Este post, como el anterior, se origina en el momento de tener que preparar el segundo debate de este curso en el seno de la Fundación Barcelona. Que el primero versara sobre “Crisis Económica” y el segundo sobre “El Estado del Bienestar y las crisis”, no se debe al azar y tiene pleno sentido. Hablamos de dos caras de un mismo poliedro.
La cuestión es qué bienestar queremos, cuál nos podemos permitir y situar el debate en un momento en el que, aquello que hizo posible el nacimiento del Estado el Bienestar, una determinada forma de entender la democracia, ha chocado frontalmente con un tipo de capitalismo desatado que ha dictado y dicta el quehacer diario en la política.
Confieso que experimento gran sorpresa cuando desde determinadas posiciones ideológicas, se me tacha de “neoliberal”. Más allá de que en algún caso el desconocimiento y en otros, las tácticas para defender intereses coyunturales justifiquen esta crítica, mi parecer sobre el Estado del Bienestar tiene raíces claramente socialdemócratas. El problema está en que probablemente el término “socialdemócrata” se ha convertido en jurásico para explicar la desorientación global colectiva y dentro de ella el significado del Estado del Bienestar.
Cuando formé parte del equipo que, dirigido por Xavier Trias, actualizó algo que ya existía y que se ha denominado “Modelo Sanitario Catalán”, utilizábamos una expresión hasta cierto punto contradictoria: hablábamos de un modelo sanitario que había que situarlo en un mercado por los efectos beneficiosos de la competencia, pero añadíamos que debía ser, “un mercado planificado”(!). Nuestra filosofía era socialdemócrata. No estábamos contra el mercado, pero éramos conscientes de los riesgos que conlleva el libre mercado descontrolado y buscábamos reducir la desigualdad sin renunciar a los beneficios de la competencia.
Este fue mi último state of mind como policymaker de la sanidad (años 90 del siglo pasado). En 2011 retorné a la sanidad pública como Presidente del Consejo Rector del Parc de Salut MAR de Barcelona y me encontré, sin tiempo para reaccionar ni para digerir lo que estaba pasando, con la necesidad de aplicar recortes.
A pesar de las discrepancias comprensibles, y que acepto, afirmo que los hicimos a un coste social razonablemente bajo. Pero ni me siento satisfecho, ni quiero dejar de reconocer que, incluso habiendo tenido tiempo para pensar, mi posición conceptual va más allá. Todo ello me conduce a invitar a la reflexión sobre las recomendaciones hechas por aquellos que, instalados en “la cátedra”, ¡no se han tenido que arremangar nunca, ni bajar al teatro de operaciones!
En el post anterior citaba a Luis de Sebastián para explicar que los valores que permitieron el nacimiento y el mantenimiento durante un cuarto de siglo largo de un generoso Welfare State, han mudado, se han adulterado o han desaparecido.
Antón Costas lo explica muy bien. El contexto es de choque entre democracias locales (algunas como la española infestadas por la corrupción) y capitalismo financiero-corporativo global. Costas afirma:
“Durante las últimas décadas se ha ido deteriorando aquello que unía el capitalismo con la democracia de masas y que permitió conciliar la lógica económica del capitalismo liberal de finales del siglo XIX, que tiende a la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza, con la lógica política de la democracia de masas surgida a principios del siglo XX, que tiende a la igualdad.
Como si se tratara de dos trenes, las dos lógicas chocaron violentamente en el período entre guerras. Pero después de la Gran Depresión de los años treinta y de la Segunda Guerra Mundial, capitalismo y democracia alcanzaron un armisticio. Las fuerzas políticas que lo apoyaron fueron, en el caso europeo, la socialdemocracia y la cristiano-democracia. El contenido y el cemento fueron las políticas del New Deal en los Estados Unidos y del Estado del Bienestar en Europa“.
Los de nuestra generación, cuando pensamos en el Estado del Bienestar, tenemos en mente algo que se basa en un modelo destrozado. Y todavía no hemos reaccionado. Antón Costasdescribe muy bien este concepto, que forma parte del recuerdo, cuando dice:
“El armisticio entre mercado y democracia en el interior de las naciones, y la cooperación económica y monetaria internacional en el marco de los acuerdos de Bretton Woods, permitieron a las sociedades occidentales vivir los mejores veinticinco años de su historia. Todos los indicadores que se utilizan para evaluar la salud económica, social y política mejoraron durante ese cuarto de siglo: el crecimiento fue elevado y estable, no hubo crisis financieras sistémicas, la igualdad en la distribución de la renta y la riqueza mejoró de forma notable, se creó una clase media amplia con una capacidad de compra elevada, se generalizó el acceso de la mayor parte de la población a bienes como la educación, la sanidad o las pensiones, la participación democrática de la sociedad se vio favorecida. Y la vida política fue relativamente estable en medio de un clima político que favorecía aspectos importantes de cooperación partidista…“.
Pero aunque lo notáramos al cabo de los años, ya en los años 70 esta pax romana empezó a romperse. Podríamos hablar de los muchos síntomas de la ruptura que acabarían destrozando el armisticio entre capitalismo y democracia. Opino que iniciativas como la tercera vía de Tony Blair (Anthony Giddens), aunque pueda parecer que no guardan relación con todo esto, representan signos inteligentes para tratar de “salvar los muebles” de una corriente de fondo que acabaría con todo.
No por casualidad el “socialdemócrata” Tony Blair acabó protagonizando la foto de las Azores con el líder indiscutible de la tiranía post democrática, George Bush hijo y con un patético José María Aznar que a la sombra de Bush, buscaba amparo “democrático” a una forma de hacer y unas actitudes más que dudosas desde esta perspectiva. El “socialdemócrata” Zapatero, con el añadido de su absoluta falta de capacidad y de preparación para asumir la presidencia del gobierno español, simboliza, a mi modo de ver, una de las imágenes más sobrecogedoras del papanatismo político en manos del capitalismo desatado y fuera del control de la democracia
Pero el fin del equilibrio entre capitalismo y democracia que, es anterior a Zapatero y que entre otras cosas, hizo posible el Estado del Bienestar, no se evidenció hasta que en plena sustitución de la economía productiva por la financiera, la época dorada del crédito infló la burbuja hasta hacerla estallar. El paro, la pobreza y la desigualdad emergieron como las piedras y la basura aparecen a la vista de todo el mundo cuando las épocas de sequía hacen desaparecer lo que fueron ríos caudalosos.
Apuntar soluciones no es sencillo, revisar valores, actitudes y comportamientos, quizás lo es un poco más y en cualquier caso, es necesario. Trataremos de hacerlo en un tercer (y último) post de esta serie.
Article brillant, com correspon a un dels millors caps pensants que ha tingut mai la Sanitat catalana. Com a un dels pares del model sanitari català, exemple per a molts països, et mereixes tots els reconeixements.