La perversión de la naturaleza humana explica los comportamientos corruptos. Pero igual que la bondad, la perversión no es patrimonio de ninguna raza, religión o territorio. Aunque la variable determinante para explicar la corrupción es el crecimiento de la desigualdad.
La desigualdad genera también desconfianza y ésta, a su vez, desigualdad. Se trata de un círculo vicioso: a más desconfianza, más desigualdad y cuanta más desigualdad más corrupción. A su vez la corrupción provoca desigualdad y cuanta más desigualdad, más desconfianza. La desigualdad, igualmente, provoca una disminución del capital social, lo que repercute negativamente en la salud y la felicidad de las personas.
En las sociedades más igualitarias se confía más en las personas, en las instituciones, en el sistema social y político. La corrupción provoca la pérdida de esa confianza y la democracia termina siendo de baja calidad.
Recuerdo una conversación en casa de una familia mejicana a finales de los años 90. Vivían en una mansión fortificada y protegida. ¿Merecía la pena tener todo el dinero del mundo para vivir de esa manera? Les explicaba que en Cataluña teníamos la suerte de que la gran mayoría de la sociedad era clase media y que esto tenía un inestimable efecto amortiguador de las desigualdades y de las tensiones sociales.
Con la crisis esta situación ha empeorado. Las desigualdades son mayores y corroen aún más una democracia defectuosa, heredera de una dictadura mal concluida.
En un post de este blog titulado “Desigualdad, equidad e igualdad de oportunidades“, publicado el 29 de mayo de 2014, decía entre otras cosas que “… la concentración máxima de la renta en el 10% de población más rica se alcanzó inmediatamente antes de la gran depresión de 1929, igualándose la distribución entre la población desde el final de la II Guerra Mundial hasta el inicio de la crisis del petróleo de 1973, para elevar de nuevo la desigualdad al máximo con la crisis financiera de 2008″.
Fue precisamente entre 1945 y los primeros años 70 cuando se desarrolló y se consolidó el Estado del Bienestar. Los países que han tenido más capacidad para mantenerlo, (1) más allá de ser ricos en recursos naturales (como por ejemplo, Canadá), (2) de moderar el endeudamiento (en España, el acceso fácil al crédito creó un espejismo de falsa riqueza que, una vez desvanecido, ha incrementado la desigualdad, la corrupción y la infelicidad) y (3) de haber priorizado la economía productiva, industrial, real, sobre la financiera y especulativa; estos países, en general, han sido aquellos en los que la socialdemocracia y también la democracia cristiana de signo más social han estado más presentes.
El fracaso de estas corrientes ha comportado la sustitución de la política por los mercados. La degeneración de los Estados de Derecho y de los sistemas políticos democráticos ha dado paso a un nuevo escenario, en el que una minoría poderosa que controla el capital se enfrenta a una mayoría social empobrecida o arruinada. La desaparición del acceso al crédito y a las hipotecas, los desahucios, el paro, y la disminución de las prestaciones sociales han acabado de golpe con el espejismo antes mencionado, manifestándose la ruina económica y moral de forma descarnada. La igualdad aparente ha dado paso a la desigualdad real.
La solución no es fácil. Entiendo que cuando desde el inicio de la última crisis el PIB ha caído el 10%, los salarios se han reducido dramáticamente hasta provocar que la demanda interna cayera un 20% y el paro haya llegado al 24%, cueste confiar en los partidos que han gobernado, considerando mucha gente que tanto la socialdemocracia/socialcristianismo como los liberales de derechas, han sucumbido al poder de los mercados. Así han surgido Syriza y Podemos en los que, personalmente, no tengo la más mínima confianza porque, si no se puede construir nada sobre la corrupción y la ruina moral, tampoco se puede hacer a partir de la rabia, el odio y el espíritu de revancha.
Sigo pensando que no hay otro camino, se trata de recuperar el espacio político y los valores socialcristianos y socialdemócratas y, como decía en el mencionado post, promover “… regulaciones inteligentes, aplicar políticas fiscales adecuadas y con efectos redistributivos, así como promover que la economía real (…), recupere terreno a la financiera”. Si bien admitía que es “difícil, (…) y aún más si, como es el caso, la economía está globalizada y el gobierno del mundo no lo está”.
Escribo este post 8 días después de un encuentro de antiguos compañeros de colegio, cargado de emociones, 40 años después de haber terminado la etapa escolar en el 1974.
Más allá de las sublimaciones y de los tópicos (“cualquier tiempo pasado fue mejor”), en este momento social tan duro, la experiencia fue humanamente balsámica.
Un compañero escribía después: “(….) Estoy en una nube desde la cena de la escuela y pienso lo mismo que vosotros sobre la huella que ha dejado en nosotros el paso por el colegio. Y estoy muy satisfecho (…)“.
Otro decía “(…) La experiencia (…), las sensaciones vividas, los amigos que no has visto en décadas, han entrado a formar parte de aquel rincón de la cabeza donde se quedan los buenos momentos de tu vida y que vas saboreando a pequeños sorbos (…)“.
Hablando entre nosotros, no había unanimidad sobre el valor añadido pedagógico que recibimos. Pero yo creo que los valores que adquirimos son sólidos y nos han ayudado en la vida. Y la educación y la socialización en valores cívicos contrarrestan la perversidad humana y potencian la bondad.
La visualización de un magnífico audiovisual con fotos nuestras de los años 60 y 70 en blanco y negro, algunas de ellas de exposición, provocó fundamentalmente dos reacciones: (1) sentimiento de felicidad, (2) sorpresa de que eso pasara en un “contexto de NODO”. Vivíamos en un país dictatorial, pobre y atrasado, y aquellas entrañables y emotivas fotos nuestras en blanco y negro estaban llenas de detalles que me llevan a pensar que cuando alguien hoy en día dice, con razón, cosas del tipo (lo acabo de leer): “Estamos hartos de vivir los abusos de un poder delegado democráticamente que no mira por el bien común“, quizás hemos olvidado nuestra historia reciente (o que quien lo dice es joven y no lo vivió). Definitivamente “esa España negra” dio lugar a “esta democracia”.
Alguien puede pensar que hablo de una escuela elitista. Todo es relativo, pero no. Por lo menos se trataba de una escuela interclasista. Quien podía más, pagaba más y eso permitía que muchas familias pudieran llevar a sus hijos. Al final chicos y chicas del antiguo pueblo de Sarrià, alumnos que procedíamos de familias de clase media -algunos con familiares cercanos en el exilio-, e hijos e hijas de industriales y profesionales liberales acomodados nos mezclábamos igualitariamente y compartíamos una vida feliz y agradable en aquel entorno social que, visto ahora, plásticamente tenía aires de posguerra.
Sospecho que, después de 40 años, representamos una diversidad de situaciones y evoluciones personales, profesionales y socioeconómicas. Me puedo imaginar entre nosotros, votantes de todo el espectro político y abstencionistas. Pero revivir una situación que compartimos como iguales, de forma solidaria y feliz, nos emocionó tremendamente y favoreció la confianza en los humanos.
És un motiu d’alegria i curiosament de sorpresa el llegir un text d’anàlisi sociopolítica en el que el rigor va de la mà d’un element tan fonamental com massa vegades ignorat: el sentit comú (que se’m permeti el tòpic: “el menys comú dels sentits”). Em refereixo més concretament, d’una part, a la insistència en el pes dels mercats (“l’imperi” dels que vaig parlar en un comentari anterior) com a substitut de les decisions polítiques. I de l’altra, de la justícia distributiva com a factor d’estabilitat i benestar social, a més de factor d’increment de la qualitat democràtica. Evident, no? Doncs no ho sembla per a tothom . S’agraeix l’exposició clara i contundent.
Però el que és encara més sorprenent i el que agraeixo profundament és relacionar tot això amb una experiència personal viscuda fa 40 anys i reviscuda recentment. Subjectiu, certament, però no banal. Estem prou madurs per donar el pes que mereixen a les emocions i els sentiments en el nostre quefer quotidià, social i polític? O, continuarem castrant part de la nostra identitat com a éssers humans reservant-la, en el millor dels casos, al domini privat?
L’educació, la cultura i la transmissió de valors com a eixos fonamentals per a formar ciutadans responsables, oberts, solidaris, crítics, … Mai no insistirem prou en la importància de la tasca educadora de famílies i centres educatius. Com a implicat directament, és per a mi un repte quotidià a nivell personal i professional.
Gràcies pel teu comentari Guillermo. Certament jo també penso uns instants abans de tornar a escriure sobre el que socialment és o hauria de ser evident. Però alguna cosa em diu que ho he de fer.
La trobada compartida de companys d’escola va tenir un impacte emocional que no acabo d’abastar. Em supera. Però va ser extraordinària i vaig sentir que aquests valors que reivindico com a tant necessaris hi eren presents.
Menys mal que gent com tu teniu vocació de formar els nostres joves. Felicitats i gràcies