El sufrimiento ciudadano actual, con todo su dramatismo, no puede ser imaginable por nadie que no esté afectado. Si decimos que el “sistema” reduce dramáticamente las rentas del trabajo, transfiere a las personas desde la ocupación hacia el paro y del paro hacia la nada, expulsándolas de sus casas, enviándolas “con una mano delante y otra detrás debajo del puente” o a casa de los padres o de los abuelos que no hayan sido a su vez desahuciados, compartiendo a menudo pensiones paupérrimas; si decimos eso, estamos haciendo una descripción ajustada, no demagógica, de una realidad que afecta cada vez a más gente.
Tan cierto como esto es que el informe “Values and WorldView”, sobre valores políticos y económicos realizado por la Fundación BBVA comparando 10 países de Europa, concluye que el 54% de los españoles está a favor de que los ingresos de las personas sean similares, ¡atención, con independencia de si se esfuerzan más o menos! El reconocimiento al esfuerzo personal es el más bajo de Europa. Ya me he referido en otros posts a que en España predomina un concepto de pretendida “equidad”, tremendamente perverso, que tiende a igualar a todos a la baja. No hay duda de que el progreso social es difícilmente compatible con este modo de pensar y a nadie debe extrañar que cualquiera que destaque (en conocimiento, capacidad de trabajo, esfuerzo, dinero, talento, o cualquier atributo positivo o percibido como tal) no encuentre incentivos para mantenerse dentro de este sistema y, si puede, huya.
Por eso, si la existencia de realidades dramáticas o la angustia, el miedo o la mala conciencia que éstas puedan provocar, induce -por un “respeto” malentendido- a evitar analizar la responsabilidad de las clases medias en su propio debilitamiento y en la génesis del drama social colectivo que estamos viviendo, nos estaremos equivocando mucho. No hay problema grave que no merezca analizar todas sus posibles causas, sin rehuir a ninguna, por incómodo que resulte.
No olvidemos las épocas en que presentando una nómina en el banco o caja, a veces fruto de un contrato temporal, la gente asumía hipotecas y firmaba compromisos de pago durante décadas, de cantidades que podían suponer el 50% de los ingresos de la unidad familiar o más. Es evidente que muchos “banqueros” no jugaban limpio en esta partida y que ninguna de estas consideraciones modifica ahora la situación grave que vive mucha gente, ni es excusa para no afrontarla urgentemente sin dilación. Pero la reflexión debe hacerse.
Hablamos de los tiempos en que este mismo ciudadano iba de vacaciones a Tailandia o a pasar algún fin de semana largo a New York, haciendo famosa la frase “give me two”, para indicar que encontraban tan baratos los souvenirs que compraban por duplicado. Esto gracias, en parte, a tener a su alcance una educación, una sanidad y unos servicios sociales gratuitos, que ahora están amenazados y que nunca más volverán a ser tan prósperos como lo llegaron a ser. Vuelvo a la afirmación de Xavier Sardà según la cual en la Unión Europea, el 11% de la población mundial obtiene el 53% los servicios públicos gratuitos que se dan en el mundo. Ya se ve que esto no puede ser, ¿no?
Estamos hablando de la misma población que antes de la crisis y durante años, aceptaba, toleraba o simplemente ignoraba la degradación del mundo político. La crisis ha cambiado la realidad social. Y ahora, más allá de la legítima indignación, será necesario que todos nos adaptemos. Todos, porque todos -sin duda unos más que otros-, tenemos responsabilidad en esta crisis. Tarde o temprano, la indignación se deberá reconvertir en colaboración con unos servicios públicos que las administraciones, obligadas como estarán a pagar una deuda pública equivalente al PIB (¡se dice pronto!), no podrán ofrecer los servicios que han ofrecido en el pasado. En Cataluña, ya tenemos tradición de colaboración público-privada -por cierto, hoy endemoniada por algunos colectivos- en el terreno sanitario, educativo, etc. No sé si las mutuas, las fundaciones sanitarias, las cooperativas escolares o los hospitales y escuelas religiosas, serán el modelo. Probablemente el siglo XXI nos traerá nuevas fórmulas. Pero el espíritu debería ser aquel y la confrontación debería dar paso a la colaboración.
En la mayor parte de problemas que afectan a las personas, cuando la reacción individual es no reconocer ninguna responsabilidad y buscar sistemáticamente todos los culpables fuera de uno mismo, hay que pensar que quizás algo no va bien del todo. Comprendo que sea muy difícil que, según quién, se pueda plantear ningún tipo de responsabilidad en la crisis actual. Es evidente que políticos, élites financieras y directivos con alta influencia social y política, tienen la parte del león de la responsabilidad. Pero en la medida en que nadie es ajeno del todo al problema, nadie debería ser ajeno a la solución. A la hora de serenar los ánimos y pasar de la indignación a la reconstrucción posibilista de un nuevo modelo social, la reflexión sobre la responsabilidad colectiva puede ayudar. Beppe Grillo y el Movimiento 5 Estrellas han sido útiles para pasar un mensaje potente, contundente, de denuncia. Es cierto que no han aportado soluciones concretas ni era esa su pretensión. Se trata de un movimiento de la sociedad civil que pretende cambiar, y mucho, la forma de gobernar, pero no de una organización que aspire a gobernar ella misma. Con la denuncia han contribuido. Pero se tendrá que pasar de la denuncia a soluciones concretas. Esto requiere predicar con el ejemplo y generalizar el principio de que para ahuyentar a Maquiavelo todos, sin excepciones, deben aproximarse a Aristóteles.
Formar parte del problema y también de la solución, esta es la cuestión. Las personas implicadas en los temas sanitarios debemos hacer frente a este desafío y mientras algunos perciben los efectos desestabilizadores de la reforma del sistema de Salud, está claro que: La reforma está aquí para quedarse. Y la comprensión de este desafío, nos brinda una excelente oportunidad para participar de forma activa en esta reforma basada en la Calidad de la Atención Médica.
Es nuestra responsabilidad definir las estrategias a seguir, poniendo especial énfasis tanto en la contención del gasto sanitario como en su adecuación. Por ejemplo, en el área del Diagnóstico por la Imagen deberíamos: realizar la exploración adecuada, en el momento adecuado y al paciente adecuado. Es esto posible?. Si recordamos la afirmación en el artículo de Xavier Sardà, según la cual en la Unión Europea, el 11% de la población mundial obtiene el 53% los servicios públicos gratuitos que se dan en el mundo….Algo tendremos que hacer.
Un estudio reciente en EEUU realizado por el Colegio de Médicos Americano, analizó de forma retrospectiva un grupo amplio de exámenes de TC y de RM para comprobar su adecuación siguiendo las directrices basadas en la evidencia. Aproximadamente el 26%- 30% de dichas pruebas de imagen se consideraron innecesarias o inapropiadas. Algo tendremos que hacer.
Adlai E. Stevenson II político norteamericano dijo una vez: “Todo progreso es el resultado de personas con posiciones impopulares” Tenemos miedo a un cierto grado de impopularidad acometiendo las reformas necesarias en el ámbito de la Salud? Aunque creo que la respuesta es, no. Asegurémonos de ello.