Formo parte de una generación de barceloneses -barcelonés sobrevenido en mi caso, nací en Sant Cugat del Vallès- que vivimos de espaldas al mar.
Los cambios del 1992, por lo que a mí respecta, los fui asimilando progresivamente. Imagino que hubo gente que enseguida incorporó las playas barcelonesas a su vida, como los había que frecuentaban la zona marítima de Barcelona desde siempre.
Ya hace años que la fachada litoral de nuestra ciudad forma parte de mi vida. Entre 2011 y 2015 he ido regularmente al Hospital del Mar. Pero ya antes había disfrutado de paseos agradables a pie y en bicicleta por el litoral. Nunca he ido, sin embargo, a la playa en Barcelona. Conozco bastante gente que va y todo el mundo coincide en que el agua está limpia aunque, evidentemente, en temporada alta sobre todo, los fines de semana está llena de gente. Imagino que con la dimensión creciente y -para mi gusto- descontrolada del turismo, las aglomeraciones son mayores.
Por el sur, la primera zona en la que me he remojado ha sido Castelldefels y por el norte, Montgat, El Masnou y algún lugar más, pero no más de 4 o 5 veces. Durante años fui intensivamente a Calella de Palafrugell. Ahora ya hace unos cuantos veranos que no he frecuentado las playas catalanas. He estado en diferentes islas, y lo volveré a hacer este mes de agosto.
Debo confesar que hace mucho tiempo que tengo ganas de experimentar lo que es bañarse en Barcelona. ¡¡¡Quizás soy un espécimen raro por no haberlo hecho nunca!!!
Este julio ha hecho mucho calor y el fin de semana pasado pensé en ir a la playa en Barcelona. Al final, sin embargo, por motivos sobrevenidos acabé yendo donde comienza el Maresme. Ya me iba bien, de todos modos, porque -pese a no ser lo mismo- no dejaba de representar romper el mismo “tabú”, según el cual, parecería que si no te alejas mucho de Barcelona lo que haces no es bien bien ir a la playa o ir debidamente.
Salí temprano de casa, en moto y, a pesar del calor, el aire era agradable. Los pocos kilómetros que hice resultaron estimulantes y el hecho de llegar al lugar y aparcar delante de donde decides poner la toalla añadía atractivo. Había gente, pero no tanta como para no encontrar un buen lugar en primera línea, en la zona más fresca.
La tipología de gente era variada. Miré alrededor e imaginaba situaciones. ¡A saber! Pero vi desde gente que quizás esperaba ir en agosto a Baleares, a la Costa Brava o la Polinesia, y que quizás disfrutaban de una segunda (o primera) residencia en el Maresme, hasta personas, parejas, familias que parecían contentos de poder frecuentar estas playas, en coche, en moto o en tren, durante todo el verano.
Mientras estaba tumbado tomando el sol y oía romper las olas cerca de mis pies pude escuchar -imposible no hacerlo a menos de que me hubiera puesto tapones en los oídos- fragmentos de una conversación entre dos chicas que estaban detrás de mí…
-Oye, ¿sabes qué? Me he comprado 7 bragas por 16 euros. Y están muy bien ¿eh?…
La compañera -sin parecer demasiado impresionada- cambió de tema.
-La Toni se casa con el Santi. Todo el mundo tiene claro que no duran ni un año, pero claro… ¿Qué les vas a decir? Se conocieron en el trabajo. Él le saca 16 años. Vamos, que esto no va a ninguna parte.
Al cabo de un rato estas chicas llamaron a un restaurante para reservar mesa para las 14:30h. Unos minutos antes una familia situada también detrás de mí, pero en el otro lado, también habían reservado mesa en un restaurante…
Me incorporé con intención de coger el periódico para leer un rato y vi a una pareja comiendo unos bocadillos envueltos en papel de aluminio, bajo una sombrilla. Y un poco más allá una señora a la que echaba entre 65 y 70 años, morenísima, sin duda consumidora de sol diario -o casi- que desprendía cierta clase. No hacía falta ser un lince para ver que se había dejado algo de dinero en alguna consulta de estética y/o cirugía plástica…
Por otro lado un señor leía el “Marca” y la señora que estaba con él “Por quién doblan las campanas” de Ernest Hemingway, el abuelo de John Hemingway a quien conocí en Montreal -ciudad donde vive o vivía hace 3 o 4 años- a través de una amiga periodista catalana, establecida en Madrid. Por cierto, os recomiendo mucho el libro de John Hemingway “Los Hemingway, una familia singular”. ¡¡¡Doy fe de que es -o lo fue- singular aquella familia!!!
Me estiré de nuevo y me venía a la cabeza un pensamiento recurrente. La fachada marítima actual de Barcelona, aunque en sentido estricto no se parece a Miami Beach, a menudo me lo recuerda. Y al revés. Cuando estuve en Miami por última vez, hace un mes y pico, tuve el mismo pensamiento. En una cosa sí que se parece: la diversidad de público. Diversidades diferentes, pero diversidades al fin y al cabo.
Y como un pensamiento lleva a otro, he recordado un día en Vero Beach (Florida), he recordado una conversación con una persona que hace años que no veo y a la que ya no podré volver a ver…
-Te diría que sentí algo diferente. Pero claro… como siempre me equivoco… Aquella mujer me atrajo mucho.
-Pero eso ya te ha pasado varias veces y… Sí, ya me imagino que me dirás que esta vez es diferente, ¿no? ¡Y además seguro que te lo crees!
-Sí. Estoy convencido. Pero esta vez quizás me quedaré en el terreno de la sublimación y el amor platónico para evitar la decepción.
-Ya… Pero escucha … ¿Quieres decir que no deberías hacerlo más fácil?
-¿Más fácil?
-Supongo que no come carne, ¿no?
-No.
-Ya me lo imaginaba. ¿Y pescado?
-No lo sé. Me parece que come huevos…
-¿Profesora de yoga tal vez? Oye, ¿no puedes encontrar una normalita? Te aburrirías rápido, ¿no?
-¿Normalita? ¿Y qué es normal para ti? Esta mujer tiene fuerza. Tanta, que ni me atrevo a decirle que me interesaría… Es perfecto para imaginar y escribir historias.
-¿Pero tú qué buscas? ¿Una compañera o una musa etérea?
-¡¡¡Yo no busco nada!!! Yo encuentro o me siento atraído inesperadamente por quien me atrae. Qué quieres que te diga…
-Bueno, no te enfades. De hecho todos hablamos porque tenemos boca. Hay tantas visiones de la vida, de las relaciones y del amor, como personas hay en este mundo…
-Créeme, es fuerte, optimista, con capacidad de disfrutar de la vida y toda la pinta de hacer la vida agradable a su alrededor. Con carácter. Con determinación. Con la certeza que tienen las personas sabias de saber mucho porque no saben nada y siempre están abiertas a aprender.
-Pues dile que te interesa. Total… ¿No? ¿Qué pasa? Tienes miedo de que no sea lo que parece, ¿no?
-Hay poca gente que es lo que parece. El juego de rol es una práctica muy extendida. Uno es como es, muchas veces ni se conoce bien a sí mismo, y se muestra como se muestra y coincide más o menos. Es posible que me haya hecho una imagen atractiva de esta señora que quizás tiene poco que ver con la realidad… Por eso ya me está bien dejar las cosas como están. Esta imagen me inspira, me da vida y me hace soñar.
El amigo no buscaba una pareja para compartir la vida, quería experimentar sensaciones maravillosas, contrastar sentimientos, sentir la (supuesta) fuerza del personaje más que la desnudez de la persona real… Ya hacía tiempo que vivía en su mundo y que había desconectado del nuestro. Al poco tiempo de aquella conversación murió, el 11S en las Twin Towers de New York, donde había ido a recoger un paquete. No sé si alguna vez llegó a expresarle a esa chica alguna de las cosas que le suscitaba…
Mi mente volvió al Maresme y vi que la chica de las bragas económicas retornaba a su lugar con una cerveza, una bolsa de patatas fritas y un cigarrillo humeante entre los dedos.
Yo di por terminada la sesión de sol y playa y me dirigí hacia la moto, que estaba “hirviendo”. No me cambié y con el maillot de baño bastante húmedo me senté en la moto mitigando así el efecto “tostadora” del asiento. En un santiamén fui a la autopista y disfrutando de la sensación de velocidad en moto llegué al Port Vell de Barcelona plagado de turistas, seguí por la Via Laietana -igualmente repleta de turistas- hasta llegar al Eixample.
Nunca había llegado a casa en Barcelona con un bañador medio mojado procedente de la playa. La sensación reparadora que provoca la ducha en estos casos, era nueva en el baño de casa… Repetiré.
La próxima vegada ves a la platjeta del Garraf. Tal i com ets tu , et sentiràs transportat al menys al Modernisme.
Gràcies pel suggeriment Olga. Hi havia anat fa anys. Et faré cas…
jo he anat a la platja a Barcelona i es generen dos sentiments diferents, un de confort perquè arribes a la platja passejant. Està integrada amb la teva ciutat. És una sensació molt agradable. L’aigua és neta sí.
Però l’altra sentiment és soroll. No una conversa, mil converses.Gent que ofereix massatges, cerveses, coca-coles, aigua, mocadors i pareos, ulleres de sol,orxates,…..aarrggggg!
Ves-hi d’hora si ho vols provar. També hi ha gent però no criden tant i els venedors dormen.
Gràcies per la recomanació Helena!!! Al final, entre els comentaris al blog i altres que m’adrecen per mail, whatssap, etc, aprendré a anar a la platja a Barcelona!