Los dietarios forman parte del género llamado “papeles privados”, conocido también como “literatura del yo” e, incluso, calificados de ejercicio narcisista no exento de caer en el riesgo del exhibicionismo. ¡Espero que no sea el caso!
Los diarios, las biografías, las autobiografías, en general los citados “papeles privados”, proporcionan a quien los escribe más grados de libertad que ningún otro género. Hay muchas formas de hablar sobre los hechos cotidianos, sobre ti mismo y los que te rodean. La calidad literaria, el deseo de hacer atractivos unos hechos personales, los recursos para conseguir interesar al lector en episodios que no dejan de ser normales y corrientes en la vida de cualquiera, permite sacrificar el rigor, la exactitud, la precisión, en la descripción de lo que se quiere compartir. Al fin y al cabo, diferentes personas, ante los mismos hechos, no tienen por qué sentir lo mismo. Ni tienen por qué poner el mismo énfasis en los mismos aspectos a la hora de contarlo. Incluso quien escribe, en su afán de enfatizar lo que explica, puede exagerarlo tanto que el resultado ya no se corresponda con la realidad. O puede, directamente, mentir. Cuántas autobiografías y biografías hechas por encargo ―o no― recurren a la mentira para “santificar algún diablillo”. Son licencias permitidas, que es necesario procurar saber administrar.
Incluso dicen que la objetividad de la historia siempre es dudosa en la medida en que la escriben los vencedores…
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Después de esto, quién se va a creer lo que voy a contar ahora sobre el 14 y el 15 de febrero de 2025, ¿verdad? Quizás tampoco me creeréis si digo que en este blog ―que casi ya tiene 13 años de historia―nunca he mentido, al menos deliberadamente. Pues sí, lo digo. Lo afirmo sinceramente. Como digo que, con total seguridad, hay imprecisiones, inexactitudes, hechos inexistentes ―que desconocía que lo eran―, sublimaciones, enaltecimiento de hechos o personas y críticas ―incluso, feroces y airadas― que habrán desfigurado la realidad…
Sin embargo, está claro que un amante de los dietarios no podía omitir las emociones vividas y la belleza de lo que un grupo de personas compartimos justo hace una semana. Porque, en resumidas cuentas, compartimos amor y amistad. O, dicho de otra manera, simplemente amor, ya que la amistad verdadera no es más que amor. No descubro América diciendo esto.
De la misma forma que la felicidad no es un estado, sino que más bien es una suma de momentos que si son suficientemente frecuentes pueden aproximarse a un estado, el camino de amar a la pareja, a los hijos y familiares, a los amigos, tiene tonalidades diferentes, momentos, capítulos. Algunos de ellos especialmente emotivos, entrañables, bonitos. El 14 de febrero celebramos los 50 años de Romina ―que los había cumplido el día 12― con la singularidad que se merece ella y su medio siglo de vida. El 15 repetimos celebración añadiendo las de nuestros buenos amigos Joan Oliveras y Ramon Camp, que el 11 y el 12 de febrero también habían completado años de vida. Unos cuantos más que Romina, dejémoslo aquí… quedaos con que, entre los tres, esa semana habían alcanzado 189 años de vidas intensas…
Me considero muy afortunado de haber conocido a Romina y de hacer camino con ella intentando no olvidar que la felicidad hay que saber encontrarla en ese camino, sin esperar al final. Una suma de presentes puede proporcionar un camino largo lleno de momentos de felicidad, y en eso estamos.
Así pues, los pasados 14 y 15 de febrero no fueron el final de ningún camino. Sin embargo, sí significó el final de una corta e intensa etapa de dos meses. Dos meses llenos de ilusión y de poner toda la carne en el asador, para conseguir una celebración de cincuentenario inolvidable. ¡Y lo fue!
Las fiestas sorpresa de celebración, para que lo sean, para conseguir el efecto sorpresa, aparte de ―ahora sí― engañar mucho a la cumpleañera ―¡solo durante dos meses!―, es importante que reúnan el máximo número posible de personas que son y/o han sido importantes durante la vida de aquella persona que, porque la queremos mucho, queremos que viva un momento inolvidable. Me apresuro a decir que, por grande que sea el esfuerzo de reclutar a los indispensables, siempre puede haber descuidos. Mil disculpas si en este sentido ha habido algún error “imperdonable”.
Romina y yo no hace décadas que nos conocemos. Si por lo menos yo hubiera sido de Lleida ―ella lo es―, todo hubiera sido más fácil a la hora de contactar con estas personas importantes de su vida. Me he dado cuenta paseando con ella por la ciudad de Indíbil y Mandoni, que allí, yendo por la calle, las personas a menudo se saludan y se detienen a hablar. ¡Parece que se conozcan todos! (Sí, sí, ¡es triste que esto parezca extraño!). Pero yo nací y he vivido demasiados años de mi vida en la maldita área metropolitana, que cada vez acapara más y más territorio de Catalunya, y donde las relaciones entre humanos no son iguales. Esta proximidad y buen ambiente que se vive en Lleida ―y que sería lo deseable en todas partes―, en la metrópolis se ha sustituido por formas de interaccionar más frías, distantes y extravagantes. Por suerte, ¡ya hace casi 8 años que me he escapado de aquel infierno!
Pero vivo en las Terres de l’Ebre, no en Lleida, lo que tampoco me ha facilitado la tarea de conseguir juntar ni a sus amigos leridanos, ni a sus compañeros de carrera de Pamplona, ni a amigos de otros lugares con los que los años de vida profesional la llevaron a estrechar fuertes lazos. ¡Eso sí, me ha facilitado invitar a una amiga suya de L’Ametlla de Mar, casada con un chico de Deltebre y residentes en L’Ampolla, al lado de casa!
Huyo de la dispersión para volver a centrarme en Romina. Las personas buenas nos mejoran. Las personas alegres nos hacen estar alegres. Las personas que nos hacen sentir que saben querer y nos quieren, nos ayudan a querer. Las personas siempre dispuestas a ayudar nos enseñan con el ejemplo el valor de ayudar al prójimo. Las personas desprendidas hacen crecer nuestra generosidad. Hay personas que, por su calidad humana, su bondad, nos ayudan a sacar lo mejor de nosotros mismos y en la medida en que a su alrededor generan paz y armonía, hacen el mundo mejor. ¡Gracias, Romina! Tendríais que ser más así.
Dicen que “quien con cojo anda, aunque cojo no sea, al mes renquea”. Lo contrario también es cierto.
Estos meses de preparación de la fiesta de cumpleaños de Romina, han sido gratificantes. No solo por la felicidad que proporciona hacer lo que sea por quien quieres, también porque me han permitido conocer la
mayor parte de amigos de ella que todavía no conocía, y conocer mejor a los pocos que ya conocía.
Cada uno de ellos y todos juntos, en conjunto, son un espejo que refleja exactamente los valores humanos de ella. El entusiasmo que he encontrado en ellas ―¡la mayoría chicas, pero no todas!― y ellos ―mención especial para Josep Maria Dolcet―, me ha generado empatía y cariño. La respuesta de todos ha sido “para Romina lo que haga falta” y han hecho todo lo que estaba en sus manos para que la celebración fuera inolvidable. ¡Y lo han conseguido!
He sentido una gran acogida, sabiendo, por supuesto, que no era para mí, sino por el aprecio y la confianza que tienen en ella y el deseo de que sea feliz. Sea como fuere, me he sentido afortunado y tremendamente agradecido. Ha sido una experiencia muy bonita.
La investigación arqueológica de Arnau en el pasado material y emocional de la vida y la familia de su madre y la ilusión que le hizo participar en la celebración ―desde la distancia física para nada emocional, todo lo contrario― ha sido inestimable. Si habláramos de una película, diríamos que, aparte de actor
principal, ha sido el guionista, el compositor de la banda sonora, casi el realizador y el encargado de los efectos especiales, alguno de los cuales nos puso la piel de gallina a todos. Pero más importante que todo esto, ha sido su capacidad de transmitir a todos los presentes una buena dosis de ternura, emocionándonos, en especial a los que le conocen desde pequeñito.
En cuanto a mis amigos, me hizo mucha ilusión invitar a quienes han podido conocer más a Romina. Todos nos alegramos de ver a nuestros amigos felices y mis amistades, en este sentido, no son una excepción. Si ven que la persona que quiero me hace feliz, poco más necesitarán ―¡al menos en primera instancia!―. A partir de aquí, puede resultarles más o menos fácil sentir a la persona incorporada al grupo, como propia.
Si digo que mis amigos no tardaron mucho en apreciar las cualidades humanas de Romina, ¡lamento tener que decirles que en este caso no se llevarán el premio a la perspicacia! Consigue fácilmente que la gente la quiera de forma especial y por eso la celebración fue muy emotiva y, como decía, los preparativos repletos de sentimiento.
Hace más de 45 años que conozco a Joan Oliveras y Ramon Camp. Sin necesidad de entrar en detalles, ambos han sido personas importantes en mi vida y me han aportado, aparte de cariño, experiencia y sabiduría. El día 15, ver a Romina, Joan y Ramon, soplar tres velas que completaban el citado número 189, suma de los años vividos por los tres, fue muy especial. Una confluencia hermosa, una coincidencia entrañable. Un sentimiento de cariño muy intenso.
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Acabo de forma parecida a como he empezado. Hay capítulos importantes de nuestras vidas que sentimos que merecen escribir unas líneas, otros no, y esta es una decisión personal. Todo ello, conlleva la responsabilidad en cuanto a encontrar el tono y la medida (o desmedida, que puede ser una opción deliberada) de lo que se expresa o se intenta expresar, de lo que se quiere transmitir.
Estos momentos que permiten vivir de forma singular el amor y el valor de la amistad, no tienen precio, y
pasan a formar parte del baúl de los mejores recuerdos.
Hoy he sentido la necesidad, he querido, me ha hecho especial ilusión compartir estos sentimientos. Gracias a todas y todos los que han hecho posible esta celebración tan bonita y señalada. ¡Un agradecimiento especial a Nina Carné, por la belleza de las fotos que hizo y la capacidad de mostrar en los rostros de todos, el espejo del alma!
Estimat Josep M. Certament vam viure, els qui vam gaudir d’aquests dos dies de festa tan especials, un poemari d’amor. La meva joia va ser contemplar la teva i la de la Romina. I sentir-me part d’aquest bàlsam de felicitat que irradia el vostre voltant. L’amistat és un tresor estrany i valuós, sense el qual la vida esdevé un lloc erm i inhòspit. Alimentar-la, és un art guiat per la generositat i la saviesa. Gràcies, mestre! Una forta abraçada!!
Moltes gràcies, Joan. Dos dies especialíssims i dos mesos previs de preparació que van enriquir aquest tresor que, sí, és l’amistat. Com que som més grans, també som un xic més savis i això fa que la nostra capacitat de valorar l’amor i l’amistat per damunt de tot, augmenti.
Com dius, la joia de la Romina i meva va ser gran. Però en l’ambient flotava felicitat compartida. Es deixava sentir amb molta força i emocionava! Abraçada gran, amic¡
Fantàstic Josep Maria,
La felicitat t’ha fet treure espurnes del teclat! i s’ha escampat per la superficie de la pantalla estenent-se l’immensa i plena sensació d’agraïment a la vida.
Els que us vam acompanyar vam participar i rebre aquestes onades d’autentic benestar personal, siguent conscients de ser feliços d’estar molt aprop de vosaltres i dels vostres grans amics.
Una abraçada molt gran!!
Moltes gràcies, Xavier!
Molta felicitat, sí, moltes emocions. I la satisfacció de poder compartir aquests moments amb vosaltres, estimats amics!!!
Que l’amor i l’amistat prevalguin sobre les adversitats durant el tros de camí que ens queda per fer. Abraçada gran.