A Tina la han vuelto a hacer el salto ¡Caray, parece que los escoja infieles! Y cada vez que le pasa se queda sorprendida, triste y fastidiada. Lo comprendo. Pero ahora cuando me lo cuenta ya no me resulta extraño. Ya me he acostumbrado. Ella no. Esta chica hace creíble el principio de la atracción según el cual, en virtud de no recuerdo exactamente qué, todos atraemos a un determinado tipo de situaciones de forma reiterada.
Me disponía a felicitar a los Jordis cuando el mensaje de Whatsapp de un amigo interrumpe mi acción. Me pregunta si el domingo nos veremos en el Liceo. ¿Cómo sabe que tengo previsto ir al Liceo? ¿Y por qué nos deberíamos encontrar?
–Si nos vemos y María te pregunta por la reunión del Círculo Musical, haz ver que coincidimos. Ya sabes…
-¿Todavía sigues viéndote con esa amiga?
-Sí
-¿Y por qué no cambias de pareja de una vez? Te veo muy enamorado ¿Tu mujer no nota nada?
Salgo a comprar libros y veo un tenderete de rosas de unos estudiantes de Medicina. Hay dos que están tan pendientes el uno del otro que ni se dan cuenta de que hay gente intentando comprar, pero no se atreven a romper el idilio primaveral que muestran tan evidente: “¡Te quiero tanto que no tengo palabras para expresarlo!“, parece decirle ella, mientras él la mira embobado.
Mientras tanto sigo recibiendo mensajes y la cosa va cogiendo un ritmo que más que el 23 de abril ¡parece el 24 o el 31 de diciembre! “Feliz diada”, versos patrióticos, fotografías de rosas y libros…
Un anciano de ochenta y muchos años o noventa y bastantes, camina con dificultad con un bastón en la mano derecha y una rosa en la mano izquierda, de la muñeca cuelga una bolsa con libros. El sol es bien visible en un cielo ligeramente nebuloso. ¡Definitivamente es primavera! El paisaje urbano y humano es bonito. Turistas gratamente sorprendidos, una pareja de jubilados en los que el amor sereno y maduro parece haber dado paso a una gran amistad y bastante ternura. El franciscano alto y delgado que a menudo veo andar ligero por el barrio parece ajeno a todo lo que está pasando. Su idilio con Dios parece ser permanente, sereno e inalterable.
Entro en un bar que frecuento a veces y hoy no hay dónde sentarse. Me cuesta un poco más de lo habitual que me sirvan un cortado. Tenía intención de leer un rato el periódico, pero el ambiente no lo favorece. Le doy un vistazo rápido y veo que hoy el formato es diferente. A los columnistas no los encuentro en los espacios habituales. Las secciones están invertidas y el periódico está lleno de historias de amor y de ficción. ¡De hecho, los de los días normales, demasiado a menudo superan la ficción y provocan que sienta que el mundo en el que vivo me parezca extraño! ¿Me hago mayor? Bueno, mayor me hago cada día más. Ya me entendéis… Quiero decir que las cosas avanzan, quizás a una velocidad que mi alma ya no puede digerir como antes…
Un amigo expatriado me envía un mensaje de voz en el que expresa la nostalgia que le provoca vivir San Jordi lejos de casa y se consuela con poder celebrarlo en el Casal Catalán. Me recuerda los 23 de abril que viví cuando era estudiante en Canadá y alguno más en Montevideo y Río de Janeiro. Entré en el estadio de Maracaná por primera vez un día de San Jordi. Me acuerdo de los amigos uruguayos que no olvidan la hazaña histórica de haber ganado el mundial de fútbol en el Maracaná contra Brasil. Y enfermos de fútbol como son, traspasan esta información de generación en generación y se sienten legítimamente orgullosos. El día es propicio para recordar que, a pesar de ser menos de 4 millones de habitantes, Uruguay es un país, un estado independiente y no parece que por este motivo les pase nada extraño…
Me acerco a mi librería de cabecera. Es un lugar mágico en el que me paso horas. La propietaria es una mujer culta y encantadora. Amable, siempre dispuesta a recomendarme alguna obra que encaja con los gustos que sabe que tengo. Hoy está agobiada. Me hace un gesto indicativo de que no me puede atender como lo hace habitualmente. Una señora mayor se desplaza como puede en una silla de ruedas en medio de una multitud inhabitual.
Al fondo, hay cuatro autores que firman libros. De repente me doy cuenta de que hay uno que… ¡creía muerto! A finales del año pasado, un día estaba en el aeropuerto de Barcelona esperando la maleta que, como yo, venía de Washington. Un poco ausente y obnubilado por el jet lag, recibí una llamada de una periodista conocida informándome de que este hombre estaba gravemente enfermo, pidiéndome alguna gestión de aquellas que, de vez en cuando, nos piden a quienes tenemos relación con el chamanismo. No me quedó claro si, por lo que me contaba, estaba en fase terminal. Pues no lo estaría. Hoy lo he visto firmando libros, con muy buen aspecto, elegantemente vestido y exhibiendo un punto de coquetería. Me he aproximado y me he presentado. Hemos hablado de su enfermedad, me ha dicho que se encuentra bien y me ha explicado el régimen alimentario que sigue y lo buenas que le resultaron las recomendaciones de la Dra. X (que conozco muy bien), en especial la de caminar mucho y cada día. He disfrutado viendo cómo ha pasado casi cinco minutos dedicando un libro a unos niños (quien lo llevaba era una señora, quizá la abuela). La facilidad con la que dibujaba, la elegancia con la que manejaba el lápiz, rotuladores y diversos utensilios de escribir y dibujar me ha fascinado. ¡Menos mal que no se murió y puede seguir regalando esta creatividad al mundo! Hablamos de amigos comunes y me despido dejándole mi teléfono por si necesita algo.
Acto seguido he comprado algunos libros para mis hijos y alguien más. Uno de ellos lo he estado hojeando durante un buen rato y leyendo fragmentos, me ha resultado poderoso. La propietaria, en mitad del ajetreo y teniendo que estar pendiente de que todo marchara sobre ruedas, ha tenido unos segundos para darse cuenta de que aquel libro me interesaba y me ha indicado que la autora estaba al fondo de la sala firmando. Me la ha presentado. Una chica atractiva. Con mucho atractivo personal para ser más exacto. Amable y risueña se ha levantado, me ha dado dos besos y en su aliento he notado un aroma de cava que provenía de la copa que tenía ante sí, en la mesa donde firmaba. Me ha explicado la historia del libro con pasión. Los personajes, sus motivaciones y preocupaciones. Ha pintado a los humanos que había inventado o reconvertido, subrayando como uno de ellos, en contraste con una estrella de Hollywood, se da cuenta de que la autenticidad está en el ser y no en la fama y la apariencia. Un buen libro para regalar a los hijos o a la pareja (decía ella). Me ha contado cosas de su hijo adolescente, poniéndolas en relación con el libro y, cuando le he dicho que a mí también me gustaría ser escritor pero que no sé lo suficiente, me ha recomendado que me pusiera en contacto con su editorial y… ¡qué gracia! No lo haré, no. Con este blog, de momento, ya me doy por satisfecho.
Si termino diciendo que he ido yo sólo a comer al restaurante de un uruguayo, acabaréis pensando que tengo algo que ver con este país. Y no. Nada más que un buen recuerdo por haber trabajado bastantes años atrás.
Quizás terminaré el día dando otra vuelta para ver qué cara ponen los del turno de la tarde.
No hay duda de que el día es especial, propicio al enaltecimiento de sentimientos diversos. Sentimientos de amor, de país y de humanidad. Es un día de rosas, amor y libros. Al fin y al cabo, ¿hay algo mejor que amar? ¿Algo mejor que escribir?
Entre la línea anterior y esta, un mensaje de una persona querida se refiere a una comida familiar y valora el día de San Jordi como un día muy bonito y lleno de sentimientos. ¡Coincidimos plenamente!
Fantàstic Josep Maria, potser sí que podries dedicar-te a escriure!
Se’t dona bé tractar també temes aparentment més prosaics, probablement perquè no ho són tant!
Moltes gràcies. Una bona amiga periodista i escriptora em va dir que això d’escriure és com fer gimnàstica: si vols estar en forma n’has de fer sovint i regularment. I em deia: “Escriu, escriu cada dia. Encara que et sembli que no tens rés a dir, que no et surt, agafa paper o posat a l’ordinador i escriu. El que sigui. El que has fet aquella tarda, el que et passi pel cap.” I així ho faig. No cada dia però si molt sovint. Després o faig públic o no. La veritat és que escriure ho trobo una feina meravellosa¡¡