Es viernes 1 de abril. Llueve. Abril es un mes primaveral. Los campos y los jardines se llenan de flores, el día se alarga y la noche se acorta. Es la primavera que la sangre y la savia altera. Y aún me viene a la mente el dicho “en abril, aguas mil y todas caben en un barril”. Ya es eso, me ha tocado ir de un lado a otro y aunque no ha llovido a cántaros, he acabado calado y al llegar a casa me he tenido que cambiar.
Recuerdo la obra que fui a ver ayer, jueves, por la noche: “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”. Una comedia divertidísima, un monólogo de 90 minutos magníficamente interpretado por Jordi Díaz. Os lo recomiendo. Producto soft, entretenido e ideal para reir. Leí un día que la teoría tiende a limitar la libertad de la voluntad, mientras que la experiencia la amplía. Esta obra, planteada como una clase, donde el actor-monologuista es el profesor y el público los alumnos, a primera vista puede parecer una exposición teórica, pero tan infinitamente basada en la cotidianidad de la pareja, que los alumnos -el público- con los estallidos de risa de asentimiento, corroboran que la teoría en este caso amplía, abre puertas, a la realidad. De hecho, “el método pedagógico” que sigue es el método del caso o enseñanza a través de casos prácticos. Por tanto, de teoría poca. De realidad, mucha. Parece que hombres y mujeres estamos condenados a no entendernos. No queda claro que el punto medio sea alcanzable… Depende. ¿Y de qué depende? Depende…
A lo largo de mi vida he escrito mucho, pero nunca he llevado un diario ni, por ahora, tengo previsto hacerlo. Este es un ensayo de fin de semana que me parece será poco ortodoxo. Un juego.
Hablando de diarios pienso en “El quadern gris”, libro de Josep Pla que me encanta. También os lo recomiendo si no lo habéis leído.
Hay no obstante otro recuerdo más “inquietante” en relación al hecho de escribir diarios. He ido a buscar la referencia (prólogo de César Antonio Molina al libro “Cuadernos de Lanzarote I (1993-1995)” de José Saramago). Dice:
“Un diario es un ejercicio narcisístico, un ejercicio ‘exhibicionista’ que busca la presencia de los demás ahuyentando la soledad. Es una forma particular de autocomplacencia que asume el riesgo de falta de sinceridad”.
En “Les notes per una introducció a l’estudi de Josep Pla” del gran Joan Fuster, éste afirma:
“Josep Pla -como el mismo dice de Santigo Russinyol- siempre ha escrito ‘pensando en el lector’ (…). ‘Pensar en el lector’, para él, significa no convertir la escritura -la lectura- en un complot de aflicciones inútiles, por más ornamentales y preciosas que sean; significa, también, ser exacto en las palabras. Exacto o sugerente. (…) ‘Pensar en el lector’ quiere decir, según el criterio de Pla, aún más cosas: todas las que puedan contribuir a hacerse leer. I esta es la ‘trascendencia social’ -son términos suyos- que él se había propuesto conseguir”. ¡Y lo consiguió! Su obra es ingente y “El quadern gris”, un diario que enaltece la obra.
Volviendo al prólogo de César Antonio Molina, me gusta especialmente un fragmento que recoge del propio Saramago que, para mí, describe la magia que tiene el diario:
“Conducido por las circunstancias a vivir lejos, invisible de alguna manera ante los ojos de aquellos que se habituaron a verme y a encontrarme donde me veían, sentí (siempre empezamos por sentir, después pasamos al raciocinio) la necesidad de juntar a las señas que me identifican una cierta mirada sobre mí mismo. La mirada del espejo. Me atengo, por lo tanto, al riesgo de falta de sinceridad por buscar su contrario…”.
¿No os parece sensacional?
Deja entrever la posibilidad de reinventarse y ornamentar la realidad, que no quiere decir -siempre- falsearla. Al fin y al cabo, ¿qué es la realidad?
¿Recordáis la sentencia de las memorias de Gabriel García Márquez -que tantas veces cité en los 8 posts de la narración “Mundos superpuestos”, entre el 30 de enero y el 26 de febrero pasados-?: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. De hecho, el propio título del libro ya es bastante expresivo: “Vivir para contarla”.
Explicarse, narrar, describir, imaginar… También en un diario, ¿por qué no?
Si tuviera que explicar la cena que tuve el jueves por la noche a la salida del teatro -último día de marzo, día primaveral también- no explicaría la cena que tuve, sino la cena que recuerdo y cómo la recuerdo para explicarlo. Si esto fuera lo que pretendiera, que no es el caso.
Lo mismo me pasaría con la cena que tuve el primer día de abril. Como dice Saramago, siempre empezamos por sentir y después pasamos al raciocinio…
Michel de Montaigne nos advierte del riesgo de perder el sentido de la vida si, con la pretensión de analizarla mejor, nos alejamos demasiado de la realidad. Lo mismo diría yo de la felicidad. Dos cuestiones que determinan la existencia humana: el sentido de la vida y la búsqueda de la felicidad. Nos invita pues a vivir la vida, a pasar a la práctica con capacidad de aceptación de la realidad, sea ésta más o menos amable. Narrar -novelando un poco tal vez- la realidad en un diario, puede estar muy bien y aproximarnos al sentido de la vida.
Sábado, 2 de abril. Indudablemente primavera. Salgo de casa dispuesto a hacer algo que no me gusta nada y menos en sábado: ¡¡comprar ropa!! Siempre voy a la hora del almuerzo y a la tienda más cercana a casa que encuentro abierta al mediodía.
Aun no entiendo por qué -no voy nunca allí- entré en Zara. Me quedé estupefacto. ¡¡¡Qué locura!!! ¡Cuánta gente! Tuve la sensación de entender de golpe el negocio de Amancio Ortega. Y… sí, lo confieso -y no “desfiguro la realidad”- iba a comprar una cosa que no encontré y salí con tres que no tenía previsto comprar. Sí, sí, ya lo sé… Bobo, ingenuo, un accidente totalmente inhabitual en mí -lo prometo- de compra compulsiva. Consumidor al servicio de un capitalismo inhumano. Pecador a conciencia porque he analizado el fenómeno a menudo y conozco bien dónde está la trampa. Incoherente… ¡¡Perdooooón!!
Me llamó la atención la actitud de la vendedora: amable, simpática y con unos ojos felinos, de color azul-verde, penetrantes (Sí, ya sé. Algunos pensaréis que habéis entendido porque salí con tres cosas que no se correspondían con lo que fui a buscar. Pues no. Ya las llevaba en la mano cuando le fui a preguntar sobre una pieza escogida). Las primeras veces que fui a Estados Unidos o a Canadá, me sorprendía que sólo poner el pie en una tienda oía “May I help you?” o bien “Est-ce que je peux vous aider?”. Y si decías que sí, aquel chico o chica se abalanzaban -eso sí, muy amablemente, pero intensivamente- sobre ti para intentar venderte algo y, a menudo, que quedaras contento con el trato. Tenían comisión por volumen de venta. Pues lo mismo me pasó con la vendedora de Zara. ¿Benchmarking norteamericano? Tal vez.
La cola para pagar era inacabable. Tres cajeras que no daban abasto. Finalmente me aproximo a una de ellas cuando me toca y en cuanto llego me mira y con acento extranjero, me dice:
-Si pudiera volver atrás…
-Un poco difícil (contesto yo y añado)
-¿Qué cambiarías?
-Todo, absolutamente todo. La escuela a la que fui…
-Bueno, puedes cambiar a partir de ahora, ¿no?
-¡Ufff..!
-¿De qué país eres?
-De Bulgaria.
-¿Cuánto tiempo hace que estás aquí?
-Diez años…
-Bueno… suerte. Hasta otra.
-Gracias. Igualmente. Adiós.
Ella y la dependienta son las dos únicas personas con las que he hablado esta mañana de sábado. Como en casa, tengo dos conversaciones telefónicas y cae en mis manos un artículo que me hace pensar en una frase del escritor mozambiqueño Mia Couto (nacido el mismo día que yo, pero tres años antes):
“La realidad es peligrosa, la naturaleza es traicionera y la humanidad es imprevisible”.
Del artículo que leo, destaco la frase siguiente:
“Ya a principios de la década del 2000, Frederick Buell advertía en su libro “From Apocalypse to Way of Life” de que hablar de una crisis medioambiental era resumir demasiado las cosas. Buell elaboraba una lista que debería incluir cuando menos una crisis de energía y recursos; una crisis de residuos; una crisis de espacio abierto; una crisis de humedades; una crisis de producción alimentaria; una crisis de diversidad de cultivos; una crisis forestal; una crisis de suelos cultivables; una crisis oceánica; una crisis de agua potable; una crisis de biodiversidad; una crisis de lluvia ácida; una crisis del agujero de la capa de ozono; una crisis de calentamiento global; una crisis de toxicidad del medio ambiente; una crisis de enfermedades globales; una crisis de superpoblación; una crisis de crecimiento o desarrollo. Muchas de estas crisis, subrayaba Buell, son a su vez plurales. Desde entonces, todos los problemas enumerados por Buell no han hecho sino crecer. Las peores previsiones se han cumplido con creces y ya hay en el planeta muchos más humanos de los que los estudios de los ochenta y los novena afirmaban que el ecosistema sería capaz de suportar”.
En verano ya me refería en un post a la encíclica del Papa Francisco Laudato SI. Va en la misma línea: es necesario repensar a fondo el modelo capitalista, no sólo de producción, sino de sociedad, todo lo que comporta, y disminuir las desigualdades si queremos salvar la casa común, el planeta.
Ante los hechos descritos, hay quien reacciona diciendo que la política es una de las pocas vías que los ciudadanos tienen para hacerse oír.
No obstante, según José Luis Pardo (Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid): “Vivimos en un tiempo en el cual la moral (convertida en ‘estilos de vida’ o ‘identidades’) parece estrangular las pocas arterias que los mercados financieros le dejan libre a la acción política”.
Podríamos hablar de educación y de formación, de sensibilización social y económica, de sentido de lo que es común, de compromiso colectivo, de espiritualidad, de la fe y el compromiso religioso. O recordar simplemente lo que dijo Steve Jobs: “Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo que toca”. Esto vale para todos: políticos y monstruos de las finanzas, pero también para todos y cada uno de los habitantes del planeta.
Y es que la humanidad, al margen de imprevisible, mayoritariamente parece haber entrado en una dinámica autodestructiva difícil de comprender. Los intereses por no reformar el desenfreno capitalista explican buena parte del problema. Pero sería reduccionista no apelar a la responsabilidad individual, a menudo acomodada con un tercer culpable: el capitalismo salvaje, que lo es, pero que no lo explica todo.
El mismo sábado, Carles Capdevila, que hace unos meses hizo público que tiene cáncer, se preguntaba retóricamente cómo puede ser que la gente no adopte hábitos de vida más saludables o bien “¿cómo se come que seamos la generación más preocupada por la felicidad y la realización personal, y nos juguemos la vida escribiendo WhatsApps al volante, olvidando el cinturón, dejando de lado cosas tan obvias como comer fruta, subir escaleras o caminar?”.
¡La generación más preocupada por la felicidad y la realización personal, la misma que se carga el planeta y en gran parte la convivencia sana y pacífica!
Pienso en cuál es mi actitud personal ante este panorama. La vida asociativa -no exenta de las miserias humanas- es sin duda fundamental. Pero mi opción hoy -no así durante muchos años de mi vida- es más personal que de acción colectiva. Confío en que escribir aporte algún valor y por lo que respecta al resto, intento mejorar la calidad de las relaciones personales, en el trabajo, en todas partes. Con la familia y los amigos por supuesto y con un montón de gente que, no sabes cómo, llama a la puerta para cosas diversas, intento hacer las cosas lo mejor que sé dentro de mi radio de acción. Sigo creyendo que se puede contribuir a recuperar la bondad del ser humano, con trabajo individual.
Bueno, acabo el sábado en el Camp Nou. Al margen del homenaje a Cruyff, el resto… sin comentarios.
Me paso el domingo en casa. Hojeo el periódico, aunque hace ya tiempo que no sigo las noticias. Nunca veo televisión (al margen de los partidos del Barça o de grandes partidos de fútbol), leo algún artículo de opinión y a ratos escucho -poco- la radio. Leo y escribo, mientras normalmente escucho música…
De todas maneras, a menos que te aísles en los confines del mundo, sin acceso a la tecnología, te acabas enterando de lo que pasa. Europa está en crisis: recortes con Grecia como máximo chivo expiatorio, el Brexit, el drama de los refugiados sirios, la incapacidad de luchar contra las verdaderas causas -las reales- del terrorismo yihadista con la aparición de movimientos fascistas y de extrema derecha… En España, ningún político me merece confianza, ni los de la vieja política, incapacitados para regenerarse, ni los de la nueva, movidos excesivamente por el odio vehiculado con gran teatralidad y esnobismo. En Cataluña… la gestión de la realidad marca la diferencia entre los independentistas que gobiernan y los que no y parece ser que la sensación de fragilidad del acuerdo parlamentario que hizo posible el gobierno aumenta… ¿Hablamos de Donald Trump por cambiar de continente?
A casi todos los percibo muy lejos de lo que es esencial para los seres humanos… Lejos de ellos mismos, de su esencia. Como haciendo de actores. Interpretando un juego de rol. Desconectados del alma humana. Y considero que los de la “nueva política” mimetizan a velocidad supersónica estas actitudes.
Por la tarde hago algo excepcional: me bajo (¡legalmente!) “Truman”. Está bien… También os la recomiendo.
Escribo este post y para acabarlo recupero la frase de mi amigo Joaquín Tamames con la que acababa un libro que publiqué en 2009:
“Los tiempos que nos tocan vivir son de crisis y traumas, pero son relativamente benignos si se comparan con el horror planetario de otras épocas, como la II Guerra Mundial, por poner un ejemplo.
Pero son también tiempos de esperanza, en los que millones y millones de personas de buena voluntad luchan por un mundo mejor y son cada vez más conscientes de que el apego, el egoísmo y la violencia -que no necesariamente es física, sino que puede ser verbal o incluso de pensamiento-, son un camino seguro al desastre”.
¿Demasiado naïve? Os molesta la fórmula “final feliz”..? ¿Qué queréis que os diga? Me lo creo y en cualquier caso, este ha sido uno -sólo uno- de los posibles diarios de un fin de semana de primavera, en el que murió Maldini (q.e.p.d). No Paolo Maldini, estrella del Milán y de la “Squadra Azzurra”. Murió su padre, Cesare Maldini, también estrella del Milán y de la selección italiana.
Buenas noches…
Josep Maria,
Jo tampoc he escrit mai en un diari, però no cauria en la generalització de dir que “Un diario es un ejercicio narcisístico, un ejercicio “exhibicionista”.
Considero una certa introspecció com a absolutament necessària per a la recerca de sentit del que vivim, experimentem, aprenem … Hi ha reinterpretació? Per suposat, però se li pot extreure el prefixe i deixar-ho en “interpretació”, acció necessària per descodificar qualsevol llenguatge i , per suposat, per donar significació al que, de no ser desxifrat, podria esdevenir una sèrie d’esdeveniments únicament entrelligats per la cronologia o per altre element extern. Estem molt aprop del que tu anomenes sovint “sentit de la vida”.
Gràcies Guillermo. Ho veiem igual. Vaig incloure les referències al narcisisme o a l’exhibicionisme, perquè em va semblar pertinent fer referència a aquest risc. Igual amb el fet d’eventualment faltar a la veritat que, pot ser perfectament, simplement, la interpretació sincera de la realitat per part de l’autor.
Ostres.. quin post més extens…
Bé dir-te que m’apunto la recomació del llibre del Pla. De fet ahir vaig tornar a la biblio el que he acabat i demanaré aquest.
I ara deixo caure la meva… No estic d’acord amb la definició de Saramago sobre el diari personal… no és un exercici narcisístic, dependrà si ho fas public o no. Un diari pot ser quelcom terapeutic, un lloc a on canalitzar emocions i sensacions, i no tens perquè escampar-ho.
Tema compres al ZARA !!!!! ja ja ja ja… has pecat, però quina descripció més bonica dels ulls de la venedora eh !!! i per últim m’agrada quan dius que intentes millorar el món, el teu entorn,les relacions personals a través de l’escriptura, això està molt bé.. però caldrà alguna cosa més.. Acompanyar físicament en certs processos, dedicar-hi temps als que et necessiten, i sobre tot com va dir Joan Maragall
Esforça’t en el teu quefer
com si de cada detall que penses,
de cada paraula que dius,
de cada peça que poses,
de cada cop de martell que dones,
en depengués la salvació de la humanitat.
Perquè en depèn, creu-me.
Gràcies Present. Coincideixes amb l’autor del comentari anterior en la discrepància, no amb el que diu Saramago, sino amb el que diu qui fa el pròleg, César Antonio Molina.
Crec que un diari pot servir pel que dius i per altres coses. Simplement la visió de la realitat de qui escriu en el moment que escriu…