pensador-rodin[1]La inspiración es un impulso creativo sin límites que nos permite crear, mejor o peor, e imaginar las cosas más extraordinarias, algunas interesantes otras menos. Pero como muy bien dijo Picasso, “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. O como dice una amiga mía periodista, escribir es como hacer gimnasia. Tienes que entrenar a menudo, tienes que escribir cada día un rato aunque pienses que no tienes nada que decir. En definitiva, hace falta tiempo y esfuerzo y, al menos en mi caso, tiempo para leer. Para escribir, necesito leer, pensar, correlacionar y hacer muchos esbozos antes de publicar o colgar en la red.

Continúo sintiéndome estimulado para explicar cómo veo y cómo siento el mundo y a los humanos. Deseo poder hacerlo con libertad, con un estilo directo, hablando claro y con poca o ninguna preocupación por si tengo que dejar de ser “políticamente correcto”, que no significa poco respetuoso.

Confieso que en este mundo extraño que evoluciona no se sabe muy bien hacia dónde, hay momentos en los que abrir tu pensamiento y tus sentimientos a través de un blog, infunde respeto. Esto no me ha llevado nunca a esconder mis convicciones que, de hecho y simplificando en función de lo que me mueve a escribir ahora, se pueden resumir en una: creo en la duda como valor e instrumento imprescindible para crecer. En más de un post, practicando este ejercicio arriesgado de “desnudarse en público”, me he definido como creyente descreído o como creyente que quisiera tener una fe más sólida y menos voluntarista. Desde esta posición de “humano fungible y efímero”, siempre pido a Dios que me ayude a no dejar de dudar nunca.

Definirse, actuar con firmeza y convicción, no es incompatible con mantener una actitud vital íntima de duda, no es incompatible con dudar, con cuestionarse y plantearse todo tipo de preguntas. Un padre, en ciertos momentos, tiene que mostrarse firme con sus hijos. El General que está a punto de emprender el ataque decisivo, en ese momento, no puede dudar. El político que debe ayudar a cohesionar una sociedad en un momento crítico, tiene que mostrarse seguro. Lo que no se puede es mentir, actuar de forma deshonesta o que el ejercicio de varios roles (de padre, de general, de político o de lo que sea) conduzca a olvidar la propia esencia. Actuar con convicción no debería significar confundir el yo verdadero con el rol que se ejerce. Mantenerse firme en las convicciones resultado de muchas dudas e inductoras de nuevos dilemas, no es sinónimo de actuar como si se poseyera la verdad absoluta, ni de ignorar y respetar las posiciones y puntos de vista de los otros y de no revisar los propios. Evolucionar implica todo esto: capacidad de decidir y actuar con firmeza, de dudar y de aprender de los errores y de respetar y considerar las opiniones y sentimientos de los demás.

¡Cuidado! No confundir con el relativismo moral: dudar para avanzar no significa estar instalado en la duda permanente y dado que “todo es o puede ser relativo”, promover el “todo vale” en base a no discernir ni decidir nunca nada. Dudar, en definitiva, aporta un menú de opciones a partir del cual hay que decidir, con la posibilidad de equivocarse, de corregir, de seguir dudando y de ir avanzando.

Los tiempos no están ni para pontificar, ni para no hacer nada. Suceden cosas, no siempre fáciles de interpretar y me apetece compartir dudas y convicciones, a partir de fragmentos dispersos que son un reflejo del mundo en que vivimos.

Los oportunistas y los vendedores de humo proliferan entre los políticos y también al lado -o camuflados dentro- de los movimientos sociales nuevos que crecen de abajo arriba (Asamblea Nacional Catalana, Plataforma por la Hipoteca, movimiento de los indignados…). Alguno de ellos como Podemos –o según parece una iniciativa alrededor de Ada Colau en Barcelona- intentan convertirse en proyectos políticos alternativos a los partidos tradicionales y ocupar las inabarcables y crecientes extensiones de terreno yermo que éstos dejan. De momento la experiencia demuestra que quienes los han precedido, cuando acceden a espacios de poder, quizás sin darse cuenta, van entrando en el sistema que quieren sustituir por otro alternativo, que, hoy por hoy, no parece estar articulado. ¡Qué lejos queda aquella imagen de Albert Rivera apareciendo desnudo en los carteles electorales! ¡Cómo se va matizando la fisionomía de la CUP, a pesar de las medidas adoptadas para evitar mimetizarse inconscientemente con el sistema, de manera parecida a como le pasa a Woody Allen en Zelig! Por suerte, de momento, no se aproxima ni de lejos al esperpento perpetrado en Italia por Beppe Grillo.

Mientras tanto, los partidos clásicos, o bien siguen vegetando y haciendo ver como si no pasara nada o bien, sin salir del “sistema”, flirtean con aquellos que lo quieren hacer desaparecer y como muchos de los que todavía vamos a votar, se pasean -nos paseamos- con “una pinza en la nariz” para no oler el tufo. El PP y el PSOE han perdido entre los dos, en España, en las pasadas elecciones europeas 5 millones de votos. Pero instalados como están todavía 30 años después, en la beatificación del espíritu de la transición, o no reaccionan o -caso del PSOE- apuestan por cambiar personas sin que de momento quede claro que más allá de estas nuevas personas, seguramente cargadas de buenas intenciones, deba cambiar gran cosa.

Explicaba en un post reciente cómo la peor versión del capitalismo globalizado ha ganado la partida a la democracia territorializada en Estados-nación. Cómo la concentración del capital mundial en pocas manos ha sido posible, entre otras, por la cooptación llevada a cabo por el poder financiero sobre el establishment político convencional. De aquí la aparición de los movimientos antisistema con o sin evolución hacia el formato de partido político. Personalmente los sigo con curiosidad e interés y procurando no perder la capacidad crítica ni de sorpresa (sensibilidad). Me preocupa tanto la reciente sentencia absolutoria en relación al acoso en el Parlament de Catalunya en el año 2011, como el uso que hace el PP de su mayoría absoluta para modificar leyes como la del aborto, la de educación o la de seguridad ciudadana o para proponer modelos de privatización como el de AENA que, además de atentar contra la competencia (sana), generan muchas dudas sobre qué intereses se están defendiendo en realidad.

En esta selva en la que todo el mundo sobrevive como puede, despiertan también mi atención las “terceras vías”. La protagonizada por algunos catalanes -líderes del mundo financiero, ciertas patronales, profesionales y empresarios, algunos Media, Unió Democrática, lo que queda del PSC, y en menor medida una parte del electorado convergente…-, ya sea por convicción o por defender intereses económicos. Viendo que si no se revierte la tendencia a sustituir la autonomía política catalana por el neocolonialismo español, el resultado puede ser la independencia de Cataluña de España, intentan desesperadamente encontrar algún interlocutor entre el establishment madrileño con un éxito entre escaso y nulo.

Pero me interesan más otras terceras vías. Por ejemplo la que hay entre Karl Marx y Adam Smith. Me gusta la apuesta que hace Víctor Lapuente por lo que denomina “bisexualidad política”, que consiste en aprovechar lo mejor que tiene la derecha, la desregulación, y lo mejor que aporta la izquierda, la redistribución más equitativa de la riqueza. Demuestra que presentar estas opciones -que podemos resumir hablando de mercado y de Estado del Bienestar- como mutuamente excluyentes, es una dicotomía falsa y que el dilema derecha-izquierda lejos de permitir resolver los verdaderos problemas derivados de la globalización de la economía, sólo sirve para alimentar el sistema de partidos tradicional y la confrontación política convencional.

Estas y otras muchas posibles pinceladas de la realidad pueden aportar inquietud en relación a la naturaleza humana. Pero afortunadamente la bondad humana sigue existiendo aunque no genere muchos titulares y parezca vivir en la clandestinidad.

Podría referirme a muchas iniciativas, a muchas personas y a formas de proceder ejemplares. Pienso en empresarios que conozco, que existen, que creen en el valor social de la empresa. Que propugnan la industrialización o como mínimo el predominio de la economía productiva sobre la financiera. Que reinvierten porque creen en lo que hacen, todo ello los lleva a ser austeros cuando reparten beneficios, justos con las retribuciones de los profesionales y trabajadores, e inteligentes cuando otorgan incentivos para favorecer economía y sociedad.

Y pienso también en lo que decía al principio del post, en la cantidad creciente de personas que no han perdido -o han recuperado- la capacidad de expresar sinceramente sus creencias, sus dudas y sus angustias.

Más allá del riesgo de caer en el narcisismo o de exhibir groseramente la intimidad, son ejercicios de sinceridad que aportan valor añadido colectivo. El fracaso del comunismo de Marx y del capitalismo de Smith ha comportado un vacío post materialista y una infelicidad tan grande, que ha propiciado la aparición, el renacimiento, de la espiritualidad bajo formas diversas, religiosas y no religiosas. Soy incapaz de hacer una predicción sobre el futuro de la espiritualidad creciente, pero soy optimista en la medida que aproxima el alma interior al caos social externo. Incluso con los nuevos fenómenos sociales citados anteriormente -desde Podemos a la Asamblea Nacional Catalana, pasando por tantas iniciativas innovadoras conocidas y por conocer-, y con independencia del grado de adhesión que susciten, veo elementos de este tipo y me ayudan a renovar la confianza y la esperanza en el potencial de la limitada condición humana.

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