Un buen amigo mío y compañero de carrera que ha tenido que afrontar un cáncer, me decía que, en los días previos al tratamiento quirúrgico, decidió dejar de escuchar y leer noticias, y mirar informativos en la TV. Esto le ayudó a afrontar en mejores condiciones anímicas su difícil situación.
Ayer, Jordi Basté entrevistó a su compañero periodista Xavi Coral, por el libro que ha publicado, Aprender a esquivar las balas. En el transcurso de la entrevista, Coral manifestó que cuando terminan el Telenotícies, refiriéndose a la charla informal que mantienen los presentadores entre ellos “(…) siempre intentamos ser un poco personas, después de haber explicado tantas desgracias, que normalmente son las noticias” (sic). Para evitar que esta frase quede descontextualizada, recomiendo escuchar la entrevista entera, muy interesante. Una posible interpretación de esta frase dicha espontáneamente es que los noticiarios se han convertido en un compendio de desgracias (no olvidemos que los buenos profesionales del periodismo, en principio, intentan informar de lo que ocurre) que “despersonaliza”. Deshumaniza…
Por cierto, en la presentación de los hechos narrados en el libro, coincide con lo que escribí en relación a la reacción de mi familia a la Guerra Civil y cómo la carnicería bélica afectó a mis abuelos, a sus hijos e, incluso, a primos de mi generación. Decía (ver “Familia, sentimientos, incógnitas” del 28 de marzo de 2024): “(…) de lo que ocurrió exactamente, de cómo lo vivieron (la guerra) nuestra abuela, nuestros padres, sabemos muy poco. Lo que nos contaron. Pero nadie quería recordar el horror”.
Xavi Coral, además de decir que “esta historia de mi abuelo, será la historia de otros muchos abuelos”, afirmó que su abuelo “nunca hablaba de la guerra. No le apetecía recordar”. Explicó que, si bien recuperó la relación que tenía con algunos amigos antes de la guerra, no mantuvo contacto con quienes la vivieron con él…
Si leéis algunos de los comentarios que han dejado en el post del blog, veréis que hay aportaciones similares…
Olvido de la guerra, escaso ―por no decir casi nulo― reconocimiento a las víctimas y las familias damnificadas. Qué contraste con la sociedad paternalista actual, en la que la falta de acceso a un tutorial para aprender a ducharse sin salpicar puede ser considerado como una discriminación.
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Durante estos días he visitado cuatro de las principales librerías de París. En una de ellas, L’Ecume des Pages, compré el libro de Sophie Baby Juger Franco? Impunité, réconciliation, mémoire. Así es. Impunidad total para los criminales de guerra y sus descendientes que, en estos momentos, todavía no han condenado el franquismo, reconciliación imposible porque no se ha pedido perdón por los crímenes cometidos y olvido de las víctimas.
La misma autora ha publicado, entre otros, Le Myte de la transition pacifique i Violence et politique en Espagne (1975-1982). La violencia política no ha terminado. La persecución policial y judicial a las víctimas del 1 de octubre de 2017, es política y cuenta con el visto bueno del Rey.
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Creo recordar que dijeron que el fin de semana de Ramos salieron del área metropolitana de Barcelona trescientos o cuatrocientos mil vehículos, y entre el jueves y el viernes Santo, un número similar. Sin entrar en debates de cuántos se fueron a pasar solo el fin de semana, la semana entera o lo que fuera, el caso es que el domingo de Pascua fue el primer día de “la operación retorno”.
Las Terres de l’Ebre, el Delta, se ha convertido en un destino turístico típico de Semana Santa. De puentes largos y períodos de vacaciones cortos, pero diría que típicamente de Semana Santa. Y también diría ―me baso en impresiones subjetivas― que desde hace unos pocos años, más especialmente. Como si con la COVID, mucha gente hubiera descubierto ese espacio.
Durante unos días, una multitud traslada el estrés interiorizado de ciudad hacia esta zona, habitualmente tranquila y de vida relajada. Puede que hayan encontrado caravana en la AP-7 donde, en días de “operación salida” (el nombre ya tiene una connotación de algo masivo) tienen muchos números de encontrársela. Cuando había peaje, era una autopista. Ahora, desde que la imbecilidad colectiva ha logrado que se adopte la medida populista de sacar el peaje ―muchos de los que van en caravana como un rebaño de ovejas, defensores del “todo gratis”, se creen que lo es― la AP-7 es una “nacional” algo ensanchada, llena de camiones y peligrosa, en la que cada dos por tres, coches y camiones accidentados cortan la vía provocando retenciones kilométricas.
Durante estos períodos, los supermercados están llenos y los mismos que primero han ido en caravana por la autopista, ahora hacen largas colas para pagar en el supermercado, para sentarse en una mesa de restaurante o para acceder a la barra del Trabucador que, dañada por el temporal Gloria, no puede soportar ya las avalanchas de urbanitas metropolitanos desquiciados, que hasta que no se limitó el acceso fueron cómplices durante años de un Gloria que todavía no se sabía que llegaría.
En la zona, la oferta hotelera ―afortunadamente― es limitada. Los campings, en estos casos, parecen campos de refugiados y las excesivamente numerosas autocaravanas, se colocan en cualquier sitio. Se multiplica la gente que pesca, los que pasean, los que van en bicicleta, los que hacen jogging con la misma cara de estresados que ponen cuando corren por la Diagonal o la carretera de las Aguas. Algunos están de mala leche, porque llegaron al apartamento que tenían cerrado desde el verano o desde el puente del Día de la Raza o el de la Constitución y se encontraron que se había roto la resistencia del calentador de agua o que la calefacción no iba, o que la llegada masiva había colapsado los repetidores de señal y no tenían wifi. Si casi nadie puede vivir sin wifi, estos hombres y mujeres de ciudad multiplican hasta el infinito su estrés si no hay wifi. Durante estos períodos de “desconexión”, de “ocio y descanso”, los electricistas y otros operarios indispensables, se dividen en dos grupos. Los que se marchan atemorizados a algún lugar cuidadosamente elegido en aldeas donde los adictos a los psicotrópicos que vienen de la ciudad no llegan; y los que se quedan para hacer el agosto que, colapsados de trabajo, no llegan a la hora indicada o simplemente no llegan.
―Mire, que el váter se ha embozado y no puede tragar la mierda. ¿Podría venir a mirarlo?
―Bueno, a ver si me va bien.
―¿Podrá pasarse?
―Pues sí. Cuando tenga un momento…
―¿Cuándo cree que podrá?
―No sé, intentaré pasarme mañana al mediodía.
―¿Sobre qué hora? Es que queremos ir a fotografiar a los flamencos y…
―Ay, pues no sé, antes de comer.
―¿Y a qué hora come usted?
―Estos días con tanto trabajo, nunca se sabe. No se preocupe, que ya vendré en algún momento…
El urbanita con estrés crónico, sale a hacer cola para comprar el periódico, a continuación, hace cola para comprar el pan y mientras la cola ―ahora ya en el pescado― no hay manera de que avance, desiste porque ya son las 12h y si el electricista viene… A las 15h todavía no ha venido. Le vuelve a llamar. No obtiene respuesta. Decide ir a defecar en el bar de abajo. Hay cola de gente que espera para entrar. Vuelve a casa, intenta dormir la siesta, pero el jardinero de la comunidad de apartamentos, con el soplete, no le deja descansar. Decide ir a ver a los flamencos, pero el gentío les ha asustado y estos se han refugiado en unos humedales alejados de la vista de los turistas.
Todo ello termina con la caravana de la “operación retorno”…
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Mientras espero para ser atendido en la Comisaría de los Mossos de l’Ametlla de Mar, veo un tríptico de recomendaciones del Departamento de Interior en caso de calor intenso. Más que un papel puesto a disposición por la institución, me parece una información impresa de alguna web que alguien ha dejado por ahí. Se puede leer lo siguiente:
“Animales de compañía
El calor debe tenerse en cuenta a la hora de ciudar la salud de los animales de compañía que tienes en casa. Para protegerlos, puedes adoptar una serie de medidas preventivas para que las altas temperaturas no afecten a su bienestar.
- Nunca los dejes encerrados en el coche. Aunque dejes un poco abiertas las ventanas, pueden sufrir un golpe de calor.
- Siempre deben tener a su alcance agua fresca.
- Es necesario que salgan a pasear a las horas más frescas del día.
- Si hace mucho calor, no deben hacer ejercicio.
- Vigílales las almohadillas: caminar por tierras áridas como el pavimento o la arena, que se sobrecalientan, pueden provocarles heridas.
- Deja a los animales en zonas frescas y a la sombra.”
Cualquiera diría que estamos en una sociedad moderna y modélica que piensa en todo. Otros, entre los que estoy yo, cansados de que legislen incluso en relación a cómo debemos respirar, tienen la sensación de vivir en una sociedad paternalista y dirigista formada por ciudadanos que somos tratados de imbéciles y, encima, a muchos parece que les guste y quieren más.
Hablando de imbecilidad, mientras sigo esperando, recuerdo la anécdota explicada por un prestigioso abogado barcelonés.
El letrado estaba acompañando a juicio a un cliente suyo en la Ciudad de la Justicia y mientras tomaban un café en el bar, el cliente se dio cuenta de que le habían robado la cartera. Preguntaron por algún Mosso d’Esquadra, pero el servicio de seguridad lo prestaba una empresa privada (a pesar de la demagogia y las mentiras diseminadas en torno a supuestas ―y falsas― privatizaciones de la sanidad, nunca he escuchado ninguna queja respecto a la privatización de seguridad) y el vigilante les indició que tenían que ir a una comisaría a interponer la correspondiente denuncia.
Cuando llegaron a la comisaría, una Mossa les preguntó muy amablemente qué necesitaban. Explicaron el caso y la respuesta de la agente fue: “¿Tienen cita previa?”… Desconozco que respondieron. Pero imagino que alguna cosa del tipo “Ah… no¡ Perdone, tiene usted toda la razón. La próxima vez trataré de prever cuando me van a robar la cartera y así podré solicitar cita previa”¡ ¿O tal vez hay que asumir que el robo de una cartera forma parte del nivel de inseguridad normal y la denuncia no es más que un mero trámite, más o menos inútil? A saber…
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Quim Monzó acaba de publicar un libro titulado Ments preclares. El llibre dels idiotes. En 1985, Carlo Fruttero ja publicó La prevalenza del cretino. Y los políticos que se pretenden de izquierdas, incapaces de aprobar presupuestos, a pesar de no tener un Euro, persisten tenazmente en la defensa de la inversión del dinero que no tienen en infraestructuras para prestar servicios sociales, sanitarios y educativos, en lugar de concertarlos con el sector privado capaz de invertir. Pues eso: Monzó y Fruttero.
Afortunadamente, en las Terres de l’Ebre ha vuelto la paz y la tranquilidad y podemos seguir viviendo, relativamente, protegidos de la “civilización urbanita”.
Mientras tanto la Tierra continúa girando y, por ahora, el sol sigue saliendo cada dia.