Mi amigo Josep Martí, periodista que me ha explicado “anécdotas napolitanas” de cuando Maradona se fue de Barcelona para ir a jugar a la capital de la Campania, en la Italia del sur, estuvo muy acertado quitando dramatismo a la controversia provocada por la dualidad del personaje Maradona, en una tertulia, al día siguiente de la muerte del futbolista:
“Claro que no fue ejemplo para nadie. Si hablamos de él es porque fue un excelente futbolista. Lo demás….”.
Sigo con lo que en el post anterior (ver “Diego Armando Maradona (2)” del 8 de diciembre de 2020) definí como el intento de entrar en “el terreno minado que fue la vida de Maradona”. Antes de Nápoles, sin embargo, pasaré por Argentina, el país de “El Pelusa”.
A diferencia de lo que le pasó en el Barça, Diego, al contrario que Messi, lo fue todo en la selección argentina, futbolísticamente hablando. Pero no únicamente. La épica del crack en Argentina iba más allá del fútbol. Hay que conocer ese país para comprenderlo. No me parecería justo criticar a la mayoría de argentinos a los que, sin ignorar las sombras de la vida personal de Diego, les pesa más que para ellos -y para muchos otros aficionados al fútbol de todo el mundo- haya sido el mejor futbolista de todos los tiempos.
El testimonio de mi amigo argentino Christian Sturla -una persona formada, sensata, alto directivo de una multinacional británica en su país, seguidor de Boca Juniors y de la albiceleste y, como yo y cualquier amante del fútbol, rendido a la magia de “El Pelusa”- es representativo de la mayoría:
“Son tipos que de la nada llegan a todo -y quizás en el caso de él a demasiado- sin ninguna preparación para manejarlo y con un entorno terriblemente nocivo. No le quito responsabilidad pero, la verdad, creo que al final lo pagó con creces, acabando solo en una cama, sin familia, sin nadie, con un entorno tóxico… Nada. Una tragedia. Pero no es este el Maradona que nosotros recordamos. Es el otro, ese que estaba en la cancha de futbol para darnos alegrías, el que nos hizo sentir cosas que nadie nos había hecho sentir. No me interesa el otro. Me interesa el futbolista”.
Christian evoca recuerdos de su adolescencia:
“En el Mundial de México 86, yo tenía 15 años, estábamos en el secundario y ver a Maradona hacerle el gol a los ingleses, vivir, cuando ganamos el Mundial, la posibilidad de estar codo con codo con Alemania, que era imbatible. Con él empezaba el partido y tenías la certeza de que íbamos a ganar. Nos daba una seguridad como nadie. Gracias a él nos conoció todo el mundo”.
No cabe duda de que el sentimiento del adolescente que habla, va mucho más allá del fútbol.
Raúl Solís, en “La voz del Sur”, hace una reflexión interesante concluyendo -después de comparar el Maradona que todos conocemos, con el niño pobre salido de una “villa miseria”-, que los problemas que tuvo no impidieron que el gran futbolista admirado en todo el planeta, fuera adoptado por los argentinos como un símbolo patriótico.
“Maradona en Argentina, es un auténtico icono por haberle regalado las gestas deportivas más majestuosas a una sociedad de inmigrantes que
tiene entre sus peculiaridades la mitomanía y elevación a los altares de sus referencias más amadas. En Argentina no hay ideologías, sino líderes que representan los anhelos del pueblo. El peronismo, sin ir más lejos, es una muñeca rusa de la que pueden salir peronistas progresistas y neoliberales. Todos los peronistas tienen como referentes a Juan Domingo Perón y Evita Duarte, los fundadores espirituales de la Argentina moderna y de su Estado del Bienestar. Los antiperonistas también tienen como sus odiados referentes a Perón y Evita.
El pueblo argentino sabe que Maradona fue machista, que se iba de putas, que agredió a algunas de sus parejas y que se gastó mucho de su dinero en drogas y alcohol, pero a pesar de todo eso lo veneran. Lo veneran porque el amor que sienten los argentinos hacia Maradona no es hacia el ser humano, ni siquiera hacia el futbolista, sino hacia ese niño pobre de solemnidad que salió de su ‘villa miseria’, triunfó, se hizo rico y (…) representa la esperanza de los niños que juegan al fútbol en las ‘villas miseria’ soñando con poder comer tres veces al día, ducharse con agua caliente y dejar de ser vistos como ‘negros de mierda’ por una sociedad argentina que, además de mitómana, es también muy clasista con los pobres que llenan las periferias de Buenos Aires.
Maradona nació en un ambiente hostil donde le enseñaron que para ser un verdadero hombre debía tratar a las mujeres peor que si fueran un balón de fútbol.
Entender el contexto social de Maradona no justifica su machismo y la violencia de género que ejerció contra sus parejas, pero ayuda a explicarlo. Y explicar el contexto es clave para cualquier ideología emancipatoria que busque transformar la sociedad”.
La periodista deportiva Vero Brunati, argentina, lo sintetiza así: “Somos irracionales. Es así. El mundo no lo puede entender”.
Si para los argentinos Maradona fue un héroe nacional, en Nápoles fue el ídolo que no pudo ser en Barcelona.
Roberto Saviano, el escritor napolitano que vivió la llegada de Maradona a Nápoles con siete años, me hace pensar, con lo que explica, en las vivencias del adolescente Christian Sturla en Buenos Aires. Saviano afirma que Maradona fue el mito rebelde que aportó felicidad a su infancia. Como Sturla en su adolescencia.
Maradona aportó orgullo a la Italia del sur frente a la del norte. Nunca un equipo del sur había ganado un Scudetto, ni una Copa de la UEFA, ni
mucho menos había sido el centro de la atención mundial. Para los napolitanos, que Diego rechazara jugar con la Juve para ir al Nápoles, fue lo más.
Saviano dice una frase que Sturla dijo casi textual: “La magia de Maradona era esta, hacer soñar a todos y hacer pensar a todos que el sueño se puede realizar”.
El periodista y amigo Josep Martí, que en aquella época estaba estudiando en Nápoles, aficionado al fútbol y seguidor del Barça, me explicó con mucha gracia anécdotas insólitas ¡caso de no haber pasado en Nápoles!
Un día fue a casa de un “capo” de la Camorra napolitana del barrio, donde se hacían apuestas futbolísticas, entonces ilegales. Explica cómo dos hombres inmensamente corpulentos, sentados en la mesa del comedor recibían a los tifosi que iban a apostar y que previamente se santiguaban ante una imagen fotográfica enorme de Diego, iluminada con velas, que estaba en una de las paredes del comedor. Y es que Maradona allí era -dice Martí- una religión, un “Dios en la tierra”. ¡El cura, el domingo, en las oraciones de la misa, sin falta pedía al Señor por el Papa, por el obispo, por los pastores de la Iglesia y por Maradona!
Josep vivía en una especie de hotel-pensión para estudiantes, regentado por una verdadera matrona que cocinaba la pizza Maradona. “Si la querías probar, primero tenías que besar un calendario con la foto de ‘El Pelusa’ que la mujer se sacaba de la pechera”.
Tal era el predicamento de Diego en Nápoles que en la semifinal Italia-Argentina del Mundial de Italia 90, que se jugó en el Estadio San Paolo de Nápoles (estadio que, por cierto, han acordado que pasará a llamarse Diego Armando Maradona), logró dividir a la afición -“Maradona Napoli ti ama / ma l’Italia è la nostra patria (ultra)”, se podía leer en una pancarta-, una parte de la cual animó a Argentina, que eliminó Italia.
En Nápoles, Diego estuvo protegido por la Camorra, que se ocupaba de que pudiera superar sin problemas los controles antidopaje. Hasta que después del Mundial de Italia 90, enfrentado a Corrado Ferlaino -el mismo presidente que consiguió el traspaso desde el Barça- y a media Italia por la eliminación del Mundial, dio positivo por cocaína en un control. Este fue el principio del fin como astro mundial del fútbol.
Termino con la misma frase de mi amigo Sturla, que a modus anticipatorio de este post, cerraba el primero de la serie:
“Los que son capaces de altos picos tienen profundos valles”.
Maradona es un personaje complejo de analizar, imposible si se quiere ser riguroso, sin conocer, al menos un poco, la República Argentina. Una vida definida por los éxitos del futbolista y los excesos del toxicómano, del enfermo.
Que en paz descanse.
Tenemos a nuestros hermanos allende el río Tenemos los mismos orígenes La mayoría bajamos de los barcos en el adn de nuestros abuelos, pero somos diferentes. No mejores, diferentes. Pero a pesar de esas diferencias sin calificación, es el único país de toda Latinoamérica que no sentimos como en casa Costumbres, gustos, etnias etc las compartimos pero las expresamos y manifestamos de manera diferente. Por eso los entendemos y entendemos la realidad de Maradona y la mayoría visualiza al deportista y no a la persona y su defectos y sus debilidades. Me pregunto cual sería la realidad de muchos que lo censuran, si tuvieran que enfrentar, la fama en su máxima expresión, la adulonería, el acercamiento interesado de muchos que querían usufructuar lo que caía de la mesa de Maradona. Como la sentencia bíblica “antes de ver la paja en ojo ajeno, mira la viga en tu ojo”. Y cuando no, habla la envidia y la frustración Grande Diego sólo recuerdo tus gambetas y goles y las alegrías que le diste a tu sufrido pueblo
Gracias por tu comentario Pablo!
Si le pusieran a miles de ciudadanos anónimos, la décima parte de cámaras, micros y periodistas encima buscado vender escándalos, como le pasó a Diego, nos sorprendería verificar que el refrán “en todas partes cuecen habas”, es muy, muy cierto. Y a la voz, también bíblica de “quien esté libre de pecado tire la primera piedra”,no veríamos tantas “piedras” como las lanzadas contra Maradona. Y por supuesto, teniendo claro los múltiples y graves problemas que tuvo