– No sé… ¿A qué te refieres? Dijo tantas cosas.
– Me viene a la cabeza una cita que me ha recordado una amiga y que dice: “No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe”.
– ¿Y las mujeres?
– Mujer, pues igual. Se entiende “hombre” en el sentido humano, de hombre y mujer… ¿no? Si alguien no tiene la valentía de apostar por ti…
– Ya me gustaría, ya… Pero tengo tanto miedo que… Quiero decir que si me parapeto detrás de tres o cuatro muros de Berlín… Pedirle a alguien que sea valiente y los perfore mientras yo soy cobarde y me escondo. No sé…
– Indudablemente es cómodo vivir instalado en tus miedos y pedir a los otros que sean valientes. Bueno, cómodo… Ya me entiendes. Cómodo no es porque vivir en el miedo provoca sufrimiento pero… Ahora, miedos tenemos todos. Y todos somos valientes en determinados momentos de la vida. Lo que cuenta no son los miedos puntuales o las heroicidades efímeras…
– Pero es que mi miedo es ancestral. Siempre siento que me tengo que proteger. Me han hecho tantas y tan gordas…
– A nuestra edad todos atesoramos unas cuantas cicatrices en el cuerpo y en el alma…
– Es que a mí, me da miedo el mundo, la vida. Es como si me tuviera que proteger de todo, de todo el mundo. Cuando alguien se acerca, a menudo me siento insegura…
– Ahora que lo dices…
-¿Qué?
– Nada… una tontería.
– ¡Venga, habla! Ahora no me dejes a medias.
– No sé… No te enfades. Pero la verdad es que muchas veces he pensado que el miedo se te nota en la cara. Recuerdo el primer día que fuimos a comer juntas y me explicaste todo el lío con tu ex-marido y aquel “novio” tan deportista que tenías… Te sentí insegura. Incómoda. Claro que no nos conocíamos mucho y… Bueno, en realidad no nos conocemos tanto.
-No. No nos conocemos tanto… Es que me cuesta mucho abrirme. ¡Debo ser desconfiada! ¡Maldito miedo! ¡Estoy tan entrenada en hacer mi papel que incluso parezco dura y por dentro me deshago como un flan!
– Mmmm… Es verdad. De hecho no te conozco… Pero tengo las sensaciones que tengo. ¡Y he padecido alguno de tus “ataques” jajaja!
-¿Ataque? ¿A qué te refieres? ¿Yo te he atacado?
– Pues… sí. Pero nunca me lo he tomado mal. Es curioso que nos hayamos conocido a partir de “casualidades”. Y ya te dije un día que el “cuento” este de que no hay casualidades sino causalidades, es decir, que las cosas tienen un significado, en el fondo es una historia que me pone nerviosa. Me suena a cosa de progres que algunos “pijillos” han adoptado. Como un eslogan para buscar rollo, ¿no? El típico tío que te dice tanta casualidad no será que tu y yo…”. Ya sabes… Como todos estos que han ido a un cursillo acelerado de espiritualidad oriental o se hacen budistas de estar por casa. Me cabrea la frase. Pero a la vez admito que en algunas ocasiones, cuando repetidamente pasan las mismas cosas o te encuentras a las mismas personas “por casualidad”, en mi fuero interno pienso que algo debería concluir de tanta casualidad.
¡En fin, lo que quería decir es que básicamente hemos coincidido, no nos hemos buscado e incluso me has tirado “la caballería por encima” un porcentaje elevado de veces! E inconscientemente he pensado de ti “ésta funciona bajo el principio que la mejor defensa es un buen ataque”. ¡Y después de atacar te entra el miedo y sufres! Pero de momento ya te has “defendido”.
Por lo tanto, sí. Te doy la razón. ¡Parece que para llegar a ser tu amiga o cojo una máquina perforadora descomunal o… no paso de la puerta! ¡Menos mal que no soy lesbiana y no busco rollo!
-Oye, no te pases. ¡Me estás incomodando!
-Perdona. Ya callo. ¡La próxima vez que te encuentre en el lugar más insospechado “por casualidad” sólo te hablaré del tiempo y de que las buganvilias de casa están preciosas!
-Venga mujer… ¡Tampoco es esto! Es que no lo puedo remediar… piensa que tengo un trabajo en el que debo dar una imagen seria y de persona segura. La gente que me visita no está para incertezas y me he acostumbrado tanto a dar una imagen que… Que no se corresponde con cómo me siento por dentro. Pero claro, ¿qué debo hacer? Imagínate que mañana vas al médico y te encuentras a alguien que tiene que resolverte un problema importante para ti y lo notas inseguro.
-Pero yo no hablo del ámbito profesional. Ya somos mayorcitas y sabemos jugar el rol que toca en cada ocasión. En especial en el trabajo. Hace años que lo hacemos y estamos entrenadas. A mí me pasa. No por inseguridad. Simplemente porque no me gusta el trabajo que hago. Pero el cliente me paga y quiere una respuesta y debo dársela con convicción. Como si aquello me importara mucho y estoy entrenada para hacer el paripé. Seria y dura como una roca. Una sonrisa de vez en cuando y ya está. Pero guardando la distancia.
En la vida privada es diferente. Si te muestras dura, te puedes perder muchas cosas…
-Ya me cabrea, ya… Pero mira, ya he tirado la toalla. Ya tengo bastante con que me la jueguen y… volviendo a la frase de Platón… en el fondo soy injusta. Porque pienso “quien quiera alguna cosa que se la trabaje”. ¡Ea, y yo bien cerrada, bien acojonada sin mover un dedo!
-Pero si ves un tío que te gusta…
-Ya ni me los miro…Bueno… hago ver que no me los miro. Me hago la dura y… incluso los “maltrato” un poco. Eso que dices tú que te he hecho o similar… ya voy con el piloto automático y… después… ¡Uf! Pero mira, no quiero sufrir y ya está. Basta.
-Bueno pero yo no soy un tío. Podemos ser amigas, ¿no? Jajaja… Ya sabes lo que dice Rojas Marcos con aquello de la resiliencia. En la vida te puedes esperar, no sé si dicen 3 o 4 grandes desgracias y el tema está en hacerse la fuerte. Pero no a base de escaparte exactamente. Es evidente que todos huimos del fuego. Pero desarrollamos mecanismos compensatorios. Aprendemos un poco a hacer de bomberos. Empezando por la prevención de incendios, que no quiere decir no acercarse ni a una vela o a una cerilla. Se trata de encontrar el punto…
-¿Y tú de verdad no tienes miedo?
-Mmmm… diría que no. Pero me haces dudar. Más bien me cuesta comprometerme. Soy muy egocéntrica y estoy mal acostumbrada. Como que la vida es un problema en común, el compromiso está por definición. Si no te comprometes, te comprometen. Pones fronteras, pero son ficticias. Es como si me faltara convicción. Hace tantos años que estoy sola que ponerme a “picar piedra”… Por lo tanto, quizás la falta de compromiso sólo me permite querer desde una distancia prudencial. Aunque, si algún valiente de estos de Platón se me acerca y lo lucha, me pongo cómoda y juego la partida. ¡Es verdad que en los últimos años me ha pasado que, sin saber por qué, de repente necesito ¡interrumpir el partido!
Quizás en el fondo también tengo miedo. Pero me sucede que yo no la vivo a priori. ¡De repente siento que ya tengo suficiente y venga! Quizás es miedo o comodidad o inseguridad o… no lo sé.
Las personas somos complicadas. O como dicen, hacemos complicado lo sencillo y creamos problemas donde no los hay. ¡Y vete a saber lo que nos llegamos a perder!
-Pero, ¿eres feliz?
-Sí. Bueno, nadie lo es siempre, en todo momento y en toda circunstancia. Pero yo me considero una persona feliz. Todo es mejorable, claro. ¿Y tú?
-También. Pienso que soy feliz. Pero ahora estoy un poco agotada. Me hago mayor y tampoco tengo ganas de acabar sola… Pero… ¡maldito miedo!
-Es bien cierto que con miedo no hay libertad. Pero sin embargo… Bien, he de dejarte. Si un día te casas avisa, jajaja.
-Venga, ¡no te cachondees!
-Y qué tenemos que hacer, mujer. Si no nos reímos un poco de nostras mismas. Yo si me caso te avisaré. Igual encuentras “novio” entre mis invitados. Así… “por casualidad”. ¡Nunca se sabe!
Por, autoprotecció malentesa, conformisme … provoquen espectadors de la vida …
Uba llàstima¡¡¡ Cal dir però que no sempre és fàcil evitar caure en alguna d’aquestes actituds..