CCAA tienen una situación peor, mientras que en las 11 restantes la situación es menos mala.
Si nos referimos a la evolución del presupuesto de salud consolidado en relación al PIB en Cataluña nos situamos en el 3,9% del citado PIB, por debajo de todos los países de la UE sin excepción y por debajo de muchos países en desarrollo o emergentes. En concreto, por debajo de todos los países latinoamericanos, excepto Perú, Paraguay y Ecuador.
A lo expuesto hasta ahora, hay que añadir que la OCDE -fundamentalmente por la innovación y el envejecimiento de la población que prevé que hacia la mitad del siglo XXI, España pueda ser el país más envejecido del mundo- pronostica un incremento del gasto sanitario de entre 2 y 4 puntos del PIB en los países (llamados) desarrollados, dependiendo de la calidad de la gestión del sistema.
¿Cómo es posible que el sistema sanitario sea sostenible si lo que nos espera es un incremento del gasto sanitario combinado con una reducción del gasto público en salud? La respuesta de los demagogos habituales ya la conocemos: “Pues no reduzca el gasto público en salud”. Muy bien, “¿pero cómo?”, contestaríamos. “¿Puede ser más preciso sin dejar de ser realista?“, les diríamos tanto a los utópicos de buena fe como a los demagogos que plantean las cosas de esta forma.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), indica claramente cuáles son las posibilidades a considerar para afrontar el problema. Ni qué decir tiene que en la medida que el problema es estructural las soluciones propuestas -fáciles de imaginar- también lo son:
- Disminuir la cobertura poblacional.
- Disminuir los servicios cubiertos.
- Incrementar la financiación privada por la vía del copago. Por ejemplo, en Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Noruega y Suecia, se copaga privadamente la atención primaria, la atención especializada hospitalaria y la ambulatoria, las urgencias y los medicamentos. En Portugal y en Luxemburgo, lo mismo, excepto la atención hospitalaria en el primer caso y las urgencias en el segundo.
- Incrementar la financiación privada por la vía del seguro complementario o de la exclusión directa de prestaciones del catálogo de prestaciones públicas (inexistente en Cataluña y en España).
¿Cómo se explica que ninguna de estas posibilidades forme parte del debate político y en cambio se consiga alarmar a la población con la difusión de informaciones distorsionadas o falsas como que en Cataluña la desnutrición infantil es un problema de salud pública? ¿Por qué no se explica la verdad de las listas de espera? ¿Cómo puede ser que a partir de cómo se trata la situación de espera para 14 procedimientos concretos -del tipo circuncisión por fimosis, varices, amigdalotomías, juanetes…-, se genere un clima en el que se pueda pensar que se deja morir a la gente sin prestarle atención?
No hay sistema sanitario que no comporte algún tipo de peaje. Los sistemas sanitarios públicos, de acceso universal y gratuitos en el punto de consumo, implican listas de espera como los privados implican discriminación de quien no puede pagar.
En el caso de los públicos, gratuitos y universales, si encima crecen los gastos, se recortan los ingresos y se persiste en no querer analizar ningún tipo de reforma estructural como las apuntadas por la OMS, lo que se está haciendo es apostar por un sistema con listas de espera tendentes al infinito y por un sistema tendente a la quiebra. Un caldo de cultivo excelente para la privatización en formato entre desordenado y salvaje.
Abans de tot, vull felicitar a l’autor, tant pel blog, que és excel·lent, com especialment per aquest post, que és d’allo més oportú, en uns moments en els que la temptació de caure de nou en “fugides d’estudi” i negar la realitat de ben segur que començará a prendre força. Correm un cert risc que el cicle electoral llarg que tot just acaba de començar, unit al pànic dels partits tradicionals a perdre encara més suport en favor de les noves alternatives que han emergit, portin als nostres responsables polítics a irresponsabilitats que no ens podríem permetre en absolut. I aquest risc és més elevat del que sembla, atès què la majoria de les irresponsabilitats a les que em refereixo es cometrien principalment per passiva, és a dir, amb la mera absència de reformes.
Tan sols vull suggerir un camp de treball més a afegir a les quatre possibilitats que proposa la OMS: el combat a l’envelliment, i a les seves conseqüències en termes de malalties cròniques. Aquestes són evidentment guerres perdudes, però això no vol dir que les seves conseqüències negatives no es puguin mitigar, o endarrerir.
En relació a l’envelliment, és l’hora (fem tard, de fet) de pensar en reformes de veritable impacte i a tots els nivells imaginables per combatre l’envelliment. S’hauria de parlar de tot. Per posar dos exemples: primer, en comptes de carregar contra l’avortament ens hauríem de dedicar a promocionar de veritat la reproducció assistida, i segon, hauríem d’adoptar una mirada oberta envers la immigració (en pocs camps la solidaritat ens convé tant de forma egoista). Necessitem canvis fiscals, laborals, i de qualsevol tipus, tots amb l’objectiu de reduir el ritme del nostre declivi demogràfic. Ens hi va el creixement a llarg termini del país. Necessitem un pla de xoc integral.
I pel que fa a la salut de les persones, hem de ransformar amb veritable decisió el nostre sistema cap a un d’integrat social i sanitari, amb visió poblacional, de salut pública, posant al davant d’ell l’èmfasi en la prevenció i la promoció dels hàbits saludables, i sobre tot en l’assumpció de responsabilitats envers la pròpia salut per part de les persones. AIxò vol decisió, per què estem en realitat parlant de tocar interessos molt sòlidament establerts durant molts anys.
Coincideixo plenament amb l’autor en què, o duem a terme les reformes nosaltres, o la realitat les farà per si sola.