Supongo que seguiré viajando. La vida que he tenido, sobre todo la profesional, pero también la personal, me ha llevado a viajar bastante por los cinco continentes. Pero curiosamente nunca he estado en la Val d’Aran. ¡Y eso que he sido esquiador!

Ahora mismo, sin embargo, no siento demasiado la necesidad de viajar. Hoy es 27 de octubre de 2024, miro por la ventana y veo… Podría decir que veo el paisaje de siempre. Pero el paisaje de siempre, siempre es distinto. El mar está precioso, la Punta del Fangar, también, y las nubes, desde el horizonte marítimo hasta lo más alto del arco de nubes que veo sobre mi cabeza, dibujan un paisaje único, nunca visto. ¡Nunca! Este paisaje gris, de otoño de los de verdad, el que veo, siento, contemplo, ahora mismo, este nunca lo había visto. Todos los días es como un viaje a un paisaje nuevo, nunca visto.

Hace fresco, por no decir frío. Las estufas de pellet proporcionan un ambiente agradable. Hace cuatro días estábamos comiendo fuera, en el porche, con amigos, en pantalón corto y manga corta. Hoy, el porche es como un cuadro melancólico, reconfortante y revitalizante. La lluvia y el viento han dejado a la higuera y el albaricoquero desprovistos de bastantes hojas que yacen en el suelo. El viento refresca el ambiente. Una hora menos de luz, el color grisáceo del cielo y todo, todo lo que compone el paisaje y conforma el ambiente, proporcionan un retrato bonito.

Viajar por el mundo está bien. Descubrir nuevos paisajes sin moverse de sitio es fantástico, y viajar hacia dentro de uno mismo ―il faut le faire― buscando el efecto espejo interior-exterior, es todo un reto. Hoy es uno de esos días en los que me gustaría ser poeta para explicaros lo mismo, pero de forma distinta.

Raúl dice:

“La depresión es exceso de pasado, un pasado no resuelto. Una suma de grabaciones inconscientes que llevamos dentro y que nos atrapan, no en el presente, sino con temas que no son de ahora, sino del pasado. La ansiedad es justo lo contrario, carecer de futuro. Para quitarnos la depresión de encima, debemos liberar cosas que arrastramos. La ansiedad llega cuando no tenemos claro hacia dónde vamos, por qué vamos o hacia dónde debemos ir…”.

Al final, es lo de siempre: solo existe el presente. Pero cuando decimos o escribimos esto, por un lado, estamos totalmente fuera de la manera de vivir habitual, y, por otro lado, hemos conocido a tantos “fantasmas”, charlatanes, falsos gurús y tontos varios, que… Que si mindfulness, meditación, yoga de no sé qué tipo, sabiduría pretendida o realmente orientalista más o menos desvirtuada… Pero esto no quita que sea cierto que todo lo que no sea vivir el presente, es perder el tiempo. El futuro, tarde o temprano, lleva a la muerte, y la muerte, por lo que he visto las veces que he acompañado a moribundos en este tramo final, suele provocar ansiedad…

El otoño es hermoso. Sobre todo, cuando hace años que no hemos podido vivirlo como este año.

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Todo lo relativo a los humanos, es poliédrico. Presenta muchas caras. En este blog he escrito bastante sobre fútbol. ¡No, no, no! No quiero romper la magia de los bellos sentimientos otoñales ―que, como he dicho, los preferiría poéticos― hablando de fútbol. Hay caras repugnantes del poliedro del fútbol a las que no voy a referirme (por suerte o por desgracia, las conozco muy bien). Pero, en ocasiones, el fútbol, ​​el juego del fútbol sobre el terreno, es arte.

Lo que hizo el Barça ayer en el estadio que lleva el nombre del fascista Santiago Bernabéu, fue poesía de la mejor que puede producirse.

Todo bastante paradójico. El equipo que representa a la marca España (más que la propia Selección Española), jugó con diez extranjeros. El Barça, muy ajeno a la idea española de España, jugó con siete catalanes, un vasco, un polaco, un francés y un brasileño. ¡De los once, seis son internacionales con España, a pesar de que a la mayor parte de socios del Barça nos da igual España y la Selección Española!

El grupo de chavales de la Masía y otros cuatro noquearon al Real Madrid de Militao, Rüdiger, Tchouaméni, Valverde, Camavinga, Bellinhgam, Vinicius ―digno sucesor del esperpéntico Cristiano Ronaldo― y compañía, y Mbappé. El miércoles ya ganaron al Bayern München. Y hoy, en Madrid, la mayor parte de los dardos iban contra Mbappé. Como si Mbappé no fuera un futbolista consagrado y descubrieran ahora que es un fraude ―que no lo es―. O contra Ancelotti, que ayer se equivocó en gran parte del planteamiento táctico ―¡sin quitar mérito al Barça, todo un Madrid no puede caer doce veces en fuera de juego!― y sobre todo enfrentándose con el equipo técnico del Barça por la celebración de alguno de los goles, lo que demuestra pura impotencia y mal perder. Impropia de Ancelotti, un hombre habitualmente ponderado. Pero es que ayer la humildad, el trabajo bien hecho y las ganas de los teenagers del Barça, con la belleza de su juego, pusieron en evidencia a un grupo de estrellas que, en términos de equipo, no se sabe a qué juegan. Sí, normalmente ganan. Pero, como dijo hace años el maestro Johan Cruyff, “si no saben por qué ganan, como van a saber por qué pierden”. Y así es.

Curiosamente, de Florentino Pérez, no habla nadie. Ejerce una presidencia dictatorial, hace lo que quiere ―el fichaje de Mbappé fue una alcaldada suya― le da igual la Selección Española tanto o más que a la mayor parte de los socios del Barça, pero tiene suficiente poder para mantener todas las bocas cerradas y desviar responsabilidades hacia donde sea. Así reviente todo, “el Ser Superior” es sagrado, infalible e intocable.

A pesar de que no conozco ―ni personalmente, ni he seguido su trayectoria profesional― a Hansi Flick, más allá de que eso del fútbol ya sabemos cómo va (si exceptuamos a Florentino, hoy eres Dios y mañana vas a lo más profundo del infierno), tengo la sensación de que es serio, respetuoso, educado, empático, y que sabe manejar lo que no deja de ser un grupo de jóvenes multimillonarios o en proceso de serlo, basándose más en la “auctoritas” que en la “potestas” y que manda y controla la plantilla con mucha mano ―dura― izquierda y cariño por los jóvenes jugadores. Y les hace currar. Esta forma física de los chicos del Barça, hacía tiempo que no se alcanzaba. Saber de fútbol, ​​se le presupone.

Lo que hizo ayer el Barça en el Bernabéu, en la segunda parte, fue poesía de la buena. Un poema de otoño, precioso.

(Estoy ultimando el post, y me entero de la reacción despótica de Florentino Pérez – y la de Vinicius, propia de un malcriado, prepotente, engreído y muy mal educado- y me alegro que por primera vez los Media de Madrid hayan roto su silencio cómplice con este ser que , más que “Superior”, es, simplemente, un impresentable).

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En la Calle Mayor del Perelló, en el número 24, se encuentra la Ferrería Cardona. Ca l’Agustí. Bajo el rótulo “Ferreria Cardona”, se puede leer “artesanos del hierro desde 1898”. La herrería la fundó Josep Cardona Aguilar, herrero tortosino ―que quizás ya provenía de una familia de artesanos del hierro― que recaló en el Perelló, no se sabe si porque había menos competencia o quizás atraído por alguna mujer. Hoy, Josep Cardona ―la cuarta generación de la estirpe de herreros― joven, lleva el negocio que, más allá del trabajo ―real o aparentemente duro― con el hierro frío y el hierro al rojo vivo, tiene una dimensión artística remarcable.

Josep y su padre, Josep Maria, que con casi 81 años siempre anda con él y le ayuda con lo que puede, transmiten paz y desprenden sensibilidad. Han hecho verdaderas obras de arte y obras de forja que, sin formar parte de esta categoría, las trabajan con tanto cuidado, experiencia, oficio y, sobre todo, amor, que no presentan ningún defecto. Son personas calmadas y no tienen prisa. Han interiorizado la lentitud del silencio de estos parajes. De los campos de olivos que tienen cerca del Pont Trencat y otras tierras, creo que en el Burgà y no sé muy bien dónde. Cuando vienen a casa a tomar medidas o a culminar un trabajo iniciado en la herrería, les gusta charlar, compartir, saber, explicar. Y creo que aprecian el cariño que sentimos algunos por esta tierra y la admiración por los oficios artesanos en vías de extinción. Yo disfruto mucho de las conversaciones sencillas, pero fructíferas, que tengo con ellos.

El primer trabajo que me hicieron fue una escalera exterior de hierro, que es, simplemente, perfecta. Bonita, bien hecha. Con amor, con el cariño que ponen en el trabajo que hacen. El viejo Cardona, amante de la música clásica, me explicó que de vez en cuando iba a Barcelona, ​​al Palau de la Música. Su hijo Josep toca el trombón en la banda municipal y en la charanga Xim Xim Mig Grau del Perelló. Sensibilidad musical. Sensibilidad artística. Gente noble. Amantes de la naturaleza y del campo, entienden la lógica de la depredación, se hartan de recoger níscalos por las montañas de alrededor, son pícaros y saben más que los ratones colorados.

La semana pasada instalaron en la fachada de casa una placa con el nombre de la misma. He tardado siete años en ponerle nombre, y el nombre lo ha definido la costumbre. Cuando hablo con mis hijos, familiares y amigos, especialmente de Barcelona, ​​les digo “estoy en el Delta” o “me voy al Delta” o “tenéis que bajar un día a disfrutar de un arroz en casa, en el Delta”. Por tanto, la casa se llama “El Delta”. De hecho, aparte del faro y de la Punta del Fangar, desde casa se divisa una buena extensión de arrozales deltaicos hasta Deltebre y puede que más allá. Josep y su padre han hecho un buen trabajo y no ha habido ni una sola vez que hayan venido a casa, que haya ido yo a la herrería o que nos hayamos encontrado por el pueblo que la conversación con ellos no haya sido fuente de paz y siempre enriquecedora. Estos hombres aman al pueblo y esta tierra, y da gusto cuando se explayan cargados de buena fe con mil anécdotas y detalles interesantes para los que somos meros adoptados por este pueblo que tan bien nos ha acogido.

Vivo en el término municipal del Perelló. Pero lejos de lo que es el pueblo propiamente dicho. Los perellonenses dicen que vivo en la montaña. En realidad, vivo en una colina situada a 150 metros sobre el nivel del mar desde la que veo el Delta, pero no veo el pueblo. Y cuando voy al pueblo, voy al pueblo. No sería muy natural decir que vivo en El Perelló. Es mi pueblo, pero… siento que vivo frente al Delta.

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El viernes 18 de octubre, despedimos definitivamente a nuestro amigo Àlex Susanna en el emblemático local barcelonés de “La Paloma”. Treinta y siete años antes, él y Núria Viladot se convirtieron, allí mismo, en un matrimonio que duró hasta el pasado 27 de julio, día en el que el maldito cáncer de páncreas se lo llevó. El acto fue masivo, muy entrañable e inolvidable.

Se han dicho tantas cosas de nuestro amigo poeta, escritor, gestor cultural, conocedor del mundo de la pintura, la escultura, la música, las artes y tantas cosas más… Habíamos pasado horas hablando de política y del Barça, pasando por los encantos femeninos y tantas otras cosas… El campo de conocimiento de Àlex era vastísimo.

Nuestro país se caracteriza por reconocer a los genios cuando ya se han muerto. Àlex, dentro de la desgracia que comportaba poder pronosticarle pocos meses de vida ―todas las cruces tienen su cara― recibió el testimonio personal de muchos personajes del mundo de la cultura que, sabiendo que no tenían todo el tiempo del mundo para expresarle su reconocimiento, pudieron hacerlo antes de que nos dejara.

Àlex se había entregado mucho a los demás y había hecho una contribución descomunal al mundo de la cultura. Él, en su fuero más interno, era consciente de ello. Y como todas las personas inteligentes, sabía que vivimos en un mundo en el que debes hacer lo que crees que estás llamado a hacer. Pero, aunque esta contribución aporte mucho a la sociedad, no tienes que esperar nada a cambio.

Joan Maria Pujals, en su discurso de homenaje a su amigo, entre otras cosas, destacó: “Àlex era un hombre con mucha entereza. Un hombre de compromiso: con su patria, con su idioma, con su cultura. Y este compromiso le llevó a trabajar en todos los ámbitos: escritura, escultura, pintura, música, arquitectura… Y aún tenemos que añadir el ámbito de la gestión cultural”.

Este compromiso y no ingenuas esperanzas de reconocimiento, hacían que le supiera mal que los decisores ―públicos y privados― del país, no lo supieran aprovechar más. Desgraciadamente, el compromiso con “la patria, la lengua y la cultura”, que señalaba Pujals, no siempre son compartidos por las “élites de la mediocridad”, más temerosas de que los personajes brillantes, por humildes que sean, les puedan hacer sombra que por el valor añadido que puedan aportar.

Con una anécdota me entenderéis. El pasado 6 de febrero, Àlex presentó su último libro en vida, La dansa dels dies (la danza de los días) -posteriormente han aparecido dos libros póstumos, el dietario L’any més inesperat (El año más inesperado) y el de poesía Tot és a tocar (Todo está cerca)-, presentado por Vicenç Villatoro. De hecho, mantuvieron un diálogo profundo e interesantísimo.

Ese día, Àlex se sorprendió de que el presidente Pujol asistiera a la presentación de su libro. Me pregunto qué habría pensado, cómo se habría sentido, viendo cómo asistieron a “La Paloma” para despedirle los presidentes Pujol, Mas, Puigdemont ―represaliado absurdamente por la cúpula del poder judicial español, lo que obligó a que su intervención tuviera que ser leída-, el alcalde Trias, la actual consejera de Cultura de la Generalitat, Hble. Sonia Ruiz y tanta, tanta, tanta, gente del mundo del arte de la cultura, de las letras, de la música…, así como familiares y amigos famosos y anónimos. No se lo habría podido creer. Desde París, vinieron Nathalie Houzé, la documentalista por excelencia del Museo Maillol de la capital francesa, así como familiares de Dina Vierny vinculados al Museo ―Àlex era uno de los principales conocedores de la obra del escultor norcatalán de Banyuls―. De Menorca, Josep Maria Quintana, prestigioso escritor y jurista, el pintor, escritor y poeta ibicenco Josep Marí… No faltaron artistas como el poeta Vicenç Altaió, con los que ―pese a que los unía la personalidad del poeta Foix― mantenía discrepancias remarcables, como las mantenía con el pintor Perico Pastor que, no sé si el pasado día 18 pudo venir a “La Paloma”, pero el 1 de agosto, cuando nos reunimos alrededor de las cenizas de Àlex en el jardín de su casa de Gelida, durante el acto, fue pintando la urna funeraria de nuestro amigo. En fin, no se trata ahora de pasar lista de los asistentes, sino de imaginar a Àlex viéndonos desde donde sea que esté su alma, emocionado de constatar que tanta gente le apreciaba y le valoraba.

De forma más personal, citaré la intervención de Joan Oliveras, compañero de escuela de Àlex desde los tres años y la persona que me lo presentó, hace ya años, y el cierre del homenaje a cargo de Jordi Savall hablando a través de la viola de gamba e invitando a un aplauso final dedicado a nuestro amigo fallecido.

En definitiva, octubre, otoño, poesía y arte.

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