La lectura de una revista que sigo habitualmente me hace recordar un tema del que he hablado en diferentes posts en estos últimos años. Me he referido a que “Escribir es una forma de ejercer la libertad” (“A vueltas sobre la pasión de escribir” del 11/01/2015).
El 25/02/2014 escribía: “Por tanto, hoy, a la pregunta de si tiene sentido seguir trabajando en el blog, respondo que sí, que siento que lo tiene para aprender y para compartir. E imponerme la obligación de compartir, supone exigirme intentar aprender más”.
En un par de post al menos, advertía del riesgo, en especial cuando se escriben diarios o ensayos autobiográficos, de caer en el exhibicionismo. Siempre he procurado ser cuidadoso en este aspecto, a la hora de escribir en este blog. Vosotros juzgaréis si lo he logrado o no.
Leo un artículo de Luciana Castellina titulado “Literatura y democracia”. Si aceptamos que literatura es el arte de escribir, los blogs pueden formar parte de la literatura. Los hay que se aproximan más al periodismo y los hay en los que la palabra “escribir” quizás se aplica, pero tal vez la palabra “arte” no siempre.
Castellina hace referencia al “68”. Me he referido muchas veces a que, a pesar de reconocer los cambios sociales que se derivaron de Mayo del 68, siempre me ha pesado más la imagen del “Pijoaparte” de la novela de Marsé “Últimas tardes con Teresa”, que ninguna gran revolución. La primera imagen que me viene a la mente cuando oigo hablar de Mayo del 68 es la de unos niños de papá, de estética “pija” jugando a hacer la revolución con las espaldas bien cubiertas, más que la de manifestantes obreros. De hecho, el “Pijoaparte” de Marsé, es un ladrón de motos que se hace pasar por obrero militante revolucionario para seducir a una burguesita, Teresa, universitaria y falsamente rebelde.
Castellina hace referencia a una utopía del “68”, según la cual para que la literatura sea democrática, hay que desmantelar “el elitismo de la autoría”. Está bien… Dicho por las élites… ¡no deja de ser curioso! Los de la “Gauche Divine”, son parte, conforman una élite clasista y sectaria que tiene su encanto…
A continuación, Castellina, crítica con esta visión “revolucionaria”, concluye que, de todos modos, esto -acabar con la autoría- se ha logrado gracias a la tecnología digital y hace una serie de afirmaciones con las que fundamentalmente estoy de acuerdo. En el fondo lamenta, citando Kevin Kelly, “la muerte del autor ya que todos los fragmentos de las obras confluirían en un libro global y único llamado Internet”. Cita a Jaron Lanier que en su libro “Contra el rebaño digital: un manifiesto”, define la nueva “creatividad colectiva” como una “papilla”.
Me parece interesante que la autora afirme que le cuesta definir este alud participativo como una “explosión de democracia” para, a continuación, preguntarse lo siguiente:
“¿El hecho de haber eliminado a los ‘guardianes de la puerta’, es decir, a los agentes, a los editores, a los distribuidores, a los libreros y también, obviamente, a los críticos literarios (casi todos los que estáis en esta sala) y por consiguiente haber puesto a la humanidad en condiciones de evitar el embudo que representaban, y concediéndole a todo el mundo la oportunidad de llegar a ser un autor, ha provocado que la literatura sea más democrática? ¿Es democracia la pérdida de la jerarquía del saber, el hecho de que todos hablen y escriban y que nadie escuche ni lea?”.
Antes de saltar, por analogía, de “literatura y democracia” a “política y democracia”, reproduzco una frase que me hace pensar en algún digital que ha servido de plataforma para el lanzamiento de algunos “nuevos políticos”. Dice: “Y tampoco puede decirse que haya ampliado la esfera pública gracias al aumento de los productores de contenido, porque, si acaso, lo que se ha dilatado ha sido lo privado, pues el espacio se ha visto ocupado por la desbordante manifestación casi pornográfica de lo íntimo, en un delirio casi narcisista”.
En efecto, más allá de la literatura, el efecto “democratizador” de Internet aplicado a la política ha permitido que supuestos periodistas, movidos por el afán narcisista, mesiánico y de ambición personal, a través de digitales, manipularan a las masas indignadas para acabar transformándose en políticos de una pretendida “nueva política” que, cada día que pasa queda más claro que es tan o más miserable que la política de siempre.
En la misma revista, hay una serie de artículos sobre la democracia, que la califica de agotada y carente de representatividad real, reconociendo que, a pesar de que esto sea así, por ahora no hay alternativa, calificando de utopía a la democracia directa vía Internet.
Otro párrafo de Castellina, me hace pensar directamente en Pablo Iglesias y Albert Rivera. Dice:
“La acelerada comercialización del ciberespacio, no ha hecho de ninguna manera más libre la elección de un producto literario o no literario que se ofrece en Internet, sino que por el contrario, ha vuelto a jerarquizar, bajo su propio diseño, las prácticas de producción y de consumo cultural, que se han convertido en mercancía a todos los efectos”.
Añadan a Internet las TV, elijan el “producto no literario”, en este caso personaje de “la nueva política”, y acepten que, los que han jerarquizado en este caso las “nuevas mercancías” -se digan estas Rivera, Iglesias o lo que sea- lo han hecho de acuerdo con sus prioridades (no necesariamente políticas), de acuerdo, en definitiva, con lo que estos poderes ocultos han decidido en cada caso priorizar. Y así es como de una aparente “nada” han surgido estos “nuevos políticos”.
Volviendo al tema literario, en la práctica de escribir, de acuerdo con lo que acabo de resumir, este blog sería uno de tantos que quizás puede contribuir a “prostituir” la literatura. Por supuesto, nada más lejos de mi intención, pero… Como decía, les corresponde a ustedes, lectores, juzgarlo. En cualquier caso, y a pesar de ser autor de blog, estoy muy de acuerdo con lo que propugna Luciana Castellina.
Continúo con la “Gauche Divine” y su sectarismo elitista. Muchos ingenuos se han quejado de que ningún “intelectual” (pueden sacar las comillas si quieren) español, en especial de izquierdas, ningún artista o casi ninguno, hayan criticado abiertamente las posiciones políticas contrarias a permitir que los catalanes votemos en referéndum qué futuro político deseamos.
En la misma revista a la que me he referido antes, José Álvarez Junco, deja unas posiciones sobre “los nacionalismos”, respetables, pero en mi opinión cuestionables. Reproduzco algunas:
“(…) Ya que los historiadores y los científicos sociales no tenemos fuerza suficiente para desactivar el potencial destructivo del nacionalismo, nuestro deber es, al menos, desacralizar a la nación (…)”.
“(…) Tengo la firme creencia de no ser nacionalista, en ninguno de los sentidos de este termino. Mi única lealtad, cuando escribo, es hacia el conocimiento riguroso, y si la nación se opone a la ciència, me alineo desde luego con la ciencia y no con la nación”.
Olvida las humanidades, las emociones. Intuyo que las debe considerar negativas y contrarias a la ciencia. Pero están ahí y, eliminarlas del análisis por no ser científicas, lleva a un experimento de laboratorio que no es realista. Puedo llegar a comprender que, como desiderátum, eliminar las emociones, pueda ser bien intencionado. Pero falto de realismo. Puedo llegar a entender que si lo que tiene en la cabeza -él y los que optan por esta estética, muchos de los cuales son nacionalistas españoles- el nacionalsocialismo de Hitler, prefiera eliminar las emociones y situar el fenómeno en el terreno científico. Esto hubiera evitado la barbarie antisionista. Pero, si pensamos en Escocia, Quebec, Flandes, Cataluña o Chequia y Eslovaquia cuando se separaron, me parece evidente que ni es comparable, ni el análisis riguroso permite eliminar emociones y sentimientos, nada científicos, que están detrás de estos procesos y que no siempre son necesariamente negativos.
Creo que en España, al hablar de posiciones contrapuestas -no solo relativas a nacionalismos- el problema es otro, es muy grave, y viene de lejos. No es científico. Precisamente es emocional. El problema es el odio. Me preocupa el silencio de la “Gauche Divine”, ante este hecho.
El domingo pasado fui a ver una magnífica exposición de fotografía en el Palau de la Virreina, titulada “Barcelona. La metrópolis en la era de la fotografía, 1860-2004”. Un magnífico recorrido histórico de la evolución de Barcelona a través de la fotografía.
Algunas fotografías de la Semana Trágica y la Guerra Civil española ponían la piel de gallina. Sin emociones -negativas en estos casos-, sin (in) sensibilidad humana, no hubiera habido Semana Trágica en 1909, ni Guerra Civil en 1936.
Me quedo con una foto de una niña muerta durante la guerra, un cadáver infantil con el número 29 en el pecho que, ciertamente, en un mundo sin emociones, científico y aséptico, no hubiera existido. Pero los humanos tenemos emociones y detrás del nacionalismo, el anarquismo, el fascismo, el populismo, hay emociones y manipulación de emociones. Visto así todos suscribiríamos rápidamente las tesis de Álvarez Junco. Pero el camino no es la negación. Más bien es la reconducción y gestión en positivo, humana, de las mismas.
En la exposición pude ver un par de audiovisuales. Uno de anarquistas y otro de fascistas. El odio que destilaban las intervenciones, me ha recordado a un artículo que me enviaron, de Antoni Puigvert, “La patria de la negación” (“La Vanguardia” del 16 de mayo pasado), en el que afirma: “La democracia española es un monocultivo de la planta del odio” que, según explica, es una tradición que viene de lejos. Lo más importante de todo es derrotar y a poder ser vejar al oponente político, que se considera enemigo.
En este contexto, pretender eliminar los sentimientos a la hora de analizar el nacionalismo o, simplemente la política española, me parece, en el mejor de los casos, una floritura intelectual estéril. No es eso lo que esperaríamos de los intelectuales: ni falsos igualitarismos para tranquilizar conciencias que pueden dar lugar a productos tipo Iglesias o Rivera, ni propugnar la eliminación de las emociones para falsear la realidad. Y, en cierto sentido, menos los intelectuales de izquierdas. Más “Gauche” y menos “Divine”.
La Guerra Civil se acabó con la dictadura franquista y de esta surgió, sobre la base de un supuesto olvido -que ahora se ve que no era tal-, el actual sistema político. Los nuevos partidos hablan del Régimen del 78, para reivindicar que la transición democrática supuso un final en falso de la dictadura. Pero lo hacen desde el odio. El mismo odio que provocó la Guerra Civil, que se exacerbó durante la dictadura, tanto en los represores como en los reprimidos, que quedó aparentemente latente durante los primeros años de la transición y que ha reaparecido con fuerza a partir de la crisis de 2008.
Amigos acomodados y encantadores de la “Gauche Divine”, intelectuales tan burgueses como los de derechas, políticos (¿dejamos ya eso de “la nueva política”? Ya hemos visto que se trata de mero populismo al estilo Lerroux, por poner un ejemplo, ¿no?), a todos vosotros y a todo el mundo, descendientes de nacionales y de rojos, de anarquistas y de fascistas, militantes del 15M, a todos; recomiendo ir a ver la exposición mencionada y detenerse un rato ante el retrato de la niña muerta durante la Guerra Civil, con el número identificativo 29. El cadáver 29. No sé de qué bando era su familia. ¿Importa? Lo que importa es que fue víctima del odio. El que aún vivimos. El que se desata a través de tuits, de reality shows políticos, en directo o televisados, de manifestaciones y declaraciones de políticos, vacías de propuestas y llenas de ánimo de destruir al oponente de turno.
Echo de menos voces cualificadas y legitimadas que pronuncien el “mot d’ordre” que, Luciana Castellina, por ejemplo, emite sobre la relación entre democracia y literatura, respecto a la relación entre política y democracia en España y a la erradicación del “monocultivo de la planta del odio” que menciona Puigvert. Demasiadas voces autorizadas que no se pronuncian pero, personalmente, echo de menos especialmente la de la “Gauche Divine”. Demasiado desaparecida para mi gusto.
Josep Maria,
Només l’últim post que has escrit justifica ja el teu bloc.
Qualsevol generalització és un abús, qualsevol restricció limita la significació. Ho podem aplicar a diferents temes tractats en el teu post, prefereixo, però, centrar-me en el tema dels sentiments. El nacionalisme no és únicament un sentiment, però qui pot comprendre’l amb precisió sense utilitzar el “cor”? Un cor que segons Pascal té raons incomprensibles per a la raó. I l’enamorament? I la força de voluntat per aconseguir una fita “irracional”?, i el sacrifici per algú, una idea o un objectiu? … Crec sincerament que la ciència i la raó necessiten una bona dosi d’humilitat. Recordo un llibre que vaig llegir fa molts anys: Métaphysique du sentiment en el que Theodor Haecker intenta convèncer els pensadors en general d’ incloure el mon dels sentiments en les seves reflexions. Sembla no haver reeixit …
L’home animal racional? Som el més irracional dels animals! Les accions d’aquests responen a factors naturals molt més lògics i comprensibles per a la raó que la conducta humana. Però és que som molt més que raó i/o sentiments per separat. No existeixen raons sentimentals i afectes raonables? La psicologia actual afirma que darrera la decisió més racional i raonada hi ha, en últim recurs, un element afectiu i/o d’intuïció. La literatura i el pensament en general han volgut distingir tant, que massa sovint han caigut en un dualisme irreal oposant: cos i ànima, pensament i emoció, matèria i esperit, … Som molt més que aquestes dualitats plegades. El conjunt és major que la suma dels elements que el composen. Tan difícil és tenir una visió unificada i harmònica de l’esser humà i la seva existència?
A mi em costa entendre com es pot ometre el món de les emocions o contemplar-lo ailladament al parlar de l’ésser humà. Ja no diguem tractar temes eminentment emocionals en el marc del mètode científic.
De tota manera, crec que hem compartit debats molt dominats per el qüestionament de tot allò que no tingui explicació racional o científica.
Com sempre, gràcies per la teva aportació.