El paréntesis estival me ha permitido leer, pensar y reflexionar sobre múltiples acontecimientos, hechos y situaciones. Tengo la impresión -que puede ser absolutamente subjetiva y no reflejar la realidad- de que mucha gente ha tenido una necesidad especial de “desconexión” durante estas vacaciones. Incluso los pocos días que he leído algún periódico, me ha parecido notar que el cansancio de algún columnista en relación al “mundo en el que vivimos”/efectos de la crisis sobre las personas, era palpable.
Aprovechando un viaje profesional a América Latina, me quedé unos días de vacaciones en los que, voluntariamente, prescindí de consultar cualquier noticia referente a Catalunya y España y, aparte de las de alcance internacional -como el accidente de tren en Galicia- no me enteré de nada de lo que pasaba por aquí. Ni siquiera del pintoresco conflicto de Gibraltar del que quizás se habló, pero no me enteré. ¡No estaba en Argentina!
A estas alturas, todavía no sé qué ha pasado exactamente o qué está pasando que motiva el actual conflicto. Confieso sin embargo el sesgo de mis primeras impresiones al saber que el Reino de España y el Reino Unido de la Gran Bretaña, andaban de nuevo a la greña por el tema. Me vino a la mente el General Galtieri que, para distraer la atención de los argentinos sobre el drama que vivían bajo su dictadura, no dudó en generar tensión hasta provocar la Guerra de las Falklands Islands. El Gobierno español tiene suficientes problemas (crisis económica, caso Bárcenas, derecho a decidir de Cataluña), como para tratar de distraer a la parroquia y exaltar “el honor patrio”, mediante una maniobra de distracción de este tipo.
Posteriormente he leído unas declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores español García-Margallo que, viniendo como venía de América Latina, me han hecho pensar en la fuerza de la vocación colonialista. Parece ser que Margallo dijo que “con Gibraltar se ha acabado el recreo” haciendo honor a un pasado familiar repleto de militares y patriotas españoles. Como decía, bastante pintoresco…
Yo no sé qué pasa exactamente en Gibraltar, pero tiendo a creer que alguien ha pensado que aprovechando que el nacionalismo es una característica bastante compartida entre los españoles, valía la pena atizarlo para que las noticias sobre el juicio del caso Bárcenas no dominaran la calma estival. Una calma que a muchos les habrá hecho reflexionar sobre los estragos directos que nos está provocando la crisis.
Los españoles olvidan que Gibraltar fue cedido al Reino Unido en 1713 por el Tratado de Utrecht “con toda clase de derechos y para siempre”. El artículo X del Tratado decía: “El rey católico (Felipe V de Borbón) por este tratado cede en su nombre y en el de sus herederos y sucesores, a la Corona de Gran Bretaña la entera y completa propiedad de la ciudad y el castillo de Gibraltar, junto con el puerto, fortificaciones y partes a las que pertenecen: y él renuncia a dicha propiedad, que tendrán y disfrutarán absolutamente con toda clase de derechos y para siempre…”.
El mismo tratado, que refiriéndose a Catalunya, en su artículo XIII decía: “Por cuanto la reina de Gran Bretaña ha presionado e insistido, continuamente con su mayor anhelo en que todos los habitantes de la Nación Catalana, de cualquier estado o condición que sean, deben obtener no sólo un completo y perpetuo olvido de todo lo que fue hecho en la pasada guerra (de sucesión al trono), y disfrutar de la completa posesión de todas sus propiedades y honores, sino que también deben conservar suyos e íntegros sus antiguos fueros y privilegios”.
El artículo XIII continuaba diciendo que, en recompensa por el perdón de Felipe V, España podía anexionarse Catalunya, cosa que como sabemos hizo de inmediato imponiendo la ley de Castilla, la lengua castellana y administrando desde Madrid.
España ha reclamado ante el comité de descolonización de las Naciones Unidas -que ha aceptado el punto de vista español- que la firma del Tratado de Utrecht se había producido bajo coacción al final de la Guerra de Sucesión. Y es en virtud de este hecho que quiere recuperar la soberanía sobre el Peñón. Resulta curioso sin embargo, que a pesar de la “firma bajo presión”, lo que vale para Gibraltar parece no valer para Catalunya…
Ante todas estas dudas, ¿no parecería lógico consultar a catalanes y gibraltareños qué quieren ser? Los británicos ya lo hicieron. Como hemos dicho, la tradición colonialista es compartida por británicos y españoles. Ahora bien, con respecto a la tradición y convicción democrática, la distancia es sideral entre británicos, que la tienen interiorizada, y españoles que, si bien en los años 70 rompían un período caracterizado por más años de dictadura que de democracia, el transcurrir del tiempo ha hecho evidente que de aquella transición aparentemente modélica, lo que queda es una pseudodemocracia de muy baja calidad, en la que no tiene cabida preguntar a la gente cuál es su voluntad.
En 2002, después de varias reuniones secretas entre el Reino Unido y España, el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores y del Commonwealth, Jack Straw, anunció en el Palacio de Westminster que los dos estados acordarían compartir la soberanía sobre el territorio si Gibraltar lo consintiera. Pero los gibraltareños rechazaron con un 98,48% de los votos la soberanía compartida, siendo la participación del 87,9%. Este año, en el mes de marzo, el gobierno británico ha querido preguntar a los habitantes de las Falkland Islands si deseaban seguir siendo británicos o no. Con una participación del 90,4% de los ciudadanos el 98,83% de los mismos votó a favor de continuar siendo británicos. Y en 2014, el Gobierno de David Cameron permitirá que el Gobierno escocés pregunte a los ciudadanos de Escocia si quieren ser independientes de la Gran Bretaña.
“Quien tuvo retuvo” y sí, el pasado colonial es común a británicos y españoles. La tradición y la convicción democráticas no lo son. A España le queda mucho camino por recorrer. Lo que se construyó a partir de 1975, parece ser de cartón-piedra.
Impecable Josep Mª , per haver estat desconectat no està gens malament…