Muchas veces he escrito que no tengo demasiadas certezas y que a medida que pasan los años, cada vez tengo menos. Y lo digo sinceramente. Puedo expresar opiniones, incluso con vehemencia, tengo ideas, posicionamientos, sentimientos… pero en el fondo, certezas pocas.
Un mismo hecho, una misma realidad, puede admitir diferentes visiones, opiniones, posicionamientos. Es verdad que el rol que se desempeña en cada momento, el contexto, las circunstancias, pueden llevar a adoptar puntos de vista más o menos rígidos, expresados incluso con contundencia. Pero cuando se toma distancia y se alcanza un cierto nivel de conciencia, cuando se mitiga ciertos tipos de pasión, puede suceder que las cosas se vean de forma distinta. Y se tienen que poder expresar, pese a que puedan parecer contradictorias o incluso serlo.
Personalmente hace años que me he distanciado bastante de muchas personas y de ciertos escenarios y situaciones. El simple hecho de haber dejado hace unos doce años posiciones ejecutivas (con un pequeño paréntesis, peculiar, entre 2011 y 2015 que, de todos modos, no alteró mi decisión de alejarme del ruido y de los estilos de vida demasiado acelerados, a pesar de los ataques despiadados recibidos), me ha permitido vivir con más libertad. Sobre todo libertad interna, de espíritu, indispensable -pienso- para tratar de aproximarse a “vivir de verdad”. No es fácil vivir de verdad, concepto que, casi seguro, debe tener tantos significados como personas hay en el mundo. Pero creo que ya nos entendemos.
Por lo tanto, desde esta posición expreso pensamientos y sentimientos surgidos espontáneamente, y en este caso lo hago a partir de dos hechos muy concretos que tienen algunos puntos de intersección. Los planteo tal y como me sale de dentro en este momento. No pretendo convencer a nadie de nada, ni siquiera pretendo tener razón. Es lo que me surge ahora mismo.
Hace pocos días (primer evento) una persona me preguntó: “¿Has decidido seguir la vida mirando al pasado o al futuro?”. Contesté: “Hace tiempo que no miro hacia atrás”, lo que es fundamentalmente cierto, pero no absolutamente cierto. Casi nada es absoluto en los humanos…
Se trata de una persona que quiso conocer algunas opiniones mías sobre el sistema sanitario y me lo planteó a partir del conocimiento que tenía de lo que una serie de personas habíamos desarrollado hace años. Un equipo, y esto es importante, porque a pesar de ser una suma de individualidades, conformábamos un equipo con las discrepancias lógicas que hay en todos los equipos, en especial cuando las personalidades son fuertes. Afortunadamente teníamos “un Guardiola”, de nombre real Trias, que nos lideraba de forma indiscutible y sabía como nadie sacar lo mejor de cada uno de nosotros.
Con esta persona que no conocía ni conozco -con una conversación no conoces a la gente- pasó algo que hoy en día no me sucede frecuentemente. El encuentro me evocó a un periodo muy concreto y me trasladó al pasado. Pienso que lo que motivaba la conversación lo hacía inevitable, al menos para mí, aunque quien me interpelaba pensaba en presente y en futuro.
Debe quedar claro que me siento muy orgulloso de lo que hizo aquel equipo tan bien dirigido por Xavier Trias. Creo ser objetivo, sin embargo, si digo -casi todo el mundo de mi generación que vivió aquella época coincide en ello- que lo que fue un buen resultado que, atención, nunca se terminó de implantar por completo, ha sido duramente atacado por demagogos autoproclamados “activistas sociales”, políticos de formaciones populistas y políticos miedosos de cualquier formación, sindicatos, cuerpos funcionariales de élite y ciertos periodistas, paradigma de una forma “moderna” de (des) informar, a base de vender “sangre” a raudales sin contrastar la información y sin conocer a fondo el tema del que hablan.
Volviendo a la conversación referida, que alguien que no te conoce pueda pensar que vives “mirando al pasado” -porque te ha conocido hablando del pasado- y que la actitud pueda no parecerle constructiva -porque comparas una época llena de posibilidades con una que tiene menos- puede resultar lógico.
La realidad es que la sanidad, el sistema sanitario, de salud, forma parte de la historia de mi vida, de lo que queda atrás, y como vivo mirando al futuro -y por desgracia no soy todo lo capaz que desearía de vivir simplemente en presente, sin ir más allá, lo que no deja de ser estúpido-, en términos de futuro, la sanidad no la veo como mi paisaje vital, si no es como usuario de la misma. Evidentemente, nunca se sabe. No soy mago ni adivino.
En cuanto al presente, mi actividad laboral la desarrollo como consultor y procuro ponerme en el contexto y las necesidades que tienen mis clientes. No soy ya un ejecutivo que dirige equipos, que lidera proyectos, que diseña modelos e intenta hacerlos realidad. Escucho y procuro responder a lo que me piden teniendo muy en cuenta hasta dónde quieren llegar mis clientes. Aconsejo y ayudo hasta donde puedo y trato de interpretar lo que el receptor quiere o puede llevar a cabo. Pero estoy a su lado, no delante, y no fuerzo a nadie a hacer lo que yo haría si fuera directivo como ellos: intentar reformar, mejorar e innovar por grandes que fueran las dificultades.
Me apresuro a aclarar que este encuentro inesperado fue muy positivo por distintas razones de las que voy a destacar tres que entiendo que pueden tener interés más allá de lo que me haya suscitado a mí: nunca en mi vida, nadie que haya ocupado cualquiera de los puestos de responsabilidad directiva que yo ocupé, había tenido interés en querer conocer mi opinión, mi visión, en este caso del sistema sanitario. Muchas personas me han pedido y me piden -hoy, sin ir más lejos, un profesional que conozco hace años, de mi edad, me ha pedido opinión sobre un proyecto del sector sanitario privado- opinión sobre infinidad de temas. En cualquier formato: profesional (consultoría), informal o personal. Pero nunca nadie que haya ocupado alguno de los cargos que ocupé yo en los Departamentos de Sanidad y Presidencia de la Generalitat, ni en el sector mutual, ni en el privado, se había interesado por saber qué pensaba de estos ámbitos que creo conocer razonablemente bien. Ni siquiera los que me “sucedieron” nunca estuvieron muy interesados en hacer un buen “traspaso de cartera”. Pienso que hacerlo, pone de manifiesto una actitud positiva que beneficia al sistema.
En segundo lugar, me hizo mucha ilusión comprobar que, a mi modo de ver, en unas condiciones más difíciles que las que encontramos nosotros, había fuerza, convicción y determinación para aportar valor añadido comunitario, mejora social. Aportar a secas si se quiere, contribuir. Y cuando yo dije a esa persona que “nosotros lo tuvimos más fácil que vosotros: todo estaba por construir”, me contestó que “ahora todo está por reconstruir”. Lo que indica determinación, fuerza y optimismo y, atención, reconocimiento implícito de que ha habido “un bombardeo” que ha arrasado a un modelo que llegó a ser apreciado a nivel internacional y que hay que reconstruir.
Finalmente, esta persona me planteó una necesidad, que yo creo que es una exigencia que tenemos los que nos aproximamos a la jubilación: la de pasar el testigo, lo que deberíamos haber puesto en práctica hace años. Este punto me resultó estimulante y le dije que aquí podían contar conmigo. Puedo contestar gustosamente a lo que me pidan profesionales jóvenes en relación a lo que pueda pensar yo del sistema hoy. No participaré de ninguna “reconstrucción” que les corresponde hacer a ellos. Pero sí me siento interpelado en la necesidad de ayudar a que se le pase el testigo a esta gente. ¡¡¡Me vino a la cabeza la sensación que tengo cada vez que, en representación de un cliente, asisto a una junta de una patronal y me encuentro en porcentaje exagerado las mismas caras que veía en el sector hace más de 35 años!!!
Atención, son compañeros, muchos amigos, buenos profesionales, han dedicado su vida al sector, son personas responsables. No es ninguna crítica a nadie. Pero… No puede ser. Nos tenemos que “apartar” y dejar paso y, además, ayudar si podemos a la gente joven capaz y que tiene ganas e ilusión de enriquecer el sistema de salud.
¡¡¡Ojo, que la demografía y el retraso creciente que se ha ido produciendo en las generaciones posteriores en cuanto a la incorporación a “la vida adulta”, ha hecho que los que ahora constituimos “un tapón” que no deja paso, estemos entre los 60 y los 70, y los que levantan la mano pidiendo paso ya pasen de los 40!!!
¡¡¡Yo empecé a tener responsabilidades importantes con 28 años y fui Director General con 33!!! La verdad es que, visto con perspectiva, pienso que era demasiado joven. Y, consideraciones personales aparte -estuvo bien y la experiencia adquirida fue extraordinaria, pero quizás faltaba un punto de madurez- no creo que esta fuera tampoco una buena pauta general. Mi decisión personal fue, a los 49 años, abandonar las posiciones ejecutivas y empezar a ofrecer mi experiencia (me considero privilegiado, pude hacer docencia, investigación, clínica, planificación, gestión, consultoría, y en los ámbitos público y privado) a los que continuaban o incorporaban a “la primera línea de batalla”. Personalmente -y esto, como todo lo que explico en este post vale para mí y no pretendo que necesariamente tenga que valer para nadie más- con 21 años de estar en primerísima línea y trabajando en lugar de vivir, me bastó y me sobró. No lo hice explícitamente para dejar paso. Pero lo cierto es que he dejado paso y, como decía, me resulta estimulante ayudar en lo que pueda a los que se quieren abrir camino.
No hace falta abandonar del todo la actividad, no hace falta desaparecer, pero opino que es recomendable reconvertirse hacia posiciones diferentes. Y aquí, del mismo modo que creo que los de 40 hacen bien en reclamar espacio directivo, decisorio, de responsabilidad, los de 60 y 70, en un mundo en el que cada día se envejece más tarde, también debemos reivindicar y contribuir a construir un espacio que permita valorar y aprovechar nuestra experiencia en beneficio de todos. Pero no debe ser en posiciones de mando: la autoridad moral debe sustituir el poder y la autoridad formal. Nosotros tenemos que aprender a ayudar a los más jóvenes y ellos tienen que aprender a saber cómo “exprimirnos” y sacarnos lo que podemos aportar, fruto de la experiencia.
Hacía días que daba vueltas a la posibilidad de escribir un post de este tipo. ¡El estímulo complementario al provocado por el encuentro relatado (segundo evento), me ha llegado hoy cuando he recibido una misiva alabando una trayectoria profesional de “más de 50 años”, además desarrollada en la misma organización! Admitiendo que no hay verdades universales, ni normas generalizables en esta materia, no me parece positivo, más allá de las dignísimas excepciones que puedan confirmar lo que para mí es una regla. Aportar valor añadido durante más de 50 años desde dos o tres posiciones similares en la misma organización, es misión casi imposible menos, como he dicho, en rarísimas excepciones. Si se da el caso es de desear que al menos este montón de décadas hayan servido para crear escuela y haber contribuido a formar a unos cuantos profesionales de excelencia, en el entorno más inmediato.
Bien, hasta aquí la reacción, surgida como decía “a bocajarro”, a unos hechos inesperados, agradables y/o sorprendentes y, en la medida que puedan servir para ayudar a reflexionar, positivos. El uno y el otro. Que nadie se moleste, por favor. Nada más lejos de mi intención al escribir estas líneas.
Benvolgut Josep M Via
Segueixo el teu blog des de fa temps i imagino que com molts lectors he agafat l’actitud d’espectador o lector no interactiu o com diu un nebot meu de Toledo agafar l’actitud de “la vieja del visillo”….
El penúltim post “Saber quan has de plegar” em va remoure sentiments,sensacions de fa 17 anys enrere,un post on descrius amb exquisitesa allò que jo pensava i segueixo pensant ara amb 67 anys, en una etapa meravellosa de riquesa interior i amb jubilació inclosa…Vaig iniciar la meva tasca en gestió quan tenia 35 anys,en absolut era el meu objectiu professional,però potser el destí m’hi havia de conduir per poder acabar aprenent tot allò que se’ns dubte ha construit una part important del que sóc ara.Vaig aportar resultats molt bons en la direcció dins dels 2 àmbits on vaig treballar,em satisfeia la feina perque em permetia donar resultats objectius i sobretot amb satisfacció dels professionals i pacients.
Realment ho dic convençut ,era brillant.De sobte un dia qualsevol es decideix un canvi,el motiu per respecte a terceres persones no el detallo.
Després d’un breu temps,i deixant enrere el “ferit orgull”(tal com una bella persona em va acosellar)em vaig quedar a la mateixa empresa,em vaig reinventar i amb el coneixement adquirit i sobretot potència personal vaig poder acabar la tesi i dirigir-ne 7,donant als meus companys tot el meu coneixement i informació adquirida .D’això és tracta!!!!! De compartir el coneixement i no tenir por!!
Se,ns dubte gaudim d’un model sanitari d’excel.lència,però no assolim l’excel.lència en lideratge.
Aquells que van començar a aparèixer en l’escenari del model sanitari català,aquells que van començar “a liderar i dirigir” encara hi segueixen sent 25 anys després,sense intenció molt d’ells de sortir de la cadira.
Hauriem de fer recanvis,i més encara quan han passat tants anys,i el millor encara que ho fessim de manera natural i voluntària.Es una obligació moral,per respecte als ciutadans i al nostre sistema de salut ,transmetre el coneixement i la informació als futurs liders de la sanitat i així successivament al llarg dels anys…l’edat aporta saviesa però hi falta la força,donem aquest coneixement als que tenen força i edat bona per fer-ho.
Tanmateix crec que darrera d’aquesta fermesa a no deixar la cadira i ha pànic ,a que “el teléfono deje de sonar”…
I certament és així el telèfon ja no sona…però si el canvi es fa en una edat adeqüada torna a sonar però amb molta més alegria
Fa poc vaig llegir que havien fet festa de comiat,millor dit festa de jubilació a un professional sanitari després de 30 anys en una mateixa gerència!!!!em va fer dubtar si el motiu de l’alegria irradiaven els companys en la fotografia de la festa era perque finalment plegava…
Ho dic tot amb humor,ja que amb 67 anys què tinc, encara no l’he perdut
Gràcies pel blog i per compartir gratuïtamenr el teu coneixement
Gràcies pel comentari Francesc. Poca cosa a fegir. El que exposes, el teu cas, és un exemple vivent del que manifesto en el post.