No escribo sobre sanidad desde el pasado 29 de junio y sobre política desde el pasado 27 de septiembre, de 2015.
¿Por qué? Si leéis mis últimos post, veréis que lo que me mueve va hacia otras direcciones.
¿Esto quiere decir que no me interesa lo que fue y es todavía, es en gran medida, mi sector profesional?
No. Lo que no me interesa es el tipo de tratamiento que se le da y la crispación que lo rodea. En los últimos años el debate sanitario se ha caracterizado por ser deliberadamente tóxico, superficial y dominado por un maniqueísmo “guerra civilista”. La sanidad se ha transformado en un instrumento político que demasiados agentes se han tirado por la cabeza, de forma muy irresponsable y poco respetuosa.
El Conseller Comín, ha recibido críticas por no proceder del sector. De entrada, y simplemente por el propósito que ha expresado de querer reconstruir el consenso en torno al modelo sanitario, ya merece a mí entender, un voto de confianza.
Aún a riesgo de parecer, o ser, inmodesto, considero pertinente expresar que me considero legitimado para valorar lo que costó lograr el consenso en torno al que ha sido reconocido por la OMS, entre otros organismos, como uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo: el catalán.
Con el Conseller Xavier Trias al frente, a finales de los años 80 y principios de los 90, Josep Lluis Lafarga elaboró un texto impecable, el borrador de un anteproyecto de Llei d´Ordenació Sanitària de Catalunya (LOSC), que fue la base de la articulación legal del modelo sanitario catalán. Ese texto fue objeto de una negociación política que se alargó más de un año y de la que puedo hablar en primera persona porque, desde el Departament de Sanitat, se me hizo el encargo de negociarla con todos los agentes imaginables y tratar de llevarla a buen puerto.
Las negociaciones incluyeron los colegios profesionales, las asociaciones de usuarios, las patronales, los sindicatos, grupos de interés diversos y, evidentemente, partidos políticos. Conjuntamente con los diputados de CiU Jaume Padrós y Joan Colominas (qepd), negociamos con Inma Mayol de Iniciativa per Catalunya y Rosa Fabián, también de Iniciativa per Catalunya y de Comisiones Obreras, hasta conseguir que el PSC, que en primera instancia había presentado un texto alternativo, de carácter estatista y siguiendo instrucciones directas del Ministro Lluch (qepd) en la línea de la Ley General de Sanidad, se añadiera a lo esencial del consenso.
No pudo ir mas allá porque su propuesta alternativa fue desestimada, pero al ver que Iniciativa per Catalunya consensuaba la LOSC con el Govern de la Generalitat y los partidos que le daban soporte, acabó votando favorablemente la mayor parte de la Ley. La LOSC no fue votada en bloque, sino por capítulos y artículos y los diputados Daniel Font y Josep M. Brunet fueron los negociadores por parte del PSC.
Hasta el PP, representado por Alejo Vidal Quadras, se añadió al consenso aunque desconocedor del tema, tuvo que consultar a un médico de Madrid, que dicho sea de paso, de clínica debía de saber mucho, pero de modelos sanitarios muy poco. Supongo que la coyuntura política los llevó a votar a favor sin, probablemente, tener una comprensión en profundidad del contenido. Pero el PP, entonces, y como siempre ha sido en Catalunya, era una mera anécdota.
Lo que es importante es que Iniciativa per Catalunya, PSC, ERC y CiU, coincidieron en lo esencial y que aquel consenso permitió, mientras fue posible, desarrollar el Modelo Sanitario Catalán con éxito aunque a continuación vino el deterioro. Por este motivo la llegada de un conseller que da valor a este consenso, de entrada, resulta esperanzadora. También lo era, de esperanzadora, por lo que al consenso se refiere, la llegada de Boi Ruiz. Pero la forma en que se le maltrató por el hecho de proceder de la Unió Catalana d´Hospitals, unido a los recortes aplicados, tuvieron un efecto devastador desde el minuto cero que no se atenuó en ningún momento, sino al contrario.
Dicho esto, apuntar que tampoco lo tendrá fácil el Conseller Comin ya que desde los años 90 y especialmente durante el 2000, han tenido lugar dos fenómenos corrosivos que cito sintetizamente porque si tuviera que desarrollarlos darían para un tratado.
Para no remontarme más atrás parto del caso Palau de la Música, caso que hizo que el Parlament de Catalunya aprobase por unanimidad una serie de medidas destinadas a incrementar el control sobre el uso de los recursos públicos. Los altos funcionarios de la Generalitat, Intervención General, Función Pública y otras instancias de la élite funcionarial aprovecharon la congoja de los políticos para jugar sus cartas. Sabedores de que, ante el escándalo del Palau de la Música, los diputados votarían cualquier “cosa” que les pusieran por delante que, realmente o supuestamente, permitiera combatir la corrupción, introdujeron modificaciones legales y entre las verdaderas medidas anticorrupción “colaron” disposiciones que, en la práctica, asentaban las bases para dinamitar el consenso político alcanzado por la totalidad de los partidos sobre del Modelo Sanitario Catalán.
La alta burocracia administrativa suplantó a unos políticos cobardes e incapaces de insinuar nada que pudiera interpretarse como un mínimo cuestionamiento a las nuevas medidas anticorrupción. Lo que pasó en realidad, es que hicieron dejación de sus responsabilidades.
Con posterioridad, la crisis y los recortes favorecieron que algunos partidos, sindicatos y medios de comunicación, “compañeros de cama accidentales” de estos funcionarios de mentalidad estatista (cuanto más estatista, más poder para ellos), consiguieran asimilar el Modelo Sanitario Catalán a un “invento” pensado para privatizar con la finalidad última de robar.
El resultado de todo esto ha sido que el modelo organizativo menos eficiente de los subsistemas dentro del SISCAT, el del ICS, se ha adoptado como estandarte con la intención (plasmada en un documento del Gobierno de Montilla) de transformar todo el sistema sanitario catalán en un gran ICS. Esta regresión anacrónica ya hace años que progresa, a pesar de que el análisis de los datos de la central de balances, de la central de resultados y de referencias reconocidas como los informes de la empresa IASIST, demuestra que seguir este camino es tirarse piedras sobre el tejado.
Cuando algunos hemos afirmado que los actuales sistemas de control no son más que un mero estorbo a la gestión eficiente y de calidad, ya sea por ignorancia o por mala fe, se han tergiversado nuestras palabras y se nos ha acusado de contraponer la necesidad de controlar a la buena gestión. Como si se solicitara la eliminación del control. Lo que critico es el control burocrático asociado a la indiferencia absoluta entorno a los resultados como enemigo letal de la gestión eficiente.
En épocas de recortes, los mejores profesionales del sistema han tenido que sufrir estos controles farragosos, estériles y costosísimos, a riesgo de verse acusados de connivencia con malas prácticas. La principal mala praxis que perturba y corroe el sistema sanitario catalán es el conjunto de mecanismos empleados por los burócratas de la Generalitat para controlar, supuestamente que no realmente, el uso de los recursos públicos. Ni controlan nada que tenga sentido controlar, ni aportan valor añadido a la eficiencia, a la calidad, ni tan solo a la transparencia. Solamente, suponen un sobrecoste inútil y una práctica jurásica y la política acaba siendo sustituida por el procedimiento administrativo.
La demagogia alrededor del Modelo Sanitario Catalán, la estrechez de miras en relación al valor de la colaboración público-privada y la eficiencia que supone contar con todos los recursos existentes para proveer servicios públicos, con independencia de la naturaleza jurídica de los proveedores, ha llevado al nuevo equipo a verse obligado a debutar con una gesticulación que la interpreto destinada a proporcionar una “dosis de tila a la fiera”. Me refiero a sacar del SISCAT un par de centros privados del Vallès. No tengo muchas dudas de que el nivel de contratación de servicios con estos centros será similar o idéntico, estén o no en el SISCAT, a menos que se quiera colapsar todavía más el Hospital Parc Taulí de Sabadell y los de Terrassa.
Afortunadamente ya no estamos en la época en que una irresponsabilidad similar a la de cuando Zapatero hablaba de “recesión” para ocultar la crisis, podía haber llevado a invertir recursos en hospitales, en Rubí o Cerdanyola, una forma de “malversación”, cuando alguien ya habia construido las infraestructuras necesarias y lo lógico era aprovecharlas y contratar servicios. Si estás convencido de tu autoridad política, del poder del contrato de servicios con los proveedores sanitarios y de la evaluación de resultados y eres capaz de separar funciones de compra y provisión acabando con el lamentable y perverso ”pupurri” actual, no has de inquietarte en absoluto por la personalidad jurídica del proveedor.
Hasta ahora hablar de esto ha sido predicar en el desierto y por eso hace meses que no he escrito nada al respecto. La llegada del nuevo equipo del Departament de Salut me obliga a hacer un paréntesis –que como pasó con las elecciones del 27S y la crónica política, no preveo que sea más que eso, un breve paréntesis accidental, en relación a la línea que he seguido en mis últimas publicaciones que es, como decía, la que realmente me interesa.
Por lo que respecta al nuevo equipo del Departament de Salut de la Generalitat, he de decir que no conozco personalmente al Conseller Comin, aunque he tenido la suerte de conocer a fondo a los Consellers Laporte (qepd) y Trias (con los que trabajé), Rius, Pomés, Geli, Boi Ruiz y,menos, pero también, al Conseller Ramón Espasa. Con Toni Comin he hablado sólo en una ocasión con motivo de la presentación de un libro de un amigo común, el periodista Francesc-Marc Álvaro. Pero lo he seguido atentamente como tertuliano, una “raza” que cada día me cansa más, y que pese a ello, en su caso, he de decir que siempre me ha suscitado interés. Y dejando de lado que cualquier gobernante ha de poder disfrutar al menos de los 100 días de gracia, si que quiero poner de manifiesto unas primeras impresiones personales, creo que bien fundamentadas.
En primer lugar, se trata de una persona con sensibilidad social y vinculada a la economía relacionada con sectores tan importantes como las pensiones, el bienestar en el sentido más amplio y también la salud en sus labores parlamentarias.
En segundo lugar y muy importante: no tiene un posicionamiento sectario. Es una persona con un enfoque transversal y respetuosa. Tolerante con la discrepancia, dialogante y buen negociador ya que cree en el valor de la negociación que sabe ceder si el resultado final implica un valor añadido. El sectarismo y me atrevería a decir que hasta el odio que han envenenado el debate sanitario han de ser erradicados. En este sentido puede resultar un persona idónea.
En tercer y ultimo lugar, procede del mundo académico. Mas allá de la crítica fácil sobre los teóricos que nunca han pisado la realidad, los buenos académicos se caracterizan por la necesidad de hacerse preguntas. Un buen académico es crítico, en el sentido de no considerar que se halla en posesión de la verdad. Esta actitud crítica es muy positiva a la hora de abordar problemas políticos, porque conduce de forma natural a la búsqueda de alternativas.
Tuve la suerte, gracias a Carlos Losada, de formar parte unos años del Institut de Gestió Pública de ESADE, entonces magníficamente dirigido por Paco Longo al que sucedió Albert Serra, actual Secretari General del Departament de Salut. Por los compañeros de ESADE, sé que Comin se caracteriza por esta actitud crítica propia de los buenos académicos y que lo ha demostrado sabiendo sacar partido de ella en su experiencia política.
A Albert Serra lo conocí en ESADE. Además de haber demostrado ampliamente su valía como Gerent de Serveis Socials del Ajuntament de Barcelona, en mi opinión la administración más moderna del Estado, se trata de un gran conocedor de la administración pública y como secretario general asistirá a las reuniones del Consell Técnic de la Generalitat, formado por los secretarios generales de los diferentes departamentos.
Durante tres años, como Secretari del Govern de la Generalitat, me tocó presidir el Consell Tècnic. Puedo asegurar que allí se “preadoptaban” el 80% de las decisiones del Govern y la pericia y el conocimiento de la maquinaria administrativa marcaban la diferencia entre los mejores secretarios generales y los no tan buenos. Albert Serra es un gran conocedor del sector público y su perfil es idóneo para acordar iniciativas complejas en un órgano, el Consell Tècnic de la Generalitat, en el que o bien sabes adoptar con empatía el rol de “primus interpares” cuando defiendes lo tuyo, o lo puedes tener difícil.
A David Elvira, Director del CatSalut, lo conozco hace años. Hemos trabajado juntos en el ámbito de la consultoría, en el que destacó como muy buen profesional. Es un buen economista de la salud, ha tenido experiencia como Director General en el Departament de Salut y conoce el mundo sanitario desde todas las vertientes: la pública y la privada. En los últimos cuatro años hemos sido compañeros en el Consell Assesor per a la Sostenibilitat i el Progrés del Sistema Sanitari y sus aportaciones, como las del resto de los miembros, han tenido un valor incuestionable.
Su segundo, Josep M. Argimon, médico formado en el Reino Unido, ha sido protagonista de iniciativas valiosas para el sistema sanitario desde hace años. Una de extraordinaria: hacer pública la central de resultados del SISCAT. El Conseller Boi Ruiz tuvo la valentía política de hacer pública toda la información del sistema, gracias al paso de Argimon por el Reino Unido, uno de los pocos países del mundo en el que los resultados del sistema de salud son accesibles para todos los ciudadanos lo que le motivó a proponer lo mismo en Catalunya.
No creo que ni Candela Calle, si finalmente es nombrada responsable del ICS, como parece que será, ni nadie, en 18 meses, pueda conseguir transformar el ICS en varias empresas públicas más manejables, que puedan ser contratadas por el CatSalut como cualquier otro proveedor. Hay que tener en cuenta que ninguno de sus predecesores con más tiempo del que, previsiblemente, dispondrá ella lo han conseguido. Pero tiene toda la capacidad para dibujar y plasmar, hasta donde el tiempo se lo permita, esta tendencia que, un día u otro, se habrá de acabar imponiendo si no se quiere hacer definitivamente inviable el sistema sanitario público.
Ni ellos, ni nadie que estuviese en su sitio, lo tendría fácil. Negarles la confianza de entrada no me parece justo. La evaluación, mejor al final. Lo que corresponde hacer ahora, si se valora el sistema, es ayudarlos a salir adelante.
Acabo con una recomendación por si se considera oportuno tomarla en consideración. Si tuviera que señalar un punto de partida para la transformación del sistema, un vector transformador, apuntaría hacia la cronicidad y la integración de servicios. En una sociedad cada vez más envejecida y caracterizada por la prevalencia de la pluripatología crónica en la gente mayor, esta realidad ha de dirigir la reconversión del sistema hasta adaptarlo a la misma. Hasta hoy –yo también lo viví y lo padecí cuando estuve- los intereses políticos, sindicales, profesionales, académicos, científicos, industriales etc. han sido los que han configurado el diseño de la organización.
El mantenimiento de la persona mayor en casa, la priorización del desarrollo socio-sanitario, la potenciación de la atención primaria con la dotación de unidades geriátricas, como ya se da en algún caso, y de atención continuada las 24 horas del día todo el año, tendrá que conseguir minimizar la epidemia de cronicidad que llena innecesariamente las urgencias y las camas hospitalarias.
El futuro está es un hospital ligero, quirúrgico, todo y que hasta el 70% de la cirugía, o más, puede llegar a ser ambulatoria, con UCI, según la complejidad, con servicios de urgencias orientados igualmente a complejidad, pero reducidos en relación a los actuales y con consultas externas, hospitales de día y alternativas a la hospitalización (iatrogénica, por otro lado). Menos camas hospitalarias y más socio-sanitarios.
No se hará en 18 meses, pero se puede avanzar. El día que se consiga, el debate sobre el Hospital General de Catalunya o de la Clínica del Valles perderán interés. Pero no por ser privados -también pueden veres afecta dos centre públics-, sino simplemente porqué con menos capacidad hospitalaria fija será suficiente.
molt ben dit tot plegat. Estic d’acord amb la valoració que fas de l’equip del Departament. Val a dir que el to dels primers discursos és molt positiu. Parlar de recuperar l’orgull del sector , o que cal “sanitaritzar” el contracte de nou, o que tenim un excel·lent model i que cal recuperar el consens…el David Elvira, ha dit diverses vegades que malgrat que aquesta és una legislatura curta té l’avantatge de que sabem que és curta i que això permet treballar per iniciar estratègies. Tant de bo ens en sortim tots plegats. Sabíem que moltes coses eren millorables del nostre model però no, precisament, en la direcció que impera en el discurs polític dels darrers temps. Jo també soc partidària de fer confiança al nou equip. Tot i que la decisió sobre els centres del Vallès m’ha semblat precipitada i poc reflexionada i no sé veure quines conseqüències pot tenir. No sé si està presa perquè tingui efectes calmants, però sí sé que genera inseguretat en moltes entitats i en molts professionals.
Gràcies Helena! Totalment d’acord.
Recomano molt entrevista a Toni Comin per Antoni Bassas al diari ARA d’avui diumenge 28 de febrer de 2016. PP 38 i 39