Querido Àlex, pronto nos dejarás para ir a reunirte con nuestro amigo Fermí en ese lugar que imagino sólo de forma muy difusa.
Hoy, 26 de julio, a las once y media de la mañana, me ha llamado Núria y me ha dicho que te sedaron ayer, sobre las 8 de la tarde. La noticia, a pesar de saber que llegaría, me ha entristecido mucho. En tu caso, me ha pasado algo que me ha sucedido en otras pocas ocasiones. Me despedí de ti el jueves 11 de julio, en vuestra casa, en Gelida, pero he vivido una larga despedida, que empezó el 20 de octubre del año pasado cuando me llamaste desde mi querido Hospital del Mar, después de recibir la mala noticia de tu enfermedad. Nueve meses son una nimiedad insultante cuando son los que te quedan de vida, pero en términos de despedida suponen un largo adiós. Largo, pero bonito y entrañable en tu caso, porque nos ha permitido hablar abiertamente de la vida, de la enfermedad y de la muerte, sin apenas restricciones. Morirás acompañado de Núria, de tus tres hijos, de tus hermanos y otros familiares, en casa y sin dolor físico. Otra cosa son las sensaciones dolorosas que imagino te han invadido en las largas noches de insomnio que complementaron los días de las últimas semanas. Pero morirás reconfortado y en paz, porque las personas morimos como vivimos.
Durante aquellos días de octubre, poco después de saber que tenías ese maldito cáncer que, cuando asoma, ya se ha extendido por demasiados órganos del cuerpo, hablé con Joan Oliveras, tu amigo y compañero desde que de pequeños ibais a la escuela, y también amigo querido por ambos. No hace mucho, Joan me recordó que le dije: “Àlex no pasará del próximo verano”. Xavier Roig, Albert Carné y Marcel Riera fueron algunas de las primeras personas que recuerdo que me llamaron ―o el tema surgió en el transcurso de una llamada por otras cuestiones― para compartir, deseando no creerla, la mala noticia.
Desde entonces, comentamos también la evolución de tu enfermedad. La Dra. Clara Montagut, Clara, familiar vuestro, y el Dr. Joan Albanell, me pusieron al día sobre cuál era la situación clínica. Dos grandes oncólogos que conocí cuando estuve en ese hospital y que aprecio de todo corazón. Hablando de corazones, Clara tenía el corazón bien dividido entre la Dra. Montagut y Clara, vuestra familiar. Se mantuvo en la retaguardia, atenta en todo momento a cualquier novedad terapéutica, estudio o ensayo en el que pudieras ser incluido, pero preservando bien la difícil condición de médico y familiar del paciente.
A partir de ahí, yo me concentré en aplicar el principio que dice que, si escuchas bien al paciente, siempre te indica hasta dónde quiere saber en cada momento. Durante estos meses escuché con todo el cariño del mundo, todas las preguntas que me hiciste y traté de contestarlas de modo que ―por supuesto, sin engañarte ni ocultar nada― las respuestas no fueran más allá de lo que querías saber cuándo hacías la pregunta.
Te confieso, Àlex, que la fortaleza y el espíritu positivo y de lucha con los que has llevado la enfermedad, impresionan. Y ahora te diré algo que nunca te dije. Que no fueras creyente ha incrementado mi admiración y reconocimiento hacia tu actitud.
Mientras te propusieron tratamientos, hiciste un gran esfuerzo para mantener la esperanza fuera como fuese y sacar adelante los proyectos que tenías. En el fondo, sabías perfectamente lo que te esperaba, pero cuando los malos pensamientos te invadían, te ponías manos a la obra y, durante estos meses, no has parado. Sería demasiado sencillo –y a la vez falso– decir que te engañabas. Has ejercido de catalán. Los catalanes de Barcelona, el día que tú naciste, el 12 de septiembre, pero no de 1957, sino de 1714, después de la derrota, se pusieron a trabajar ―y en otros lugares en fechas más o menos cercanas, hicieron lo mismo―. No eran estúpidos ni ingenuos. Eran conscientes de la situación, pero decidieron mirar hacia delante y seguir el camino.
Tu último dietario, La dansa dels dies, y alguna actividad cultural más te llevaron, entre sesión y sesión de quimioterapia, a hacer presentaciones, diría que, en Valencia, no sé si en Menorca y en no sé cuántos lugares más, además de la de Barcelona, a la que asistimos los amigos del grupo “Entre copes” y todos los que se encontraban en Barcelona del grupo “Colla a taula”. Creo ―tengo dudas― que Fermí Puig ya no pudo asistir. O si lo hizo, fue solo un rato.
La presentación a cargo de tu buen amigo Vicenç Villatoro y el diálogo que mantuvisteis, me pareció sublime. Tu balance de nuestra generación lo comparto con todo detalle:
“La democracia llegó cuando éramos unos jóvenes que nos queríamos comer el mundo y, en este sentido, hemos sido unos auténticos privilegiados: hemos tenido la oportunidad, desde el sector público y el privado, de sacar adelante todo tipo de proyectos, ocupar todo tipo de responsabilidades, de contribuir a la reconstrucción de Catalunya y a la proyección nacional e internacional de su lengua y cultura, pero cuando más felices nos las prometíamos de repente nos estrellamos contra los aparatos del Estado, después embarrancamos y ahora nadie sabe ni cómo ni cuándo saldremos adelante, si es que lo logramos”.
La cultura y la recuperación de nuestra lengua nos salvará, vaticinaste, lanzando un mensaje de confianza y optimismo hacia los jóvenes que tendrán que conservar y hacer grande la nación y, ojalá, enmarcarla dentro de un Estado propio.
Tanto en público, como en privado, has puesto de manifiesto que sabías lo que te esperaba y tan prematuramente está llegando. En la entrevista con Xavier Grasset, en el 324, con tu hablar pausado, ponderado y respetuoso, nos mostraste, aparte del dominio y conocimiento de las artes, propio del hombre culto y sabio que eres, tu fortaleza personal. Dijiste:
“…Me gustaría ser uno de estos happy few. Consiguen irse serenos, agradecidos, más o menos resignados, lúcidos y rodeados de los suyos…”. Así lo has hecho, y así está ocurriendo, ahora mismo, mientras escribo.
No puedo dejar de recordar lo que dijiste ese día ―y tantas otras veces has dicho― sobre lo cómodo que te has sentido como dietarista, señalando que los dietarios son el subgénero literario que más grados de libertad proporciona a la hora de crear y plasmar por escrito tu creatividad. Dicen que la envidia sana no existe. Que simplemente es envidia. ¡Creo sentir, sinceramente, envidia sana cuando leo tus dietarios, y admiración, porque sé lo que me cuesta como aficionado que soy producir algo que remotamente se aproxime!
En La Vanguardia, cuando el periodista se refirió a la muerte, dijiste:
“Sí, es que tengo muy claro dónde quiero ir a parar e incluso, qué música. Es bueno ir preparándolo y previéndolo, porque la vida es muy ‘cabrona’ y te depara sorpresas en el momento más inesperado…”.
¡¡¡Si dijiste “cabrona”, tú que nunca dices palabrotas, es que lo que te salió del alma era estremecedor!!!
(Entre el anterior párrafo y el que ahora vendrá, he sabido que nos has dejado a la una y cuarto de la madrugada. ¡Descansa en Paz, querido amigo!).
Por tanto, Àlex, tenías claro tu final más cercano que lejano. Pero añadías:
“Ahora estoy luchando por dejar de ser un enfermo terminal y pasar a ser un enfermo crónico. Imagina el momento en el que estoy, todo lo que haya podido ir previendo, como si dijéramos, está hecho”.
Es decir, confiamos en la cronificación, nos activamos y seguimos, nos decías.
Tan llena de actos ha estado tu agenda, que no pudimos hacer el concierto con la clavicembalista, arpista y reconocida intérprete y estudiosa de la música antigua Laura Puerto y la mezzosoprano Marta Infante, ambas conocidas tuyas y a alguna de las cuales, creo, le editaste, junto con Núria, algún disco desde “Columna Música”. Pese a las agendas imposibles de ambas artistas y a pesar de tener que desplazarse desde Madrid y Lleida, respectivamente, a Gelida, a tu casa y la de Núria, fue tu agenda de los meses de marzo y abril la que lo hizo imposible.
El pasado día 4 de julio, como el 20 de octubre de 2023, me llamaste desde el Hospital del Mar, para explicarme, sin utilizar esta palabra, que te habían “desahuciado”. Joan Albanell te dijo que no había más tratamientos para ofrecerte… Del mismo modo que el 20 de octubre, el 4 de julio tuviste un minuto inicial de desfallecimiento, pero rápidamente te sobrepusiste. Y cuando el día 11 de julio vinimos a veros con Romina a ti y a Núria, a vuestra casa, tu fortaleza y serenidad a la hora de encarar la muerte, fueron admirables. Hablamos sin restricciones de cómo querías que fueran tus últimos días, de tu deseo de descansar en Queralbs…
Cuando nos íbamos a ir, te las ingeniaste para que nos quedáramos a solas y, por primera vez en nueve meses, quisiste saberlo todo. Hasta entonces tus preguntas incorporaban un “no vayas más allá de lo que te pido estrictamente”. Ese jueves, me preguntaste cómo sería tu muerte, qué pasaría, qué notarías… Te dije que te lo podía contar si querías, pero que, en mi opinión, no era necesario. Te dije:
“Te prometo, Àlex, que no notarás nada. Físicamente no sufrirás ningún dolor y cuando mueras, llevarás ya rato durmiendo profundamente. Hasta llegar a ese momento, lo que suceda mentalmente es otra cosa…”. Y me dijiste: “Mentalmente me siento fuerte”. Y nos abrazamos con fuerza, y ya no te he vuelto a ver.
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De todos los amigos que tenemos en común, el gran amigo de Àlex y el que le introdujo en mi vida, fue Joan Oliveras, con quien ha compartido amistad durante 63 de los 66 años que tenía Àlex. Nuestra amistad fue creciendo sin cesar y he disfrutado mucho de su saber, de su fina ironía, y nos ha unido una complicidad excepcional. Lo que puede llegar a unir una tarta de algarroba y el sentido de la estación del Camp de Tarragona, exige un grado de complicidad y conexión, poco comunes.
Sin duda, durante los nueve meses de enfermedad he vivido con él situaciones que nunca he vivido con muchos de mis mejores amigos. Lo mejor habría sido que no hubiera estado enfermo y que con el paso de los años hubiésemos alcanzado el nivel de proximidad, intimidad y estima profunda al que hemos llegado en los últimos nueve meses. Pero, a pesar de que a menudo lo olvidemos, los humanos, muy pocas cosas podemos elegir y, ni Àlex eligió su enfermedad, ni él ni yo hemos elegido la manera en la que nos hemos unido tantísimo.
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Àlex y un buen amigo común suyo y mío, el ingeniero y escritor Xavier Roig, un hombre muy brillante y clarividente, me invitaron a integrarme en un grupo de amigos de los que, por respeto a los que he conocido más recientemente, no mencionaré. Sólo me referiré a Casimir de Dalmau, que hace muchos años que nos conocemos, y a Fermí Puig, que murió el pasado viernes 19 de julio.
En el mismo grupo de amigos, Fermí nos deja el viernes 19 y Àlex la madrugada del sábado 27. ¡¡¡Válgame Dios!!!
No quise escribir nada con ocasión de la muerte de Fermí para no incurrir en una “apropiación indebida” y porque, aparte de un montón de gente que se pronunció, de nuestro grupo Xavier Roig hizo una magnífica glosa (no os la perdáis: https://www.parlemclar.cat/fermi-puig-un-gran-tipus/).
Sin embargo, sólo puedo tener palabras de agradecimiento y amor hacia Fermí. Hasta que un maldito hongo le infectó el cerebro, también su enfermedad de base, nos unió más de lo que hubiera sido esperable si la salud le hubiera respetado. Es lo que tiene ser médico, aunque, como yo, no te hayas dedicado demasiado a ello…
El último recuerdo que tengo de él, simpático y perfectamente definidor del hombre llano y humilde ―además de sabio― que era Fermí, fue el regalo que nos hizo a Romina y a mí, cuando, al acabar de comer en su restaurante, se sentó con nosotros a tomar café. Un delicioso fuet de los que preparaba con todo el cuidado del mundo en su casa.
El 30 de septiembre de 2023 fue el último día que este grupo se pudo reunir al completo, en casa de Xavier Roig en Sant Quirze Safaja.
Fermí, en aquel momento, había superado un primer cáncer. Àlex, con toda probabilidad, ya estaba enfermo, pero no lo sabía…
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Termino con un recuerdo para ti, Núria. Sólo tú sabrás lo que has vivido y lo que has sufrido en estos nueve meses. Y sólo tú ―en realidad, sólo Àlex, pero ya nos entendemos― sabes de verdad cómo lo ha vivido y qué ha sentido Àlex. Los demás expresamos cómo lo hemos vivido, pero quien ha visto la película entera has sido tú.
Àlex conoce de sobras la fortaleza y la valía de su compañera de viaje: tú.
Si digo que sin ti no hubiese conseguido renovarse ni una tarjeta de crédito, alguien pensará que frivolizo o que se trata de un comentario machista que te reduce al mero papel de “mujer” del gran hombre. Es evidente que no es así.
No miento y, pasando de la estupidez de los “progres” y su ridículo lenguaje inclusivo, afirmo que sin ti no se hubiera renovado la tarjeta de crédito, ni la del CatSalut, ni el carnet de conducir. Y que, si no llega a ser por todos nosotros, no se hubiera vacunado del COVID. Y no precisamente por ser un antivacunas. Ya se sabe… ¡¡Sabios distraídos!!
Pero queda claro también que, sin ti, no hubiera existido “Columna Música” y quizás, la carrera de Àlex hubiera sido diferente. Tú supiste ver el valor de la obra “Cuaderno veneciano”, la que puso Àlex en el circuito y sin ti, quizás nunca se hubiera publicado.
Los personajes como Àlex hacen mucha sombra, y cuando los que les habéis rodeado sois sencillos, discretos y la antítesis de la vanidad y el protagonismo, aparentemente podéis pasar desapercibidos. Pero sus amigos sabemos que, sin tu valía, fuerza y paciencia, su carrera hubierasido diferente.
Después de ejercer el último rol junto a Àlex, la durísima labor de cuidadora informal, ahora debes cuidarte tú y dejarte cuidar. Para mí nunca
has sido “la mujer de Àlex Susanna”. Has sido Núria Viladot, persona fuerte, inteligente, sensible y con entidad propia, al margen de. Me alegró saber, cuando revolviendo en el árbol genealógico de los Via, encontré que somos parientes lejanos a través de los Torres Vendrell. ¡Puedes contar con nosotros para lo que necesites, Núria!
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Mañana la vida seguirá, volverá a salir el sol, y Àlex y Fermí velarán por nosotros allá donde estén… ¡Donde vayas, de los tuyos haya!
Gràcies, Josep M., per aquest magnífic obituari. I gràcies per haver-lo acompanyat en aquest darrer trajecte tan difícil. L’Àlex t’estimava, i per ell va ser molt important la teva proximitat i suport. Justament fa molt pocs dies, a Queralbs, quan sabia que li quedavrn pocs dies de vida, ho vam comentar.
Una abraçada ben forta!
Moltes gràcies, Joan. Entre tots hem fet el que hem pogut per ajudar-lo a ser feliç en els seus últims mesos de vida i en el final de la seva vida. Tu per a ell, sempre vas ser un referent¡
Gràcies per aquest “viatge” a la persona que va ser en Àlex Susanna i pel relat proper als seus últims dies. Vaig tenir la gran sort de conèixer la Núria i l’Álex quan van venir a Sintra, amb la colla. I em va fascinar. (Fa ara un any) Vaig devorar els seus dietaris i em vaig identificar molt amb la forma com es relacionava amb el seu entorn i ho anava passant al paper. Ho anava escrivint. Assenyalant. Tot una forma de ciure amb la qual m’isentifico. Malhauradament ja no hi haurà ocasió per a wscoltar-lo de viva veu. Vaig tenir la immensa sort de poder veure’l i a la Nuria a Gelida fa avui mateix 15 dies. Un dia que em marcarà l vida per sempre. Ahir, curiosament, vaig estar pensant en ell tot el dia i a la nit vaig anar a sopar fora amb en meu marit, Casimir de Dalmau, vam parlar d’ell tota l’estona. I vam brindar! Li va encantar Sintra…tant que quedava pwr veure i compartir. Gràcies pel teu escrit!
Gràcies Maria. No ens coneixem personalment, però se de tu per, evidentment, en Casimir i els amics. Penso que els que quedem, haurem de reforçar la nostra amistat i companyonia. No cal perdre amics de la talla humana de l’Àlex i en Fermí per valorar la importància de l’amistat. Però… Els humans som una mica cabuts¡ Segur que en la seva ànima hi ha un trosset de Sintra i de totes les estones compartides amb els amics. Una abraçada¡
Quànta sensibilitat, Josep Maria. Ben bé és l’elogi d’una gran amistat. Emocionant.
“els humans, ben poques coses podem triar”.
Unit en el condol a la família i amics.
Joaquim Amaré
Tortosa. Terres de l’Ebre.
Moltíssimes gràcies Joaquim, pel teu comentari des de les estimades Terres de l’Ebre que, l’Àlex i la Núria van visitar varies vegades, juntament amb altres amics, en els últims anys.
Tinc molt bons records de les seves estades en aquesta nostra terra. Teva per naixement i meva, d’adopció¡