Creo, sinceramente, que nadie tiene una respuesta a preguntas del tipo: “¿Cuándo y cómo saldremos de la crisis?” o “¿qué vendrá después del actual sistema de partidos políticos y de organización social e institucional que conocemos?”. Opiniones hay muchas. Certezas no hay, ni siquiera respuestas con consistencia suficientemente compartida. Por este motivo, hace falta avanzar a tientas, intentando no perder el rumbo. Demasiada gente está viviendo esta situación con sufrimiento real, y es fácil dejarse llevar por la angustia. Aún no ha habido grandes episodios de violencia física, pero la violencia verbal va en aumento, y las actitudes violentas y destructivas también.
Los tiempos que nos tocan vivir son difíciles, pero -y sé que alguien pensará “consuelo de tontos”- los ha habido peores. Mi amigo Joaquín Tamames (con Ramiro Calle y Fernández Fermoselle: “Dividendos para el alma”) nos recordaba:
“…Los tiempos que nos tocan vivir son de crisis y traumas, pero son relativamente benignos si se comparan con el horror planetario de otras épocas, como la II Guerra Mundial, por poner un ejemplo”.
Y por difícil que sea la situación, a pesar de que no se tengan respuestas mágicas, es preciso perseverar en la confianza y encajar de forma serena -aunque no pasiva- la realidad.
Decía el cantautor Raimon en la contra de “La Vanguardia” del pasado 19 de abril:
“…(hoy) No hay horizonte. Es lo único que hace 50 años no habría podido ni imaginarme: que un día nos quedaríamos sin horizontes”. Y a la pregunta: “¿Usted qué hace para ayudarse?” Raimon respondía: “Disciplina, trabajo y mucho amor. Cantar buenas canciones y no engañar a nadie, empezando por mi mismo: cuando vea que no puedo dar lo que quiero dar…diré adiós”.
Por tanto, hacer lo que sabes hacer con la máxima honestidad y cuando sientas que no estás a la altura de las exigencias del guión, saber ser fiel a ti mismo y a los demás y dejar paso a quien pueda hacer las cosas mejor.