Durante el pasado fin de semana llegaron a Barcelona 17 grandes cruceros que traían 64.000 turistas a la ciudad. No demasiado lejos de los muelles donde atracaron estos enormes barcos, en la línea de playa que va del lujoso Hotel Vela al lujoso Hotel Arts, se encuentra el Hospital del Mar y el barrio de La Barceloneta. Estamos hablando de un hospital puntero que la semana pasada, sin ir más lejos, ha sido noticia por situarse en la vanguardia mundial del tratamiento de la epilepsia.
Este glamour contrasta con el hospital y la realidad social del barrio de La Barceloneta. Una visita al servicio de urgencias permite comprobar rápidamente que no se halla en consonancia con el nivel de una ciudad que atrae a clientes de cruceros, del Vela y del Arts. Únicamente la altísima cualificación y profesionalidad de médicos, enfermeras y personal del hospital, permite salvar una situación que, en determinados momentos, no llega a ser indigna porque la actuación de estos profesionales lo remedia. La calidad de la atención que prestan, hace que los pacientes olviden las condiciones de los boxes de urgencias en los que deben ser atendidos.
Estos médicos, todos los profesionales y trabajadores, cada mañana cuando llegan al trabajo, ven una infraestructura de hormigón, unas obras paradas símbolo de una crisis que asoma con tozudez, entre cruceros y hoteles de lujo. El Govern de la Generalitat las detuvo el año 2010 sin que haya dado nunca una explicación oficial del porqué. Unas obras en las que se gastaron 42 millones de euros, y que mantenerlas y vigilarlas a la espera de que alguna de las administraciones responsables del hospital repare este sinsentido, cuesta 180.000 de euros anuales, a parte de una inversión de 52.000 euros realizada para garantizar la seguridad de la obra. Finalizar estas obras, además de embellecer el litoral barcelonés, permitiría atender dignamente a las urgencias que proceden sobre todo de los barrios de La Barceloneta, Sant Martí, Poble Nou, La Verneda y La Mina y permitiría al mismo tiempo que estos profesionales pudiesen trabajar en unas condiciones comparables a las de sus colegas de hospitales de ciudades con las que Barcelona pretende compararse.
Al final, más allá de los escaparates que atraen el lujo, lo que de verdad somos se demuestra en cómo atendemos a la gente que más lo necesita.
Lehman Brothers cayó en 14 de septiembre de 2008. Quienes todavía no lo sabían, se enteraron de que la crisis estaba servida. Quizás no todos. Las Administraciones Públicas españolas continuaron malgastando recursos y mientras el sector privado se veía obligado a realizar EREs, el sector público español contrató, entre 2007 y 2011, 565.000 funcionarios. ¿Cómo quieren que la Unión Europea otorgue credibilidad a los Gobiernos españoles? En Catalunya, el Govern Tripartito continuó, también, malgastando dinero público a raudales, como si nada pasara. El 14 de diciembre de 2010, dos años y tres meses después de la citada caída de Lehman Brothers, en plena crisis, estando el Gobierno en funciones, se aprobó la culminación de uno de los disparates más grandes cometidos en la sanidad pública catalana. Se aprobó una partida de 78,6 millones de euros, la última de los 247 millones que costó -intereses incluidos- el sobredimensionado y sorprendentemente caro nuevo Hospital de Reus. Ese mismo año, la propuesta económica para continuar las obras del Hospital del Mar (también sobredimensionadas, el proyecto actual es mucho más modesto que aquel), ni siquiera llegó a la mesa del Consejo Técnico de la Generalitat, instancia previa a la aprobación del Govern.
Eso sí, durante aquellos años se construyó el nuevo Hospital de Mollet, el de Sant Boi, el Transfronterer de Puigcerdà (inaugurado recientemente), el nuevo hospital de Igualada… y porque no tuvieron tiempo de iniciar -como pretendían- ¡¡un nuevo hospital en Rubí!! Si en tiempos de bonanza, gran parte de estas actuaciones ya hubieran supuesto un despropósito propio de nuevos ricos irresponsables, en plena crisis económica esta forma de actuar es imperdonable. El caso del Hospital Moisés Broggi, destinado a sustituir al Hospital de la Creu Roja Dos de Maig, es interesante en cuanto evidencia la incapacidad del estamento político de acometer reformas estructurales. Aún hoy, con la profunda crisis que estamos viviendo, no ha habido el coraje político para cumplir lo previsto con el Hospital de la Creu Roja Dos de Maig. Tampoco han quedado claras las razones por las que, en el año 2007, el Govern de la Generalitat aportó (como explicó el conseller Boi Ruíz en el Parlament) 478 millones de euros al Hospital de Sant Pau para financiar la deuda de explotación acumulada. La cifra incluye el capital principal de un gran crédito (257 millones de euros) y sus intereses a 30 años, y 240 millones (en realidad fueron casi 300 con los equipamientos) que aportó la Generalitat para la construcción del nuevo hospital inaugurado en el año 2009.
En relación al Hospital del Mar, no solo no hemos podido terminar la primera fase de las obras (estamos hablando de un coste de 22 millones de euros), sino que, lejos de recibir aportaciones adicionales, la Generalitat no cumplió con los compromisos económicos establecidos por acuerdo del mismo Govern de la Generalitat cuando se creó, en el año 2010, el Consorcio Mar Parc de Salut de Barcelona (PSMar). Aquel año el Departament de Salut de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona firmaron un convenio mediante el cual el Institut Municipal d’Assistència Sanitària dejaba de ser exclusivamente municipal para integrarse la Generalitat de Catalunya en el PSMar con mayoría del 60%, quedando el resto en manos del Ayuntamiento de Barcelona.
Asimismo, con posterioridad se integraba en este Consorcio el Centro Asistencial Dr. Emili Mira, hasta ese momento de la Diputación de Barcelona. En virtud de los correspondientes acuerdos del Govern de la Generalitat, ésta asumiría las aportaciones que históricamente hacía el Ayuntamiento de Barcelona y también las de la Diputación de Barcelona, en este caso en un proceso en el que la Diputación dejaría de aportar progresivamente estos montantes a medida que la Generalitat los fuera asumiendo.
Bien, estos acuerdos del Govern se incumplieron en primera instancia, hasta acumularse una deuda de la Generalitat con el PSMar de casi 81 millones de euros, de los cuales, aproximadamente 66, fueron reconocidos en 2012 en un nuevo acuerdo del Govern, con el compromiso de aportar 36 y quedando los otros 30 pendientes de la “voluntad política” de llegar a un nuevo acuerdo Generalitat, Ayuntamiento y Diputación de Barcelona, acuerdo que por el momento, no se ha producido.
En el año 2011 el nuevo Govern tuvo que empezar a aplicar recortes como consecuencia de la situación del déficit público heredado. El Govern Tripartito, se encontró, en el año 2003, un déficit acumulado de 10.000 millones de euros. Cuando salieron del Govern, en el 2010, el agujero era de 40.000 millones de euros.
En el PSMar, tuvimos que reducir el presupuesto 16 millones de euros, pasando de 316,1 en 2010 a 300,1 millones de euros en 2011. Personalmente, hacía tiempo que ya había dicho y escrito que antes de continuar pidiendo recursos y más recursos para la sanidad, era necesario emprender reformas estructurales en profundidad y mejorar la eficiencia del sistema. No se hizo y los recortes fueron inevitables. ¿Cuál es ahora el problema? No se puede continuar recortando indefinidamente y en España todavía hay reformas estructurales importantes pendientes. En Catalunya también y, como veremos, parece que el dramatismo de la crisis actual no es suficiente para que haya el coraje político necesario para hacer lo que se debe hacer.
A este problema político se añade una absurda concepción de lo público consistente -como decía el profesor Longo de ESADE- en la tendencia del sector público en internalizar el trámite y externalizar la inteligencia. Hay mucho “músculo”, cada día peor pagado porque el miedo a reestructurar lleva a rebajar y a seguir rebajando linealmente los salarios del sector público, con un estilo que empieza a recordar al comunismo caribeño de Cuba: “Ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos”. Hay mucho, demasiado “músculo”, y se podría prescindir. Pero hay menos cerebro, lo que lleva a externalizar la inteligencia fuera del sector público.
Esta realidad se manifiesta en la discusión de cómo disminuir el presupuesto del 2013 del PSMar. La autoridad sanitaria ha optado por rebajar las tarifas de la actividad un 4,6% y aunque formalmente no termina de aclararse si tiene que repercutir en una disminución de salarios, en la práctica, en la medida que no se aceptan propuestas de reforma estructural, no dejan otra salida.
En el PSMar, de los 16,1 millones de euros recortados en 2011, 6,4 se obtuvieron como resultado de un ERE y de otras actuaciones estructurales sobre la masa salarial. Bien, cuando se ha hecho un ERO y, a pesar de las dificultades de la situación social, se ha firmado un convenio colectivo que, entre otras medidas, consolida esta reducción de la masa salarial, fija la jornada anual en 1.667 horas y prevé un mecanismo específico de negociación para los médicos, cuando se ha actuado con este rigor, la respuesta no puede ser continuar aplicando recortes salariales lineales. Debe hacerse en forma de reformas estructurales.
Pongo un ejemplo menor de propuestas del PSMar planteadas en este sentido. El servicio de urgencias del Hospital de l’Esperança, abierto desde las 8 hasta las 22 horas, atiende un promedio de 14 pacientes al día. El coste es de 800.000 euros al año. Cerrar este servicio supondría que estos 14 ciudadanos deberían dirigirse a hospitales tan próximos como el de Sant Pau o bien -ironías de la “planificación sanitaria”- al de Creu Roja Dos de Maig. Bien, hoy por hoy, no se nos autoriza esta medida, ni ninguna similar, y se continúa insistiendo en un discurso que termina con más recortes lineales de sueldo. ¿Alguien cree que es tan difícil hacer entender a los vecinos de Gràcia que por un promedio de 14 urgencias al día nuestra sociedad no se puede permitir gastar 800.000 euros al año, cuando cerca de allí hay dos servicios de urgencias hospitalarias abiertos las 24 horas los 365 días al año? ¿No será que todavía estamos dominados por una concepción de la política incompatible con tratar a los ciudadanos como personas adultas y maduras? Me pregunto si los funcionarios/planificadores que están tan preocupados por mantener abierto un servicio de urgencias que por el volumen de pacientes no se justifica, se han paseado por el servicio de urgencias del Hospital del Mar en momentos críticos y han visto las condiciones en las que se atiende a los ciudadanos (350 urgencias de promedio al día) y cómo tienen que trabajar las personas que los atienden. Me pregunto el efecto que les causa y qué piensan cuando contemplan la infraestructura de cemento que rompe la armonía del paisaje urbano entre el Hotel Vela y el Hotel Arts, en la que se debería ubicar el nuevo servicio de urgencias, este sí, al contrario que el de l’Esperança, totalmente necesario.
Yo les puedo hablar de la sensación de los que van cada día o de los que vamos a menudo: lo vemos como un homenaje al despropósito, como un monumento a la irracionalidad, como el símbolo de la falta de responsabilidad que ha orientado la -no- priorización del uso de los recursos. Y desde los mismos despachos que vemos llegar los cruceros de lujo a Barcelona y vemos el Hotel Arts, el Puerto Olímpico, el Hotel Vela y también las obras del hospital paralizadas, tenemos que bregar con unos funcionarios ajenos al esfuerzo económico hecho por los profesionales del PSMar, a los que lo único que les preocupa es mantener abiertos unos servicios que, hoy en día, un país como el nuestro no se puede permitir socialmente.
Nos gustaría que se valorara adecuadamente el esfuerzo que han hecho todos los estamentos profesionales de los centros que conforman el PSMar y el activo social que representan y que se nos trate en consecuencia. Por respeto a estos profesionales, pero sobre todo, por respeto a los ciudadanos que atienden.