La victoria de Trump está preocupando a muchos. Seguramente más en Europa que en América, y seguramente más entre las generaciones que van de los boomers en adelante. Hay un rechazo, una no aceptación de lo que han votado la mayoría de americanos…
Desconozco la composición etária, de género, nacional, socioeconómica de los grupos contrarios al resultado de las elecciones americanas. Sin embargo, tengo claro que muchos de los que han vivido uno de los mejores períodos de la historia, las tres décadas posteriores al final de la II Guerra Mundial e incluso la década de los 80 y los 90 del siglo pasado, en lo que se conoce como Occidente, forman parte de los que dicen luchar para evitar situaciones como la victoria de Trump en Estados Unidos.
En España, están bien representados por el establishment que se aferra a la idea de salvar y perpetuar, específicamente, el régimen del 78, ignorando que los tiempos cambian y que nada es eterno. Se dan cuenta de que hay una mayoría de jóvenes que no son conscientes de lo que representó el franquismo ―algunos no saben ni quién fue Franco― y tienen la esperanza de que celebrando cincuentenarios de la democracia en España y cosas por el estilo (ver el post anterior, “2025: Celebración del 50o aniversario de… ¿De qué?” del 19 de enero de 2025), harán que las generaciones jóvenes compartan su punto de vista de la vida y del mundo. Creo que la cosa no irá por ahí…
El otro día, mientras iba conduciendo, escuché a Jordi Basté, escandalizado por los resultados de una encuesta respondida por jóvenes británicos, según la cual, creo recordar que el 60% de ellos se mostraban contrarios o no creían en la democracia, y creo recordar que dijo que el 40% ―disculpadme si la cifra no era exactamente esta, pero, en cualquier caso, llamaba la atención― estaban a favor de la dictadura.
Después de esto, he escuchado a jóvenes catalanes en el mismo programa, que desconocían qué fue el holocausto nazi ―confundiéndolo alguno de ellos con algún elemento o personaje de Harry Potter― y que no eran capaces nombrar ningún campo de concentración.
Tengo la sensación de que si se pusiera la mitad de énfasis en analizar y tratar de comprender el porqué, las causas de lo que acabo de mencionar ―el desconocimiento de éstos jóvenes como muestra representativa de una realidad cambiante que se niega― en lugar de reaccionar como verdaderos hooligans contra los que votan lo que ni gusta ni se entiende ni se quiere analizar objetivamente, o contra los que, desconociendo los diablos de la historia, cuestionan “el sistema” (el régimen del 78 es una variante ―muy mejorada, seguro, pero una variante― del régimen del 39), se estaría mejor posicionado para afrontar el futuro.
Hace tiempo que, desde la distancia, veo cómo se van tomando decisiones que tienen como resultado la práctica desaparición de las humanidades, de la historia, de la literatura, de la filosofía, de la ética, del currículum escolar. Las ocurrencias de la “progresía caviar acomodada”, gobernando o ridiculizando desde una pretendida ―y falsa― superioridad moral, a los que nos parecen inaceptables y/o esperpénticas o simplemente carnaza para contentar al pueblo, estas iniciativas “modernizadoras” han acabado rellenando horas escolares con contenidos que, además de desplazar los fundamentales para la formación de seres humanos, tienen otros efectos que después sorprenden y enfadan a los autores materiales de este despropósito. El resultado lo seguiremos viendo en sucesivas elecciones europeas, nacionales y subnacionales y, en el caso de Catalunya, estoy seguro, con un más que previsible crecimiento de votos de Aliança Catalana.
Un buen amigo mexicano, de origen judío, que es un poco más mayor que yo, siempre me dice que esta generación que, en Occidente, al contrario que la de nuestros padres y abuelos, no hemos tenido que sufrir directamente ninguna guerra ―bueno, los americanos Corea y Vietnam―, hemos gozado del mayor bienestar de la historia. Globalmente hablando, por supuesto. ¿Cómo lo tendrán nuestros hijos y nietos? Lo tendrán diferente. Como decía, nada es eterno y todo cambia. Y ni podemos descalificarlos globalmente por no saber la historia que nuestros ilustres gobernantes han decidido que no hay que enseñar, ni podemos juzgarlos desde la comodidad y bienestar alcanzados durante el régimen del 78. Desde el establishment es muy fácil demonizar, cuando no insultar, a los votantes de Trump, de Melloni, de Le Pen o de quien amenace su bienestar. Estos votantes consideran que precisamente ese establishment, se llame Kennedy, Arnauld, Agnelli, Florentino Pérez, Oliu o José María Aznar o Felipe González o Juan Carlos de Borbón, es lo que les ha llevado o les está llevando a la marginalidad y la precariedad.
Cuando escucho ―es solo un ejemplo que tengo presente porque solo escucho algún rato tertulias de Basté en RAC1 y me parece muy representativo― a Màrius Carol, y a partir de él proyecto el segmento que representa, me pregunto si lo que les preocupa es asegurar la pervivencia de lo que consideran una democracia ―el régimen del 78 lo es, eso sí, tremendamente diezmada y destartalada― o consolidar un sistema dirigido cada vez por menos personas, por una minoría cada vez más minoritaria, que son los que controlan de verdad el dinero y el poder en el mundo. Prefieren ser cola de ese león que acabará devorando todo lo que hemos conocido ―por ejemplo, el Estado del Bienestar―, que cabeza de ratones que deben ser exterminados en nombre del “bien supremo”, es decir, del establishment.
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Sí, Raúl. Toda la razón del mundo. Tres círculos concéntricos como máximo. El individual, el formado por cuatro, cinco, diez personas que nos esforzamos por compartir valores que creemos que valen la pena y, un tercero –o no– que vendría a ser una extensión del segundo.
Si el primero no está bien trabajado ―conseguir estar bien contigo mismo― ni el segundo, ni el tercero, ni los que queráis añadir, te resolverán lo que solo depende de ti. Y si no te aproximas, no estás en condiciones de aportar valor añadido real. Ni a ti, ni a los demás.
El ruido exterior, la excesiva distracción con temas como lo expuesto en el pasaje anterior, pueden desviarte de tu camino. Y esto no es bueno para nadie…
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Pasados tres meses, doscientos veinticuatro muertos y tres desaparecidos, Mazón no dimite. Obvio la consideración ética. Me limito a comentar que la estética es repugnante…
El régimen del 78 no es una democracia homologable. Pero diría que los resultados electorales por ahora no se han falseado. Diría. Así pues, los valencianos tendrán la oportunidad en el 2027 ―si no se adelantan las elecciones― de expulsar a quien no parece tener ni alma, ni conciencia, ni vergüenza, ni sentimientos ni entrañas. ¡O… no! Ya se verá. Tengo claro que el pueblo no se equivoca cuando vota y que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece.
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Leo que “el problema del Partido Demócrata (de Estados Unidos), como el de todo el centro político en Occidente, no son las ideas, sino la práctica: hasta qué punto todo el mundo percibe la distancia entre los discursos que llevan quince años criticando los excesos del poder económico y la nula intervención de los políticos que han gobernado para domar ese poder mientras recomendaban los libros de Snyder. Como buen historiador, Snyder estará familiarizado con la tesis de Walter Benjamin, según la cual, detrás de todo fascismo, existe una revolución fallida. Y en el liberalismo social o la socialdemocracia que defiende Snyder, la revolución fallida ha sido precisamente el margen positivo del gobierno que, mientras con una mano ha defendido el debilitamiento de todas las fronteras y diferencias identitarias, con la otra ha ido cambiando activamente las leyes y las regulaciones para debilitar la soberanía económica de la clase media, como si una cosa y la otra tuvieran que ir de la mano. Es normal que la reacción capitalizada por la derecha aproveche los resultados de la práctica para desprestigiar la credibilidad del fondo del paquete intelectual entero. Si el liberalismo quiere recuperarse, no será suficiente con contar la historia de sus virtudes y hacer una crítica negativa al postliberalismo. Sería mucho más efectivo empezar con una buena historia de los fracasos propios y una articulación positiva de lo que debería hacerse diferente” (Els límits de l’intel·lectual antitrumpista (Los límites del intelectual antitrumpista). Joan Burdeus. Núvol).
Una autocrítica que los partidos clásicos del espacio centrista ―desde el centro-derecha hasta el centro-izquierda― que gestionaron positivamente el equilibrio Estado-mercado entre 1945 y 1973 ―en el caso de España, el conglomerado indiferenciado UCDPPPSOE del régimen del 78― no tienen la más mínima capacidad de hacer, y esto los llevará a los pies de los caballos de los populismos, generalmente de ultraderecha y, en algún caso, quizá, de ultraizquierda.
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En El Perelló, la Fiesta Mayor es en enero, por Sant Antoni, y en l’Ametlla de Mar, por la Candelera, en febrero. En Ascó, la Fiesta Mayor es en agosto, pero las fiestas de Sant Antoni duran cuatro días, son ancestrales y reconocidas como Fiesta patrimonial de interés nacional por la Generalitat. Algo parecido ocurre en Vilanova i la Geltrú. La Fiesta Mayor es en julio, pero por Sant Antoni hay una especie de Fiesta Mayor de invierno.
En mi imaginario, las fiestas mayores son en verano. Muchísimas en agosto, muchas por la Virgen de agosto (cuando, como se dice en catalán, “per la Mare de Déu d’agost, quan a les set ja és fosc”). Otras, como las de Barcelona y Tarragona, en la frontera verano/otoño. Pero la sensación, la mía personal al menos, es veraniega.
Tengo la sensación de que muchos pueblos que celebran la Fiesta Mayor en invierno han ido desarrollando también fiestas mayores en verano, sin perder las del invierno. Me suena, pero no he comprobado que estas sensaciones se correspondan con la realidad.
En cualquier caso, en el que ahora es mi pueblo, El Perelló, la Fiesta Mayor es en invierno, por Sant Antoni, durante la “semana de los barbudos”, la semana que tiene fama de ser la más fría del año, y doy fe de que este año ha hecho mucho frío.
He disfrutado participando en muchas de las actividades de la Fiesta Mayor del Perelló y también en la procesión nocturna de la Candelera, en la Cala. Impresionante. Las llamas de las achas, el repique de los tambores, los quintos llevando a la Virgen, cuya silueta se dibujaba en un cielo iluminado por las estrellas y una alineación excepcional de planetas…
Me han explicado que la Fiesta Mayor del Perelló se celebra por Sant Antoni porque antiguamente coincidía con el final de la cosecha de la aceituna a punto de producir aceite y loas famílias disponían de dinero fresco. Supongo que será cierto, pero si no e ben trobatto. Me parece hermoso.
El día de Sant Antoni Abad, el 17 de enero, bajé con Romina al pueblo. El día era gris y frío. Pero la gente no se quedó en casa. Estaba en la calle. La mayoría iban muy bien vestidos y arreglados. Muchas fachadas estaban engalanadas con imágenes de Sant Antoni, en las que se podía leer “Patrón del Perelló”. La Agrupación Musical l’Emburgada, el Sr. Obispo de Tortosa, Monseñor Sergi Gordo, el alcalde Samuel Ferré, la corporación municipal, miembros del riquísimo tejido asociativo del pueblo, ciudadanos… fueron hacia la zona del polideportivo, donde comenzó la cabalgata de los Tres Tombs, que finalizó delante de la Iglesia. Allí, el Sr. Obispo bendijo a los animales ―también a Brownie― y, a continuación, Misa Mayor en honor de Sant Antoni Abad, predicada por el Sr. Obispo y cantada por la coral Santa Llúcia. ¡Hacía más frío dentro de la Iglesia que fuera, que ya es decir!
Los Antonis y Antònies del pueblo se hicieron una foto grupal en el Coll de les Forques. Un lugar interesante para comprender que la Guerra de los Segadores va más allá de la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714 frente a las tropas de Felipe V de Borbón.
En 1640, ya en el transcurso de la Guerra de los Segadores, El Perelló fue asaltado por las tropas de Felipe IV de Borbón a las órdenes del marqués de los Vélez que, lejos de ser el jefe de una banda de narcotraficantes “latinos”, capitaneaba una banda de castellanos ―quizás menos honorable que las de narcos― tan primarios y execrables como los que fueron con el crucifijo a espoliar y violar a los “latinos” unos 200 años antes, con la excusa de evangelizarlos. La historia cuenta que 13 perellonenses resistieron durante un día el ataque de los salvajes borbónicos castellanos y finalmente los colgaron. Que quede claro que El Perelló forma parte de la Catalunya abandonada por la cada vez más grande Barcelona metropolitana, pero que es Catalunya y que el pueblo sufrió como sufrieron todos los catalanes.
La mañana acabó con un baile de sardanas, de la jota del Perelló con protagonismo por las pubilles (herederas, en castellano) y herederos. Tengo la impresión de que haber conservado esta tradición, fomenta ―aún más― la implicación de los jóvenes con la celebración comunitaria y ayuda a no perder la esencia de la Fiesta Mayor. Antes de ir a comer, cerramos la mañana el vermut de Fiesta Mayor.
La fiesta literaria, “la darrera” y la fiesta del calmante, para mí merecen capítulo aparte. Mar Grifoll y Jordi Gómez al inicio de la fiesta literaria, protagonizaron “Diálogos de cuerpo y sonido”. Una combinación impactante del arte de recitar poemas, música, diría que de tiorba, y teclado y danza contemporánea. La “darrera” y la fiesta del calmante, dos manifestaciones interesantes de cultura popular. Cuesta imaginar una fiesta del calmante en pleno verano. De hecho, siempre me ha chocado la combinación de cremat (lo más parecido al calmante que se me ocurre) y recitales de habaneras en pleno verano. Estas bebidas calientan. Son de invierno.
Ahora ya sé lo que es una fiesta mayor en pleno invierno. Alguna parte muy profunda de mi ser, conectó muy bien con la energía que transmitían los actos de la fiesta y, sobre todo, el disfrute y la felicidad de la gente, contenta y orgullosa de sus fiestas y su pueblo. El Perelló es un pueblo vivo, lleno de vitalidad y energía. El impacto de la globalización, por supuesto, está ahí. Pero ha hecho menos destrozo que en las grandes urbes. La humanidad se aprecia más en lo local que en lo global.