Intentando recordar sensaciones parecidas a las vividas en el norte de Noruega, busco en el baúl de los recuerdos y aparecen tres situaciones que son las que más se aproximan. Surgen espontáneamente, pero no acaban de evocarme exactamente lo mismo.

Cuando vivía en Canadá, había circulado desde el valle del Saint Laurent hacia el norte, kilómetros y kilómetros, hasta donde la carretera termina. No voy a describir ahora el efecto que provoca ver un cartel donde pone que de aquí a 50, 30, 20, 10 kilómetros, end of route. Efectivamente, llegas a un punto en el que, de forma similar a las vías de estación de fin de trayecto, se acaba el asfalto y hay un muro, con rayas blancas y rojas y… ante la inmensidad del verde ―blanco si es en invierno― de los bosques que, más allá de las pequeñas poblaciones a las que sólo se llega en avión, preceden al Círculo Polar Ártico, el Océano Ártico y el Polo Norte.

La sensación no era la que he experimentado en Noruega, de haber llegado al fin del mundo, a los confines de la Tierra. Era una sensación distinta, contraria en cierto modo. De limitación, frustrante. Como si te hubieran puesto un muro infranqueable delante que no podías atravesar.

Chile es una preciosidad de país. Pero no fue hasta el séptimo o el octavo viaje a Chile que logré sustraerme de un sentimiento de claustrofobia, de agobio, de aislamiento del mundo. Recuerdo estar sentado en una sala de estar del hotel Santa María, hotel de pocas habitaciones, con encanto, situado en el barrio de Providencia -un hotel que ya no existe- y pensar: “¡Al este, los Andes, al oeste, el Pacífico, al norte, el desierto infinito de Atacama y al sur, la Antártida!”. Y sentía que me faltaba el aire… ¡¡Atravesar en coche los Andes por el paso del Portillo, y años más tarde los 2.547 kilómetros que tiene el desierto de Atacama, me permitió constatar que de aquel territorio se podía salir sin tener que volar o navegar!! La sensación fue de liberación.

En Nueva Zelanda, tenía claro que estaba muy, muy, muy, pero muy lejos. En la otra punta del mundo. En las antípodas. Daba lo mismo regresar pasando por América en dirección este, que pasando por Asia en dirección oeste. Hice más de 3000 Kilómetros por carreteras muy parecidas a las que he recorrido este verano en el extremo norte de Europa. La sensación, muy especial, es la que más se aproxima a la vivida en Noruega norte. En Nueva Zelanda, Fiordland, Milford Sound, el Franz Joseph glacier, podrían contribuir a completar la semblanza. Pero tampoco me sentía en el fin del mundo como en el caso del Círculo Polar Ártico.

Las sensaciones son subjetivas y libres y, como decía al principio, no fácilmente transferibles. Pero es un gozo intentar compartir emociones. En este caso, las que me ha provocado el viaje al “fin del mundo”.

Aparecen las emociones vividas en el Tollfiojrd, o navegando por el Mar de Noruega en dirección noroeste ―aclaro que se llama Mar del Norte al Océano Atlántico que baña la costa del sur de Noruega, mientras que en el norte se llama Mar de Noruega―, o lo que sentí llegando en coche a Nyksund, una antigua aldea de pescadores que un alemán está intentando reconstruir. Añadiría también el viaje por la E6 hacia el norte, sin rumbo… Y el encuentro con la cabeza creada por el escultor suizo Markus Raetz en Eggum, una pequeña comunidad frente al mar de Vestvågøy. La escultura se llama Hode, que significa cabeza en noruego.

En relación a la obra de Raetz, para llegar, una vez aparcado el coche, recorrí a pie un kilómetro o kilómetro y medio. A la izquierda y al fondo, una bonita montaña, a cuyos pies había un lago con una cabaña. A continuación, el camino que, con la mezcla de prado y playa,

MARIA IRELAND. NESVIK

tenía una amplitud (aquí puedo errar en mi recuerdo de las proporciones) de unos doscientos metros y a la derecha el mar. Sólo cuando te acercas ves, allí en medio de la naturaleza, un cilindro de unos 180 cm de alto por 30 cm de diámetro, sobre el que está la cabeza que, creo recordar, tiene un tamaño natural. Si no lo sabes, no encontrarías nunca aquella obra de arte allí “perdida”.

Mi querida Maria Ireland habla de las emociones que sintió ante la escultura, comparándolas con cuando se creía que la experiencia de la COVID, mejoraría la humanidad (!). Podria usar otras palabras para expresar lo mismo. Prefiero transcribirlas, porqué son emociones que comparto:

“… Cuando la vi, la miré, la toqué, la viví, me provocó una sensación de vacío interior, de euforia, de ansiedad, de belleza infinita, de éxtasis y también de volatilidadincertidumbrecomplejidad y ambigüedad.

Las mismas emociones que vivo en este momento ante el nuevo cambio de la ‘próxima normalidad’. Y quiero vivir todas estas emociones como únicas, agradecerlas, aprender de ellas y adoptarlas para el Next Normal.

Esta escultura cambia de forma y muestra 16 formas de cabezas diferentes mientras te paseas a su alrededor. Desde un punto de vista parece una cabeza clásica, y desde otro ángulo parece una cabeza al revés pasando entremedio por múltiples composiciones de una belleza indescriptible.

Si Markus Raetz ha podido crear esta multitud de miradas, sería maravilloso que también nosotros aprendiéramos a mirar a los demás de múltiples maneras y tener más empatía e inclusivismo…”.

El recuerdo de navegar por el Mar de Noruega, en primer lugar, me evoca a un mar peligroso. Las olas hicieron que el viaje fuera “inolvidable” para unos cuantos pasajeros, que se encontraron muy, muy mal. El fuerte viento hizo que fuera el momento más frío del viaje, que traté de contrarrestar con seis capas de ropa. ¡A babor veía la línea del horizonte subir hasta arriba de todo y bajar hasta abajo de todo! ¡Ballenas aparte ―que siempre es apasionante volver a verlas―, lo que me maravilló fue la compañía constante de una especie de albatros, de una belleza en sí mismos y en la manera de volar, extraordinaria! Se ve que son casi exclusivos del hemisferio sur, pero algunos pueden verse, según dicen, raramente, en el norte. Pero allí estaban, mar adentro. Con su capacidad de volar miles de kilómetros sin parar.

Otra estampa hermosa. La de una tarde conduciendo en estado casi meditativo, por carreteras sin arcenes y, en muchos tramos, sin rayas pintadas ni en medio ni en ninguna parte y bien asfaltadas, pero… El porqué lo aprendí -antes lo he mencionado- en Nueva Zelanda. ¡Cuando con 5.400.000 habitantes y 385.000 km2 (7.500.000 habitantes y 32.000 km2 en Cataluña), tienes una densidad de población de 14 personas por km2, (242 en Cataluña) y de entre tres y cuatro personas por km2 donde yo estaba, en las carreteras no hay coches! Por rico que sea el país, no necesita gastar más de la cuenta en carreteras. Cuando circulas solo, no necesitas rayas. Ni continuas, ni discontinuas. Y si tienes que parar, a ambos lados de la carretera tienes todo el espacio del mundo. ¡No necesitas arcenes! Y en zonas montañosas de curvas, donde es necesario, ya hay rayas continuas y zonas para detenerte si lo precisas.

Si a mí conducir, normalmente ya me relaja, hacerlo en las condiciones descritas, contemplando montañas preciosas, lagos, playas de arena blanca, fiordos… Si existe algo parecido a levitar en el fin del mundo, pues eso. ¡Más o menos eso que imagino, será lo que sentí!

Me detuve para cenar a las 18 horas en Laksvatn. En la barra, un verdadero vikingo hablando noruego con un finlandés, que hablaba su lengua y se había perdido. Me dio la impresión de que se entendían igual de bien que yo hablando en catalán con alguien de Xàtiva, de Manacor o de Ciutadella.

Lo creáis o no, todavía no había buscado información sobre Noruega y el viaje estaba tocando a su fín. Tampoco me encontré a casi nadie durante los días que estuve por allí. Así que mientras comía una especie de sopa espesa, o puré licuado, si preferís llamarlo así, con trozos de pescado y verduras con predominio del tomate rallado o triturado, muy buena y, como todo lo que te sirven, tan caliente que ardía, busqué información en Google. Tratad de ver, más allá de datos fríos, que os sugieren estas informaciones como complemento de lo que he intentado transmitir sobre las sensaciones de este viaje inolvidable.

Me sorprendió leer que siguen creyendo y confiando en la democracia y saber que los 5,4 millones de noruegos son, según Naciones Unidas, los ciudadanos más felices del mundo… ¿En qué quedamos, pues: el dinero hace la felicidad o no? ¡En cualquier caso, está claro que vender petróleo a los demás ―ellos consumen muy poco y son líderes en bajas emisiones de CO2― da más que vender salmón y bacalao!

Son líderes mundiales en desarrollo humano, y en cuanto a la corrupción en el sector público, son el cuarto país del mundo con menor corrupción. El primero es Dinamarca, el segundo Finlandia y el sexto Suecia. ¡Parece que Escandinavia implica rasgos en común!

También son los que matriculan más coches eléctricos e híbridos enchufables del mundo ¡Uno de cada tres, un 33% del total! ¡¡¡El segundo de la clase es Holanda con un… 5%!!! Y es que en 2021 las ventas de vehículos eléctricos supusieron el 65% del total y el 22% lo fueron de híbridos enchufables. Por supuesto los incentivos son múltiples, más allá de dejarlos circular ―que también― por carriles bus.

El sistema de recogida selectiva de basura, es para verlo. No me extiendo explicando la peripecia que viví para hacer la separación de residuos en las casas que alquilé… ¡Quedaos con que queriéndolo hacer bien a nuestra manera, tomé conciencia de lo mal que lo hacemos!

Parece que se trata de sociedades modélicas y todo lo que he vivido, me reafirma la sensación subjetiva de que Escandinavia, por razones sociales, culturales, económicas, políticas, ambientales…, conforma una realidad muy diferente, no ya de la Europa mediterránea, que es evidente. También de centro-Europa.

Mi impresión es que también son muy diferentes de otros países ―al menos llamados― desarrollados, como Estados Unidos, que en este caso la diferencia puede ser obvia (liberalismo a ultranza versus paraíso de la socialdemocracia), pero no únicamente. Canadá, Nueva Zelanda o Australia, que a priori podrían hacer pensar en semejanzas, son bastante diferentes.

Partiendo de que la perfección no caracteriza a los humanos, me forcé a tratar de “malpensar”, diciéndome a mí mismo que algo raro deben de tener estos noruegos. Con la noche polar, la nieve y el frío… Tan poca gente. Tanto silencio. Recuerdo novelas y películas (ahora no me viene a la mente ningún título concreto), con historias muy macabras. Y también una noticia ―ciertamente de Suecia, pero vaya― que hablaba de un porcentaje muy alto (no recuerdo ahora exactamente cuál, pero sorprendentemente alto) de personas mayores que, viviendo solas, eran encontradas muertas en casa después de tres o cuatro meses del deceso. ¡Nadie las echaba de menos! Pero lo cierto es que, si bien no tanto todavía, esto ya empieza a darse en nuestro país.

Y al hilo de esto ―y termino― hace pocos días un amigo me hablaba de problemas graves de alcoholismo en Noruega. La noche, el frío, mucha vida en casa, poca vida comunitaria… ¡Pero no! La realidad es que las restricciones legales sobre la compra y el consumo de alcohol son brutales. ¡He mirado el ranking en Europa y he encontrado a Chequia, Letonia, Lituania, Alemania y también España en lo más alto y a Noruega mucho más abajo!

En fin, dejamos la incógnita sobre si la “casi perfección” es más aparente que real, o no. ¡Personalmente, me quedo con un tesoro maravilloso, fruto de una experiencia inolvidable y con muchas ganas de ir a pasar un invierno en el norte de Noruega, y además de experimentar lo que se vive en las noches infinitas, disfrutar de las auroras boreales!

NORMES DE PARTICIPACIÓ

Els comentaris estan subjectes a moderació prèvia, per la qual cosa és possible que no apareguin publicats immediatament. Per participar és necessari que t'identifiquis, a través de nom i d'un correu electrònic que mai serà publicat ni utilitzat per enviar correu spam. Els comentaris hauran de ser sobre els temes tractats al blog. Com és lògic, els que continguin insults o siguin ofensius no tindran espai en aquest blog. Els comentaris que no compleixin aquestes normes bàsiques seran eliminats i es podrà vetar l'accés d'aquells usuaris que siguin reincidents en una actitud inadequada.
L'autor no es fa responsable de les opinions i informació continguda en els comentaris.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *