Me disponía a ir a comer con unos amigos y, como hago a menudo al salir de casa, recogí un periódico viejo para tirarlo.
Al cogerlo vi un artículo de Narcís Comadira titulado “Tristeza, incertidumbre y orgullo”.
Me lo miré. No me lo había leído. Hablando del 1 de octubre y de la acción policial decía…
“(…) Y cuando vi lo que decían de todo ello los medios estatales, me reafirmé una vez más en que con este Estado corrupto, vengativo, brutal, sanguinario y mentiroso no se pueden tener tratos. La gente que votábamos éramos de otro tipo, y esta gente, el pueblo catalán, que incluye a todo aquel que quiera pertenecer, teníamos derecho a vivir nuestra vida, individualmente y como pueblo, de otra manera (…)”.
Mientras escribo escucho que el ministro de Asuntos Exteriores español Alfonso Dastis, niega en la BBC la brutalidad de la acción policial, justificándola por desarrollarse bajo el amparo judicial y afirmando -ante la incredulidad del periodista británico que le entrevista- que muchas de las imágenes difundidas en todo el mundo eran falsas. Me pregunto si él se ha llegado a creer que lo eran… Me pregunto si de verdad cree que la prensa internacional en general y la BBC en particular son como la prensa española que, a base de mentir, se acaba creyendo sus propias mentiras.
El ruido de los helicópteros de la policía que hace días que no paran de sobrevolar la ciudad contribuye a conformar la nueva realidad. Como el de las cacerolas repicadas por gente triste, indignada, herida en su dignidad, humillada o enfurecida, que de todo hay. Sentimientos que afectan a muchas personas según el momento, según el día.
En la radio una señora mayor se queja de que Fernández Díaz no esté en la cárcel y los “Jordis” sí.
Escuchar la mención a Fernández Díaz, me hace pensar en cuando dijo que la ruptura de la convivencia en Cataluña hacía que las familias no pudieran reunirse pacífica y felizmente en Navidad. Cuando lo dijo mentía. Ahora, sin embargo, esto está pasando.
A mí me ha pasado. Con amigos contrarios a la independencia de Cataluña y con amigos favorables. Y admito que mi estado de ánimo en determinados momentos, ha influido. Cuando crees sinceramente que una posición es totalitaria, tienes que hacer esfuerzos para escuchar los argumentos de quien la sostiene y, sobre todo, los que provienen de posiciones pretendidamente equidistantes. Entre estos los hay de verdad y otros que no lo son pese a afirmarlo. Entre estos últimos están los que saben que no lo son -equidistantes- pero hacen ver que lo son y los que no lo son pero no lo saben. Recibí el mensaje de una amiga de este último grupo mencionado, enviado con toda la mejor intención. Un mensaje que hacía un llamamiento a la paz y a la concordia. Al amor entre los humanos. Pero incluía el siguiente párrafo que, para mí, rompía todo el sentido y situaba a quien lo enviaba en uno de los dos bandos que denunciaba, aunque quien redactó el manifiesto -no lo hizo mi amiga- simulaba hablar desde la neutralidad:
“Estamos asistiendo con asombro y estupor, a la situación de tensión y conflicto creada por unos políticos, y no logramos entender cómo se ha podido llegar a esto, a esta lucha de egos por querer tener la razón, a esta falta de diálogo, al enfrentamiento, a la manipulación”.
Gente que se ha creído que lo que ocurre es una obsesión de cuatro políticos y que ignora que detrás hay millones de personas que reclaman libertad de expresión y poder votar. Gente que, en el caso que me ocupa, de buena fe, ignoran que de hecho es muy sencillo entender el porqué de la falta de diálogo. Tan sencillo como que una de las dos partes se niega a dialogar aunque la otra hace años y años que se lo pide.
Mi reacción -que no era contra esta persona en concreto- no fue la adecuada y al cabo de unos días le pedí disculpas.
Sí, la situación se crispa por momentos y, francamente, es una lástima.
Llegué al restaurante unos minutos antes de la hora convenida. Mis amigos habían elegido un buen restaurante. Tras pedir si nos podían cambiar las cartas que nos dieron en castellano por unas en catalán, hicimos el pedido y disfrutamos de la comida. Y sobre todo de un momento de aislamiento relativo del clima permanente de debate sobre el proceso, con toda la tensión que lleva asociada.
Más allá del inevitable comentario sobre la actualidad política (no hacía ni una hora que Rajoy había anunciado el 155 y faltaban algo más de dos para el inicio de la manifestación por la libertad de los presos políticos), disfruté de las ventajas de tener amigos cultos, sabios y respetuosos.
Uno de los presentes, escritor y poeta impregnado de un gran sentido de la estética y el buen gusto. Otro, miembro de la Real Academia de Bellas Artes, buen escritor, buen orador y, como el primero, dotado de una extrema sensibilidad. Oírlos hablar resultó un bálsamo en medio de tanta crispación.
Entre los comensales, altos directivos de empresas que en los últimos días han protagonizado titulares de periódicos por haberse trasladado fuera de Cataluña. Contentos de poder desahogarse, después de pasarse las semanas contenidos en un ambiente más bien hostil con el independentismo.
Las redes sociales seguían ardiendo. Hace días que están que arden.
El restaurante estaba a tres travesías del Paseo de Gracia, ocupado de nuevo por medio millón de manifestantes con estelades, pancartas en favor de la libertad en general y de la de los “Jordis” en particular, y otras varias reclamando democracia, libertad, independencia… Inevitable recordar la tríada “amnistía, libertad y Estatuto de Autonomía”, lema de las manifestaciones de… ¡¡¡hace 40 años!!! Justo antes de que se iniciara el régimen del 78, que ahora, definitivamente, es un cadáver putrefacto. Quizás el 155 acabará siendo el símbolo del final del régimen del 78. Quizás los excesos que estamos viviendo darán paso definitivamente a un sistema verdaderamente democrático. Ojalá… Pero confío muy poco en España en este sentido. Su esencia ancestral tiene poco que ver con la democracia y el respeto por la libertad.
Aunque muchos sinceramente no nos entiendan, aunque muchos crean firmemente que España es una democracia consolidada e incluso duden de la sinceridad de los que estamos convencidos de que es una democracia de bajísima calidad que, de momento, empeora día tras día; muchos no podemos evitar sentir que las últimas semanas nos han evocado el final del franquismo. Y, claro… en este clima, la convivencia se complica y hay que hacer un esfuerzo.
Yo soy de los convencidos de que prácticamente no hay nadie que no se sienta parte del lado unionista o del independentista. Ser políticamente correcto obligaría imperativamente a no hablar de bandos. Pero desgraciadamente -y subrayo que es una verdadera desgracia-, existen. Evidentemente, del mismo modo que en cualquier encuesta están los “no sabe/no contesta”, hay gente para todo. Pero los “no alineados” son los menos, aunque muchos se esfuercen en hacer ver que lo son. Esto complica aún más las cosas.
Personalmente, además de pedir disculpas a la amiga unionista que me envió el manifiesto, he hecho lo mismo con una persona independentista, también enojada por discrepancias. ¡Estamos llegando al extremo de que las disputas se producen dentro de cada uno de los bandos por discrepancias en la estrategia o la táctica a seguir! 155 duro versus blando o DUI versus elecciones, por ejemplo…
Hoy una persona, creo que psicóloga, decía que incluso personas prudentes que intentan tantear el terreno comenzando la conversación con una fórmula tipo “qué lío, ¿eh?”, no se dan cuenta de que la tensión es tan alta que la simple palabra “lío”, ya puede provocar a según qué interlocutor la sensación de tibieza punible por parte de quien la pronuncia. “¿Lío? Aquí el único lío es que hay quien confunde democracia con legalidad y no duda en manipular la Justicia para alcanzar sus objetivos”. O bien, “Lío, lo que pasa es que una minoría pretende imponer una decisión a todo un pueblo, pasándose la legalidad por el forro”… Hay para todos los gustos.
Estos días estoy organizando una cena con los compañeros de la escuela, de nuestra escuela de cuando éramos pequeños. Las intervenciones en el chat que compartimos, han hecho estragos y unos cuantos -demasiados- se han dado de baja. Vamos a intentar acercar posiciones a pesar de que el ambiente se enrarece cada día más.
Veo en la TV a alguien del Sindicato Unificado de Policía quejarse de las condiciones en las que -según dice- malviven los policías del Piolín y los otros barcos. Pienso que mejor que no los dejen ir a repartir leña, ya que vivir en estas condiciones debe crispar…
Veo a los directores de los Media públicos catalanes pidiendo respeto por su autonomía profesional.
Recuerdo cada día las imágenes de buena gente herida por la policía cuando querían votar el día 1.
No entiendo que la gente esperara algo más de lo que está dando de sí, por ahora, la Unión Europea. ¿Cómo queréis que unos Estados insensibles al drama de los refugiados sirios discuta con un socio, España, por “cuatro catalanes que quieren la independencia”? Como mucho les puede parecer de “mal gusto” que en su propio territorio y tan cerca los saquen de su zona de confort. Intervendrán cuando -y esto no es descartable cuando Cataluña supone el 20% del PIB estatal- eventuales revueltas, previsibles o no, perjudiquen a las economías catalana y española. La UE se puede permitir que Grecia se derrumbe y hacerlo con indiferencia, aunque formalmente simulen estar preocupados. Pero con España no se lo pueden permitir. ¡El pastel es demasiado grande y de rebote les crearía graves problemas a ellos!
Cuando escucho el éxito apabullante del artículo “10 consejos para cuidarse en tiempos de conflicto” me digo a mí mismo que, sí o sí, tengo que volver a la tranquilidad perdida. No renuncio a nada, que quede claro. Pero ya hacía tiempo que no escuchaba noticias ni leía periódicos. Me propongo ir volviendo a mi estado de distanciamiento de la maldita actualidad. Apagar el ruido externo para recuperar el silencio interior. Volver a leer, volver a escribir, dosificar las conversaciones sobre el tema…
Acabo con un WhatsApp recibido hoy, como colofón de un largo intercambio con una persona que no piensa como yo:
“Sí, con mucha gente como tú y como yo, todo esto no sería ninguna pega. No solo por el respeto y la capacidad de ponerse en el lugar del otro, sino y sobre todo por la convicción común de que las cosas se aclaran hablando desde la honestidad y la generosidad, actuando sin prisa pero sin pausa hasta que todo el mundo pueda encontrar su lugar…”.
Pues eso, y… por lo tanto, de nuevo disculpas a las dos o tres personas con las que en algún mal momento he perdido este espíritu, y ellas han sufrido las consecuencias.
Gràcies Josep María per tornar a escriure.
Gràcies per definir l’estat d’ànim generalitzat. No podem ser neutrals, però també hem de trobar l’espai per conservar la calma interior.
“Si ets neutrals en situacions d’injustícia, has triat el costat de l’opressor”
Desmond Tutu
Gràcies pel comentari Montse!
Josep Maria,
Sembla que compartim alguna experiència semblant…
Potser als teus companys d’escola els agradaria llegir aquest text…?
Potser sí¡ Hauré d’enviar-los-hi el post…