“La razón por la que los humanos cometen tantos errores de juicio y de conducta, y conocen tantos sufrimientos, es porque no saben lo que han venido a hacer a esta tierra. Vienen y se van… ¿De dónde vienen? y ¿a dónde van?, lo ignoran. A estas dos preguntas solo hay una respuesta: Dios.
Hemos salido de la Fuente divina y un día volveremos a ella. A lo largo de nuestras múltiples encarnaciones ¿por qué caminos tendremos que pasar antes de regresar? Esto depende de nosotros. Dios ha previsto, para las criaturas que somos nosotros, un destino excepcional. De vez en cuando, solamente, tenemos una visión fugaz de ello, y debemos aferrarnos a esta visión con todas nuestras fuerzas. Todo lo que puede sucedernos en el camino de vuelta, son etapas. Aunque estas etapas sean difíciles, dolorosas, nunca deben borrar o hacernos olvidar la visión de lo que llegaremos a ser cuando volvamos al seno del Eterno, con todas las experiencias que habremos hecho, con todas las cualidades y virtudes que habremos adquirido y desarrollado.“
Omraam Mikhaël Aïvanhov
Es solo una referencia que me permite concluir con este octavo y último post la narración de “Mundos superpuestos“.
Los que habéis leído la serie comprenderéis fácilmente -creo- que no se trata de un ejercicio de proselitismo religioso. A menudo me he definido, también en este blog, como un creyente descreído al que le gustaría creer más…
Tampoco es una historia de amor. En todo caso, es una historia de Amor que se vehicula en gran parte -pero no solo- en un episodio amoroso.
Debemos retroceder hasta el primer post de la serie (ver “Mundos superpuestos” del 30 de enero de 2016) para recordar que todo empezó un sábado del mes de marzo de 2005, en mi club deportivo, cuando abrí mi taquilla en el vestidor y cayó al suelo un manuscrito de Gabriel García Márquez.
Como dije en el citado post, si ya me sorprendió encontrar dentro de mi taquilla del club el manuscrito de García Márquez, más me costó entender que entre aquellos papeles escritos en Barranquilla apareciera otro escrito firmado por Abraham J. Steinberg. Recordemos que ya había regalado el único ejemplar disponible.
Durante los 7 posts anteriores hemos tenido acceso a una parte de la verdadera historia de Abraham J. Steinberg, que desde que la conozco me ha provocado cierto desconcierto. Nunca he entendido qué tiene que ver conmigo, pero la historia de este hombre, que no soy consciente de haber conocido pero es como si le conociera, siempre me ha atraído y me ha estimulado. Me provoca una sensación extraña. Algunos me habéis dicho que la historia la he escrito yo y que me he camuflado detrás de este personaje que decís que he creado…
No. El azar hizo que tuviera acceso a lo que había escrito y a algunas fotografías y objetos suyos. Es verdad que cuando de repente y después de haber entregado definitivamente el documento, volvió a aparecer de forma inesperada, experimenté todo tipo de sensaciones y me ha hecho reflexionar mucho… Quiero dejarlo claro. No hablo de reflexionar en torno a “juegos de rol”. Llegar a este mundo para hacer de marido, padre, hijo o médico y estar tan identificado con estos roles nos sitúa en la dimensión del hacer, no en el de ser, que es a la que me refiero.
Desde el ser, el ser humano busca la felicidad. A menudo de forma confusa, por no decir errónea. Con demasiada frecuencia desde el juego de rol, pero no desde la esencia. Haciendo de médico o de Presidente de los Estados Unidos puedo tener la sensación de realización máxima -o no-. Pero tendré clara la respuesta a la pregunta: “¿quién soy en realidad y qué hago en este mundo?”
Saber que Abraham J. Steinberg necesitó miles de vidas para encontrar la respuesta me llama mucho la atención.
Es cierto que la mayor parte de nosotros, la mayor parte del tiempo, no acabamos de tener claro qué hemos venido a hacer a este mundo.
El manuscrito de Abraham J. Steinberg invita a mirarse al espejo, deshacerse de los roles adquiridos voluntariamente o que nos han sido impuestos, y preguntarse lo siguiente: “¿quién soy yo?”, “¿qué hago aquí?”, “¿cuál es el verdadero camino hacia la Felicidad?”.
Las respuestas pueden ser múltiples. Ya lo decía el manuscrito de Gabriel García Márquez, que acabaría utilizando como divisa en su libro de memorias “Vivir para contarla”: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla“.
Todo es posible. Como que no sepamos responder a estas preguntas, o que las respuestas que imaginamos respondan más a la necesidad consciente o inconsciente de engañarnos o simplemente a la incapacidad o el miedo de decirnos a nosotros mismos la verdad.
Abraham J. Steinberg tardó muchos años en comprender que lo que buscaba ni estaba fuera de él mismo ni lo encontraría en los demás. Tenía que buscarlo en lo más profundo de su ser.
Parecía mentira que tuviera que arrastrarse por tantas y tantas vidas antes, y que incluso en la que se narra en el manuscrito, la última, tardase tanto en descubrir dentro de sí mismo lo que era evidente: era portador de la Verdad. Todos los somos, lo que no quiere decir que seamos conscientes de ello o que tengamos muy claro cuál es su desencadenante.
Mientras tanto podemos hacer muchas, pocas o casi ninguna cosa, en una o varias vidas (que cada uno piense si le parece que vive una vez o no), y hasta llegar a destacar en términos convencionales, siendo unos verdaderos desgraciados en términos esenciales.
Hace tiempo que escucho y leo al Papa Francisco y su análisis sobre las consecuencias nefastas del capitalismo desaforado sobre la humanidad. Estaréis pensando que entro en un territorio en el que no quiero entrar de ningún modo. El de la política. Entre los promotores del pensamiento único y los manipuladores de masas populistas, me quedo con el Papa Francisco y los que como él, lejos de todo afán de protagonismo (y aún menos de protagonismo político, aunque al final lo pueda tener) tratan de remover consciencias a partir de hechos evidentes: el calentamiento del planeta, la espeluznante desigualdad, dramas como los de los refugiados sirios o de tantos y tantos niños (y adultos) africanos y de otras zonas del planeta -también de los barrios de nuestras ciudades- que pasan hambre y viven en la marginalidad absoluta, maltratos de todo tipo, terrorismo físico y psicológico… La “Vida Líquida” de Bauman o lo que sea. Ya nos entendemos.
Si debo creer en la reencarnación, por haber vivido varias vidas, no siento que esta sea la última. Por desgracia.
Ya empiezo a tener una edad y este mundo nuestro hace más ruido del que desearía. No me gustaría pasar por la experiencia de Abraham J. Steinberg en el país de los clónicos. Ni siquiera por la que tuvo en el país denominado invierno.
Por desgracia me siento lejos de la experiencia que Steinberg vivió en Barcelona. En cambio, sí que sueño con la de la Provenza. Aunque, lamentablemente, no puedo establecer un gran paralelismo con ella. Las razones, en mi caso, son otras…
Abraham J. Steinberg fue a la Provenza porque se lo propuso Agnès. Pero podría haber ido a cualquier sitio con el mismo resultado en términos de realización vital como humano que trasciende los límites terrenales. Finalmente, después de muchas vidas y muchos episodios difíciles y dramáticos, sabía qué había venido a hacer a este mundo. De dónde venía y hacia dónde iba. Podía vivir con ruido o sin ruido.
Yo todavía no. Necesito la paz y el silencio. Y todavía no sé cuánto camino me queda por recorrer y cuán largo será hasta encontrar la Paz y el Silencio.
Sé que lo que me importa de verdad no lo encontraré en las noticias, ni en los debates parlamentarios, ni, en general, en las tertulias de café. Muchos han reflexionado con profundidad antes y con mayor capacidad que yo sobre la Verdad de la Vida. Escucharles y leerles me aportará más que saber qué está ocurriendo en el Mobile Phone, estar al corriente de si Mark Zuckerberg ha ido a correr por Montjuïc o debatir horas y horas sobre la huelga de transportes que les dedican los huelguistas a los visitantes y, de rebote, a los ciudadanos.
Y más que el ruido de fuera, me gustaría tener más capacidad de escuchar las voces que me hablan desde dentro. Podría quejarme de que el ruido de fuera es tan ensordecedor que no me puedo concentrar. Me equivocaría. El ruido de fuera es el que es. ¡Qué fácil es culpar a los demás de todos nuestros males y absolvernos de toda responsabilidad a nosotros mismos!
Conectar conmigo mismo, o no ser capaz de hacerlo, es mi problema y no he de responsabilizar a nadie más que a mí mismo si no lo hago con frecuencia.
Esta incapacidad es la que me llevaría a alguna Provenza tranquila a pasar los últimos años de mi vida.
¡¡¡Y me encantaría encontrar ahí a mi propia Agnès!!! ¡¡¡Cómo me gustaría!!! Anhelo una historia de amor. Pero solo si es de Amor.
Ahora que recuerdo, Agnès no había muerto… Y Abraham J. Steinberg, en el momento de morir, cuando ya había iniciado el proceso de integración con la Luz Eterna, le avanzó que estaba viviendo también su última vida, pero que le quedaba una misión por completar… ¿Podría ser la de ayudarme a mí y eso explicaría, por un lado, el retorno del manuscrito de Steinberg a mis manos y, por el otro, aquella extraña sensación de tener algo en común con este personaje que, insisto, creo que no he conocido nunca?
Continuo pensando que soy demasiado mayor y que no me queda tiempo para hacer todos los deberes que tengo pendientes en lo que me queda de vida. No creo que la misión que le pueda quedar a Agnès para acabar con su propio retorno eterno tenga nada que ver conmigo.
Amigas y amigos, sea como sea, no. Yo no soy Abraham J. Steinberg. Pero confío en tener la suficiente fortaleza para acabar mi última vida como la acabó él.
Por cierto… El contenido de este epílogo puede ser tan real o tan ficticio como la historia de Abraham J. Steinberg. No olvidemos que: ¡¡¡”La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla“!!!
Josep Maria,
No sé exactament en el que crec actualment i no tinc cap pressa en saber-ho. Estic obert a tot. Massa temps en la meva vida l’he passat amb creences tan fermes com reduïdes i reductores. Hem d’aprendre que no podem concebre, ni expressar, ni tan sols experimentar certes realitats transcendents sense passar per la mediació de la immanència. El que implica, per força, limitació, imperfecció, fins i tot, caricatura. El que passa és que no tenim altra manera de fer-ho. Això explica que la millor manera d’expressar certes realitats sigui amb el simbolisme. Tu, per exemple, parles de “Llum”. Tota filosofia o teologia, qualsevol ritual o litúrgia, dogma o creença, estan marcats per aquesta imperfecció inherent a la nostra natura. No és estrany doncs que sigui tan fàcil rebutjar l’existència de Déu després de tants abusos dogmàtics.
Però, com diuen els francesos, (crec haver-ho ja escrit) “ il ne faut pas jeter le bébé avec l’eau du bain”. L’amor de Steinberg amb Agnès és paradigma de l’Amor. El “Càntic dels Càntics” bíblic ja ho havia expressat. El Tantrisme ho fa semblantment amb la unió sexual i cada religió utilitza les seves pròpies mediacions. L’esser humà no té altra possibilitat més que fer-ho així, simplement hauria de ser conscient de la seva grollera inexactitud. Malauradament, en la majoria dels casos, es pren la imatge per la realitat. Si Deu existeix és més gran i diferent que tot el que puguem expressar … per això no tinc pressa en formular les meves creences.
Gràcies pel comentari. Evidentment l’aproximació de Steinberg és humana i per tant molt limitada. Com molt bé dius si Déu existeix, la “perfecció” assolida per Steinberg en vida humana, segur que és incomparable amb aquesta Grandesa.
Josep Maria!!!
Amb el “rotllo” que he escrit he oblidat d’agraïr-te, amb tota sinceritat, un cop més, el haver-nos fet participar de la “teva” història.
Moltes, moltes gràcies!!!
La història de… Steinberg¡¡¡ La “meva”, com explico en l’últim post, està lluny de la “perfecció” assolida per Abraham J. Steinberg!!!
És una història encisadora, que capta l’atenció a mida que la vas llegint. M’ha agradat la por de ser estimat del personatge de jove però que canvia quan el seu moment vital és diferent. I amb quedo amb el que diu el protagonista que naixem i morim sols i anem trobant persones pel camí però sempre estem sols. Gràcies!
Gràcies Montse. Penso que és així, encara que no sempre ens agradi. Dit per cert en moments de solitud per a moltes persones i de, mort en solitud i dols difícils!