“La celda es un lugar ideal para aprender a conocerse uno mismo, para escrutar de una manera realista y regular el funcionamiento de tu propia mente y tus propios sentimientos. Cuando juzgamos nuestro progreso como individuos, tendemos a concentrarnos en factores externos tales como la posición social, la influencia y la popularidad, la riqueza y el nivel educativo. Por supuesto, esto es importante para medir el éxito de una persona en los asuntos materiales y es perfectamente comprensible que mucha gente se esfuerce principalmente por conseguir estas cosas. Pero los factores internos pueden ser aún más decisivos cuando se trata de calcular nuestro desarrollo como seres humanos. La honestidad, la sinceridad, la sencillez, la humildad, la generosidad pura, la ausencia de vanidad, la disposición a servir a los demás – cualidades que están al alcance de cualquier alma – constituyen la base de la vida espiritual de un individuo. Es inconcebible que nos desarrollemos en cuestiones de esta naturaleza si no hacemos una introspección seria, si no nos conocemos a nosotros mismos, con nuestras debilidades y nuestros errores. Como mínimo, aunque sólo sea para eso, la celda te da la oportunidad de observar diariamente tu conducta global, de superar la parte mala y de desarrollar lo bueno que hay en ti. Meditar regularmente, pongamos unos quince minutos al día antes de acostarse, puede ser muy útil en este sentido. Al comienzo, puede resultar difícil incidir en los aspectos negativos de tu vida, pero en el décimo intento podría reportarte una enorme recompensa. No olvides nunca que un santo es un pecador que sigue esforzándose”.
De una carta de Nelson Mandela a Winnie Mandela, encarcelada en Kroonstad. 1 de febrero de 1975.