Siento la necesidad de empezar explicando que anteayer, día 10 de abril de 2020, Viernes Santo, nació en la ciudad de Santiago de Chile, a 11000 kilómetros de distancia, Claudi Via i Sas, mi primer nieto.
El último post de este blog tiene fecha 9 de marzo. Han pasado muchos días antes de volver a escribir. Días de confinamiento, días difíciles, días que a mí me han pasado volando porque, como tantos otros profesionales, por mi trabajo, me ha tocado estar muy cerca de los peores efectos de la pandemia sobre las personas y, en especial, sobre la gente mayor que vive en residencias. De esto os hablaré pronto.
Al inicio del confinamiento, estaba seguro que serían unos días de escribir y publicar sin cesar. No ha sido posible. Han sido muchos días seguidos de dormir 4 o 5 horas y de estar mentalmente sumergido del todo en mil aspectos relacionados con el coronavirus, los enfermos que lo han sufrido, los muertos que ha dejado -y deja todavía-, sus familiares, la carencia de material de protección para profesionales y, en general, la falta de médicos y enfermeras y más cosas en las residencias de gente mayor… A parte de no tener tiempo material para escribir, no estaba en condiciones anímicas de hacerlo.
Lo que me da fuerza para hacerlo, proviene del campo de las emociones. Estos últimos días y semanas, han venido marcados por emociones muy fuertes. Empiezo con dos historias de vida, como podría empezar con cualquiera de las que me ha tocado vivir en plena pandemia.
Quiero aclarar que a medida que los días han ido consumiéndose, el cansancio y la tensión han provocado todo tipo de reacciones en muchos compañeros. También de nervios y desesperación, que creo, todos, en un momento u otro, hemos tenido que hacer esfuerzos por controlar. Quizás si alguno de ellos, de vosotros compañeros sanitarios, decís “y este qué nos cuenta ahora, ¿qué se piensa que sólo lo ha sufrido él?”, ya os aclaro que no es así. Sino todo lo contrario. Simplemente tengo un bloc, me gusta escribir, necesito vitalmente escribir y os pido que me veáis como un portavoz del sufrimiento de todos. Empiezo con lo que ha supuesto para las familias no poder despedirse de los que han muerto lo que, sin duda provocará un alud de situaciones de luto patológico.
Las reacciones humanas son difíciles de prever y hay que ponerse en la piel de los otros para entender comportamientos que, en frío, descontextualizados, pueden resultar incomprensibles o incluso, hacer pensar que quién los sufre no está bien…
Entre las muertes de estos días, el padre de un amigo que, como en tantos casos, no pudo vivir el final de la vida de su progenitor. Cuando la voz que había al otro lado del teléfono, le comunicó el deceso, acabando con la notificación del día que podía ir a recoger las cenizas, su desazón comenzó. “¿Y yo como sé si quien ha muerto es mi padre o no? ¿Y si se han equivocado? Yo lo quiero ver. Los de la funeraria, me lo tienen que dejar ver”
-Josep María, he intentado con los de la funeraria a ver si me dejarían ver el cuerpo de mi padre. Me dicen que no y que no. Realmente, ¿no hay ninguna posibilidad? ¿No pueden ellos hacer una foto o un video que me quede de testigo final de su traspaso?…
-Estimado xxx, desgraciadamente no es posible. Ya sé que ahora hacen falta palabras dulces y humanidad. Piensa que todos tenemos que hacer un esfuerzo para sobreponernos y ser profesionales, sin olvidar que tratamos con humanos. Los servicios funerarios, estos días, están también desbordados. Nadie habla de ellos. Todo el mundo está agradecido a los médicos y a las enfermeras y está bien. ¡Se merecen un monumento! Pero cuando salimos a aplaudir a las 20 h, tendríamos que aplaudir también al personal de las funerarias que, durante días, sin equipos de protección no han parado de recoger difuntos en las morgues de hospitales y de residencias, si es que las tenían. Gracias a ellos la “cadena enfermedad/final de vida/muerte” no ha colapsado el sistema sanitario. Han tenido que seguir protocolos de seguridad. Nada de preparar, arreglar, conservar, maquillar el difunto, como lo vemos cuando vamos a un tanatorio. Simplemente introducirlos en una doble bolsa de plástico, con material desinfectante y sellándola bien para evitar problemas. Amigo mío, estos receptáculos, no se pueden abrir. Y mejor que no, porque el último recuerdo de la fisonomía de tu padre te haría más mal que bien. Tienes que confiar, creer que es él quien ha muerto -yo estoy seguro-, y cuando tengáis las cenizas pensar en la mejor ceremonia de despedida que podáis hacer, religiosa o laica, que os ayude a reconducir un luto, que será difícil. Cuenta con mi ayuda y mi acompañamiento.
Una amiga perdió a su hermano de 64 años. Un caso dramáticamente típico de la evolución de la enfermedad cuando va mal. El enfermo que sufre la neumonía bilateral con insuficiencia respiratoria grave, que de repente hace un giro sorprendentemente dramático y se encamina hacia la muerte a una velocidad vertiginosa, sin que se pueda hacer nada. Cómo en el caso anterior y todos los demás, ninguna despedida y un luto difícil.
La psique, el alma, los sentimientos, de esta familia, una vez asumida, por fuerza, que no se podrían despedir de él, que no habría ceremonia con el cuerpo del difunto presente, se concentró en recuperar los efectos personales que el difunto llevaba cuando ingresó en el hospital. Algunos de ellos de alto valor sentimental para la familia, otros importantes por otras razones nada despreciables. El agobio de ir como una pelota entre el hospital y la funeraria, para averiguar si alguien había recogido estos efectos y los había custodiado, se transformó en el centro neurálgico de ¡todas las emociones y sufrimientos!
Son sólo dos ejemplos de los múltiples que nos ha tocado vivir y continuamos viviendo todavía los profesionales de la salud….
Afortunadamente en la vida, no todo son siempre dificultades, o incluso, cuando éstas aparecen con toda la crudeza que han aparecido en esta pandemia, cuando menos lo esperas, a veces se producen pequeños milagros. Es como si aparecieran ángeles llenos de energía, de empatía y de amor que nos los envían para ayudarnos y darnos fuerza.
Hago un giro repentino, pero a pesar de lo pueda parecer, no cambio de tema. En algún post me he referido a la novela de Xavier Bosch “Algú com tú”. Y he explicado que, a pesar de poder parecer -o quizás ser- un poco “superficial”, creo que tiene un trasfondo de mucha fuerza humana y, en cualquier caso, está llena de recursos literarios de interés por “Alguien como yo”.
El confinamiento tiene cosas extrañas. Una de las que me han sorprendido más positivamente, a pesar de ser muy escéptico sobre el efecto predominantemente positivo de las redes, y que en este confinamiento me ha proporcionado mucha felicidad y ayuda -y también la posibilidad de ayudar a tanta gente como he podido-, ha sido, precisamente, poder mantener la comunicación gracias a estos medios.
Entre todas las personas desconocidas, que la pandemia me ha llevado a relacionarme, una en concreto, muy especial, me ha proporcionado tanto apoyo, me ha regalado tanta empatía, me ha hecho sentir tanto lo mejor de la condición humana, que ha acabado siendo una persona de referencia, casi imprescindible y que ha estado a mi lado, para compartir lo mejor y lo peor, en todo momento. Estoy hablando de una persona que, como tantas otras estos días, no he visto nunca.
Si el sentido de ”Algú com tú”, en el caso de la novela de Bosch expresa la satisfacción amorosa de haber encontrado “la” persona y a la vez la desazón que supone que ésta, sea inalcanzable; para mí, este título adquiere sentido cuando, después de las dificultades de estos días, si me pidieran qué necesito para poder seguir adelante, para sobreponerme, le diría a esta persona, “si no puedes ser tú, alguien como tú”.
Esta pandemia, en la parte positiva me ha traído dos regalos. Este apoyo inestimable, que es el que necesitaba en este momento y, el nacimiento de mi nieto Claudi. Afortunadamente, a él no me hará falta pedirle “Alguien como tú” porque estará presente en mi vida para siempre.
No me esforzaré ahora en intentar transmitir lo que me ha provocado, emocionalmente, anímicamente, el nacimiento de Claudi y ver a mi estimado hijo Pau, tener un hijo. No hay suficientes adjetivos en el diccionario para explicarlo.
La pandemia ha impedido que pudiera viajar a Santiago de Chile a conocer mi primer nieto recién nacido. Si Dios quiere, todo llegará. La emoción que me provocó el video que me envió mi hijo, de su hijo recién nacido, todavía encima de una talla de quirófano, fue impactante. Ninguna palabra, solo aquella imagen del neonato. Cómo decía, la tecnología me ha permitido vivir en directo, a pesar de ser a través de una pantalla, la llegada a este mundo complicado y extraño de una criatura que vivirá en una época que todavía se me hace difícil de imaginar.
El caso es que, dada la imposibilidad de viajar e incluso la dificultad de enviar algún regalo, sentí la necesidad de hacer el primer obsequio a mi nieto. De hecho, quizás el mejor regalo posible por la austeridad del mismo, por no empezar malcriando con presentes que sólo son expresión del peor consumismo y, porque creo sinceramente que lo mejor que puedo ofrecer a una persona a la que quiero con locura, lo mejor de mí mismo, son los sentimientos escritos. Sus padres han recibido mi regalo, que ya le leerán cuando crezca un poco y pueda entender el pequeño cuento de bienvenida que he escrito para él.
En estos días de sufrimiento y muerte, el nacimiento de una criatura, de mi nieto, me ha dado mucha fuerza. Lo he vivido como una señal inequívoca de la fuerza de la vida, en medio de tanta muerte. A pesar de todo, la vida irrumpe con fuerza y gana la batalla. Y tengo mucha confianza en esta generación y en su capacidad de frenar el proceso de destrucción del planeta, de revertir la desastrosa herencia que les habremos dejado, fruto de nuestro egoísmo. Hemos vivido y vivimos sin pensar en ellos. Personalmente no me permitiré que Claudi me haga demasiados reproches sobre el mundo que le habremos dejado, más allá de los inevitables y de los obligatorios que se han de asumir en cualquier ejercicio de autocrítica generacional sincera.
La vida y el amor. La vida y el amor de mi nieto y la vida y el amor de los ángeles aparecidos inesperadamente en medio de la dificultad que han hecho realidad, como me recordaba un amigo, que dicen las escrituras que “el amor es más fuerte que la muerte”.
Moltes felicitats Josep Maria!!!
En aquest temps on la foscor sembla voler imposar-se definitivament sobre la llum, fas bé de recordar-nos la força de la vida i sobre la destrucció, la de l’esperança damunt l’angoixa, la de l’amor “més fort que la mort”. Continuant la teva citació de les Escriptures:
“Els mars profunds no podran apagar l’amor,
ni ofegar-lo les fonts dels oceans…” Cant.Cant. 8,7
Potser la nostra vida no té un altre objectiu més que el de cultivar l’Amor en el jardí petit o més gran que tinguem. Amor humanista fet d’empatia i solidaritat concreta, Caritat cristiana, Compassió budista …
Moltes gràcies Guillermo i moltes felicitats! El teu comentari, millora molt el post!
Muchísimas felicidades Josep María por el nacimiento de Claudi!!!! Sois mutuamente afortunados.!!!
Y gracias por mostrarnos, de una forma tan actual y llena de esperanza, la contraposición muerte / vida.
Moltes gràcies Fàtima!La Vida guanya i l’Amor guanya. La mort és una part de la vida, la última…
Una nova vida enmig de la mort, el dol sense comiat i la por al que no coneixem és com una glopada d’aire que entra als pulmons alleugerint l’ofegament.
Hi ha moments del confinament molt durs i hi ha persones que apareixen quan menys t’ho esperes que t’ajuden a pair tot plegat amb noves il·lusions.
Gràcies per compartir-ho Josep Maria.
Moltes gràcies Montse! El millor són les persones desconegudes que, sense cap pretensió, apareixen per ajudar, ja sigui en forma de nadó que arriba al món o de gent benintencionada que ajuda en els moments més difícils!
L’enhorabona Josep Maria, tenir un net o ser avi és una experiència que ho trastoca tot. T’ho dic per experiència que ja fa quasi 3 anys que va néixer la meva neta Alèxia i exerceixo d’àvia tan com puc. Val molt la pena. Una felicitat a absoluta !
Moltes gràcies Montse!