Domingo 21 de septiembre de 2025. Final de verano
Tengo en las manos el libro Josep Pla. La vida lenta. Notas para tres diarios (1956, 1957, 1964).
A veces, cuando años después de la muerte de un autor consagrado, con una obra tan inmensa como la de Pla, aparece alguna novedad, se genera cierta desconfianza.
Muchos escritores, en principio al margen de la obra publicada, han escrito diarios personales. Íntimos en ocasiones. A menudo no tienen la calidad literaria de lo que han publicado y presentan aspectos más descarnados que aquello que ha sido escrito para ser público. En ocasiones, algún familiar hambriento de dinero o movido por vaya a saber qué propósito, encuentra aquellas libretas manuscritas, aquellas notas íntimas más o menos reveladoras y decide publicarlas. Cuando un autor suscita el interés que ha provocado Pla y todo lo que le rodea, incluso una lista de la compra hecha por él es publicable.
De todos modos, en este caso, el prólogo de Xavier Pla da mucho sentido a la publicación de estos diarios. Me gusta la expresión que indica que estos diarios permiten comprender la vida de Pla sin las máscaras con que se había proyectado públicamente. “Una especie de ‘negativo’ de su vida literaria”, señala X. Pla, empleando un símil fotográfico que quizá hoy muchos lectores ya no entenderán. Pero sí. Descubrimos lo que intuíamos o sabíamos por rumores, por el “boca a boca”. Detrás del gran escritor hay un hombre atormentado, quizá depresivo, alcohólico, triste y solitario, desbordado por su incapacidad de afrontar la presión que le impide dejar de escribir y ser un esclavo de la escritura, un insatisfecho permanente, una víctima propiciatoria para el desánimo. Un hombre que a pesar de socializar ampliamente, necesita la vida solitaria en el mas de Llofriu, tan agradable y necesaria como lacerante. Es en esa soledad donde se va dibujando un autorretrato moral decepcionante.
Vivir en el mas Pla en Llofriu es un elemento determinante. Más allá del espacio físico y del entorno, podemos adivinar un lugar protegido del mundo donde todo es posible. La imaginación, la escritura, no tienen límites dentro de la protección de los muros y de las vallas del mas. Una especie de útero materno que da seguridad y en el que se puede vivir sin necesidad de fingir, todo el drama humano. Leyendo las notas, esto se vuelve claro. Incluso el supuesto misógino queda desenmascarado.
Finalmente, un elemento relevante. Reproduzco un párrafo de este prólogo de Xavier Pla:
“Hacer visible y palpable la vida cotidiana no es una tarea fácil. Quizá por eso, pese a la moda actual, no siempre los dietarios, libros de recuerdos o relatos autobiográficos resultan interesantes para la mayoría de lectores. Pocos escritores entendieron como Pla que la vida cotidiana es un nivel de realidad. Que la vida de cada día tiene un movimiento interno que hay que saber captar. En definitiva, que la cotidianidad no es tan transparente ni tan evidente como puede parecer, que en ella palpita algo de opaco e inefable”.
Para muestra, un botón:
“Esta noche, mientras volvía a casa (a las dos), caminando contra una tramontana fortísima, pensaba que, a veces, la vida parece más larga que la eternidad.” (Josep Pla 1 de enero de 1956)
Pienso que para cualquier escritor compulsivo del día a día, estos párrafos despiertan todos los sentidos de golpe.
Lunes 15 de septiembre de 2025. La lentitud 
Una vez más subrayo el valor de la lentitud como antídoto de los riesgos asociados al modo de vida actual.
Encima del escritorio tengo el libro Pequeña teología de la lentitud de José Tolentino Mendonça. Setenta y cuatro páginas bien aprovechadas. Ninguna línea sobra. Hay que estar atento a la lectura para captar la rica densidad de su contenido. Hay que ir releyendo…
“Nuestros estilos de vida parecen inevitablemente contaminados por una presión que no dominamos; no hay tiempo que perder; queremos alcanzar los objetivos tan rápidamente como seamos capaces; los procesos desgastan, las preguntas nos retrasan, los sentimientos no sirven para nada: nos dicen que lo que cuenta son los resultados, solo los resultados. De esta manera, los ritmos de la actividad se vuelven despiadadamente antinaturales.”
La lentitud necesaria para vivir exige desaceleración interna. Esta ha sido mi lucha: aprender, poco a poco, a no dejar que el ruido exterior me distraiga más de la cuenta. Estos días tengo en la cabeza las noticias —de nuevo las (cada día peores) noticias—, y las relaciones… Hay que socializar. El ser humano sigue siendo un animal social por naturaleza, y todas las recomendaciones sobre hábitos de vida saludable incluyen la interacción con otras personas. Pero hay que elegir bien tanto a las personas como el contexto en que se producen las relaciones, y no es nada sencillo.
Mantengo todavía —cada vez menos— relaciones heredadas del largo período de vida laboral. En muchos de estos círculos, la identidad queda reducida a un relato profesional. Lo que cuenta no es tanto lo que se es, sino lo que se hace, el currículum acumulado, los méritos convertidos en carta de presentación. El yo profundo queda escondido detrás del papel interpretado, hasta el punto de que, a veces, ni los propios protagonistas parecen capaces de reconocerse más allá del guion que repiten.
En este contexto intentar vivir a otro ritmo, con otros valores, resulta incómodo para quien solo sabe existir a través del papel que ejerce. La mera presencia de alguien que se desmarca se convierte en un espejo inquietante. Y ante el espejo, es más fácil reafirmar la máscara que mirarse de verdad. Por eso no es nada fácil conciliar los intentos —más o menos logrados— de evitar la contaminación sistémica con la necesidad de mantener relaciones que realmente sean enriquecedoras. Estos pensamientos y otros llegan a la mente, entre capítulo y capítulo del libro, suscitados por la lectura del mismo.
Resulta difícil destacar capítulos o frases concretas de este libro, ya que cada una de sus páginas invita a releer y a dejar sedimentar ideas. No es casual que el último capítulo lleve por título el Arte de no saber. Tolentino recuerda que no hay sabio capaz de predecir cómo será la vida humana —o quizá la de otra especie mejor preparada para adaptarse y que termine sustituyéndonos— de aquí a unas décadas. Lo que parece claro es que surgirán nuevas formas de comprensión y de acción, y que algunas confirmarán lo que hemos sido, mientras que otras, me inclino a pensar que la mayoría, lo cuestionarán hasta reinventar radicalmente los propósitos y las maneras de vivir.
Más allá de las conjeturas sobre el futuro, el valor del libro radica en la apelación constante a preservar la capacidad de sorpresa. Dejarse desconcertar por el esplendor del alba, quedarse sin palabras ante la inmensidad del mar, disfrutar de los colores, de los olores, de la lluvia o del fuego. Un llamado a mantener vivo lo más elemental y a la vez más esencial de la existencia.
Desaceleración, lentitud, inactividad como nutriente del espíritu, cultivar relaciones sanas preservándose de los “enfermos de civilización”. Todo esto se vuelve más factible cuando se está cerca de la naturaleza y lejos de las grandes aglomeraciones urbanas, donde el ruido, la competitividad irracional y la hiperactividad engullen toda calma.
La vida en el Delta ofrece una perspectiva privilegiada. Desde aquí, la locura urbana, la proliferación de egos inflados, aparecen como un trajín lejano, casi grotesco, producto de un sistema que solo entiende la vida en términos de producción rápida y consumo compulsivo. La proximidad de la naturaleza permite otra medida del tiempo. Una percepción más lenta, más humana. Y es desde este punto de calma que la lentitud deja de ser un lujo para convertirse en una forma de vida más reconfortante.
Martes 16 de septiembre de 2025. Memoria del cuerpo
Jordi Llavina ha editado la Poesía completa del malogrado amigo Àlex Susanna, titulada Memoria del cuerpo. Se presentará en la librería Laie el próximo jueves 2 de octubre. No podré ir, pero hoy he ido a comprar la recopilación de, como dice Llavina, “la obra de una vida, truncada antes de tiempo”.
Àlex está presente a través de su obra y del recuerdo que tenemos de él los amigos —y por supuesto familiares— en nuestras conversaciones y en nuestro corazón.
Miércoles 17 de septiembre de 2025. Hace 37 años
Hoy hace 37 años que nació mi hijo Pau, que fui padre por primera vez. Un día inolvidable, lleno de emociones, todas ellas escritas y compartidas con mis hijos y algunas personas queridas. Solemos ser padres en un momento vital cargado de trabajo y, en mi caso, como en muchos otros, como quien dice iniciando una carrera profesional que aún no sabía adónde me llevaría, pero que me ocupó demasiado tiempo. Han pasado años y la vida me ha enseñado que trabajar no era tan importante como yo creía entonces. Hoy en día puedo dedicar casi más tiempo a sus hijos, a mis nietos, que el que dediqué con él y con su hermano Oriol. Durante años me castigué demasiado por este incumplimiento, ahora ya aceptado. La experiencia, más allá del tópico, es, ciertamente, un grado. Ahora es más fácil identificar lo que realmente es importante en la vida y, sin duda, el trabajo no lo es. Afortunadamente hace años que el ámbito profesional ha ido volviéndose residual. Algo no hacemos bien, porque si bien hemos nacido para estar ocupados, a ser posible haciendo cosas coherentes con el verdadero propósito de vida, trabajar en el sentido productivo y competitivo del término, no tiene mucho sentido. Afortunadamente dejé de hacerlo hace casi 20 años. (Me ahorro entrar en el debate sobre hasta dónde es posible, sin hacerse “trampas al solitario”, la coincidencia entre propósito de vida y profesión).
Jueves 18 de septiembre de 2025. Lo viví
Hoy he tenido que estar pendiente de los chicos que han venido a instalar en casa más placas solares. He duplicado la capacidad y si tuviera espacio pondría más. He tenido tiempo de escribir al alcalde de mi pueblo que confío resolverá pronto algunos de los problemas básicos del lugar alejado y poco poblado —y aquí pienso que radica la cuestión— en el que vivo. La accesibilidad a casa empeora día a día por el mal estado del camino. Y servicios básicos como el correcto suministro de agua, se ven también afectados… Por la tarde he ido a comprar pescado y finalmente he disfrutado viendo jugar al Barça en Newcastle. Antes de ir a dormir, la vista de las nubes, fugazmente del mar, y del faro del Fangar desde el porche de casa, con el fresco de la noche, proporciona una paz impagable en este mundo convulso en que la naturaleza da coces a los humanos por el maltrato que le dispensamos.
Viernes 19 de septiembre de 2025. Noticias de un día como cualquier otro 
Si persistís en querer seguir “la actualidad” debéis saber que:
Macron y su esposa trabajan para demostrar que ella no es un hombre, mientras Francia vive en medio de días de huelga general.
Hace días que no tengo una idea precisa de cómo les va a los de “la flotilla”. Me pareció escuchar que Greta Thunberg se quejaba de que las barquitas iban cargadas de egos. Me sorprende que no lo hubiera pensado antes de embarcar. Hace tiempo declaró que tenía el síndrome de Asperger y que de pequeña fue diagnosticada de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y mutismo selectivo. Ella misma considera que su Asperger le proporciona un “superpoder” y le da “la capacidad de concentrarse con mucha intensidad en lo que considera esencial y de pensar de un modo diferente al de la mayoría”… Me resulta difícil adivinar cuál es su motivación de fondo para dedicarse al “activismo”. ¿Quizá le puede resultar terapéutico?
Pedro Sánchez parece que ha decidido encabezar la cruzada a favor de Palestina y contra Israel. ¿Otro activista? No me lo parece. Es un hombre inteligente y pragmático al que le debe ir bien provocar que la atención se desvíe de los problemas que tiene para poder gobernar. De momento ha conseguido atraer hacia el debate maniqueo Palestina-Israel a Feijóo y Ayuso, a los cuales, por cierto, me parece que les da cien vueltas. De hecho no sé qué piensa de verdad Sánchez de Palestina, ni de Israel (ni de casi nada). Lo veo más concentrado en todo lo que es instrumental, que en cualquier tipo de consideración ética. Como Ada Colau. Y es que no hay estética sin ética.
El Ministro Urtasun, mientras intenta impedir que Israel participe en el Festival de Eurovisión (Urtasun es Ministro de Cultura), organiza en Barcelona (podría ser en cualquier lugar), los días 26 y 27 de septiembre, una actividad de apariencia bastante elitista. Dice que allí quiere presentar su Plan de Derechos Culturales. El programa es un batiburrillo de términos bastante ininteligibles para la población general: “Tomar la palabra, tomar el espacio”, “Cartografía de redes culturales” o “Intersecciones críticas: inteligencia artificial, sesgos y subjetividades”. Cosas de la antaño llamada gauche caviar, denominada por Guilluy burguesía bohemia y a la que muchos nos referimos como los pijoprogres.
Trump parece que avanza en la instauración de la censura en Estados Unidos. Al mismo tiempo, aviones rusos sobrevuelan Polonia…
La Vanguardia publicará el domingo una encuesta relativa al voto de los catalanes en las elecciones autonómicas, que proyecta que Aliança Catalana pasará de 2 diputados a 19. Yo creo que el incremento será aún más importante y lo encuentro lógico. ¡Los progres se lo han ganado a pulso!
Ya imagino a políticos y periodistas pijoprogres situándolo como un problema de Junts per Catalunya y para Junts per Catalunya. Es evidente que el problema lo ha provocado —y sufrirá igualmente las consecuencias tanto como Junts— la progresía acomodada que, desde hace años, ha perdido el sentido de la proporción. Demasiados años gastando el dinero del presupuesto público en tonterías. Demasiada preocupación por un sentido de la estética generador de vergüenza ajena. Demasiado odio e intolerancia vehiculados a base de dictar lo que es y lo que no es políticamente correcto. Demasiado espíritu de nuevo rico a la hora de malversar el dinero de los que pagamos impuestos. En definitiva, tanta tontería acaba volviéndose en contra y proyectando sombras grotescas sobre “los seres superiores de la izquierda”: simplemente patético. El péndulo avanza a toda velocidad hacia el otro extremo. ¿Quién puede sorprenderse? Ya lo veis: ¡semana variada!
