Escribir es una excelente manera de ejercer la libertad. Ante la duda aclaro que estoy pensando en la literatura, la novela, el ensayo, la poesía… En definitiva, en el arte como resultado de la escritura.
En otras ocasiones ya me he referido a la relación que se establece entre el escritor y su obra, al hecho de que en el acto de escribir algo del autor se desliza delicadamente hasta quedar incluido en lo que escribe. Aunque alguien tratase de evitarlo intentando construir un relato totalmente ajeno a su propia realidad, como podría ser el caso de una novela de ficción, difícilmente lo conseguiría.
En un post anterior aludí al comentario que me hizo una persona que además de leerme me conoce, manifestándome su curiosidad e intriga por si algo que había escrito en tercera persona, en realidad escondía un relato autobiográfico. No tengo la menor duda sobre el hecho de que cualquiera que conociendo a García Márquez leyó “Cien años de soledad¨, reconoció a Gabo en su obra de arte.
Cuando la magia hace que algún estímulo externo o interno, o un estímulo interno súbitamente activado por algo externo, impulsan a una persona hacia un teclado o hacia una pluma y una hoja de papel y las manos o la mano empiezan a escribir como si de un apéndice del cerebro o del alma se tratase; en ese momento hay una parte de quien escribe que se infiltra desde lo más íntimo de sí mismo hasta el papel o la pantalla. Escribir y ofrecer lo que se escribe al mundo, siempre es una forma de mostrarse, de desnudarse. Puede llegar a ser una forma de exhibicionismo.
De igual forma que, sin pretenderlo, alguna cosa de ti mismo queda en lo que escribes, en el momento en el que algo o alguien te impulsa hacia el género biográfico, en especial autobiográfico, lo que relatas puede reflejar mucho, bastante o bien poco el personaje -tú mismo u otro- al que te refieres.
Biografías, autobiografías, diarios personales, libros de memorias, confesiones, diálogos consigo mismo o con otro sobre la propia vida, la vida compartida o el día a día…. No me arriesgo a afirmar que tras cada escritor se esconde un “Narciso”. Pero aceptando una cierta dosis variable de narcisismo en el arte en general y especialmente en el trabajo literario, cuando el sujeto sobre el que se escribe es uno mismo, el peso del “yo” puede conducir a deformaciones tan desmesuradas como magníficas -también mediocres, por supuesto- hablando en términos de resultados literarios. ¿Cómo hacer para no confundir lo que uno explica sobre sí mismo y sus vivencias con la ficción? ¿Por qué hacerlo en definitiva? Pueden darse muchas razones. Sin embargo…
Consideremos por un instante a una persona como si de un libro abierto se tratase, como una biografía que se nos muestra y que la “podemos leer” a través de la convivencia, la observación, compartiendo el día a día. Pensad por un instante en un ser querido, vuestra pareja por ejemplo o vuestro hijo. ¿Lo conocéis? Supongo que diréis que sí. Pero permitidme que insista: ¿lo conocéis? Si profundizáis un poco, ¿lo seguís teniendo igual de claro? Sí, ya lo sé. Después de 30 años de convivencia tenéis motivos para pensar que los conocéis. Sin embargo… Reflexionad un momento -si os apetece, claro-. Tal vez os sorprenderéis. A lo mejor ni siquiera la persona que convive con vosotros está en condiciones de afirmar que se conoce bien a sí misma. A continuación imaginad que un día decide escribir una biografía, o un diario, o unas memorias… ¿Qué os parece?
No soy experto en psicología ni en comportamiento humano, pero tiendo a pensar que primero sentimos y después elaboramos un constructo racional para explicarnos a nosotros mismos y a los demás cómo somos y/o por qué actuamos de tal o cual manera. La acción nos conduce a experimentar, a continuación a sentir y a partir de aquí a reelaborar la explicación que nos damos y que ofrecemos a los demás sobre nosotros mismos o sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Las creencias, los valores, las experiencias que vivimos moldean la personalidad. Todo ello en una suerte de círculo vicioso o virtuoso sentimiento/razón que elabora el sentimiento/sentimiento. Si nos fijamos en el proceso, en el círculo, justo en la fase de construcción racional y a continuación observamos los sentimientos subsiguientes, sin haber tenido la oportunidad de conocer los que la han precedido, podemos confundirnos y creer que lo que predomina es la elaboración racional. Pero, admitiendo la existencia de grados de variabilidad, creo que esto no es así. Tiendo a pensar -pido disculpas y solicito que me corrijan los expertos en la materia- que el punto de partida es el sentimiento.
En base a lo que sentimos, a las sensaciones experimentadas, a los estímulos que nos impactan, podemos construir una imagen, una explicación de nosotros mismos o de aquello que nos importa para el consumo propio y de cara a los demás. Si lo hacemos en formato literario, podemos tratar de modular aquello de nosotros mismos que se infiltra en el relato o si optamos por la biografía, estructurar la narración en la forma que consideremos más oportuna.
Sea como sea, explicar, construir historias a partir de lo que vivimos, lo que sentimos y pensamos, resulta extraordinario. Una forma maravillosa de expresar ideas y sentimientos, de compartirlos. Puede ser una manera de no estar solo o de vivir la soledad deseada, en compañía. Una actividad (aparentemente) generosa, que puede serlo si aporta valor a terceros, pero que desde la perspectiva de quien escribe puede resultar un puro ejercicio de egoísmo. Llegados a este punto surge la cuestión de si en realidad cualquier forma de altruismo es fruto del egoísmo, en la medida que quien lo practica no puede ser feliz ni sentirse realizado de otro modo.
Escribir puede tener apariencia de monólogo. Pero no lo es. Escribiendo se libera energía hacia el infinito. Y siento que a menudo, seguramente no siempre, hay retorno. Es como si se estableciera un diálogo con los lectores, con la peculiaridad de que no obtener respuesta forma parte de lo que puede considerarse correcto. En el caso de los blogs, la posibilidad de establecer diálogos resulta evidente. Pero más allá de este formato, incluso antes de que la tecnología ofreciera estas posibilidades interactivas, los autores, en especial los consagrados, recibían retorno y replicaban. Un libro podía constituir la respuesta a los comentarios recibidos a la obra anterior.
Alejarse del mundanal ruido para vivir y escribir, lejos de cualquier participación en proyectos colectivos, puede ser percibido como una posición cómoda que ha sido objeto de crítica no pocas veces. Todo es opinable. A mi modo de ver, escribir y divulgar lo que se escribe es una forma de actividad social colectiva. Incluso puede constituir una forma de activismo o cuanto menos una manera de alimentar a los activistas más fácilmente identificables.
En cualquier caso, la figura del intelectual, del pensador, de la persona que conserva toda la capacidad de emocionarse frente a la riqueza de la especie humana, que disfruta observándola, reflexionado sobre la misma, que no regatea esfuerzos para tratar de colaborar a que el mundo sea un lugar mejor; aunque esta figura pueda parecer que ha abandonado la trinchera, la considero de un valor inestimable. Y ello a pesar de que el escritor, el artista -por el hecho de que no lo visualizamos donde esperaríamos encontrarlo en función de lo que expresa, porque puede aparecer como poco implicado en la vida social- pueda aparentar falta de coherencia con su discurso, con su propio pensamiento. Sin embargo, cuando por alguna razón, el personaje aparece en la arena… más de uno siente incomodidad. Es como si de repente se presenta la persona a la que has criticado por no estar y te molesta su presencia.
Agradezco la generosidad de Lluís Llach dejándose ver en el ruedo político cuando ha creído que las circunstancias así lo exigían. Pero prefiero recordarlo componiendo, escribiendo e interpretando más que realizando este esfuerzo. Siento que sería mejor para todos nosotros -y se lo deseo a él- que pudiese volver cuanto antes a su ecosistema. Y no solo -que también- por lo que supondría en términos de normalización de una situación social, nacional muy, mucho y demasiado alterada.
Lamento profundamente la exposición excesiva y, para mí, a menudo desafortunada -y no lo digo por los últimos episodios sentimentales-, de Mario Vargas Llosa fuera del mundo que lo ha reconocido con el Premio Nobel. ¡Cómo le agradecería que se limitara a escribir novelas y continuase permitiéndonos disfrutar de su calidad literaria!
Es importante procurar mantener la coherencia entre lo que se siente y se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Pero sin olvidar que somos humanos y que siempre es más fácil exigir el cumplimiento de esta máxima a los demás que a uno mismo. Cuando se está lejos del día a día y solo se te puede juzgar por tu obra literaria o artística, este problema se difumina.
Cuando alguien abandona el limbo de la producción artística para adentrarse en los asuntos mundanos, corre el riesgo de ser juzgado con mayor severidad y de que se acabe cuestionando, en su integridad, la persona-artista que ha tomado la decisión de “salir del armario”, para pasar a tener protagonismo activo en aquella realidad que hasta entonces se había limitado a analizar, ensalzar, sublimar, tratar de mejorar desde la distancia. No deja de ser el problema de, por ejemplo, Pep Guardiola en relación (en este caso no a la literatura, pero sí) al deporte.
Un par de obviedades para terminar. Los humanos tenemos una capacidad infinita de sorprender y de sorprendernos. Y escribir, con todo lo que implica, es una maravilla, un placer, un ejercicio de plenitud, un regalo para el alma, una necesidad, un misterio excitante, un catalizador de la imaginación. Un gran obsequio para todos, para los emisores y para los receptores.
Josep Maria,
Totalment d’acord amb el que dius sobre el sentiment com a punt de partença de la construcció racional interpretativa, fins i tot en el que correspon a la presa de decisions. Tampoc soc expert en la matèria, però, pel que he llegit, crec que és així. I, ja que parles d’autobiografies, sembla que el que recordem de la nostra vida, la memòria del nostre passat, és una selecció d’esdeveniments esmenats, reinterpretats i estructurats per constituir un conjunt més o menys coherent del que potser no ho era tant. Ens agrada creure que no és així perquè necessitem aquest mite que ens explica com som i perquè. Un cop més la realitat (veritat) pura se’ns escapa…
Interessant l’apunt sobre les autobiogràfies Guillermo. Construccions literàries racionals.