Las declaraciones del exciclista Lance Armstrong reconociendo que consumió EPO para ayudarse en sus victorias deportivas suponen una metáfora del mundo excesivamente competitivo y fallido que nos rodea. Tras la valentía de haberse sincerado, queda el regusto de una sociedad caracterizada por la pugna y la cultura individualista.
Importa solo el beneficio y el triunfo personal, lo que se da en el deporte pero también en otros ámbitos como la economía, la política y el arte. Como podéis leer en el artículo que os enlazo de Koldo Aldai, ahora “todos nos la jugamos en esta carrera de fondo en la que debe prevalecer el colaborar sobre el competir”. Habrá que cambiar el chip y dejar de luchar por victorias donde siempre sale perdiendo alguien, apostando por un horizonte colectivo.