Las instituciones, en la medida en que están formadas por personas, no pueden ser perfectas. A menudo cuando analizamos una institución olvidamos las limitaciones de los humanos que las representan y son responsables de ellas. El hecho de que, eventualmente, podamos tener, por activa o por pasiva, como miembros de la comunidad, alguna responsabilidad, por lejana y pequeña que pueda ser, no evita la crítica cruda y despiadada.
En un mundo ideal -este que decimos que no es posible teniendo en cuenta cómo es la naturaleza humana- antes de destrozar una institución o una persona, deberíamos hacer balance. Siempre encontraríamos -cuando lo hacemos solemos encontrar- cosas positivas y cosas reprobables, denunciables y, en ocasiones, abominables.
La Iglesia católica, por ejemplo, formada por humanos, no se escapa de cualquier problema que pueda asociarse al hombre. La Inquisición existió, la pederastia dentro de la Iglesia es un problema de una dimensión aterradora -para mí no desvinculable del celibato-, el voto de pobreza no siempre está claro si tenemos en cuenta la imagen que proyectan obispos, cardenales o la curia vaticana, y es evidente que la mujer está discriminada y la desigualdad entre los hombres y las mujeres que han hecho votos dentro de la Iglesia católica, es mucho mayor que la que nos encontramos en la sociedad en general. Pero San Francisco de Asís, el Abad Escarré, el padre Miquel Batllori, el monje Lluís Duch, la madre Teresa de Calcuta o Pedro Casaldàliga también han existido. Y el Papa Francisco es todo un ejemplo, a pesar de lo que conlleva la vida papal en el Vaticano.
David Fernández (exdiputado de la CUP), terminaba un artículo de opinión en “El Periódico” -creo que del 15 de agosto- con estas palabras:
“Hoy, paradójicamente, muchos no creyentes seguimos creyendo en ellos -en nombres revisitados y concretos- porque nos hacen seguir creyendo en la condición humana. Y si es cierto que a menudo debatimos sobre el paraíso del cielo, lo más importante es que caminamos juntos y nos implicamos juntos contra los infiernos de la tierra (…)”.
Entre los “ellos” que menciona en el artículo, cita, entre otros, al teólogo y ex franciscano, brasileño, Leonardo Boff, el jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado en El Salvador, al arzobispo de El Salvador, Óscar Romero, también asesinado en ese país ocho años antes, a Pere Casaldàliga y al propio Papa Francisco. Pone en valor también la teología de la liberación.
Pese a no mencionar a la Iglesia, su reconocimiento es a personas y movimientos -sociales, sí- de Iglesia. Me sabe muy mal cuando se destroza a esta institución -y otras- resaltando tendenciosamente los aspectos más oscuros de la misma, inevitables como decía, por la condición humana de sus miembros y responsables, y se olvida el papel positivo de la misma globalmente considerada.
Remarco que la Iglesia es, pues, una institución plural, formada por miles de personas, entre los que hay santos y diablos. Hay diversidad, hay pluralidad y hay contrapesos.
La monarquía, al contrario que la mayor parte de instituciones, -retomando el tema del post anterior (ver “Papeles privados (1)” del 16 de agosto de 2020)-, es una institución unipersonal. Admitiendo que todos tenemos cosas buenas y cosas malas, cuando te la juegas solo a un número y la elección puede ser de muy larga duración, la opción está acotada, “el menú solo tiene un plato” y la posibilidad de que muchos de los riesgos potenciales, como el de corrupción, aumenten y se hagan reales -nunca mejor dicho-, es mayor. No hay contrapesos y, en el caso español, por las razones descritas en el post anterior, al contrario de lo que ocurre con las monarquías europeas, no hay rendición de cuentas formal y el alcance de la inviolabilidad ha comportado falta de transparencia sostenida años y años y, hasta ahora al menos, impunidad. El paso de “la tentación al pecado”, es directamente proporcional a los años de poder sin control.
Josep Ramoneda, decía en el “ARA” del domingo 9 de agosto, que “es difícil separar las instituciones de las personas (cuando) están predeterminadas por herencia y tienen estatus de inviolables”. La reflexión concuerda con la de García Abad que utilicé para cerrar el post anterior: “La institución monárquica es personal y el rey es jefe de Estado las 24 horas del día”. “Su obligación de tener un comportamiento ejemplar no ha sido nada ejemplar”.
En el mismo artículo citado, Ramoneda contraponía monarquía y democracia en la medida en que la primera “nace de la legitimidad aristocrática” y la segunda “no conoce privilegios de linaje”.
Don Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón y Dos Sicilias, ni nació en Lavapiés, ni ha ganado unas elecciones democráticas. Es un aristócrata puesto a dedo por un dictador que, como cualquier humano e institución humana, puede cometer errores, y todo parece indicar que los ha cometido y no menores.
Por eso mismo pienso que en una verdadera democracia no debería tener cabida la monarquía y si alguien me quiere poner el ejemplo de Gran Bretaña o de alguna monarquía escandinava o centro-europea, que tenga en cuenta que, en general, estas familias reales han entendido que el mínimo minimorum “era portarse muy bien” y no ser motivo de la más mínima polémica. Y, aun así, no siempre lo han conseguido. Porque la perfección no es una característica del ser humano. Cada vida humana es una historia de luces y sombras. Por ello, las reglas del juego, la transparencia y los mecanismos de control sobre la monarquía, como parte del presupuesto y de lo público, deberían ser claros y no lo son en absoluto.
Personalmente, opino que la monarquía se reinstauró en España, precisamente por la bajísima calidad de la democracia española y esto hizo posible no revocar una decisión adoptada por la dictadura. Al final, el poder de verdad en España está en manos de unas pocas familias desde hace siglos y no ha cambiado más que en pequeñas cosas. La idea que intentó abrirse paso tímidamente en el siglo XVIII de “el mérito por encima de la cuna”, pues al revés: la aristocracia por encima de la democracia, la monarquía más allá de la democracia, protegida por unas instituciones políticas caducas, empezando por los partidos políticos, paradójicamente unas de las organizaciones menos democráticas y transparentes que existen.
Daron Acemoglu (MIT) y James A. Robinson (Harvard), autores de un ensayo titulado “Por qué fracasan los países, los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, crearon el concepto de élite extractiva (ver “Mi visión de España y de las élites españolas” del 2 de marzo de
2014).
A la pregunta de por qué unos países son más prósperos que otros, los autores concluyen que la respuesta no está ni en el clima, ni en la geografía, ni en la demografía, ni en la psicología colectiva. Su antideterminismo histórico les permite afirmar que ni siquiera la historia es absolutamente determinante en el presente de una sociedad. Lo más importante es la calidad de sus instituciones políticas.
De modo que aquellos países que han podido desarrollar instituciones inclusivas, sometidas a un fuerte y eficaz control social, han prosperado. Allí donde han prevalecido las instituciones cerradas, en manos de unas élites egoístas, es donde los fracasos económicos han sido más grandes. Comparan la gestión del comercio con América, desde la época colonial, entre España e Inglaterra. El monopolio real llevó al fracaso a España mientras que en Inglaterra, la emergencia de una clase mercantil burguesa, capaz de acotar y condicionar la monarquía, trajo prosperidad. Al mismo tiempo que el libre comercio se extendía por Europa, en España y hasta en 1717, solo el monopolio de un solo gremio de comerciantes de Sevilla controlaba todo el comercio con América, a cambio de entregar una parte de los beneficios a la monarquía.
En España, las cosas siguen funcionando igual. En el mismo post me refería a que Manuel Azaña, ya describía en el primer tercio del siglo XX las “castas extractivas de Madrid”, como aquellas que “llevan siglos acampadas sobre el Estado”. Se trata de unas familias aristocráticas que durante siglos han mantenido el control férreo del Estado y de la sociedad. Primero “extraían” de las colonias americanas y después las peninsulares. Cataluña, por supuesto. Pero no únicamente. También han expoliado a las clases medias periféricas y en mayor o menor grado en función de las épocas, a todos los españoles, castellanos y madrileños incluidos, que no forman parte de esta horrible oligarquía educada en cuanto a las formas, pero que no ha cambiado en cuanto al fondo más íntimo. Están como pez en el agua en el palco del Real Madrid y los lugares destacados de las Ventas o de la Maestranza. Esta es la verdadera “Marca España”, que mientras no cambie, necesita aún mantener la monarquía y el régimen del 78 con todos los elementos que les proporciona el control para mantener el “atado y bien atado”.
De vez en cuando, necesitan un lavado de cara. De aquí nace precisamente la “Marca España”, otro invento fracasado. Uno de los presidentes de la misma fue Carlos Espinosa de los Monteros y Bernardo de Quirós, Marqués de Valtierra. Hijo de Javier Espinosa de los Monteros y Herreros de Tejada y de Galinda Bernaldo de Quirós y Alcalá-Galiano y bisnieto del Capitán General de la VI Región Militar Carlos Espinosa de los Monteros Sagaseta de Ilurdoz. Su tío-abuelo, Eugenio Espinosa de los Monteros y Bermejillo, militar y diplomático franquista, fue embajador español en la Alemania nazi por sus simpatías pro-nazis. Y su hijo Iván Espinosa de los Monteros y de Simón, diputado de VOX en el Congreso, se define en su cuenta de Twitter como “hombre, español, cristiano, hetero, casado, padre de familia numerosa, patriota, capitalista, conservador, taurino, madridista y de Vox”.
Juan José López Burniol aporta valor añadido a la hora de entender a esta España de familias, de élites extractivas, determinantes para la baja calidad democrática española y para mantener una sociedad no inclusiva. En un artículo de 2012, a estas élites extractivas las definía como una característica de la historia de España, hablando de “un núcleo social que ha conservado en sus manos el control del país, utilizando el poder en su beneficio exclusivo y prescindiendo de un auténtico proyecto nacional, integrador por abierto y eficaz por liberal”. Y añadía que este grupo“ha contado desde siempre con una intendencia de calidad, integrada por profesionales distinguidos y por los cuerpos de élite de la Administración del Estado, que han sido el vivero de la política y que, al constituir una meritocracia reclutada en buena medida por oposición, fueron un limitado pero eficaz ascensor social, que en ocasiones inyectó savia nueva -vía matrimonio- en el grupo social originario. Sin olvidar a los altos oficiales del Ejército, siempre precisos para mantener el statu quo en tiempos de crisis, y a los dueños de los Media, decisivos para orientar la opinión pública en una sociedad de masas”.
Que en los últimos días hayan coincidido Carlos Espinosa de los Monteros y -entre otros- Alfonso Guerra en la defensa de Juan Carlos I, no es ajeno a que en España siguen mandando los mismos que mataron a la gallina de los huevos de oro del comercio con las colonias. Como decía López Burniol, estos han precisado una “intendencia”, entre la que se encuentran los partidos políticos guardianes y garantes del régimen del 78. La fórmula elegida para estas “élites extractivas” para maquillar el franquismo hasta hacer creer, al principio, que la democracia en España era posible. El emérito, era pieza clave del invento.
Hace pocos días, Carlos Espinosa de los Monteros se preguntaba, (¿retóricamente?): “¿Dónde están los políticos de la transición, los intelectuales, los empresarios, los nobles de España ante el ‘linchamiento’ al emérito?”. Es evidente que siguen estando e intentando todavía conservar “en formol” el régimen del 78 como fórmula de control de toda una sociedad. Cuando Alfonso Guerra y Esperanza Aguirre coinciden con setenta exministros y ex altos cargos en -evidente por otra parte, siempre que se aplique a todos y no solo al rey emérito- pedir respeto por la presunción de inocencia de Juan Carlos, está clarísimo que el núcleo ancestral de poder que ha hecho de España un país bien retratado en “La escopeta nacional”, pervive.
Siento tener que añadir que del mismo modo que la Generalitat perdió hace años la oportunidad de crear una administración moderna y modélica, limitándose a copiar el pésimo modelo español -lástima no haber mirado hacia New Zealand o Canada, por poner dos ejemplos- en Cataluña estamos perdiendo, si no hemos perdido ya, todo lo que aportó la revolución industrial, la sociedad civil concienciada y la emergencia de una burguesía filantrópica y comprometida que contrarrestó el totalitarismo español. ¡¡¡Para entendernos, el palco del Barça, intenta parecer el del Real Madrid a escala catalana y, encima -¡por suerte!- no lo consigue!!!
Termino reproduciendo -sin añadir ningún comentario- declaraciones de José García Abad:
“El núcleo central de franquismo no era la Falange, era el nacionalcatolicismo, con la Asociación de Propagandistas y después con el Opus Dei. Los falangistas cantaban aquello de que no querían ‘reyes idiotas’ y proclamaban el Estado sindical, una república fascista, pero con ese toque ‘sindical’, lo social siempre está presente en toda ultraderecha. Sin embargo, el resto de los franquistas decían que no, que continuase como fuera el régimen del 18 de julio, con un rey elegido por Franco y que le debía todo a Franco que, obviamente, continuaría todo lo andando por Franco. El matiz es que el rey se dio cuenta de que Franco se había muerto y de que por ese camino iba a durar cuatro días. Tonto no era. Y creo que reaccionó más por él y la monarquía que por convicciones firmes. De todas formas, su obligación era mantener la institución que representa”.
“Suárez en un viaje a Irán había visto que el sah tenía esculturas de oro macizo. Al contárselo a Juan Carlos cuando regresó, al rey se le ocurrió escribirle una carta al sah pidiéndole mil millones de pesetas, unos diez millones de dólares, para poder hacer frente a la amenaza del PSOE, que como hemos visto de radical no tenía gran cosa. El jefe de gabinete del sah les hizo notar que fuesen más discretos, pero sí que se lo envía y ese dinero se lo embolsa don Juan Carlos (…). Juan Carlos lo había pasado mal en el exilio y en cuanto pudo se puso a acumular dinero como un poseso”.
“Ya en la propia boda de Juan Carlos, que era Juan pero Franco decidió que se llamase Juan Carlos para que fuese primero, los banqueros pasaron la gorrilla para un regalo del orden de cien millones de pesetas de la época, en plan como dicen ahora los hijos: no me compres un regalo, dame el dinero”.
“Para llevar el país a una democracia normal, homologable, hacía falta valor, incluso valor físico, y Suárez lo tuvo. La gente del entorno del
rey, Fernández-Miranda, Fraga o Areilza, todavía esperaba una transformación paulatina del régimen. Una Constitución nueva, con todos los partidos políticos, eso Suárez lo hizo a contrapelo, a veces del propio rey, que siempre le decía: ‘Oye, a ver si nos equivocamos y nos pasamos’”.
“Él (Juan Carlos) provocó, alimentó y cortó el golpe (23F). Como en la historia lo que cuentan son los hechos, pues ha quedado que lo abortó. Pero el papel fundamental fue de Sabino (Fernández Campos), que fue quien llamó uno por uno a los militares, en el orden que era preciso, para pararlo. Y mientras lo hacía, Juan Carlos le decía: ‘Sabino, a ver si nos estamos equivocando’. Dudaba qué hacer”.
i ens ho havíem cregut! que el rei havia aturat el cop ! que la transició va ser modèlica! que era millor reforma que ruptura, l’agermanament dels pobles d’Españñña, i que ho havien entès, per fi, escoltant al Raimon i al Serrat… Mare meva! Tornem a les mateixes que han tornat les generacions que ens precediren, sembla, que aquesta vegada sense sang (algun ull) als carrers
Espanya no te solució Helena!!!
Estem en mans d’ells i, entretant nosaltres ens anem degradant com a societat i com a nació. Cada cosa que pasa fa evident que això d’Espanya és un desastre esperpèntic!!! Ara amb el coronavirus, som dels que anem pitjor i, econòmicament, en l’entorn UE, els pitjors!!! Espanya és un gran desastre que provoca vergonya aliena!!! I els catalans cada vegada ens assemblem més a ells, en el pitjor de la seva manera de ser i de fer. Tampoc tenim excusa!!!